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El 29 de abril de 1939,
Miguel Hernández cruzó a Portugal por un paso clandestino cerca de
Rosal de la Frontera, en la provincia de Huelva. En Portugal fue
detenido y entregado a las autoridades españolas. Uno de los guardias
civiles reconocíó a Miguel Hernández y lo señaló como activista rojo y
republicano.
De allí fue conducido el 7 de mayo a la Prisión Provincial de Huelva. Sus interrogadores llegaron a la conclusión de que era un individuo con serias implicaciones políticas.
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El 23 de septiembre de 1940 ingresa en la cárcel provincial de Palencia.
El 24 de noviembre, enfermo de neumonía, lo trasladan de nuevo a Madrid. Pasa por la cárcel de la calle Yeserías, donde se reencuentra con su amigo Antonio Buero Vallejo.
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El 11 de mayo se encuentra en la cárcel de Sevilla, en la que permanecerá pocos días.
El 15 de mayo de 1939 ingresa en la cárcel madrileña de la calle Torrijos. Inesperadamente, sle en libertad el 15 de septiembre, al parecer, gracias a un indulto gubernamental.
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El 28 de noviembre de 1940 ingresa en el Reformatorio de Adultos de Ocaña.
El poeta solicita su traslado a Alicante, pues su salud empeora y su
deseo es estar cerca de su mujer e hijo, a quienes hace mucho tiempo que
no ve.
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Desoyendo los consejos de sus amigos, el 29 de septiembre de 1939
va a Orihuela a ver a su familia. Allí es reconocido por un inspector
de la guardia municipal, esposado y conducido a los sótanos del seminario de Orihuela donde se había improvisado una prisión, que pasó a denominarse prisión de San Miguel.
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De camino hacia Alicante, permaneció durante cuatro días en la Prisión Provincial de Albacelte.
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Dos meses después, es trasladado de nuevo a Madrid. El 3 de diciembre de 1939 ingresa en la cárcel madrileña de la plaza Conde de Toreno. Allí se encuentra con un viejo conocido, Antonio Buero Vallejo.
El 18 de enero de 1940 es requerido por el Consejo de Guerra Permanente
y condenado a muerte. El poeta no cuenta a su mujer su situación de
condenado, antes bien intenta mantener el ánimo levantado.
Gracias a la intervención de su
amigo José María de Cossío, quien recurrió a otros amigos falangistas,
Hernández vio conmutada la pena capital por treinta años y un día de
prisión.
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El día 29 de junio de 1941, por fin, llega al Reformatorio de Adultos de Alicante.
Al bajar del tren esperaba reencontrarse con su mujer e hijo, a quienes
no había visto desde su salida de la prisión de Orihuela, pero el
telegrama que había de avisarlos no llegó a tiempo. Sólo fue a verlo su
hermana Elvira.
Hacia el 20 de julio pudo ver a
su mujer e hijo. A partir de ese momento, recibía su visita una vez por
semana, los viernes, durante quince minutos.
En noviembre, entró en la enfermería. Le sobrevino la muerte el día 28 de marzo de 1942.
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