Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

lunes, 15 de noviembre de 2021

Inauguracion de "Miguel Hernández a Plena Luz" en la diputación de Alicante 15 de noviembre 2021

     Francisco Reyes Martínez presidente de la diputacion de Jaén en Alicante,15-11-2021



     Consecal de cutura, Francisco Reyes, Carlos Mazón y Julia Parra,

    José Miguel Esteba de la Osada, Juan Urbano, Luis Barcala y Julio Calvet






EXPOSICIÓN POR EL 75º ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL ESCRITOR

Miguel Hernández, el "poeta de todos": cómo su figura se ha vuelto patrimonio de Alicante y Jaén


16/11/2021 - 

ALICANTE. "La obra de Miguel Hernández sobrevivirá a su muerte, a pesar de los intentos por silenciarla". Esta sentencia impresa sobre un cartel de la exposición A plena luz, que se alojará hasta marzo de 2022 en la Diputación de Alicante, viene a resumir la idea sobre la que se ha insistido durante el acto de presentación de la muestra, que ha tenido lugar el lunes 15 de noviembre en el palacio provincial, al que han asistido numerosos diputados y diputadas de Alicante y Jaén, representantes de distintos ayuntamientos de la provincia y centros culturales. Entre estos cargos destacan los nombres de Carlos Mazón, presidente de la Diputación de Alicante; Julia Parra, vicepresidenta primera y diputada de Cultura; Francisco Reyes, presidente de la Diputación de Jaén; Juan Ángel Pérez, diputado de Cultura jienense, y Juan José Téllez, comisario de la muestra.

Se trata de una exposición impulsada en 2017 por la Diputación de Jaén con el legado que compró en 2012 y que viene a conmemorar el 75 aniversario de la muerte del poeta oriolano. Este trabajo cultural e histórico cohesionado en una muestra residirá en Alicante hasta el 28 de marzo, haciendo coincidir su clausura con 80 años del fallecimiento. Durante su inauguración, el artista urbano alicantino Tom Rock ha pintado en directo un lienzo con el rostro de Miguel Hernández, acompasando su bote de spray primero con las melodías interpretadas por el cuarteto de cuerda de la Orquesta Sinfónica del ADDA y después con el desfile de palabras de las distintas personalidades que han subido al escenario.

El hielo lo ha roto Julia Parra, precisamente quien insistió en regresar a Alicante el legado de Hernández y logró el convenio de colaboración entre ambas diputaciones. "Traer aquí la muestra, además de ponerla a disposición de la ciudadanía alicantina, tiene mucho simbolismo, porque es un acercamiento entre Alicante y Jaén", ha reiterado, confesando que ambas provincias han vivido "de espaldas durante años. Hoy, ese vivir ajeno se ha acabado, porque hemos sido capaces de tender un puente".

Además de reivindicar el patrimonio compartido, la diputada de Cultura ha adelantado que a través del ADDA se va a desarrollar un "programa cultural complementario con la música como vehículo de expresión y la Diputación como escenario". Y ha apuntado que los primeros premios a la cultura alicantina -que la institución se encuentra en vías de crear- llevarán el nombre de Miguel Hernández y homenajearán su figura.

Un emocionado Carlos Mazón ha lamentado el "patriotismo" del que se ha visto rodeada la figura de Miguel Hernández durante tiempo entre representantes institucionales, que no ha facilitado establecer un "punto de encuentro". En esta línea, el presidente de la Diputación de Alicante ha reivindicado que "Miguel Hernández le pertenece al mundo, a la historia, a los niños, a los rayos, a las cebollas... a todos". Y ha subrayado el "hermanamiento" entre las provincias de Alicante y Jaén, que ya no requieren de la firma de un papel, porque han establecido "el punto de encuentro con el poeta".

La Diputación de Jaén es quien custodia el legado de Miguel Hernández desde 2012, institución que lo compró por tres millones de euros "en un mal momento económico y que ha acabado siendo de las inversiones más importantes y rentables", ha tildado Francisco Reyes, quien ha matizado que este legado "no es de Jaén, sino que es universal, del mundo entero". Además, se ha alegrado de que el poeta oriolano "se ha convertido en un reclamo del turismo de interior" y no ha querido dejar pasar la oportunidad de apuntar que "la cultura es una oportunidad y una inversión".

Por su parte, Juan José Téllez ha explicado que la exposición trata de ir más allá y procura contar "la vida y obra de un joven de 31 años que amaba, al que le gustaba el fútbol y que quería ser torero. Miguel Hernández vivió muchas vidas en esos 31 años y hemos querido contarlas todas, por lo que hay muchos niveles de lectura". Una muestra que ha sido posible "por quienes han preservado su memoria", ha agradecido, celebrando que "desde el municipalismo se haya rescatado a ese vecino de Orihuela que vuelve a casa".

Sobre la exposición

Manuscritos, carteles o fotografías son algunos ejemplos de las más de cien piezas que integran la exposición A plena luz, un título cuyo origen hay que buscar en el también poeta Pablo Neruda, quien contrapuso que Miguel Hernández "desapareció en la oscuridad" y debía ser recordado "a plena luz". La muestra se estructura en diversas salas y diez bloques temáticos -Génesis, Religión, Eros y otros símbolos, Ideología, Amor, Guerra, Cárcel, Muerte, Resurrección y Literatura- y está hecha para ser "vista, oída y leída", según ha declarado su comisario.

Tras su inauguración en Jaén, la exposición inició un recorrido nacional para continuar con su periplo fuera de las fronteras, visitando hasta tres continentes por ciudades como Chicago, Nueva York, Manila, París o Dublín. Durante los cuatro meses que se alojará en la Diputación de Alicante, se podrá visitar de lunes a sábado de 11:00 a 13:00 horas y de 17:30 a 20:00 horas.

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Miguel Hernández-multimedia centenario


 

domingo, 14 de noviembre de 2021

Evocación de mi abuelo Juan Guerrero Ruiz, Bernd Dietz

 

Evocación de mi abuelo Juan Guerrero Ruiz


No pudo Juan Guerrero irse de España, pero ello no le vino mal al autor de Platero y yo, que se había marchado de España con lo puesto

El amable lector me disculpará si la columna es en primera persona y su corte quizás impúdicamente personal. La escribo por creer que describe circunstancias y episodios curiosos, relativos a personajes públicos de cierto relieve y susceptibles de ilustrar facetas históricas y culturales no exentas de singularidad e interés. Pero acaso, y si es así pido perdón, también por nostalgia, melancolía y afecto, ahora que soy mayor, hacia los muertos que me anteceden.

Le debo en cierto modo la vida a un antepasado masón, don Mariano Ruiz-Funes García, a la sazón ministro de Justicia en el gobierno Largo Caballero a comienzos de la Guerra Civil. Era también un prestigioso catedrático de Derecho Penal, y de hecho conservo algún libro suyo dedicado con enérgica caligrafía a mi abuelo materno, Juan Guerrero Ruiz, que era su sobrino carnal. Había logrado éste un puesto, asendereado por el frentepopulismo y la revolución, en esa segunda mitad del 36, en la Universidad de Río Piedras, gracias a los buenos oficios de viejos amigos literarios suyos, y todo estaba preparado para que la familia al completo se fuese a Puerto Rico, como acababan de hacer Zenobia y Juan Ramón. La casa estaba recogida, las maletas hechas y tenían sus pasaportes en regla mi abuela Ginesa y sus seis hijos. Sólo faltaba mi abuelo, que confiado se fue a ver a su tío para pedirle su propio pasaporte. “No, yo a ti no te doy el pasaporte”, repuso el ministro, “porque tú lo que quieres es irte con los fachistas”. Así los llamaba. Algo por completo absurdo, vistas las amistades de mi abuelo, amén de una puñalada prepotente y arbitraria, máxime cuando el propio Ruiz-Funes no tardó en largarse con un buen puesto al extranjero. Mas un proceloso hito que determinó el rumbo de su vida, la de mi madre y, por extensión, mi destino, al regalarme de rebote una raigambre alemana y privarme, tal vez, de haber sentido correr sangre boricua por mis venas.

No pudo Juan Guerrero irse de España, pero ello no le vino mal al autor de Platero y yo, que se había marchado de España con lo puesto, temiendo la violencia miliciana lo mismo que Ortega o Marañón, y creyendo que su retorno iba a ser inminente. Difícilmente podía imaginar que ya no volvería a su tierra, si no es para ser solemnemente velado y enterrado, con su esposa, en 1958. Pero quienes taimadamente entraron en su piso de Padilla, engañando a la vieja criada que estaba al cargo, Luisa Andrés, para llevarse objetos de valor artístico y literario, no fueron de la izquierda. Posiblemente por fortuna. Eran tres jóvenes falangistas tan atolondrados como amantes de la poesía, llamados Carlos Martínez-Barbeito, Félix Ros y Carlos Sentís. Este último, ya convertido en Carles, sería con los años un destacado nacionalista catalán, tras pasar por UCD y muchos cargos. Los corchos flotan por definición. Alarmadísimo el poeta de Moguer con lo ocurrido, le pidió a mi abuelo que hiciese lo posible, y vaya si lo hizo en esos tiempos recios. Se entrevistó con los tres por separado, les dijo que le constaba la felonía cometida, y les rogó que devolviesen lo sustraído. Los dos primeros, buenas personas, accedieron, pero no el tercero. En estas se perdió el célebre retrato de Juan Ramón debido a Vázquez-Díaz, del que algunos tenemos copias firmadas por el poeta de su puño y letra, pero cuyo original sigue forzado a una existencia clandestina, porque nadie quiere admitir que es fruto de un saqueo.jrj por vazquez diaz 1

La casa de Juan Ramón albergaba, naturalmente, una magnífica biblioteca, que mi abuelo logró poner a salvo en esos días de ladrones, asesinos y arrasadores. No sin sacrificio consiguió ocultarla, con la connivencia de su director, en los altos del Museo Romántico en Madrid. Mi madre siempre se quejó con disgusto de cómo trabajó durante meses, obligada por su padre, fichando esos libros. Pero hace algunos años, visitando la Casa Museo Zenobia y Juan Ramón Jiménez en Moguer, recibí cumplida recompensa moral a su enfado, aunque ella ya no vivía para que se lo contara. Resulta que, repasando la suntuosa colección, bellamente alojada, me dio por preguntar por qué los libros no estaban debidamente ordenados, por autores, géneros, asuntos o algún criterio equivalente al que sin duda habría seguido el elegante propietario en su residencia. “Están en el orden exacto en que nos llegaron, tras ser catalogados y metidos en cajas”, fue la respuesta. Y añadieron: “Los libros están aquí gracias a Juan Guerrero, que evitó su expolio, y a Juan Ramón, que antes de morir quiso donarlos a Moguer.” No pude evitar sonreírme. Del orden, o del desorden, en cualquier caso del milagro, la culpable era mi querida madre. Me la imagino rezongando y maldiciendo la lealtad de su padre a Juan Ramón.

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Por lo demás, mi abuelo siguió ocupándose de los asuntos juanrramonianos en España hasta su prematura muerte en 1955. De ello dan fe las cartas que le escribió Zenobia Camprubí a lo largo de las décadas, que ocupan casi 1.500 páginas en el volumen que publicara la Residencia de Estudiantes en 2006, y en donde ella realiza una humildísima referencia a este que suscribe (pág. 1.190), a quien acaba de ver en foto con escasos meses de edad. Pero se debe señalar que los años mejores de mi abuelo son los anteriores a 1936. En esa época cae su creación de la murciana revista Verso y Prosa, que se saca de la manga, sin recursos ni subvenciones, junto con Jorge Guillén, en 1927. En ella colaboran de Aleixandre a Max Aub, de Corpus Barga a Salvador Dalí, de Antonio Espina a Giménez Caballero, de José María Hinojosa a Benjamín Jarnés, de Juan Larrea a José Moreno Villa, de Benjamín Palencia a Pablo Picasso, de Unamuno, a Esteban Vicente. Vaya, la flor y nata de España.

 Simultáneamente, está su vivo papel de promotor de esa misma generación poética que escoge como símbolo el año del tercer centenario gongorino. Y aquí entra su amistad íntima con los Salinas, Alberti, Bergamín, Claudio de la Torre, Maruja Mallo, Cernuda, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Fernando Villalón, Melchor Fernández Almagro, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados o Miguel Hernández, entre otros muchos personajes. Y Lorca, siempre Lorca, el más querido, el predilecto, que toca el piano de mi abuela con frecuencia. Será quien le adorne con el título de “Cónsul General de la Poesía Española”, indiscutible para todos. “Cónsul Jeneral”, escribe Juan Ramón cuando lo cita. Reproducimos una postal que le envían a Juan Guerrero Federico y Juan Ramón el 29 de junio de 1924, con motivo de esa legendaria estancia granadina a la que ha dedicado un hermoso libro Alfonso Alegre Heitzman, Días como aquellos (Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2019).

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La Murcia y el Levante de esa época, los entornos vitales de pintores, compositores y escritores como Luis Garay, Gabriel Miró, Antonio Oliver y Carmen Conde, José Ballester, Oscar Esplá, Pedro Flores, Ramón Gaya, Juan Bonafé, Francisco Alemán Sáinz, Cristóbal Hall y muchos más, marcan las coordenadas de una Arcadia desaparecida e irrepetible, con Juan Guerrero, ese gordito feliz, en su epicentro. El crítico literario ocasional, el promotor a su costa de pintores, el editor a pérdidas de libros imposibles, el fundador del Premio Adonais, el ejemplo inagotable de altruismo, desprendimiento, amor al talento ajeno, el renuente a todo sectarismo político. Perdóneseme el entusiasmo. José Luis Martínez Valero ha escrito un emotivo libro compuesto por cartas imaginarias, Merced, 22 (Murcia: Diego Marín Librero, 2013), cuyo título se corresponde con nuestro domicilio durante dicho período de entreguerras, en el que busca reflejar aquella luz del espíritu.


Creo que el principal fracaso de mi abuelo, para él, fue no lograr convertir a Juan Ramón a la fe católica. Lo intentó con denuedo, con machaconería, hasta hartar al poeta, que no le hizo caso. Aunque mi abuelo fue igualmente capaz de subirse al barco anclado en el puerto de Alicante en el que Rafael Alberti y María Teresa León se iban al exilio para despedirlos. En la foto se les ve sonrientes, trajeados, muy cordiales, pero seguro que la procesión va por dentro. Al fondo de la imagen se aprecia la sierra de Aitana, que inspiró al poeta gaditano al poner nombre a su hija, por ser la última tierra española que contemplaba al marcharse.

El poeta Miguel Hernández murió en paz con Dios

 

José María Zavala recupera los documentos de su viaje de ida y vuelta a la fe

El poeta Miguel Hernández murió en paz con Dios tras recibir tres sacramentos en sus últimos días

Miguel Hernández, en la inauguración de una plaza homenaje a su paisano y amigo Ramón Sijé en Orihuela, en abril de 1936.
Miguel Hernández, en la inauguración de una plaza homenaje a su paisano y amigo Ramón Sijé en Orihuela, en abril de 1936.
Miguel Hernández (19101942) murió en la cárcel, gravemente enfermo, plenamente reconciliado con Dios tras recibir tres sacramentos: la confesión, el matrimonio con Josefina Manresa –con quien había contraído matrimonio civil en 1937 y había tenido dos hijos, uno de ellos fallecido- y la extremaunción.

José María Zavala aporta toda la documentación en su nueva obra, Los expedientes secretos de la Guerra Civil (Espasa). El libro está consagrado a ocho significativas muertes de la contienda, seis asesinatos (José Calvo Sotelo, Federico García Lorca, Andreu Nin, Alfonso María de Borbón, Melquiades Álvarez y José Antonio Primo de Rivera) y dos fallecimientos violentos en circunstancias controvertidas (Buenaventura Durruti y Ramón Franco). Se les añade una muerte natural, precisamente la del célebre poeta de Orihuela (Alicante), que encaja entre las anteriores porque tuvo lugar en el contexto de la guerra y de las duras circunstancias de la postguerra.


El expediente del médico que atendió a Durruti en sus últimos momentos, el testimonio del hermano del asesino de Calvo Sotelo, detalles manuscritos de la detención de García Lorca, el expediente masónico de Ramón Franco, el caso de los dos primos de Alfonso XIII asesinados... El libro de José María Zavala aporta datos nuevos incorporados a un relato histórico de gran tensión periodística. Pincha aquí para adquirir el libro ahora.

Ese regreso de Miguel Hernández a la fe es realmente lo coherente con su biografía. Recibió una buena formación religiosa, en su infancia era monaguillo en la misa dominical de su parroquia y mostró un evidente fervor religioso durante sus años en las Escuelas del Ave María y en el Colegio de Santo Domingo. Allí conoció a su paisano y gran amigo Ramón Sijé (19131935), de firmes convicciones católicas, a cuya muerte escribió la "Elegía" incluida en El rayo que no cesa. Otra de sus grandes amistades era el sacerdote Luis Almarcha (18871974), futuro obispo de León.

Versos espirituales
En 1930 buena parte de su producción poética son versos dedicados a la Eucaristía, a la unión mística con Dios o a la Madre de Dios, como este homenaje a la concepción virginal de Jesús que selecciona Zavala:

Ventana para el Sol -¡qué solo!- abierta:
sin alterar la vidriera pura,
la Luz pasó el umbral de la clausura
y no forzó ni el sello ni la puerta.
...
Justo anillo su vientre de lo Justo,
quedó, como antes, virgen retraimiento,
abultándole Dios seno y ombligo.
No se abrió para abrirse: dio en un susto,
nueve meses sustento del Sustento,
honor al barro y a la paja trigo.

En 1933, influenciado por la lectura de los clásicos que le sugería Sijé, escribió un auto sacramental, Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, de donde Zavala extrae este diálogo sobre las postrimerías:

Padre, ¿y qué hay luego detrás
del viento? Más viento en pos.
¿Y detrás del viento?
Dios
¿Nada más Dios? ¡Nada más!
Padre, padre, ¿y me dirás
quién es Dios y de qué modo?
Es el único acomodo
que hallarás, bueno y sencillo
al fin; el perfecto anillo,
el sin por qué y el por todo.

Neruda, una mala influencia
Sin embargo, cuando José Bergamín publica el auto en 1934 en Cruz y Raya, se está empezando a producir una vertiginosa transformación en el alma de Miguel Hernández, que en 1935 le ha cambiado ya por completo. En Pascua de ese año, dirige una carta a su amigo Juan Guerrero Ruiz en la que se confiesa arrepentido de haber hecho cosas al servicio de Dios.

En el capítulo de Los expedientes secretos de la Guerra Civil consagrado a Miguel Hernández, Zavala traza esta evolución dramática en la cual tuvo mucho que ver la influencia de Pablo Neruda, aparte de su propia y creciente vinculación comunista.

Al servicio del PCE
Tras estallar la guerra, en septiembre se incorporó como "miliciano de la cultura" al Quinto Regimiento, formado por voluntarios encuadrados por el Partido Comunista de España. Quedó adscrito al temido Comisariado del Batallón de Valentín González "el Campesino" (19081983).


Arengando a las tropas: una de las más célebres fotografías de Miguel Hernández.

Miguel se convirtió en pieza esencial de la propaganda comunista, con artículos en la revista El Mono Azul que editaba la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura y un viaje a Rusia en el verano de 1937 para un festival de teatro en Moscú.


Ante la catedral de San Isaac, en San Petersburgo (entonces Leningrado).

Al concluir la guerra comenzó la etapa más dura de su vida. Zavala ofrece todos los detalles de su periplo policial y judicial, aportando toda la documentación procesal.

La cárcel
No fue un objetivo prioritario del bando triunfante. Le detuvieron en Portugal, por una delación, el 30 de abril de 1939, pero fue puesto en libertad dos semanas, del 15 al 29 de septiembre, a pesar de que estaba convocado un consejo de guerra contra él por un delito de rebelión militar. El 18 de enero de 1940 fue condenado a muerte, pena que Franco conmutó en junio por treinta años de prisión. En 1944 se le rebajó a veinte años, un error administrativo porque ya había muerto.

Una llama de fe siempre quedó
Durante todo ese tiempo, ¿cuál fue la evolución religiosa de Miguel Hernández? Zavala cita dos detalles significativos.

urante la guerra, en una conversación a gritos entre trincheras, un soldado nacional le reprochó que estuviese combatiendo contra la religión, a lo que él replicó que no era cierto, que él "luchaba únicamente contra sus mercaderes".

También, ya detenido, pidió a un compañero de celda blasfemo que fuera la última vez que ofendiera a Dios en su presencia.
El regreso
Durante su proceso, personas relevantes intercedieron a su favor, coincidiendo en que por su temperamento era impensable que hubiese cometido ningún acto criminal. Juan Bellod Salmerón, secretario de la jefatura provincial de la Milicia de FET y de las JONS de Valencia, amigo suyo y muy citado por Miguel en sus cartas, atribuye incluso sus actividades comunistas "a coacciones o incluso a imperativos de su pasión cambiada de signo por la falaz propaganda marxista, pero no a la maldad y falta de espíritu nacional y religioso".

Que fue el que terminó manifestándose en sus últimos días, cuando se acercó su agonía a causa del tifus y la tuberculosis. El futuro obispo Almarcha envió a un sacerdote, el padre Vicente Dimas, a hablar con él, luego le visitó él mismo y le puso en relación con un jesuita, el padre Vendrell, a quien Miguel mandó llamar el 20 de febrero de 1942. Hasta ese momento había rechazado "los consuelos religiosos", según informa el director del Reformatorio de Adultos de Alicante al director general de Prisiones, que se había interesado por él.


Miguel Hernández con Josefina Manresa en Jaén, en marzo de 1937.

Finalmente, el 4 de marzo, tras confesarse con capellán del centro, Salvador Pérez Lledó, éste mismo ofició la ceremonia de la boda con Josefina Manresa. Ella misma describió que estaba "casi moribundo ya". Murió el 28 de marzo habiendo recibido "los auxilios espirituales", según consta oficialmente en uno de los papeles oficiales reproducidos en el nutrido anexo documental del libro.

Días antes había recibido una bella carta, que también rescata Zavala, de su buen amigo Juan Guerrero Ruiz. Concluye así: "Ten fe y por ella nos sentiremos unidos para siempre más allá del dolor y del odio, en la paz eterna de Dios".

sábado, 13 de noviembre de 2021

jueves, 11 de noviembre de 2021

CANCIÓN PROTESTA Y LOS CANTAUTORES EN MIGUEL HERNÁNDEZ

 

CANCIÓN PROTESTA Y LOS CANTAUTORES EN MIGUEL HERNÁNDEZ

 

Miguel Hernández: las voces que lo han cantado

En el 75 aniversario de la muerte del poeta, Carmen Linares ha incorporado a su repertorio flamenco una selección de sus poesías.

Manuel Román /Libertada Digital

2017-03-28

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Este 28 de marzo se cumplen tres cuartos de siglo de la muerte de Miguel Hernández en la prisión de Alicante. Tenía treinta y un años. Dos antes, en 1940, fue juzgado en un Consejo de Guerra, y condenado a muerte. Le conmutaron la última pena gracias a las gestiones cerca del general Franco de un grupo de intelectuales, entre los que se encontraban José María de Cossío, Rafael Sánchez Mazas y José María Alfaro, a cambio de treinta años privado de libertad. Su salud, a causa de las penosas circunstancias por las que atravesó en su estancia en varios centros carcelarios (Palencia, Torrijos, en Madrid) fue empeorando hasta contraer una tuberculosis, que lo llevaría a la tumba. En vísperas de su óbito pidió ver a su esposa por última vez, Josefina Manresa, pero el director se lo prohibió, alegando que no estaban casados. Accedieron ambos a la ceremonia religiosa de su boda celebrada el 4 de marzo de aquel funesto 1942. Veinticuatro días más tarde, de madrugada, Miguel Hernández expiraba. Sus últimas palabras, fueron: "¡Josefina, hija, qué desgraciada eres…!"

En Orihuela, su ciudad natal, puede visitarse la casa donde viviera sus primeros años, en cuyo patio interior se conserva la higuera que inspiró muchos de sus poemas. Algunos de sus versos, treinta años más tarde, serían llevados al disco, previamente musicados, por uno de nuestros más celebrados cantautores, Joan Manuel Serrat, al que nos referiremos más adelante, como a otros nombres relacionados con la obra del pastor-poeta alicantino.

Es ahora, setenta y cinco años de la desaparición de Miguel Hernández, cuando una selección de sus poesías sirven de argumento para que una gran cantaora, Carmen Linares las haya incorporado a su rico repertorio flamenco. Este último trabajo lleva por título Verso a verso y reúne entre otros poemas cantados "Andaluces de Jaén", con sones mineros que le eran tan afines por su cercanía geográfica al poeta; "Compañero" (que es la "Elegía a Ramón Sijé", con aquellos versos últimos "Compañero del alma, compañero"); "Llegó con tres heridas"; "El niño yuntero", por malagueñas…

Considera Carmen Linares que buena parte de la poesía hernandiana tiene aires flamencos, y que muchos de sus versos poseen una métrica fácilmente adaptable a sus cantes. Se cuenta que el propio Miguel llegó a escribir unas letras para que las cantara un flamenco de su tierra, donde tanto gustan las tarantas. Familiarizada se encuentra esta gran artista con nuestros más populares poetas, que hace tiempo recogió en algunos de sus recitales flamencos poemas de Juan Ramón, Lorca y Alberti. Y acerca de Miguel Hernández estrenó hace seis años un espectáculo basado en su obra poética: Oásis abierto. Rinde de paso también homenaje a Enrique Morente, el primer cantaor que se acercó al creador oriolano. C

Carmen Pacheco Rodríguez, que acaba de cumplir sesenta y seis años el pasado 25 de febrero, se convirtió en Carmen Linares por sugerencia de su paisano, Juanito Valderrama, en alusión a la ciudad natal de ella. Considerada una de las más grandes cantaoras, en la línea de la legendaria Niña de los Peines, está casada con el flamencólogo Miguel Espín y es madre de tres hijos, el mayor de igual nombre que el padre tiene treinta y siete años y acompaña con la guitarra a su madre; la menor, Lucía, de veintinueve años, es actriz. Estos días y hasta el 14 de mayo Carmen Linares representa en un teatro madrileño "Séneca", obra dramática que Antonio Gala escribió hace treinta años, donde incorpora el papel de Helvia. Es su debut como actriz pero también intercala varias canciones flamencas. El texto dramático es una reflexión sobre la ética, el sexo y el poder.

Harto sabido es a estas alturas que Miguel Hernández estuvo prohibido por la implacable censura, lo mismo que había ocurrido con Federico García Lorca. Tendrían que pasar casi tres decenios para que su poesía pudiera leerse libremente en nuevas ediciones, y no en otras fuera de la circulación, o aquellas otras que procedentes de Argentina, de Losada, se encontraban en una especie de mercado negro literario. Y el primer cantautor que en España musicó al poeta oriolano fue un paisano suyo levantino, de Valencia: Paco Ibáñez, que se había marchado a París huyendo del franquismo y a su vuelta, en 1968, con la aureola de que en Francia había puesto música a poetas españoles del Siglo de Oro tuvo la suerte de que la censura no le dijera nada cuando ante las cámaras de Televisión Española estrenó "Andaluces de Jaén", tomando el poema Aceituneros de Miguel, al que puso una acertada música:

 

Andaluces de Jaén
aceituneros altivos
decidme en el alma ¿quién?
quién levantó los olivos.

 

No sólo Paco Ibáñez estaba por entonces interesado en cantar a nuestros poetas, clásicos o contemporáneos: también el argentino residente en España Alberto Cortez mostró por entonces su exquisita sensibilidad, ofreciendo un histórico recital en el madrileño teatro de la Zarzuela, al que tuvimos la suerte de asistir. Y en esa época fue cuando puso música a uno de los mejores poemas de Miguel Hernández: Nanas de la cebolla. Ya saben:

 

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre
escarcha de tus días y de mis noches…

 

Transcurría el mes de septiembre de 1939 cuando el poeta encarcelado, tras recibir una patética carta de Josefina, su mujer, en la que le contaba que sólo podía ofrecer pan y cebolla a su hijo para que se alimentara, le contestó con esos versos llenos de lirismo, que escondían por supuesto la impotencia:

 

En la cena del hambre
mi niño estaban,
con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre…

 

De los poemas de este autor llevados al disco posiblemente sea el más divulgado. No se olvide la espléndida versión que hizo Serrat ni tampoco la que posteriormente grabó el grupo onubense Jarcha en los años de la Transición.

Es imprescindible que indiquemos lo siguiente: ni la actuación televisiva de Paco Ibáñez y su disco ni tampoco el recital de Alberto Cortez, con ser pioneros en cantar a Miguel Hernández, mérito que ha de constar aquí, desde luego, lograron el impacto que obtuvo a partir de diciembre de 1972 el cantautor catalán con su álbum que llevaba el nombre y apellido del poeta. Joan Manuel Serrat, nada proclive a colocarse medallas, diría andando el tiempo: "'Para la libertad' se ha considerado canción protesta durante mucho tiempo".

La mayoría de españoles, que no habían leído jamás al poeta, se aprendieron con el disco estas estrofas:

 

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos…

 

Incluyó también las Nanas de la cebolla musicadas por Alberto Cortez, quien no pudo grabar su creación hasta 1975, es decir, tres años después que el Noi. Sobresalían, cómo no, "Menos tu vientre", y "El niño yuntero", con aquellos versos alusivos a la dura faena en el campo de un crío. Trasunto del propio poeta, que también se vio obligado a temprana edad a cuidar de sus cabras, en tanto se subía también a los árboles, provisto de cuaderno y lápiz donde ir alumbrando sus poesías.

Y en este repaso, desde luego superficial por falta de espacio, no hemos de olvidar a otros cantautores como el extremeño Pablo Guerrero, que tardó en grabar su disco Tierra", porque en 1971 le prohibió la censura ocuparse de M.H. Fue el año en cambio en el que Enrique Morente si vio editado su álbum, Homenaje Flamenco a M.H., a base de bulerías, granaínas, soleares y tientos. Al otro lado del Atlántico, el chileno tan perseguido por las fuerzas pinochetistas Víctor Jara hizo también su versión de "El niño yuntero" en su elepé El recado de vivir en paz. Aumentando esa lista, que seguirá desde luego incompleta, valgan otros nombres que cantaron a Miguel Hernández, a saber: Ana Belén y Víctor Manuel, Adolfo Celdrán, Luis Cilía, Elisa Serna, Amancio Prada, José Antonio Labordeta, Luis Pastor, Olga Manzano y Manuel Picón, Joan Báez, Nana Mouskuri… Y los flamencos Miguel Poveda, Arcángel, Pitingo, Camarón de la Isla… También figuras del baile mientras sonaban algunas voces de los mentados: María Pagés, Eva Yerbabuena, La Tati, el guitarrista Rafael Riqueni…

 

Es muy posible que a García Lorca lo hayan llevado al disco, a la música en general en otros formatos de cámara o de ballet, mayor número de veces que otros poetas populares españoles. Pero, después que él, y en mayor medida que otro de los más grandes, Antonio Machado, creemos por la investigación que hemos realizado, que Miguel Hernández le sigue en cantidad de grabaciones registradas. Lo que lo convierte en un poeta del pueblo en pleno siglo XXI, cuando ya lo era en sus comienzos. Bien sentado que entonces no le hacían mucho caso entre la cátedra intelectual instalada en Madrid, si hacemos excepción de algunos pocos nombres que le brindaron su amistad y apoyo, representados si sólo damos uno por Vicente Aleixandre, que lo acogió benévolamente en su casa de Velintonia, donde parece se cruzó un día con Lorca, quien le dio de lado. Digamos que, lo escuchen más en disco que lectores tenga, Miguel Hernández sigue vivo y recordado. En particular estos días, a los setenta y cinco años de su desdichada muerte.

- Seguir leyendo:

https://www.libertaddigital.com/cultura/musica/2017-03-28/carmen-linares-pone-voz-a-los-versos-de-miguel-hernandez-1276595769/

 

 

Y la poesía se hizo música

Desde 1967, más de un centenar de artistas han puesto música a las estrofas de Miguel Hernández

Cristina Martínez

29·03·17 | 12:54

 

 

Año 1967. Paco Ibáñez graba su disco España de hoy y de siempre. Dentro suena Andaluces de Jaén. La voz bronca y quebrada del cantautor valenciano, ya afincado en París, fue la primera que cantó a Miguel Hernández. A partir de ahí, más de un centenar de voces han subido a los escenarios los poemas del oriolano. Dicen que porque Miguel imprimió de gran musicalidad sus versos. También porque sus textos son universales y se han convertido en auténticos himnos de libertad que fueron y siguen estando vigentes.

El caso es que son más de 90 de sus poemas a los que se ha puesto música entre 1967 y la actualidad, según recoge Fernando González Lucini en su libro 'Miguel Hernández ¡Dejadme la esperanza!' Canción protesta, cantautores, flamenco y hasta rap. La música como un vehículo para acercar la poesía del oriolano a la gente. Aunque no todos identificarán que lo que canta Serrat está sacado de los versos del poeta.

El cantautor catalán es sin duda el mayor «culpable» de que sus poemas suenen, en todos los sentidos. 'Para la libertad', 'Tres herida's o 'Nanas de la cebolla', entre otros muchos, tuvieron música por primera vez gracias a Joan Manuel Serrat.

Ya antes de que el catalán se lanzase en los brazos del poeta, Enrique Morente le puso flamenco. Fue en 1971 y elevó al cante, por seguiriyas y por bulerías, sus versos. Igual que Camarón de la Isla, que cantó 'El pez más viejo del río' en su disco 'Soy gitano' en 1989.

Y mientras Morente traducía al poeta al flamenco, el mismo año, Víctor Jara lo metía de lleno en la canción protesta. El niño yuntero pasaba a formar parte de su álbum El derecho de vivir en paz. Volvió a Hernández con Vientos del pueblo, convertida, sin él saberlo, en una de las últimas canciones del chileno. También al otro lado del Atlántico, la cantante de folk norteamericana Joan Báez versionó con su particular estilo Llegó con tres heridas de Serrat.

En 1991, vuelve a la canción protesta con Jarcha que realizó otra versión del poema Andaluces de Jaén que incluyó en su disco 'Libertad sin ira'. En 2010, el grupo volvió a rendir homenaje al poeta con el disco 'El rayo que no cesa', dedicado al poeta.

En 2003, la Fundación Autor edita el disco Cantando a Miguel Hernández, que reúne las voces de artistas como Luis Pastor, Amancio Prada, Los Lobos, Paco Curto y, por su puesto, Serrat, Víctor Jara, Paco Ibañez o Morente.

En 2010 hay un punto de inflexión. El poeta llega al rap. El alicantino Nach lleva al hip hop sus versos en 'Hoy con Verso con Miguel', canción homenaje al centenario del nacimiento del poeta. Todo un reto, con el objetivo de acercar su poesía a los más jóvenes. Y lo consiguió.

La cantaora Carmen Linares miró al oriolano en 2011 con Oasis abierto y repitió en 2016 con Verso a verso, en el que recoge nuevos poemas, a los que pone música junto a Luis Pastor y en el que cuenta con voces jóvenes como Arcángel o Silvia Pérez Cruz. Precisamente la cantante catalana grabó en 2015 Granada, con Raül Fernández, y en él incluyó su particular versión de 'Compañero', basada en la Elegía a Ramón Sijé.

En 2013 el mundo del flamenco se unió en 'Para la libertad'. Miguel Poveda puso voz a la canción que da título al disco, en el que también cantan Carmen Linares, Arcángel, Pitingo, Duquende, Karmona y la nuera del poeta, Lucía Izquierdo. Dos años más tare, Poveda se rodeó de nuevo poesía y publicó el disco Sonetos y poemas para la libertad. No hace falta decir qué tema del poeta oriolano daba título al disco.

Un nuevo y contundente cambio de tercio en 2013. Otro registro, otro estilo, otro público. Niño de Elche, Francisco Contreras, se lanza en picado y planta cara. Graba 'Sí, a Miguel Hernández', como un grito de reivindicación, para poner el énfasis en el lenguaje de la musicalidad flamenca. Una versión fiel pero transgresora.

Por la poesía de Miguel Hernández han pasado muchas otras voces. Silvio Rodríguez, Alberto Cortez, José Antonio Labordeta, Pablo Milanés, Lole y Manuel o Nana Mouskouri. Hasta Extremoduro. Solo hay que escuchar 'Prometeo'.

 

Por Luis Suñén

«Para muchos, Miguel Hernández o Antonio Machado […] son sólo la letra de una canción. Tras ella está, sin embargo, un poema…»

 

Miguel Hernández ha sido uno de los poetas puestos en música por eso que se ha dado en llamar cantautores como suavizando —dice Wikipedia— el significado de lo que se llamaba «canción protesta». Los tales cantautores encontraron un filón en la poesía de épocas diversas con resultados bien distintos y que, a la hora del juicio, suelen verse atemperados por los recuerdos íntimos que provocan en quienes se enfrentan a su análisis. Joan Manuel Serrat ya había musicado, antes de dedicarse a Miguel Hernández, versos de Antonio Machado con diferente suerte aunque una de las mejores canciones de su disco dedicado al autor de Campos de Castilla —«Las moscas»— pertenezca al estro de Alberto Cortez, de mucha peor fama entre los asiduos al género. Hilario Camacho —imprescindible en los recitales de los colegios mayores durante el franquismo— trató muy bien la poesía de Machado en «El agua en tus cabellos», título que le da a «Desgarrada la nube» y canción en la que se ve superado por el texto al sustituir «los mágicos cristales de» por un simple «ya». Pero el resultado es hermoso. Antes que todos, Paco Ibáñez hizo lo propio con clásicos del barroco como don Luis de Góngora y Argote y más modernos como Rafael Alberti o José Agustín Goytisolo —su poema «Palabras para Julia», que alcanzó así una fama inesperada—. A veces la relación entre música y letra fracasa gloriosamente. Por ejemplo en «Mañana de ayer, de hoy», de Jaime Gil de Biedma, cantado por Rosa León, donde la excelente música de Luis Eduardo Aute escande los versos un poco a la pata la llana, como ese «de la noche desnudo» en que los acentos se anulan. El gallego Luis Emilio Batallán cumple con absoluta solvencia a la hora de enfrentarse a la poesía de Celso Emilio Ferreiro y Álvaro Cunqueiro y se atreve nada menos que con Fenollosa. Lo propio hace María Dolores Pradera con un gran poema de Pedro Salinas, «Fe mía» —«No me fío de la rosa de papel…»—, al que pone música muy dignamente Antoni Parera Fons. Dos de los cantantes más socialmente comprometidos —es difícil encontrar una definición adecuada— como Adolfo Cedrán y Luis Pastor muestran los extremos de hasta dónde se ha llegado en el género: el primero con poemas de Jesús López Pacheco —«Canción de la novia del pescador»— y el segundo nada menos que con «Piedra de Sol» de Octavio Paz y en versión no carente de emoción canora.

Hoy, por una u otra razón, todo eso se ve como el fruto de una época por la que ha pasado el tiempo y las músicas aparecen, ante quien ha ido más allá, como vicarias de los versos de que se sirven. El entonces adolescente, si verdaderamente ha prosperado como lector, no olvidará el momento evocado por esas canciones pero acudirá sin duda a los versos ya libre de esa andadera que inevitablemente desvirtúa su contenido, lo hace más ligero en el fondo, lo transforma en otra cosa quizá sentimentalmente amable pero inevitablemente distinta. En el arte no basta con las buenas intenciones. El problema es que la música engrandece —Schubert al mismísimo Goethe— pero también trivializa sin piedad —ese «Himno a la alegría» de Miguel Ríos, que sobrevuela, implacable, cualquier escucha de la Novena de Beethoven. Los cantautores intentaron dar fe de lo que vivía por su cuenta y la cosa estaría en saber cuánta gente leyó a Miguel Hernández —ésta es su página— gracias a Serrat. Y ahí las dudas, probablemente, se diluirían en el mar de la ignorancia bienintencionada. Para muchos, Miguel Hernández o Antonio Machado o Jaime Gil de Biedma son sólo la letra de una canción. Tras ella está, sin embargo, un poema que aspira a eso que Paul Éluard llamara «el duro deseo de durar».