«Hoy he acabado el carro y el caballo: un juguete muy bonito para mi Manolillo. ¿Y tú, qué dices, hijo? Me dirás si te gusta ese caballo, y eso que te digo para tu cumpleaños. Pero te gustará muchísimo más el carro con el caballo de serrín que voy a enviarte dentro de poco, si no se pierde por el camino, como el perro».

Lo escribía Miguel Hernández en enero de 1941 desde la cárcel de Ocaña, donde se dedicó a hacer juguetes para su hijo que no siempre llegaban. Ese afán por ver al pequeño Manuel Miguel, de dos años y medio, fue el detonante para que el poeta oriolano escribiera a finales de ese mismo año, ya desde el Reformatorio de Adultos de Alicante, cuatro cuentos dedicados a su retoño. Lo hizo a lápiz, en trece hojas de papel higiénico cosidas, ya que no le daban acceso a otro material, y allí dejó plasmados El potro oscuro, Un hogar en el árbol, El conejito y La gatita Mancha.

Poco podía imaginar entonces el poeta que iban a ser, casi con total seguridad, las últimas palabras que escribiría. En 2013 estos documentos pasaron a manos de la Biblioteca Nacional, como uno de sus tesoros documentales, y ahora, tal como aparece en la web de esta institución, ha organizado la exposición El poeta que hacía juguetes, que se inaugura el 5 de octubre y se podrá ver hasta el 7 de enero de 2024, con José Carlos Rovira como comisario.

El facsímil de la edición de los cuentos realizada por Octavio Oca.

El facsímil de la edición de los cuentos realizada por Octavio Oca. Biblioteca Nacional

Dos de estos textos, los titulados El potro oscuro y El conejito, que en realidad son una metáfora sobre la libertad, los recopiló en un libro artesanal Eusebio Oca, compañero carcelario que trabajaba en enfermería, tras transcribirlos e ilustrarlos, ya que era un gran dibujante. Ese librito es también un referente de esta exposición.

Miguel Hernández, en una carta a su mujer, Josefina Manresa, que se estima que fue escrita entre finales de 1941 y enero de 1942, afirmaba que eran «dos cuentos que le he traducido del inglés», algo que descarta Rovira, al considerar que con ello pretendía evitar los controles de la cárcel.

Referencia en cartas

Referencias a los juguetes que construyó para su hijo hay varios en diferentes cartas. Como una de febrero de 1941: «Al caballo le metí en la barriga una sorpresa que saldrá en cuanto lo rompas si no se pierde en el camino».

Precisamente el comisario de la exposición editó un facsímil de aquellos cuentos en 1988. Y fue en 2009 cuando Julio Oca, hijo del compañero del poeta en la cárcel, le certificó que el librito ilustrado con los dos cuentos de Hernández era cosa de su padre.

La muestra, cuyo montaje expositivo firma Ángel Rocamora, habitual de la exposiciones del MARQ, incluye esas hojas originales en papel higiénico en las que escribió los cuatro cuentos para su hijo y también el facsímil del libro editado por Eusebio Oca.

Manuscrito de los cuentos realizado en papel higiénico.

Manuscrito de los cuentos realizado en papel higiénico. Biblioteca Nacional

Se muestra también un manuscrito del Cancionero y romancero de ausencias, propiedad de la Biblioteca Nacional. Es un documento muy deteriorado que contiene dos sonetos en alejandrinos que proceden también del periodo carcelario. Según las investigaciones de José Carlos Rovira, podría tratarse de alguno de los poemas que hacía llegar a Josefina Manresa en el interior de la lechera en la que ella le llevaba comida.

Además se puede ver el carro que hizo para su hijo, al que hace referencia en las cartas. Y también algunas pinturas originales de los pintores que rodearon a Miguel Hernández en la cárcel, como es el caso del artista Ricardo Fuentes, además de algunos objetos relacionados con el poeta.

Los manuscritos de los cuentos realizados en papel higiénico pasaron a manos de la Biblioteca Nacional en 2013, una vez fueron expuestos en la muestra organizada en esa institución en 2010, por el centenario del nacimiento del poeta.