Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

lunes, 4 de septiembre de 2023

Resumen de una comunicación de Ramón Palmeral para el congreso de Juan Gil-Albert en 2019, dada, pero no paso al libro digital.

 


Amistad de Gil-Albert con Miguel Hernández

              (Fragmento de una comunicación de Ramón Fernández Palmeral, abril 2019)

     Sabíamos que Juan Gil-Albert y Miguel Hernández coincidieron por la «Ponencia colectiva» del II Congreso inaugurado el 4 de julio de 1937 en Valencia, pero no cuándo ni dónde se conocieron. Yo descubrí este ejemplar de "El rayo que no cesa"a Juan Gil-Albert.

     Posteriormente, a toro pasado, 29 años después Gil-Albert recordará su primer encuentro con Miguel Hernández en Madrid, en «Notas de un carnet. Miguel Hernández», en el prólogo a De oscura transparencia, libro de poemas de Juan Miguel Romá, Valencia, La Rueda, 1965; y posteriormente en el Homenaje a Miguel Hernández de la Revista de Occidente nº 139, de 1974,  donde escribe que conoció a Miguel un mes de abril de 1936 en la casa-imprenta de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez situada en calle Viriato número73, donde nuestros dos jóvenes poetas publicaron los libros de sonetos en Ediciones Héroe: Hernández, El rayo que no cesa, el 24 de enero de 1936 y Misteriosa presencia, en el 4 mayo del mismo año, casa a donde también acudían José Moreno Villa o Luis Cernuda, por ser vecino de los Altolaguirre. Escribió el alcoyano que intercambiaron sus libros: El rayo que no cesa (E.R.C) y Misteriosa presenta (M.P.), pero esta afirmación propia de la memoria, no es del todo cierta, ya que el libro de M.P., se publicó un mes después del encuentro en abril, el 4 de mayo.

    La fecha exacta del encuentro entre nuestros poetas no la sabremos hasta que, en una carta del sacerdote y profesor Alfonso Roig dirigida a Josefina Manresa de fecha 04-04-1968,  le da cuenta que (E.R.C.), dedicado, era propiedad de D. Juan Gil-Albert, firmado con fecha 6 de abril de 1936, día de la semana que era lunes. Por consiguiente, y como la publicación de M.P. fue en mayo, un mes después del encuentro del 6 de abril,  no fue posible el intercambio de los poemarios aludidos por Gil-Albert, además el libro no llegó a ser distribuido, por cierre de la imprenta Héroe.

      Busqué el referido ejemplar de El rayo que no cesa, dedicado por Miguel Hernández a Juan en el Archivo de Juan Gil-Albert digitalizado en la Biblioteca Valenciana Nicolau Primitui, y no está referenciado. Pero por fortuna, en una exposición dedica al sacerdote Alfonso Roig Izquierdo (1903-1987) en el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MUVIM) en otoño de 2017, titulada Alfons Roig i la generació del 27, se mostró el famoso y perdido ejemplar de El rayo que no cesa, que Gil-Albert le había regalado al sacerdote por la amistad que tuvieron. ¿Quién le pude negar a un sacerdote la petición de un capricho bibliófilo de esta índole? Además existen cartas del sacerdote a Josefina Manresa pidiéndole leer la correspondencia de Miguel, pero ésta no se la envió para su lectura. Roig y Manresa  se conocieron epistolarmente por mediación del poeta oriolano Manuel Molina. El padre Roig había conocido en 1955 en Roma a María Zambrano, y ésta le dedicó el  artículo «Presencia de Miguel Hernández» de 1978 en El País. Roig y Zambrano, mantuvieron correspondencia desde 1955 a 1985, de la que existe un epistolario en editorial Debast, edición de Rosa Mascarell.

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No estoy en  el libro, un error y problemas de "titulitis" en Literatura por parte del coordinador:

 https://www.iacjuangilalbert.com/wp-content/uploads/2021/12/Pasado-y-presente-GilAlbert.pdf

 

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La titulitis en España

Ramón Palmeral

En el año 2001 la Real Academia Española de la Lengua (RAE) lo incorporó la palabra titulitis para referirse a la “valoración desmesurada de los títulos y certificados de estudios como garantía de conocimientos de alguien”.

 Por ejemplo, mi currículum profesional X está lleno de diplomas y medallas, pero ninguna sobre Literatura, a pesar de haber publicado más de 50 libros. Pero en España a la hora de publicarte una comunicación, no ponencia, miran tu currículum, y aunque el trabajo sea excelente, al final miran si eres profesor, doctorando o catedrático, y si careces de él no te publican por miedo al que dirán en otros lugares académicos. En tres ocasiones me han aceptado comunicaciones a congresos, sin embargo al llegar la título académico que pueda tener, te lo rechazan automáticamente, por el problema de la “titulitis”. Es como a los pintores autodidacta no los valoran y te queda fuera de los premios, no entras en el algoritmo.  

La "titulitis" es un problema arraigado en la sociedad española, y su alcance va mucho más allá de la definición que ofrece la Real Academia Española, que la describe como la "valoración exagerada de los títulos y certificados académicos como indicadores del conocimiento de una persona". De hecho, como la mayoría de los jóvenes saben, en el mercado laboral español, los másteres y el dominio de idiomas tienen un peso relativamente bajo.

Resulta interesante observar que los políticos que han exagerado sus logros académicos lo han hecho más por vanidad que por necesidad. España cuenta con numerosos casos de diputados, presidentes de comunidades autónomas y del Gobierno que apenas cuentan con una licenciatura, en el mejor de los casos. El título académico es muy importante en esta España acomplejada.

En resumen, en España, la "titulitis" tiene sus raíces en nuestra historia reciente y pasada. En tiempos pasados, se otorgaba gran importancia a los títulos nobiliarios y la hidalguía como medio para alcanzar una posición social destacada. Y muchos título se compraban En tiempos más recientes, la falta de capital social dificultaba que las personas comunes, a menos que tuvieran un mérito verdaderamente excepcional, accedieran a los centros de poder político y económico sin títulos universitarios. El saber no se valora, se valor el título en la especialidad parta la que se exige, y muchos de ellos se compran y se venden, porque existen entidades que los facilitan. Y gente sin escrúpulos los colecciona y lo exhibe.

Son distintos un títulos en medicina que un titulo para un novelista.