Por Agustín Conchilla
En la salida 714 de la A-7: Elche-Aspe, dirección al polígono de Carrús de Elche se percibía hasta hace unos días la gratificante imagen del poeta del pueblo en posada intelectual. Desde el centro de la primera rotonda daba la bienvenida a visitantes, vecinos y transeúntes en general. Sin embargo, la rotonda se ha quedado huérfana de todo indicio hernandiano, presumiblemente por la drástica decisión del consistorio ilicitano, encabezado por la edil Mercedes Alonso. Ello augura la continuidad del acoso y derribo a los entresijos culturales del poeta más aclamado del momento. Se da la circunstancia de que el equipo de gobierno saliente, encabezado por el socialista Alejandro Soler, había otorgado un contrato multimillonario en favor de los familiares del poeta, para promocionar la ciudad de Elche a través del legado literario histórico del mítico poeta. El contrato, y todo lo que de él derivara, no obstante, sería revocado por el equipo de gobierno del PP, encabezado por Mercedes Alonso, nada más acceder al poder.
Contrariamente, mientras los dirigentes del PP defienden la conservación de todo tipo de imágenes, estatuas, rótulos o pancartas de personajes emblemáticos del pasado, el equipo de gobierno de la ciudad de Elche, presumiblemente se dedica a eliminar los rótulos culturales de bienvenida turística que la figura del poeta del pueblo, Miguel Hernández, dirigiera a vecinos, visitantes y transeúntes en general. En tal decisión pudiera anidar la constante predisposición a fulminar la imagen de un poeta consagrado en la defensa de los valores por la igualdad, la tolerancia y el aprecio a la libertad. Consignas inequívocas que el consistorio, presuntamente, pretende ocultar y acallar camuflándolo en la crisis económica mundial. No obstante, se percibe que la decisión queda lejos, muy lejos del reconocimiento cultural; y cerca, muy cerca de la contrariedad y la pura simplicidad ideología.
A tal finalidad, presumiblemente, el consistorio ilicitano, encabezado por Mercedes Alonso, ha hecho desaparecer la imagen cultural del trovador de la tierra: poeta oriolano, ilicitano, alicantino y sobre todo universal, tan merecedor de elogios culturales, y tan reconocido por la ciudadanía intelectual, a título póstumo. Con tales acciones da la impresión que los dirigentes del PP desearan borrar cualquier vestigio histórico que encuentre causa y seguimiento en la figura de un hombre sencillo y humilde, sin linajes. Un hombre que vivió, luchó y murió en la juventud por buscar un camino más justo e igualitario. Sin embargo, una vez más, la imposición doblega voluntades. Aunque tan dados como algunos son para los asuntos espirituales, deberíamos presuponer que el espíritu de Miguel Hernández habría de vagar sobre el sentimiento de una sinrazón ideológica que rebrota para devolverle el martirio y el silencio de la mordaza.
¿Qué pasaría en las calles manchegas si un castellanomanchego percibiera que un alcalde cualquiera hace desaparecer la figura del Quijote? ¿Saldrían los vecinos y los intelectuales a la calle para preservar la dignidad de la cultura universal? Y los ilicitanos, alicantinos, valencianos y españoles en general: ¿qué piensan hacer para conservar la gloria y la riqueza cultural de su tierra?
