'La voz que no cesa' recuerda el 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández
Es una edición ampliada del cómic sobre el escritor, realizado por Ramón Pereira y Ramón Boldú
"Miguel Hernández es pura pasión", aseguran
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El pasado 28 de marzo recordamos el 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández, uno de los grandes poetas de la historia. Y ahora nos llega una edición revisada y ampliada de su biografía La voz que no cesa (Astiberri), realizada, hace cuatro años, por Ramón Pereira (Barcelona, 1980) y Ramón Boldú (Tarroja
de Segarra, 1951), un título que en su momento tuvo la mala suerte de
ser el último publicado antes del cierre de la editorial EDT.
Ramón Pereira nos comenta qué novedades tiene esta nueva edición: “Cuando presentamos la primera edición en Alicante, en 2014, tuvimos la suerte de conocer a Petete, hijo de Eusebio Oca, que estuvo preso junto a Miguel Hernández en la cárcel. Nos explicó una serie de detalles que desconocíamos y Boldú introdujo algunas variaciones al final de la obra. A nivel gráfico también ha habido cambios a nivel del tratamiento de los grises y la edición y corrección de Astiberri han dado a esta obra un nuevo cuerpo mucho más completo y grande”.
Ramón Boldú detalla un poco más esas variaciones que apunta Pereira: “Petete (Julio Oca), conoció a Miguel Hernández en el año 1942, cuando iba a visitar a su padre Eusebio Oca, compañero de celda del poeta hasta su muerte, y que fue el que hizo el famoso dibujo de Miguel muerto, con la mordaza. Fui varios días a casa de Petete (que tiene ahora unos 80 años), para que me contara lo que su padre Eusebio Oca había vivido junto con Miguel Hernández, en sus últimos días. Todo lo que me contó es lo que he añadido a la nueva versión del libro. Esto reafirma que un libro, hasta que no está en la imprenta, sigue vivo. Entre Petete y yo, como te puedes imaginar, ha nacido una profunda amistad”.
“Y la mayor novedad –continúa Pereira- es publicar con una editorial estable y seria que hace una excelente difusión de sus obras. En la anterior (fuimos el último cómic publicado) la editorial EDT se fue a pique y nuestra obra quedó literalmente en el limbo”.
Además, Pereira destaca que Miguel Hernández podría haberse salvado si hubiera renunciado a sus ideales: “Efectivamente tuvo varias oportunidades de huir de España. Quizás una de las más claras cuando Neruda le propuso ir a Chile con él. Pero si lo hubiera hecho no estaríamos ahora hablando ahora sobre el pelao del mismo modo. Miguel, como algunos héroes, estaba condenados a un destino cruel. Renunciar a lo que somos, a nuestros valores e ideales, es renunciar a nuestro nombre y nuestra integridad moral”.
“Yo conocí a Miguel –asegura Pereira- gracias a una antología que tenía mi madre, La savia sin otoño. Ella era una gran estudiante y lectora aunque tuvo que dejar los estudios pronto. Leí sus poemas con catorce o quince años y me sorprendió su fuerza y sinceridad. Años más tarde escuché los dos maravillosos proyectos musicales de Joan Manuel Serrat (autor del prólogo de esta edición) que me hicieron enamorarme más de la música de sus versos”.
“Cuando topé con el proyecto para hacer una novela gráfica –continúa Pereira- compré todas las biografías que pude para profundizar más en su vida y obra (es increíble la disparidad de versiones que existen). También leí intensamente su obra poética y teatral. Fue un trabajo de años donde mi propia biografía se mezcló de forma extraña con la suya. Sirva como anécdota, cuando realizábamos el proyecto, después de seis años trabajando de noche en un hotel estuve en el paro largo tiempo. Gracias a eso pude dedicar mucho tiempo a esta obra”.
“Finalizando ya la obra –añade Pereira- me salió un trabajo precario en Madrid para realizar una performance que se llamaba El trabajo es la dictadura. Recuerdo que le dije a Boldú que me tenía que ausentar dos semanas del guion como hizo Miguel cuando fue por primera vez a Madrid a promocionar su obra. A Boldú creo que no le hizo mucha gracia. Pero esa experiencia, entre muchas otras cosas, me hizo comprender mejor al hombre y al poeta”.
Ramón Boldú, uno de los maestros del cómic autobiográfico,
también lo dejó todo para dedicarse en exclusiva a Miguel Hernández: “Si
Ramón Pereira me hubiese propuesto meterme en la vida de algún otro
personaje seguramente le habría dicho que no, salvo quizá… Dostoievski.
Pero de bastante joven ya cayó en mis manos una edición sudamericana de El rayo que no cesa de Miguel Hernández; me quedé fascinado por su poesía, esa fuerza que tiene”.
“Aún conservo ese viejo libro –continúa Boldiú-, y lo tengo en un lugar preferente, en una estantería al lado de mis comics preferidos. No conocía casi nada del poeta, sólo sabía que se metió en algún lío por culpa de sus ideales, que murió en la cárcel franquista y poca cosa más; además, antes Miguel Hernández estaba prohibido. Al meternos Ramón Pereira y yo en el guion, y al ir poco a poco indagando sobre su vida; cada vez me fascinaba más este personaje; que es lo que he intentado trasmitir a los lectores. Que, como dijo Vicente Aleixandre: "Miquel Hernández era un alma libre que miraba con clara mirada a los hombres".
Pereira también es poeta y confiesa que Hernández es una de sus mayores influencias: “Bueno Miguel era un poeta bastante clásico, de poemas estróficos y pesadas metáforas. Yo no escribo contando sílabas aunque he escrito algún soneto. Sin embargo, le debo la intensidad emocional y la belleza de sus imágenes como algo importante en mi formación como poeta”.
“La vida de Miguel Hernández es un drama –continúa Boldú-, pero también hay momentos positivos, de ilusión, amistad, creación, ilusión... Miguel Hernández era un ser, un poeta, un hombre totalmente positivo. Estaba en la trinchera junto a compañeros que sabían que instantes después iban a morir y les recitaba sus versos, que hablaba de ellos; que les llenaba de orgullo, que les animaba, incluso algunos lloraban de emoción. En medio de tanta fealdad, porque mira que no hay nada tan feo como la guerra, Miguel Hernández era capaz de crear estas sensaciones positivas”.
“Yo soy un hombre positivo, pase lo que me pase –añade el dibujante-; por eso en cuanto Ramón Pereira me propuso que hiciésemos este cómic y comenzamos a trabajar el guion y fui conociendo más profundamente al poeta, vi que en realidad no nos alejábamos mucho Miguel Hernández y yo del lado de ver la vida. Lo que si ha habido un cambio es en el acabado del dibujo, que cuando me dibujo yo no me respeto para nada, y a Miguel Hernández lo he dibujado con respeto”.
“La secuencia es como sigue:
-El padre de Josefina: Notarás que estoy algo nervioso, es la primera vez que me piden la mano de una hija.
-Miguel Hernández: Pues yo estoy igual que usted, señor, es la primera vez que la pido.
-El padre: Y la última, espero."
“Otro detalle –continúa el dibujante- es que mi padre era muy contrario a que yo me dedicase al cómic, no le veía futuro. No porque pensase que no lo iba a hacer bien, sino porque para él tener futuro es tener dinero. Y el padre de Miguel Hernández pensaba lo mismo, que la poesía no tenía futuro; eso me facilitó el crear algunos de los diálogos entre los dos”.
Además, el dibujante asegura que un cómic está vivo hasta que llega a la imprenta: “Las páginas van bailando, hay flashbacks que pongo al final, cuando veo que el movimiento hacia delante que debe tener toda historia lo necesita, y le añado y le quito secuencias… y al final un tanto por ciento se quedan siempre fuera cuando veo que no son lo suficientemente interesantes y frenan la lectura. Eso es lo divertido de escribir un guion, que uno se ve arrastrado por él hasta que no lo entrega a imprenta. No te imaginas la cantidad de correos que nos enviábamos con Ramón Pereira cuando realizábamos el guion, que si quitamos esto, que si ponemos aquello, que si esto yo no lo contaría y yo que sí, que sí. Pero llegó el día de entregarlo a la imprenta”.
En cuanto a sus proyectos, Ramón Pereira asegura que hay otro poeta en su futuro: “Tengo 3 proyectos de novela gráfica que llevan años esperándome. Uno es un homenaje a Winsor McCay, otro es una biografía sobre otro poeta (cuyo no nombre no pienso desvelar) y otro sobre mi ciudad. Respecto a la poesía (ese rayo que no cesa) escribo uno o dos poemas por semana. Así que supongo que tendré que hacer algo con todo eso. ¿Hay algún amigo editor por ahí?”
En cuanto a Ramón Boldú: “Creo que me he vuelto loco. Llevo unos meses trabajando en una tetralogía autobiográfica, cuatro libros que saldrán en años sucesivos con tintes parapsicológicos donde hablo del más allá, y donde también cuento de cuando trabajaba de guionista en televisión por acá. En fin, creo que no tiene desperdicio. No sé si para llorar o para morirse de risa”.
Ramón Pereira nos comenta qué novedades tiene esta nueva edición: “Cuando presentamos la primera edición en Alicante, en 2014, tuvimos la suerte de conocer a Petete, hijo de Eusebio Oca, que estuvo preso junto a Miguel Hernández en la cárcel. Nos explicó una serie de detalles que desconocíamos y Boldú introdujo algunas variaciones al final de la obra. A nivel gráfico también ha habido cambios a nivel del tratamiento de los grises y la edición y corrección de Astiberri han dado a esta obra un nuevo cuerpo mucho más completo y grande”.
Ramón Boldú detalla un poco más esas variaciones que apunta Pereira: “Petete (Julio Oca), conoció a Miguel Hernández en el año 1942, cuando iba a visitar a su padre Eusebio Oca, compañero de celda del poeta hasta su muerte, y que fue el que hizo el famoso dibujo de Miguel muerto, con la mordaza. Fui varios días a casa de Petete (que tiene ahora unos 80 años), para que me contara lo que su padre Eusebio Oca había vivido junto con Miguel Hernández, en sus últimos días. Todo lo que me contó es lo que he añadido a la nueva versión del libro. Esto reafirma que un libro, hasta que no está en la imprenta, sigue vivo. Entre Petete y yo, como te puedes imaginar, ha nacido una profunda amistad”.
“Y la mayor novedad –continúa Pereira- es publicar con una editorial estable y seria que hace una excelente difusión de sus obras. En la anterior (fuimos el último cómic publicado) la editorial EDT se fue a pique y nuestra obra quedó literalmente en el limbo”.
¿Pudo salvarse Miguel Hernández?
Para Pereira Miguel Hernández es: “Pura pasión. Fue un hombre de una extrema sensibilidad con un corazón inmenso. Fue un rebelde con causa que renunció a la comodidad y esclavitud del trabajo familiar: ser cabrero como su padre. También y a pesar de su educación totalitaria y cristiana y de amistades tan férreas como Sijé, fue un espíritu crítico y se atrevió a pensar de otra manera”.Además, Pereira destaca que Miguel Hernández podría haberse salvado si hubiera renunciado a sus ideales: “Efectivamente tuvo varias oportunidades de huir de España. Quizás una de las más claras cuando Neruda le propuso ir a Chile con él. Pero si lo hubiera hecho no estaríamos ahora hablando ahora sobre el pelao del mismo modo. Miguel, como algunos héroes, estaba condenados a un destino cruel. Renunciar a lo que somos, a nuestros valores e ideales, es renunciar a nuestro nombre y nuestra integridad moral”.
Un cómic fruto de la admiración
Lo más destacable de este cómic es la pasión de ambos autores por un poeta al que admiran profundamente.“Yo conocí a Miguel –asegura Pereira- gracias a una antología que tenía mi madre, La savia sin otoño. Ella era una gran estudiante y lectora aunque tuvo que dejar los estudios pronto. Leí sus poemas con catorce o quince años y me sorprendió su fuerza y sinceridad. Años más tarde escuché los dos maravillosos proyectos musicales de Joan Manuel Serrat (autor del prólogo de esta edición) que me hicieron enamorarme más de la música de sus versos”.
“Cuando topé con el proyecto para hacer una novela gráfica –continúa Pereira- compré todas las biografías que pude para profundizar más en su vida y obra (es increíble la disparidad de versiones que existen). También leí intensamente su obra poética y teatral. Fue un trabajo de años donde mi propia biografía se mezcló de forma extraña con la suya. Sirva como anécdota, cuando realizábamos el proyecto, después de seis años trabajando de noche en un hotel estuve en el paro largo tiempo. Gracias a eso pude dedicar mucho tiempo a esta obra”.
“Finalizando ya la obra –añade Pereira- me salió un trabajo precario en Madrid para realizar una performance que se llamaba El trabajo es la dictadura. Recuerdo que le dije a Boldú que me tenía que ausentar dos semanas del guion como hizo Miguel cuando fue por primera vez a Madrid a promocionar su obra. A Boldú creo que no le hizo mucha gracia. Pero esa experiencia, entre muchas otras cosas, me hizo comprender mejor al hombre y al poeta”.
“Aún conservo ese viejo libro –continúa Boldiú-, y lo tengo en un lugar preferente, en una estantería al lado de mis comics preferidos. No conocía casi nada del poeta, sólo sabía que se metió en algún lío por culpa de sus ideales, que murió en la cárcel franquista y poca cosa más; además, antes Miguel Hernández estaba prohibido. Al meternos Ramón Pereira y yo en el guion, y al ir poco a poco indagando sobre su vida; cada vez me fascinaba más este personaje; que es lo que he intentado trasmitir a los lectores. Que, como dijo Vicente Aleixandre: "Miquel Hernández era un alma libre que miraba con clara mirada a los hombres".
Poesía y cómic
El tebeo también destaca por su forma de unir el cómic con la poesía de Miguel Hernández. “Al tratarse de una biografía –asegura Pereira- es evidente que tenía que basarme en su vida pero no quería hacer una enumeración de fechas y acciones (como en otras biografías sobre escritores que he leído). Mi idea principal fue usar un el relato inconcluso (El gorrión y el prisionero) para abrir y cerrar la obra. Los poemas son una parte fundamental. Algunas veces aparecen directamente como texto y otras veces se integran de forma dinámica en el dibujo”.Pereira también es poeta y confiesa que Hernández es una de sus mayores influencias: “Bueno Miguel era un poeta bastante clásico, de poemas estróficos y pesadas metáforas. Yo no escribo contando sílabas aunque he escrito algún soneto. Sin embargo, le debo la intensidad emocional y la belleza de sus imágenes como algo importante en mi formación como poeta”.
Hernández siempre fue positivo a pesar de su dramática vida
Ramón Boldú fue uno de los pioneros del cómic autobiográfico en España y solemos asociarle a la comedia. Pero en este trabajo realizó un interesante cambio de registro: “En realidad lo mío, más que llamarlo comedia lo definiría como tragicomedia o drama positivo. Algunos lectores han coincidido en decirme que después de reírse al leer secuencias de mis cómics autobiográficos, se quedan meditando y se dan cuenta de que en realidad aquello es un drama”.“La vida de Miguel Hernández es un drama –continúa Boldú-, pero también hay momentos positivos, de ilusión, amistad, creación, ilusión... Miguel Hernández era un ser, un poeta, un hombre totalmente positivo. Estaba en la trinchera junto a compañeros que sabían que instantes después iban a morir y les recitaba sus versos, que hablaba de ellos; que les llenaba de orgullo, que les animaba, incluso algunos lloraban de emoción. En medio de tanta fealdad, porque mira que no hay nada tan feo como la guerra, Miguel Hernández era capaz de crear estas sensaciones positivas”.
“Yo soy un hombre positivo, pase lo que me pase –añade el dibujante-; por eso en cuanto Ramón Pereira me propuso que hiciésemos este cómic y comenzamos a trabajar el guion y fui conociendo más profundamente al poeta, vi que en realidad no nos alejábamos mucho Miguel Hernández y yo del lado de ver la vida. Lo que si ha habido un cambio es en el acabado del dibujo, que cuando me dibujo yo no me respeto para nada, y a Miguel Hernández lo he dibujado con respeto”.
Paralelismos entre el dibujante y el poeta
Como curiosidad, Boldú destaca que hay algunos paralelismos entre su vida y la de Miguel Hernández: “Por ejemplo cuando Miguel Hernández habla con el padre de su novia Josefina para pedir la mano de ésta, la conversación que tienen la saqué de la que tuve yo, cuando pedí la mano de mi primera esposa; por qué descubrí que el padre de Josefina, que era guardia civil de la república, tenía un carácter afable como lo tenía mi primer suegro”“La secuencia es como sigue:
-El padre de Josefina: Notarás que estoy algo nervioso, es la primera vez que me piden la mano de una hija.
-Miguel Hernández: Pues yo estoy igual que usted, señor, es la primera vez que la pido.
-El padre: Y la última, espero."
“Otro detalle –continúa el dibujante- es que mi padre era muy contrario a que yo me dedicase al cómic, no le veía futuro. No porque pensase que no lo iba a hacer bien, sino porque para él tener futuro es tener dinero. Y el padre de Miguel Hernández pensaba lo mismo, que la poesía no tenía futuro; eso me facilitó el crear algunos de los diálogos entre los dos”.
“Es la primera vez que trabajo tan documentado”
Boldú confiesa que esta es: “La primera vez que trabajo tan documentado. Aunque no me gusta echar mano de fotos, para documentarme para mis comics, prefiero que salga tal y como lo recuerdo, porque es más fresco, más inocente, todo ms simple. Ramón Pereira, para éste libro sobre Miguel Hernández me colgó literalmente de fotos que pescaba aquí y allí; que si fotos de atuendos de guardia civil, fusiles, tanques; de la casa donde vivió Miguel Hernández de niño, fotos de Pablo Neruda, Vicente Aleixandre, García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti…´”Además, el dibujante asegura que un cómic está vivo hasta que llega a la imprenta: “Las páginas van bailando, hay flashbacks que pongo al final, cuando veo que el movimiento hacia delante que debe tener toda historia lo necesita, y le añado y le quito secuencias… y al final un tanto por ciento se quedan siempre fuera cuando veo que no son lo suficientemente interesantes y frenan la lectura. Eso es lo divertido de escribir un guion, que uno se ve arrastrado por él hasta que no lo entrega a imprenta. No te imaginas la cantidad de correos que nos enviábamos con Ramón Pereira cuando realizábamos el guion, que si quitamos esto, que si ponemos aquello, que si esto yo no lo contaría y yo que sí, que sí. Pero llegó el día de entregarlo a la imprenta”.
En cuanto a sus proyectos, Ramón Pereira asegura que hay otro poeta en su futuro: “Tengo 3 proyectos de novela gráfica que llevan años esperándome. Uno es un homenaje a Winsor McCay, otro es una biografía sobre otro poeta (cuyo no nombre no pienso desvelar) y otro sobre mi ciudad. Respecto a la poesía (ese rayo que no cesa) escribo uno o dos poemas por semana. Así que supongo que tendré que hacer algo con todo eso. ¿Hay algún amigo editor por ahí?”
En cuanto a Ramón Boldú: “Creo que me he vuelto loco. Llevo unos meses trabajando en una tetralogía autobiográfica, cuatro libros que saldrán en años sucesivos con tintes parapsicológicos donde hablo del más allá, y donde también cuento de cuando trabajaba de guionista en televisión por acá. En fin, creo que no tiene desperdicio. No sé si para llorar o para morirse de risa”.