Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

lunes, 6 de enero de 2020

"Las abarcas desiertas" / Miguel Hernandez. Día de Reyes


"LAS ABARCAS DESIERTAS"


bblanco



En vísperas de Reyes de 1937 (2 de enero) publica Miguel Hernández en la revista "Ayuda" del Socorro Rojo el interesante poema "Las abarcas desiertas". Donde recuerda, con ternura y rabia, su dolorida niñez de pastorcito cabrero. El objetivo del poema era recabar ayuda para donativos y juguetes en beneficio de la infancia necesitada. Interesante la nota aclaratoria ofrecida en primera página:

"Los niños de la España libre y en armas tendrán este año, merced a la generosidad de millones de personas, lo que la casta que nos dominaba había hecho privilegio exclusivo de sus hijos: juguetes y libros con que estimular su espíritu y crear sus castillos imaginativos de una sociedad mejor."

¿Se trata de una canción de cuna para no dormir, de una nana tristísima, de un fracasado villancico..., o, un poco, de todo ello? En el duro relato de la vida de Miguel se sentirán aludidos muchos niños y niñas que, en tiempos de hambre y miedo, echan de menos la relajada paz de sus primeros años.

Las abarcas desiertas


Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.
Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.
Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
 
MIGUEL HERNANDEZ