El cuaderno de seis hojas contiene los cuatro relatos que el poeta escribió a su hijo en la prisión de Alicante
a. p./ redacción 06.08.2014 | 04:14/Información
La Biblioteca Nacional de España ha adquirido recientemente un
manuscrito del poeta Miguel Hernández (Orihuela, 30 de octubre de 1910 -
Alicante, 28 de marzo de 1942) de especial relevancia, ya que se trata
de lo último que escribió el poeta: los cuatro cuentos infantiles
dedicados a su hijo Manuel Miguel.
La existencia de estos cuentos era conocida, aunque dos de ellos –Un lugar en el árbol y La gatita Mancha y el ovillo rojo– no salieron a la luz hasta el año 2010, con motivo de la exposición en la Biblioteca Nacional por el centenario del nacimiento del escritor.
El cuaderno se compone de seis pequeñas hojas de 12 por 19 cm., escritas y con dibujos, cosidas en la parte superior por un hilo de color ocre, y con los bordes envejecidos e irregulares. Por el tamaño y la descripción se deduce que son hojas de papel higiénico con las que se formó un pequeño cuaderno que tiene al final varias hojas en blanco, señala la Biblioteca Nacional.
Los cuatro relatos son: El potro oscuro, El conejito, Un hogar en el árbol y La gatita Mancha y el ovillo rojo. Se supone que los escribió entre junio y octubre de 1941, en el Reformatorio de Adultos de Alicante, a donde llegó desde el Penal de Ocaña. Es el último viaje de Miguel Hernández, quien, en sus cartas de este período, tiene dos obsesiones: el reencuentro con su mujer y poder ver a su hijo Manuel Miguel, para quien escribió estos relatos.
Son los últimos escritos del poeta, que él mismo entregó a Eusebio Oca Pérez –maestro, periodista, dibujante– con quien se reencontró en el Reformatorio. Eusebio confeccionó con dos de ellos un libro lleno de dibujos: El potro oscuro y El conejito, para que Miguel se lo entregara a su hijo.
Precisamente el hijo de Eugenio Oca, Julio Oca Masanet, era quien tenía en propiedad este cuaderno, señala a este diario José Carlos Rovira, catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Alicante y comisario de la exposición de 2010 en la BNE. «En 2010 Julio Oca se puso en contacto con nosotros al montar la exposición y nos dijo que tenía los manuscritos de Miguel Hernández con la importancia de los cuentos nuevos, y que el autor de los dibujos era su padre. Fue él quien propuso que estuvieran en la Biblioteca Nacional», explica Rovira.
Aunque se realizó una publicación facsímil en 1988 con los dos primeros (Dos cuentos para Manolillo), y se recogieron en el catálogo de la exposición de 2010, no por ello la recuperación del manuscrito es menos impactante. Como apunta Rovira en Últimas ausencias de Miguel Hernández, del libro Miguel Hernández: la sombra vencida, los cuentos son metáforas explícitas de libertad para que las leyera su hijo. «Lo importante es que fue lo último que escribió y los últimos cuentos son cuatro metáforas de libertad a través de los animales, en un mensaje muy bello para su hijo. No dejó de pensar en la libertad», añade.
Desde junio de 1941 al 28 de marzo de 1942, el poeta vive alojado en la enfermería de la prisión, enfermo de tuberculosis. Acosado por tres sacerdotes que buscan su reconversión y la abjuración de sus ideas, el escritor resiste negando su retractación política.
Rovira editó en facsímil aquellos cuentos en 1988, y explica que, aunque el poeta quiso hacer pasar los escritos por una traducción de cuentos ingleses al castellano, quizás para evitar que la censura de la cárcel los interceptara, «supuse la paternidad hernandiana de la confección de los cuentos?»
La existencia de estos cuentos era conocida, aunque dos de ellos –Un lugar en el árbol y La gatita Mancha y el ovillo rojo– no salieron a la luz hasta el año 2010, con motivo de la exposición en la Biblioteca Nacional por el centenario del nacimiento del escritor.
El cuaderno se compone de seis pequeñas hojas de 12 por 19 cm., escritas y con dibujos, cosidas en la parte superior por un hilo de color ocre, y con los bordes envejecidos e irregulares. Por el tamaño y la descripción se deduce que son hojas de papel higiénico con las que se formó un pequeño cuaderno que tiene al final varias hojas en blanco, señala la Biblioteca Nacional.
Los cuatro relatos son: El potro oscuro, El conejito, Un hogar en el árbol y La gatita Mancha y el ovillo rojo. Se supone que los escribió entre junio y octubre de 1941, en el Reformatorio de Adultos de Alicante, a donde llegó desde el Penal de Ocaña. Es el último viaje de Miguel Hernández, quien, en sus cartas de este período, tiene dos obsesiones: el reencuentro con su mujer y poder ver a su hijo Manuel Miguel, para quien escribió estos relatos.
Son los últimos escritos del poeta, que él mismo entregó a Eusebio Oca Pérez –maestro, periodista, dibujante– con quien se reencontró en el Reformatorio. Eusebio confeccionó con dos de ellos un libro lleno de dibujos: El potro oscuro y El conejito, para que Miguel se lo entregara a su hijo.
Precisamente el hijo de Eugenio Oca, Julio Oca Masanet, era quien tenía en propiedad este cuaderno, señala a este diario José Carlos Rovira, catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Alicante y comisario de la exposición de 2010 en la BNE. «En 2010 Julio Oca se puso en contacto con nosotros al montar la exposición y nos dijo que tenía los manuscritos de Miguel Hernández con la importancia de los cuentos nuevos, y que el autor de los dibujos era su padre. Fue él quien propuso que estuvieran en la Biblioteca Nacional», explica Rovira.
Aunque se realizó una publicación facsímil en 1988 con los dos primeros (Dos cuentos para Manolillo), y se recogieron en el catálogo de la exposición de 2010, no por ello la recuperación del manuscrito es menos impactante. Como apunta Rovira en Últimas ausencias de Miguel Hernández, del libro Miguel Hernández: la sombra vencida, los cuentos son metáforas explícitas de libertad para que las leyera su hijo. «Lo importante es que fue lo último que escribió y los últimos cuentos son cuatro metáforas de libertad a través de los animales, en un mensaje muy bello para su hijo. No dejó de pensar en la libertad», añade.
Desde junio de 1941 al 28 de marzo de 1942, el poeta vive alojado en la enfermería de la prisión, enfermo de tuberculosis. Acosado por tres sacerdotes que buscan su reconversión y la abjuración de sus ideas, el escritor resiste negando su retractación política.
Rovira editó en facsímil aquellos cuentos en 1988, y explica que, aunque el poeta quiso hacer pasar los escritos por una traducción de cuentos ingleses al castellano, quizás para evitar que la censura de la cárcel los interceptara, «supuse la paternidad hernandiana de la confección de los cuentos?»