Miguel también estuvo aquí. Importantes.
El poeta se transformó en jazz, en voz y en arte con las intervenciones de Ana Camús Quartet, que interpretó tres poemas musicados del oriolano, con el perfil que de su figura realizó José Luis Ferris y con el retrato del grafitero Tom Rock
La emoción llegó con los versos de Miguel
Hernández musicados por Ana Camús Quartet, mientras el grafitero Tom
Rock realizaba ante el público el retrato del poeta.
Cristina Martinez.
Con la música, con la voz, con el espray. A Miguel Hernández se
llega por diferentes rutas, por distintos renglones, por atajos y por
laberintos. Y cualquier arte, y todas a la vez también, sirven como
vehículo para recordar sus versos, los de un poeta grande pero breve,
profundo pero sencillo. Por eso, la gala quiso convertirse en cierto
modo en un homenaje al poeta del pueblo en el 75 aniversario de su
muerte. Y por eso, además de poesía, de historia, de referente, Miguel
estuvo allí y fue también Importante el pasado jueves.
Lo contó primero el escritor y biógrafo de Miguel Hernández, José Luis Ferris. Pocas palabras con mucho contenido para plasmar una vida muy vivida y una poesía llena de poesía. Que fue, que es y que será . «De alguien como él, se puede decir siempre la primera palabra, pero nunca la última. Y no se puede decir porque en la vida y la obra de un hombre, de un creador como Hernández (...) siempre hay lugar para el hallazgo, para la emoción renovada, para la reflexión y para el documento o el testimonio perdido».
Y tenía razón. Porque el público pudo descubrir a otro poeta, al que cantaba y pintaba a la vez. Lo primero, con el jazz minimalista de Ana Camús Quartet. Lo segundo, con el grafitero Tom Rock.
El grupo de Villena, con Paco Charro a la batería, Miguel Serna al contrabajo y Enrique Pedrón, «Palmeral», al piano, puso voz de mujer y jazz a tres poemas de Miguel Hernández. Sonó Nanas de la cebolla y con cada verso, el espray marcaba el contorno del rostro del poeta. Le siguió Las abarcas desiertas y Tom Rock definió las facciones y el gesto del oriolano universal. Llegó después Para la libertad, convertido en todo un himno. Y con él, el artista puso punto final a su poesía transformada en dibujo y el escritor renació, volvió a ser, y plasmó su mirada en el público que le observaba desde un auditorio lleno y en silencio.
Todo el proceso quedó registrado en las redes sociales paso a paso. Gracias a la gran cantidad de móviles que iluminaron la sala para no perder la oportunidad de redescubrir a Miguel Hernández de otra forma.
Lo dijo Ferris. «El poeta, pese a su desaparición física hace 75 años en esta ciudad, es un órgano literario que no ha dejado de latir, de crecer y de expandirse en sus cientos de miles de lectores. Y no ha dejado de hacerlo porque su obra y su vida rompen moldes y derriban normas y estadísticad; se ajustan a un caso verdaderamente excepcional de escritor y de ser humano. Hablamos de un militante apasionado de la vida, que murió joven, muy joven, pero que dibujó un recorrido sin precedentes en la historia de la literatura contemporánea», afirmó.
«Fue el gran poeta de la vida». Y el pasado jueves, la tuvo.
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¿Y dónde sucedió todo esto? No lo sabemos. Acaso en ADA Auditorio de Alicante.
Lo contó primero el escritor y biógrafo de Miguel Hernández, José Luis Ferris. Pocas palabras con mucho contenido para plasmar una vida muy vivida y una poesía llena de poesía. Que fue, que es y que será . «De alguien como él, se puede decir siempre la primera palabra, pero nunca la última. Y no se puede decir porque en la vida y la obra de un hombre, de un creador como Hernández (...) siempre hay lugar para el hallazgo, para la emoción renovada, para la reflexión y para el documento o el testimonio perdido».
Y tenía razón. Porque el público pudo descubrir a otro poeta, al que cantaba y pintaba a la vez. Lo primero, con el jazz minimalista de Ana Camús Quartet. Lo segundo, con el grafitero Tom Rock.
El grupo de Villena, con Paco Charro a la batería, Miguel Serna al contrabajo y Enrique Pedrón, «Palmeral», al piano, puso voz de mujer y jazz a tres poemas de Miguel Hernández. Sonó Nanas de la cebolla y con cada verso, el espray marcaba el contorno del rostro del poeta. Le siguió Las abarcas desiertas y Tom Rock definió las facciones y el gesto del oriolano universal. Llegó después Para la libertad, convertido en todo un himno. Y con él, el artista puso punto final a su poesía transformada en dibujo y el escritor renació, volvió a ser, y plasmó su mirada en el público que le observaba desde un auditorio lleno y en silencio.
Todo el proceso quedó registrado en las redes sociales paso a paso. Gracias a la gran cantidad de móviles que iluminaron la sala para no perder la oportunidad de redescubrir a Miguel Hernández de otra forma.
Lo dijo Ferris. «El poeta, pese a su desaparición física hace 75 años en esta ciudad, es un órgano literario que no ha dejado de latir, de crecer y de expandirse en sus cientos de miles de lectores. Y no ha dejado de hacerlo porque su obra y su vida rompen moldes y derriban normas y estadísticad; se ajustan a un caso verdaderamente excepcional de escritor y de ser humano. Hablamos de un militante apasionado de la vida, que murió joven, muy joven, pero que dibujó un recorrido sin precedentes en la historia de la literatura contemporánea», afirmó.
«Fue el gran poeta de la vida». Y el pasado jueves, la tuvo.
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¿Y dónde sucedió todo esto? No lo sabemos. Acaso en ADA Auditorio de Alicante.