Mujeres en la vida de Miguel Hernández
Si
revisamos versos y cartas del autor de Orihuela, se puede
constatar como destacan varias mujeres desde varias ópticas que
van desde el enfoque sensorial, erótico y amoroso hasta el
amistoso, filial y social. Revisaremos la influencia de las
mujeres que lo rodearon en la obra hernandiana.
Tanto
su madre, Conchetta Gilabert, como su hermana mayor Elvira
apoyaron a Hernández frente a su padre -intolerante y
distanciado emocionalmente de sus hijos- en los primeros viajes
infructuosos a Madrid con su confianza en él y aportando los
pocos ahorros de que disponía, como también hizo la “madre
buena”, la madre de Ramón Sijé que no duda en enviarle un
cheque a esa capital que en principio no lo acepta. El poeta
experimenta en su aislamiento sexo contenido, amor, frustración
y deseo. Estos sentimientos le inspiran la “Elegía de la
novia lunada” con un recuerdo a su primer amor no
correspondido, Carmencita Semper, “la Calabacita”. Ella es una
oficiala de costura que él corteja en los primeros bailes de
la tahona de Fenol. Esta adolescente será “la hortelana de
los tres lunares” y nos recuerda en sus orígenes y formación
a su gran amor, su esposa Josefina.
En
el Homenaje a Gabriel Miró en 2 de octubre de 1932 conoce a María Cegarra, la
poetisa de La Unión, primera mujer perito químico de España.
Estaba en trámites de publicar Cristales míos.
Miguel
Hernández pretende un acercamiento emocional pero la distancia
espacial y la diferencia de diez años hacen que ella lo
disuada de sus intenciones. Años después, en Madrid y tras la
ruptura pasional que supuso su encuentro con Maruja Mallo, él
lo intenta de nuevo buscando el equilibrio emocional que
tanto le falta pero María sólo le responde con cartas y
libros para distribuir en las tertulias de María Zambrano o
Carmen Conde. A esta última la conoce junto a María Cegarra,
en su pueblo. Encontró en ella siempre ayuda, tanto en
Cartagena donde había fundado la primera Universidad Popular
como en su modesta casa de Río Rosas en Madrid, cerca del
trabajo de Miguel en Espasa-Calpe. Él siempre admiró su fuerza
para abrirse camino en un panorama cultural de hombres.
Posteriormente conseguiría el Premio Nacional de Poesía y sería
la primera mujer que ingresó en la Real Academia en 1.978 .
María
Zambrano fue su amiga del alma, eterna mentora y consejera.
El poeta le dedica “La morada amarilla” en el Gallo Crisis,
la publicación de Sijé. Se convierte en su crítica más dura
y le da toques sobre la actitud estética y vital que debe
tomar. J.L.Ferris habla de un posible acercamiento entre ellos
anterior a la guerra tras una ruptura sentimental que marcó
mucho a la discípula de Ortega y de Zubiri; cuando Hernández
comienza a ser conocido. Zambrano fue la primera mujer a la
que se le concede el Premio Cervantes de Literatura en 1.988 .
También
podemos destacar la importancia que concedió Hernández a la
mujer como compañera en la lucha hacia la libertad. No oculta
su admiración por la líder comunista española “la Pasionaria”,
o por milicianas como Rosario Sánchez, la dinamitera que
perdió una mano en combate. Siempre criticó a los “milicianos
de mono planchado y pistolas de juguete” que acudían a
homenajes en la capital y no en el frente. La Fiesta de la
mujer antifascista provocó el enfrentamiento entre él y Mª
Teresa León y Alberti que antes lo habían iniciado en la
militancia comunista.
En
1.935 , en casa de Pablo Neruda, conoció a Maruja Mallo,
pintora vanguardista que conseguiría la Medalla de Oro de
Bellas Artes en 1.967 . Ella supo disfrutar de la vida como
nadie, exprimiéndola al máximo, actuando por impulsos. Su
historia de pasión fue tan breve como intensa. Es innegable
la inspiración que le otorga a Miguel Hernández en varios
poemas de El rayo que no cesa como sucedió con Sobre los ángeles de Alberti, su anterior amante.
Esta
relación fue conocida en Orihuela y supuso la ruptura con su
novia, Josefina Manresa. Pero Miguel pudo retomar la amistad
con ella a través de la intercesión de su suegro como se
refleja en la correspondencia del poeta y ella lo perdona.
Continúan su noviazgo y su padre, guardia civil, muere en un
atentado de unos milicianos. Muchos de sus vecinos la llamarán
“la novia del rojo”. Por fin pueden casarse en 1.937. Nunca
convivieron más de tres semanas seguidas. Su vida en pareja
puede calificarse de “miseria afectiva” pues estuvieron
separados por los viajes de Miguel, la guerra y la cárcel.
Podemos leer 300 cartas del poeta a su esposa. Ninguna se
conserva de Josefina al poeta pero ella fue su fuerza, la
madre de sus hijos y su gran esperanza a pesar de sus
formas tan diferentes de ver la vida.