La mirada de Augusto Thassio en el 80 aniversario de la muerte de Miguel Hernández
Texto y fotos: Augusto Thassio
A pesar de cumplirse el 80 aniversario de su muerte, Miguel Hernández continúa vivo en el corazón y en la memoria del pueblo.
80 años y el rayo que no cesa sigue abriendo heridas bramando como un toro, agitando el mar de la memoria, perfumando de rosas la rosa de unos labios sedientos siempre de besos, que no llegaron atravesar los muros de las cárceles y los barrotes de los sufrimientos.
Siempre, como cada año desde 1942, en la madrugada del 28 de marzo, a las 5.30, un grito amordazado por la parálisis facial rompe el cristal de la copa en la que la rosada aurora brinda con la muerte, según el evangelio apócrifo de un joven preso enamorado de la libertad, a la que ni siquiera consiguió acariciar las orlas de su vestido.
Es Miguel Hernández Gilabert, 31 años, en la flor de su vida, fusilado cada día con balas de dolor, abandono, negligencias, premeditada crueldad de carnívoros cuchillos y trapos sucios. Poeta.
El más desgraciado de los poetas en lengua castellana, hecho a los palos y a los sufrimientos desde que, siendo niño, fue sacado a la fuerza del colegio y obligado a guardar cabras, ordeñarlas y distribuir la leche casa por casa, amenazado por su propio padre con inmisericordes palizas si lo veía con un libros entre sus manos o papel y lápiz en el que dejara deslizarse sus primeros versos pastoriles.
El mismo viento Oeste sabe de cuántas cosas se podría escribir sobre Miguel Hernández antes y después del infame recorrido por las 13 cárceles más crueles y desoladoras de España, enfermando de neumonía en Palencia, de bronquitis en Ocaña y de tuberculosis en Alicante. Pasando por la cárcel de Huelva en ese recorrido infernal que le deparó el franquismo.
En mi último libro sobre el poeta del dolor y el sufrimiento, “Miguel Hernández, su perdición encontrada”, he querido situarlo en el triángulo de nuestra geografía onubense, cruzando la raya portuguesa tras la cual esperaba encontrar la libertad y encontró su presagiada y triste perdición.
Sí, buscó su perdición y la encontró entre signos sangrientos que fue toda su vida: altibajos de alegrías y tristezas, de euforias y depresiones, de esperanza ilusionada y decepciones trágicas de vida y muerte.
Miguel presentía que su perdición, cada vez más cercana, le mordía los talones e incluso le plantaba cara. Y la encuentra en Portugal, cumpliendo su destino de ciclos trazados en el tiempo.
A esta, mi última obra publicada, la llamo “Miguel Hernández, su perdición encontrada” en reconocimiento al poema hernandiano “un carnívoro cuchillo”, del poemario “Viento del pueblo”: “A dónde iré que no vaya/ mi perdición a buscar./ Tu destino es de la playa/ y mi vocación del mar/. Descansar de esta labor/ de huracán, amor o infierno/ no es posible, y el dolor/ me hará a mi pesar eterno.”
El libro está ilustrado con muchas fotografías, como testimonio gráfico, así como documentos carcelarios. He querido que fuera una edición bilingüe, español-portugués ya que en Portugal hay mucha hambre de Miguel Hernández, por lo que ha sido un placer dar a conocer al poeta y su perdición encontrada en su propia lengua.
Y Portugal ha respondido levantando un pequeño paseo con el nombre del poeta en Santo Aleixo, un jardín y un monolito en Vila Verde de Ficalho, un jardín plantado de olivos en Moura…
Y Rosal de la Frontera ha transformado su primera cárcel en centro de cultura y levantado un busto del poeta frente al edificio de la antigua aduana, hoy cuartel de la Guardia Civil.
La traducción ha corrido a cargo de la profesora Helena Barbagelata, de la Universidad de Lisboa, precisamente hija de mi estimada amiga Dulce Simoes, antropóloga, doctora en Ciencias Sociales, Humanas y Políticas, por la capital lisboeta. El prólogo es de Jesucristo Riquelme, catedrático de literatura, escritor e historiador, y la publicación ha corrido a cargo de la Diputación de Jaén.
La obra comienza con el dolido silencio de Miguel, apoyado en la tapia del corral de su casa en Cox (murciano y alicantino), esperando la madrugada en la que cogerá el tren que ha de llevarle a Madrid, tras dejarse convencer de Josefina, de su hermano Vicente y de su cuñado Ismael, con un estudiado plan que le permitiera salir de España, él por el sur de Andalucía, y Josefina con el niño por Galicia, para reencontrarse en el Consulado de Chile en Lisboa. “Volveré al Madrid del espanto y del terror, (decía) al Madrid abandonado por Dios y los hombres que no quisieron ser humo ni ceniza ni fuego de metralletas y bombas…”
Así, el 20 de abril de 1939, el tren arranca de Madrid. Lleva consigo una vieja maleta de cartón, una muda, el traje azul marino que le regalaron en Moscú, su auto sacramental “Quién te ha visto y quién te ve, ni sombra de lo que eras”, “La destrucción del amor” de Vicente Aleixandre, 200 pesetas que le dio su hermano Vicente, un salvoconducto de la Compañía Militar de Orihuela, y otro del Centro de Reclutamiento, Instrucción y Movilización número 10 de Alcoy, que su cuñado, Ismael Terrés, marido de su hermana Encarna, le había conseguido.
En Madrid se entrevista con el poeta falangista Eduardo Llosent, fundador de la revista “Mediodía”, líder del movimiento literario en Sevilla, enterándose con pesar que el poeta Jorge Guillén no se encuentra en Madrid desde 1938, y aunque se negaba aceptar, recibió algo de dinero y una carta de recomendación para Joaquín Romero Murube, poeta y Alcaide de Los Reales Alcázares de Sevilla.
Pero, llegado a la capital andaluza, tuvo que salir precipitadamente. Y marcha al pueblo gaditano de Villaluenga del Rosario, para pedir ayuda a su amigo Pedro Pérez Clotet, director de la revista Isla y alcalde, pero todo es ausencia.
Y llega a Valverde del Camino, en Huelva, en busca de su amigo y abogado Diego Romero, pero también se encuentra ausente. Se encamina al pueblo serrano de Aroche y desde allí cruza los Montes de Aroche y llega a tierras portuguesas, concretamente a Santo Aleixo. Y desde allí a Moura, el domingo 30 de abril, donde al intentar vender su reloj, es entregado a los guardinhas, acusado de fugitivo e indocumentado, a los que se les premia la captura con cinco pesetas.
“A dónde iré que no vaya/ mi perdición a buscar” Y lo llevan a Vila Verde de Ficalho, pueblo fronterizo y entregado, el 3 de mayo, a la guardia civil de Rosal de la Frontera, donde lo llevan directamente al depósito municipal (hoy Centro de Interpretación Miguel Hernández) como queda reflejado en el proceso 532/39. Allí comparte celda con Francisco Guapo, un rosaleño al que su mujer, Manuela, lleva comida que comparte con el poeta.
El día 6 de mayo escribe a Josefina, pidiéndole haga lo imposible para que lo trasladen a la prisión de Orihuela, terminando la carta con “Pero la seguridad en mi honradez y la fe en la justicia de Franco, me hacen estar sereno y alegre”, sabiendo que la carta sería leída por la censura.
El día 9 es trasladado a la prisión provincial de Huelva, en la sección de transeúntes, registrado como indocumentado y sospechoso, aunque se ignora su peligrosidad.
El día 11 es trasladado a Sevilla, y el día 15 llega a Madrid, siendo encerrado en la 4ª galería, primera sala de la prisión de Torrijos.
El libro contiene los tres expedientes carcelarios de esta etapa:
- Expediente carcelario de Portugal, número 532/39, donde se recogen las huellas dactilares del poeta (portada del libro), así como los oficios que documentan su detención 1939, hoja 1 y su posterior traslado a Estaña. Consta de cinco páginas (en cuatro hojas). Captura:1 de mayo de 1939, hoja 1-3. Documento de 2 de mayo. Hoja 4. Documento de 5 de mayo.
- Del expediente carcelario de Rosal de la Frontera, se adjunta cuatro hojas por el anverso (en una de ellas se confunde el nombre del detenido, mano escribiéndolo Manuel en vez de Miguel,. Fecha de la documentación 3, 4, 8-9 y 9 de mayo respectivamente.
- El tercer expediente es el carcelario de Huelva capital. Se trata de una documentación publicada, en 1990, en una revista poco accesible hoy, Con Dado de Niebla (1984-2002) dirigida por el poeta y escritor Juan Cobos Wilkins, con el impulso de la Diputación Provincial de Huelva, y está formado por dieciséis hojas, cuatro de ellas por ambas caras.
Así mismo, añado la fotografía de Manuela, la señora que ayudó a Miguel en la triste prisión de Rosal.
Indiscutiblemente, Miguel Hernández es un fenómeno social. Yo he visto llorar a obreros de la construcción leyendo la Elegía o El Niño Yuntero, para mí el testamento ideológico de nuestro poeta.
Dicen que el tándem Miguel Hernández- Augusto Thassio es garantía del valor de la cultura nacida del pueblo, alimentada en las alturas y dirigidas por el mismo pueblo, un pueblo que tiene vedado hoy convertirse en masa.
Thassio, con su mirada clavada en los lejanos ojos del poeta, nos dice en voz baja un ruego: “Avisad al poeta/ que la esperanza tiene los ojos amoratado por golpes sin piedad / que los sueños son sueños que acaban en pesadillas/ cuando matan a tiros/ el grito ¡Libertad!”.