Anoche, la abandonada casa de Velintonia 3
volvió a abrir sus puertas a la poesía y a la música. El aire olía a
verano en el jardín donde se alzaba el inmenso cedro plantado, en el año
1940, por el poeta Vicente Aleixandre (1898-1984), antiguo propietario
de la morada. Eran entonces otros tiempos y otros crepúsculos manchaban
aquellos cielos cercanos a la Moncloa, y eran distintos los rostros que
visitaban la casa y su jardín: Luis Cernuda, Federico García Lorca,
Gerardo Diego… También Miguel Hernández (1910-1942), aquel muchacho
provocador llegado de Orihuela que todavía olía a sierra y que guardaba
en el pecho un corazón inmenso que a veces se le salía por la boca y por
los ojos grandes, melancólicos.
Él pisó la casa de Velintonia 3 en 1935.
Aleixandre, tan acogedor como siempre, le recibió tras haberle llegado
una atrevida carta suya en la que se interesaba por su poemario La destrucción o el amor,
con el que acababa de recibir el Premio Nacional. El joven tenía
entonces 24 años; su simpatía y espontaneidad calaron muy hondo en el
alma del maduro Aleixandre, que desde aquel momento se desvivió por
ayudarlo y guiarlo por el complejo mundo cultural madrileño de la época.
Fue el comienzo de una hermosa amistad que duraría hasta la muerte del
oriolano en 1942, en el Reformatorio de Adultos de Alicante, donde había
sido encerrado y condenado a muerte tras la Guerra Civil por haber
luchado en el bando de la II República. No dio tiempo a que fuera
juzgado: las vergonzosas condiciones de la prisión le provocaron una
tuberculosis que acabó con su vida sin que nadie se molestase en
trasladarlo a un hospital.
La fructífera amistad entre Aleixandre y
Hernández incluyó también una nutrida relación epistolar, parte de la
cual podemos disfrutar hoy gracias a la obra que acaba de publicar el
también oriolano Jesucrito Riquelme, De Nobel a novel. Epistolario inédito de Vicente Aleixandre a Miguel Hernández y Josefina Manresa,
editado por Espasa. El volumen contiene 309 cartas escritas por
Aleixandre a Miguel Hernández y a su esposa, Josefina Manresa; junto a
un brillante estudio previo en el que Riquelme, experto hernandiano, nos
introduce con maestría en esa esfera íntima de conexión entre los dos
monstruos de la poesía.
La publicación del libro sirvió como
excusa para el evento tan magnífico que tuvo lugar anoche en la casa de
Vicente Aleixandre, organizado por la Asociación de Amigos de Vicente
Aleixandre, maravillosamente presidida por el apasionado Alejandro Sanz,
y con el apoyo de las Fundaciones de Miguel Hernández y Gerardo Diego.
También estuvieron muy presentes la secretaria de la Asociación,
Asunción García Iglesias, y el poeta Miguel Losada, que salpicaba de
alegría a todos los visitantes. En el acto participaron, además de
Jesucristo Riquelme, figuras próximas a los dos homenajeados, como María
Amaya Aleixandre, sobrina de Vicente –y heredera de sus ojos azules- y
Lucía Izquierdo, nuera de Miguel Hernández; poetas de la talla de Javier
Lostalé, Juan Carlos Mestre y Vicente Molina Foix. Leyeron poemas y
distintas cartas recogidas en el libro de Riquelme, resucitando a
Vicente y a Miguel en el aire embelesado del anochecer.
También contamos con la presencia de los
actores Miguel Molina y José Sacristán, veterano de los escenarios que
nos deleitó con su voz honda y tormentosa, leyendo la elegía que
Aleixandre compuso a la muerte de Hernández, y que comenzaba así: “No
lo sé. Fue sin música. / Tus grandes ojos azules / abiertos se quedaron
bajo el vacío ignorante, / cielo de losa oscura, / masa total que lenta
desciende y te aboveda, / cuerpo tú solo, inmenso, / único hoy en la
Tierra, / que contigo apretado por los soles escapa”. Aquellos
“ojos azules abiertos”, en efecto, nadie consiguió cerrarlos cuando el
gran Miguel murió, abandonado como un perro en la prisión alicantina.
No existiría la poesía sin la música. El
evento comenzó con la voz rota y flamenca de Carmen Linares, que hizo
suyos los versos de Miguel Hernández, y finalizó con un pequeño
concierto del célebre Luis Eduardo Aute, que interpretó los temas “Anda”
y “Giraluna”, y concluyó con el famoso “Al alba”, que el público
entonó, emocionado, mientras la brisa nocturna jugaba con la vegetación
del jardín, como si la presencia invisible pero imborrable de Aleixandre
y Hernández estremeciera a la noche con una larga cadencia de suspiros.
Es la segunda vez que tengo el privilegio
de entrar en Velintonia 3. La primera ocasión la hallé el año pasado,
cuando Julia Labrador me habló del evento que tendría lugar para presentar el libro Entre dos oscuridades, el relámpago,
coordinado por Alejandro Sanz, a quien conocí entonces. También me
reencontré, en aquel junio de 2014, con Miguel Losada. Este año, me ha
acompañado el poeta Fernando Antequera. Entre el notable público
asistente se encontraba el encantador Antonio Miguel Carmona, político
del PSOE que ha sido candidato a la alcaldía de Madrid en las últimas
elecciones municipales. Carmona es el único político, hasta la fecha,
que ha demostrado un interés fehaciente por comprar la casa de Vicente
Aleixandre, que se halla en un triste estado de abandono. Entre sus
propuestas está la de convertir Velintonia 3 en la Casa de la Poesía.
Madrid necesita la poesía y la poesía
necesita esta casa en la que los fantasmas de los grandes escritores y
artistas de varias generaciones todavía pasean sus sombras evanescentes
por el jardín, por los anchos pasillos, por la puerta verde en la que un
día podía encontrarse la sonrisa sincera de Vicente Aleixandre, que fue
anoche nuestro invisible anfitrión.
Publicado en Literatura, Poesía, Presentaciones
Etiquetado Alejandro Sanz, Antonio Miguel Carmona, Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, Cultura, Epistolario, Espasa, Generación del 27, Jesucristo Riquelme, José Sacristán, Luis Eduardo Aute, Madrid, Miguel Hernández, Miguel Losada, Vicente Aleixandre
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