Sinopsis:
Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com
jueves, 10 de diciembre de 2009
Me llamo barro aunque Miguel me llame...
Me llamo barro aunque Miguel me llame
por Vicente A. Serrano
JUEVES 10 DE DICIEMBRE DE 2009 A LAS 11:07 HORAS
Opinión > Cultura
"Me llamo barro aunque Miguel me llame", este verso, arrancado del inicio al poema 15 de El rayo que no cesa, dibuja con claridad los patéticos perfiles del poeta Miguel Hernández. En aquel libro, publicado por primera vez en 1936, y recuperado más tarde por la popular colección Austral en 1949, alcanzamos a descubrir, muchos de nosotros, la contundente belleza de la poesía. Tengo entrañables amigos que, como yo, aún recitan de memoria una gran parte de aquellos veintisiete sonetos endecasílabos que inflamaron de fuerza nuestra juventud. Amigos que se siguen emocionando con la elegía a Ramón Sijé cada vez que a nuestro alrededor alguien muere “...como del rayo". Uno de aquellos amigos entrañables, incluso logró conquistar a su novia enviándole versos robados al poeta de Orihuela: “Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos. / Se descubrieron mudos entre las dos miradas".
Una tragedia para no olvidar
La desolada muerte de Miguel Hernández fue uno de los crímenes más horribles y crueles del franquismo. Su trágica trayectoria vital debería ser recordada como el símbolo contundente de nuestra dramática historia reciente. Al hombre que desde el primer momento luchó con toda su honradez por la libertad y por la justicia, lo dejaron literalmente pudrirse en una mísera prisión, comido por la tuberculosis. Denunciado por sus enemigos, fue detenido al final de la guerra y en la “paz victoriosa" no hubo perdón posible para él, ni siquiera la supuestamente misericordiosa iglesia católica intercedió por su redención. Después, algunos poetas y escritores de su generación –la del 36– tratarían de justificarse afirmando que fue una tragedia inevitable. Como desagravio rápidamente se empeñaron en reeditar algunos de sus poemas –por supuesto los menos comprometidos– fue así como muchos de nosotros que vivíamos protegidos, pero ciegos, con un velo de falsedad e hipocresía a nuestro alrededor, pudimos descubrir a un gran poeta que desde un arranque popular imprimía a sus elaborados versos la fuerza y la contundencia que infiere el espléndido manejo de la palabra...
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