RAMÓN SIJÉ- MIGUEL HERNÁNDEZ: UNA RELACIÓN MITIFICADA
Por Eutimio Martín
Universidad de Provenza
A Ramón Pérez Álvarez que tan generosamente me ha abierto su archivo.
Biógrafos y exégetas de Miguel Hernández han insistido tanto sobre la importancia de su relación con Ramón Sijé, han acentuado hasta tal punto la influencia del segundo sobre el primero que se impone en la bibliografía hernandiana un detenido examen de tamaño ascendiente. Es tarea ésta tanto más ineludible cuanto que sin Ramón Sijé -según sus panegiristas- Miguel Hernández no figuraría en los manuales de literatura.
Paradigmática es, a este respecto, la opinión de Vicente Ramos para quien Sijé «hombre de excepcional talento, clarísima y rápida intuición, fabulosa asimilación y asombrosa capacidad intelectual»1 fue «el verdadero revelador de la gigantesca personalidad poética de Miguel Hernández, y no sólo descubridor, sino su guía, su Virgilio, su hermano espiritual»2.
En una palabra: Miguel Hernández ha de ir arropado por Ramón Sijé, como hechura suya que es. Ahora bien, el análisis de los escritos, públicos y privados, de uno y otro más bien nos inducen a opinar lo contrario: sin Miguel Hernández, Ramón Sijé no perviviría hoy más que en el nomenclátor callejero de la ciudad de Orihuela. Si Virgilio hubiera sido efectivamente Sijé para Hernández, si éste último hubiera aceptado a ciegas su guía, hubiera quedado para siempre extraviado en la selva oscura de la más ramplona mediocridad literaria. Porque, lejos de revelarle su «gigantesca personalidad», el presunto Virgilio le había fijado como meta literaria e ideológica asegurar el relevo de Gabriel y Galán. E intelectualmente lo tenía predestinado a la mísera condición de acólito de una permanente ceremonia de la teocracia en la que él, Ramón Sijé, oficiaba de Sumo Sacerdote.
La hagiografía de Ramón Sijé
El relato de las hazañas intelectuales de Ramón Sijé comienza en la niñez cuando, a los 12 años, gana un certamen literario a escala nacional. La leyenda ha llegado hasta estos mismos días en que conmemoramos el cincuentenario de la muerte del poeta. En el catálogo de la exposición «Miguel Hernández, poeta», que acompaña a la celebración del I Congreso Internacional cuyas actas tiene el lector en sus manos, leemos (págs. 59-60):
En marzo de 1926 -contando con sólo 12 años de edad— consigue José Marín un premio por su artículo «España, la de las gestas heroicas», que aparece publicado en el número 41 de la revista madrileña Héroes, convocante de este concurso literario en homenaje a los aviadores participantes en la hazaña del «Plus Ultra». Esta precoz activida literaria (...).
En efecto, firmado por Pepito Marín Gutiérrez, acompañado de su foto y con la mención «doce años» aparece en la citada revista el artículo mencionado. Pero este trabajo no suponía precocidad ninguna porque se trataba de un concurso en el que, según rezaban sus bases, solamente podían participar «los niños españoles e hispanoamericanos menores de dieciséis años». El envío del retrato formaba parte de los requisitos exigidos para la admisión de originales. El niño Pepito Marín mereció los honores de la cláusula 7.a: «La Redacción seleccionará los trabajos que reciba e irá publicando los que crea dignos de ello, con los retratos de sus autores». Quizá se hubiera llevado el premio pero lo cierto fue que no hubo fallo, probablemente por falta de candidatos (solamente otro niño de 12 años -otro Pepito- aparece como concursante en el n.e 42 del 30 de abril. A partir del n.Q 43 ya no se habla más del concurso de marras y ni siquiera se publica el cupón para participar en él).
Bajo el signo de la precocidad se nos presenta igualmente su carrera universitaria. Manuel Molina -por no citar más que a uno de los más facundos cronistas hernandianos escribe: «A los diecinueve años era ya abogado»3. No es lo que consta en el expediente académico del alumno de la Facultad de Murcia José Marín Gutiérrez: terminó la carrera en enero de 1935, el mismo año de su muerte. La muerte brutalmente súbita del joven Sijé, recién cumplidos los 22 años, provocó un caudal irrestañable -aún hoy día-de delirio laudatorio que más tiene que ver con la mística que con la crítica literaria. Su amiga, la futura Académica de la Lengua, Carmen Conde, lamentó una pérdida literaria que equiparó a la de Gabriel Miró: «Gabriel Miró se ha muerto otra vez». Carmen Conde tampoco se paraba en barras a la hora de ensalzar las cualidades humanas del amigo difunto y tras proyectar sobre él la imagen del mismo Jesucristo
Al pie de Jesús, sólo, en su monte de los Olivos de Orihuela, Ramón Sijé aprendió cosas sublimes,
le atribuía un interlocutor que no suele estar al alcance del escritor medio: el Espíritu Santo:
(...) con una mirada de locura sostenida, impávida que era su denuncia ante el Espíritu Santo4.
Aún en 1987 el catedrático Jesús Alda Tesan vuelve a traer a colación, a propósito de Ramón Sijé, a Cristo redentor extrañándose de que en la muerte de su amigo «no tembló la tierra ni se produjo ningún fenómeno catastrófico»5.
Hasta 1973 los escritos de Ramón Sijé no fueron conocidos más que por un estrecho círculo de allegados, paisanos suyos. En este año el Instituto de Estudios Alicantinos publicó el ensayo, hasta entonces inédito, La decadencia de la flauta o el reinado de los fantasmas, y el Ayuntamiento de Orihuela la edición facsímil de la revista El gallo crisis a cargo de José Muñoz Garrigós. El profesor Muñoz Garrigós editó también -en 1987- una recopilación del resto de la obra, dispersa en periódicos y revistas, la mayoría locales o regionales. Entretanto, en 1985, José A. Sáez Fernández publicaba una colección crítica de Textos sobre Ramón Sijé6.
Cabe preguntarse cómo se ha tardado tanto en poner al alcance del lector medio el corpus textual y la crítica suscitada por un autor que goza de una consideración tan insólita. Recuérdese que el propio Miguel Hernández inició las primeras gestiones para editar la obra de su amigo inmediatamente después de su fallecimiento. Valedores -y de talla- no le faltaban. En el seno de la todopoderosa Iglesia Católica de la época franquista, el entonces obispo de León y capitoste del Régimen, Luis Almarcha escribió al abogado oriolano Antonio García-Molina la siguiente carta fechada en León, 14 de febrero de 1961:
Muy estimado amigo: la revisión-de la obra de Sijé produce la impresión esperada. Victoriano Crémer, uno de los mejores poetas actuales ha publicado en radio León las adjuntas cuartillas. El chantre de la catedral, Luis López Santos, director del Instituto de C.M. y Director del Centro de Estudios e Investigaciones San Isidoro me acaba de dar su buena impresión y cree que debe publicarse. Hace falta un ajustamiento de la copia con el original pues hay errores de copia. Veré de conseguir un estudio muy necesario por marcar esta obra un momento muy interesante de la literatura española. Conviene reunir todo el material publicado e inédito de Sijé. Decidme vuestras impresiones y propósitos a fin de concordar con este grupo de literatos la colaboración que convenga.
Ignoramos por qué razones hubo que esperar aún 12 años para que el proyecto comenzara a llevarse a cabo. Lo importante es que hoy estamos ya en condiciones de emitir un juicio pertinente sobre la obra del infortunado oriolano para poder hablar, con conocimiento de causa, de su impacto sobre Miguel Hernández. Por mi parte, tengo que agradecer, además, a Ramón Pérez Álvarez el acceso a la documentación que obra en el archivo Ramón Sijé, en posesión de José Torres López, su cuñado y albacea literario.
El problema de fondo ideológico
Vicente Ramos y José Garrigós han utilizado también el archivo Torres López y conocen, obviamente, todos sus documentos. Ni uno ni otro admiten que Sijé profesara ideas ultraconservadoras. Vicente Ramos afirma no haber «encontrado ningún texto de Ramón Sijé, que pruebe la más leve inclinación en favor de las teorías fascistas» (pág. 76); muy al contrario: «siempre mantuvo una postura democrática» (pág. 75). Refuerza Muñoz Garrigós la posición de V. Ramos arremetiendo contra los que no comparten su veredicto: «algunos de los que han creído haber descubierto la clave de la ideología de Sijé han cometido los errores más abultados, y han dicho las sinrazones más sorprendentes y menos justificadas» ya que «existen discrepancias entre su propuesta [de Sijé] y las que mantenían Giménez Caballero y Ramiro Ledesma» (pág. 76)7.
Pasemos por alto la endeblez de tal argumento: por esa misma regla de tres habría que eximir a Ramiro Ledesma o a José Antonio Primo de Rivera de toda etiqueta fascista dada la feroz enemistad personal y política que mediaba entre ambos. Los tiros del profesor Muñoz. Garrigós van contra sus colegas Cecilio Alonso y Agustín Sánchez Vidal. Al primero le bastó la lectura de los seis números de El Gallo Crisis para poner de relieve un «fascismo inconsciente» por parte de Sijé. Sánchez Vidal abuda en el mismo sentido cuando lo sitúa «en los aledaños del fascismo»8. Es para preguntarse si quienes sostienen tesis tan opuestas han leído los mismos textos.
Nuestra intención con el presente trabajo es reforzar la tesis de los profesores Alonso y Sánchez Vidal, añadiendo a lo ya dicho por ellos que Ramón Sijé no se contentó con ser un filofascista teórico sino que fue fascista militante, camarada reconocido de Ernesto Giménez Caballero. Y, lo que a nosotros más nos importa, que, aprovechándose de su ascendiente socio-editorial sobre Miguel Hernández y en condiciones éste último de mínima resistencia por las circunstancias de crisis personal que atravesaba, le contagió su ideología ultraconservadora. Cuando Miguel Hernández se apercibió de que por la vía del nacional-catolicismo se negaba a sí mismo, como hombre y como escritor, rompió para siempre con amigo de tan nefasta compañía. En realidad, nada les unía salvo una misma conciencia de la propia valía intelectual y una férrea determinación a conseguir el estatus social de escritores a que sus capacidades literarias les hacía acreedores.
Una situación desesperada
En carta del 30 de mayo de 1933, desde Orihuela, Hernández le hace una sorprendente confesión a Federico García Lorca: «Soy, sin ser nada, comunista y fascista». El confusionismo ideológico en que se debate viene agravado por una desesperante impotencia cultural: «No puedo leer por no tener libros, escribir por no leer». García Lorca establecería, sin duda, una relación de causa a efecto entre esta carta y la recibida mes y medio antes, el 10 de abril, también desde Orihuela: «en mi casa soy el cristo de los cinco sampedros: me niegan la mitad del pan; me niegan, padre y madre y tres hijos, como hijo de aquéllos, como hermano de éstos; les avergüenza el que haga versos (...) le \ escribo esto desesperado, desesperado».
La desesperación, en realidad, ha hecho presa en él desde la vuelta, con las orejas gachas, de su primer viaje a Madrid, el 19 de mayo de 1932. Durante el verano de este año 1932 sale lo menos posible a la calle. Apenas le ven los Fenoll en la tahona. Hasta Sijé tiene que ir al huerto de donde se empeña en no salir. Y cuando su amigo Pepito se ausenta de Orihuela en el mes de agosto para asistir a un campamento universitario, Miguel le comunica su profundo desaliento:
Querido Sijé poeta: te escribo en donde he recibido tu carta al mediodía: en nuestro huertecillo (...) Como casi siempre estoy melancólico. Como casi siempre: solo. (...) No he salido de mi huerto desde que te fuiste. No he visto un periódico. Me avergüenza ir por Orihuela con mi vieja y señera y vieja indumentaria.
La carta está escrita en renglones ondulados que obligan a los ojos del lector a seguir un movimiento de ola. No puede ser accidental este curioso trazado. ¿Quiere significar con ello que envía un verdadero mensaje de náufrago? ¿Le recuerda sus apremiantes deseos de evadirse de Orihuela solicitando el cumplimiento del servicio militar en la marina?
Sijé, en todo caso, debió de sentirse doblemente halagado: por el vacío que causaba su ausencia y por el título de poeta que le otorgaba, con evidente generosidad, su desmoralizado amigo. Esta concesión, a todas luces injustificadas, traslucía un mal disimulado oportunismo. Miguel halagaba sin recato a quien, desde su regreso a Orihuela, se había convertido en su agente literario. Sin su emprendedor amigo -bien relacionado-Miguel estaba condenado a contentarse con publicar en la prensa provinciana. Pero esta etapa ya la ha dado por definitivamente clausurada. Ahora lo que le interesa es alcanzar una audiencia nacional e integrarse en la nómina de poetas españoles de la manera más eficaz: publicando un libro. Y sin los buenos oficios de Ramón Sijé este objetivo está fuera de su alcance. Sijé ha comenzado de hecho a desempeñar este cometido con tanto interés como eficacia. El 10 de julio de 1932 «el periódico La Verdad de Murcia insertaba la siguiente gacetilla:
UNA GRATA VISITA
El otro día estuvo en nuestra redacción el poeta oriolano Miguel Hernández. Es muy joven: los años de su niñez los pasó cuidando cabras; hace muy bellos versos y quiere ser marino «para cantar al mar».
Le acompañó en su silencio de breñal el culto escritor Ramón Sijé, también oriolano y joven, que nos contó la vida interesante del poeta y nos dio un recital de sus versos. Una visita de grato recuerdo.
En la misma página nos enteramos de la razón de la visita:
La revista Sudeste (...) nos anuncia la inmediata edición (...) de una recopilación de poesías del joven poeta oriolano Miguel Hernández.
No podía pasar desapercibido al lector de La Verdad el extraño dúo que forman los dos oriolanos: uno no abre la boca y el otro habla por los dos. Miguel Hernández, atrincherado «en su silencio de breñal», ni siquiera recita sus propios versos. Diríase un explorador, Ramón Síjé, presentando en la redacción de un periódico al abominable hombre de las nieves que ha descubierto con un cuaderno de versos bajo el brazo. ¿Timidez o comedia, por parte del poeta? Porque Hernández -mucho menos ingenuo de lo que se nos quiere hacer creer- no desdeñará para el logro de sus ambiciones literarias sacar a relucir, cuando lo considere propagandísticamente provechoso, una condición de pastor de la que huye precisamente.
Perito en lunas no salió de las prensas de La Verdad (donde se tiraba también Sudeste y su colección de poesía) hasta enero de 1933 porque periódico e imprenta fueron clausurados por la censura desde el 10 de agosto hasta el 7 de octubre como consecuencia de la sanjurjada. Cuando reapareció acusó al gobierno de abuso de poder y clamó su inocencia en un amplio editorial exculpatorio. Ignoramos si las sospechas gubernamentales de apoyo al fallido pronunciamiento de Sanjurjo estaban fundadas o no. Lo cierto era que el periódico de Murcia, como El Pueblo de Orihuela donde Miguel se estrenó como poeta, era órgano de los Sindicatos Católicos. Pero La Verdad no disimulaba una tendencia antisemita y profascista9 que no debía incomodar mayormente a Ramón Sijé. Por fuerza tenía que desteñir sobre el autor de Perito en lunas la ideología totalitaria de sus padrinos literarios. Más aún, su desamparo afectivo y el desvalimiento económico le inducirán a pedir al canónigo Luis Almarcha, sin resultado, una recomendación, el 10 de octubre de 1932, para ponerse al servicio de Gil Robles ingresando en la escuela de periodismo de El Debate.
La militancia fascista de Ramón Sijé
Hay que reconocerle a Ramón Sijé innegables dotes de niño prodigio en su precocidad fascista de signo católico. Junto con Giménez Caballero se merece el título de pionero del nacional-catolicismo o teocratismo, el único fascismo viable en España, como se demostró a su tiempo. Precisamente la amistad o relación Sijé-Hemández nace con la primera andadura netamente totalitaria de Sijé: el periódico Voluntad. ¿Cuándo y cómo se conocieron? En un manuscrito inédito el propio Ramón Sijé contesta a esta pregunta:
¿Cuándo conocí a Miguel Hernández? Primero un vago recuerdo, luego una fecha cierta, más tarde una franca amistad.
1 °) Un vago recuerdo: tiempos borrosos del colegio.
2.º] Una fecha cierta: «Voluntad», el pastor poeta. ¡Tengo quince años y soy redactor-jefe (...)!
3.º] Una franca amistad: «Destellos» (...) El poeta viene a mi casa. Intercambio de lecturas y conversaciones10.
El nº 1 del periódico Voluntad lleva la fecha 15 de marzo de 1930. Ramón Sijé falleció el 24 de diciembre de 1935. La relación entre ambos, por consiguiente, no cumplió los seis años. Miguel Hernández redondea excesivamente la cifra cuando en enero de 1936 le habla a Juan Guerrero Ruiz de la muerte de su «hermano hace diez años». El impacto emocional del trágico suceso le lleva a desorbitar tanto la duración de la relación como su intensidad afectiva. Nadie mejor que el propio Juan Guerrero Ruiz sabía que la amistad entre Hernández y Sijé tenía muy poco de fraterna ya que mal puede calificarse de fraterna una amistad en la que no se comparte la misma actitud vital ni la misma ética. Es lo que ocurría desde junio de 1935 en que Miguel declara tajantemente * al Cónsul General de la poesía:
(...) ni tengo nada que ver con la política católica y dañina de Cruz y Raya, ni mucho menos con la excerbada y triste revista de nuestro amigo Sijé.
En el último número aparecido recientemente de El Gallo Crisis sale un poema mío escrito hace seis o siete meses: todo en él me suena extraño. Estoy harto y arrepentido de haber hecho cosas al servicio de Dios y de la tontería católica (...) estaba mintiendo a mi voz y a mi naturaleza terrena hasta más no poder, estaba traicionándome y suicidándome tristemente11.
¿Sobre qué bases podía cimentarse el menor asomo de auténtica amistad? Jesús Poveda concluye en buena lógica el testimonio de su amistad con Sijé: «Yo era y soy de izquierdas, y él lo fue de derechas, muy católico, apostólico y romano. (...) Cuando Sijé muere, finalizando el año 35, yo estaba ya bastante distanciado de él, al extremo de que a veces nos saludábamos en la calle y a veces no. A Miguel le pasó lo mismo» (subrayado por nosotros)12.
Voluntad fue una publicación quincenal de la que probablemente no aparecieron más que doce números (el duodécimo y último que hemos podido consultar lleva la fecha de 31 de agosto de 1930). La cabecera muestra ya en el propio título una agresividad sospechosa: los caracteres góticos de Voluntad adoptan en la L y la T la forma de sendas espadas. Para esta empresa, de indudable signo bélico, su joven capitán, el redactor-jefe José Marín (aunque no tenga 15 años -como él dice- sino 16 bien cumplidos) adopta, como nombre de batalla el anagrama Ramón Sijé. El hallazgo de «Sijé» (alma, en griego) dentro de su propia identidad civil le produce tal satisfacción (su nombre parece abocado a ser alma de toda empresa) que eleva el seudónimo a la categoría de heterónimo: el propio Miguel Hernández debe escribirle no a nombre de José Marín sino de Ramón Sijé, aunque con ello dificulte el cartero su cometido.
José Marín se fundirá en su anagrama (la lápida de su tumba reza escuetamente: SIJÉ) y no admitirá jamás en actividad alguna de equipo ningún papel secundario. Ramón Sijé se considerará siempre un jefe nato y obrará en consecuencia. Voluntad será el primer banco de prueba de su vocación de mando.
No se ha matriculado aún en la universidad (cursará primer año de derecho a partir de octubre de 1930) y ya se erige en líder de la juventud seria («ajena a juegos e insensateces») de Orihuela para prepararla «a la vida pública». El editorial del n.s 1 (firmado La Redacción pero escrito por su redactor-jefe) hace alarde de «VOLUNTAD tenaz e inquebrantable» para jutificar el título. Y, obviamente, no es de derechas ni de izquierdas: políticamente «no pertenecemos a bando alguno».
Nunca la extrema derecha consideró (la siempre derecha, tampoco) que hacer política ultraderechista sea hacer política: los fascistas «hacen patria». Su único programa: la violencia contrarrevolucionaria. Ante la agitación universitaria de finales del curso 1929-30, Ramón Sijé (que, no lo olvidemos, no es universitario todavía) propugna la dialéctica de la estaca:
A la famosa Constitución del 12, al enumerar los derechos de los españoles (...) le faltó una cosa. ¿La adivináis? Pues el derecho a la estaca. (...) ¿Qué quieren los estudiantes? ¿Una España o un caos? (N.9 5, 15-V-1930).
Conviene no perder de vista que quien así saca el pecho mide 1'62, no llega a 50 kilos de peso y que los 74 cm. de perímetro torácico le van a librar de la mili.
O, quizá por eso. ¿Hasta qué punto no pretendía con su exhibicionismo intelectual compensar la endeblez de un cuerpo canijo afectado de macrocefalia. En este descabala-miento fisiológico precisamente va a encontrar la justificación de su propia genialidad. A propósito de Gabriel Miró, escribe:
(...) estaba enfermo, gravemente enfermo de genialidad. Y el genio, -como ha dicho Gustavo Pittaluga- es consecuencia de la suma de determinados «defectos bioquímicos». El genio nace de un desequilibrio (...) de una facultad predominante y de otras facultades defectuosas (...) «el poder creador» es hijo de una falta, de una pérdida de factores fisiológicos, llamados por los biólogos «factores epistáticos»13.
«Voluntad no se define» remacha el editorial del 30-IV-1930. Y añade que su objetivo no es otro que preparar a «la juventud que va a entrar de lleno en la vida de Orihuela» para conseguir una «Orihuela nueva, feliz, sana». Aunque, eso sí, se puntualiza el 30-V-1930, «tenemos muchas ideas cristianas cimentadas en una educación sin límites. Escrita por y para «quienes vamos a ser el porvenir de España» (15-V-1930) no disimula Sijé su pretensión de erigirse en unificador de las derechas oriolanas:
LAS «FUTURAS» DERECHAS ORIOLANAS
Las derechas oriolanas no se han formado, están por formarse (...) No basta ser derechista, ser buen católico. (...) Católicos, gracias a Dios, hay en Orihuela. Derechas, no. (30-V-1930).
Y ¿bajo qué bandera propone Voluntad que deben unirse las derechas oriolanas? Bajo la albiñanista. En este mismo artículo Voluntad propone que cuando José María Albiñana venga a Orihuela, las derechas oriolanas tengan la valentía de «salir a la calle, proclamarse derechista y luego acompañar al derechista más derechista español». Porque, concluye sin apelación posible: «o eres de las derechas o de la acera de enfrente».
El médico valenciano acababa de fundar, en abril de 1930, el Partido Nacionalista
Español. Sus huestes se denominaban «legionarios de España» (sus primeros adeptos
fueron excombatientes del Tercio Extranjero) y en el manifiesto programa del PNE se
definían como «el voluntariado ciudadano con intervención directa, fulminante y expeditiva en todo acto atentatorio o despreciativo de la patria». Ramiro Ledesma Ramos, perito en la materia, calificó al albiñanismo de «gesticulación reaccionaria, al servicio descarado de la aristocracia terrateniente y de los núcleos más regresivos del país». Y únicamente lo considera digno de «figurar en una historia del pintoresquismo político y picaresco de entonces»14. La mayoría de sus adeptos tiñeron de un azul menos celeste el uniforme paramilitar, guardaron la corbata negra y el saludo a la romana, cambiaron la cruz de Santiago por el yugo y las flechas y se pasaron a Falange Española cuando ésta se fundó, el 29 de octubre de 1933.
Miguel Hernández no contribuyó con su colaboración poética en Voluntad a la difusión del albiñanismo sino simplemente del «oriolanismo», es decir, del provincianismo más grotesco. No podía permitirse el lujo de despreciar ninguna plataforma y menos la que le brindaba Voluntad cuyos hilos movía el sacerdote Luis Almarcha, es decir, los inevitables Sindicatos Católicos.
Otro de los prohombres de Orihuela, José María Ballesteros le consagró al «pastor-poeta» toda una página que no debió producir excesivo entusiasmo en el interesado por cuanto que se le asignaba in aeternum la aborrecida condición de pastor: «El pastor poeta oriolano, es un pastor de cabras; nació pastor, continúa siendo pastor y morirá tal vez pasturando su rebaño».
Para huir precisamente de este determinismo estamental colaboraba Miguel Hernández en las páginas del periódico con la firme intención de abandonar un día el estatuto de pastor-poeta por el de poeta, a secas.
Ramón Sijé y Ernesto Giménez Caballero
El doctor Albiflana era, políticamente, un cantamañanas. No así Ernesto Giménez Caballero cuya impenitente logorrea no ha sido obstáculo para que los más prestigiosos historiadores de la Falange vean en él al promotor del fascismo en España. Para Herbert R. Southworth, «sabía lo que era el fascismo y en sus obras consiguió una de las más claras exposiciones de esta doctrina»15.
Giménez Caballero y Sijé se conocieron haciendo Derecho, ambos por libre, en la Universidad de Murcia. Sijé, desde Orihuela, estaba mejor informado y le ponía al corriente a su condiscípulo enviándole a Madrid textos y apuntes. Fue el origen de una amistad de cuyo alcance e implicaciones políticas podemos juzgar a través de la correspondencia dirigida por el «Robinson Literario» a su compañero de Orihuela.
Son doce las cartas que se conservan en el archivo de José Torres López y abarcan desde enero de 1932 a septiembre de 1935. Como Sijé murió tres meses más tarde podemos afirmar, ya de entrada, que las relaciones no se interrumpieron nunca.
Ya en la segunda carta (7 de junio de 1932) «Gecé» habla de la aparición inminente de su Genio de España «que causará -vaticina- si no me engaño, conmoción en la juventud nueva». Ramón Sijé debió de contestarle a vuelta de correo y sin escatimar íntimas confidencias por cuanto que de cinco días más tarde (12-VI-1932) fecha una nueva carta de Giménez Caballero en la que éste se solidariza con las inquietudes de su atormentado corresponsal y le recomienda, como terapéutica para su estado de angustia, la lectura de Genio de España. «Es un libro -especifica su autor- para ser predicado más que para ser leído». Era ésta una observación que no podía por menos de hacer mella en quien, como Sijé, no tenía bien definidos los límites entre política y religión. Cuando el 2 de octubre de 1932 Sijé presida la ceremonia de inauguración del busto a Miró en Orihuela (Giménez Caballero, invitado de honor, aprovechará la ocasión para predicar su fascismo militante) concluirá su alocución calificándola de «sermón triste». Posiblemente fuera un guiño de complicidad dirigido al apóstol azul. Era sin duda, la más lúcida definición de toda su obra.
En 1933 Ernesto Giménez Caballero se presenta a las elecciones legislativas por Murcia, dentro del bloque de las derechas patrocinado por Gil'Robles y Goicoechea. A través de Sijé (carta del 10-X-1933) pide la colaboración de sus amigos de Orihuela. Ignoramos en qué términos contestó Sijé, pero podemos deducir por la reacción del candidato que la proposición no fue acogida con hostilidad:
Madrid, 17 de octubre de 1933
Querido Sijé: ¡Qué carta sana, reconfortante, pura limpia, la suya. Así lo quiero, Sijé, encendido, ilusionado, exigente, intransitable. No tema, no tema nada por su amigo Ernesto. Le conoce poco si cree que eso de la diputación podrá ser su impurificación o bastardeamiento. (...) espero seguir en ese trozo de tierra viva de España lo que inicié en Orihuela una tarde de octubre del año pasado. Y si llego [a diputado] haré algo más que predicar.
La correspondencia concluye con una tarjeta fechada en setiembre (¿del 1 ? ¿del 9?) que dice así:
Querido Sijé: muchas gracias por su última carta que contestaré a viva voz cuando pronto vaya por ahí. Abrace a los amigos. Suyo: Giménez Caballero.
Ernesto Giménez Caballero dejó, pues, sembrada en Orihuela, en octubre de 1933 la simiente del fascismo y Ramón Sijé no se mostró indiferente a la labor proselitista de su compañero de clase. ¿Hasta dónde llegó concretamente su compromiso con la ideología totalitaria? Giménez Caballero siempre ha incluido a Ramón Sijé y a Miguel Hernández entre los fascistas oriolanos. Pero «Gecé» desbarra cuando afirma: «Miguel Hernández conmigo y Ramón Sijé y alguien más iniciamos un saludo de mano abierta ante el busto inaugural de Gabriel Miró»16. Si a Sijé o a Miguel se les hubiera ocurrido hacer el saludo romano ante el busto de Miró, Carmen Conde y su marido Antonio Oliver, allí presentes, ambos republicanos de izquierda, no les hubieran dirigido nunca más la palabra. (Precisamente Antonio Oliver desencadenó un alboroto que terminó momentáneamente en comisaría cuando interrumpió el discurso de Giménez Caballero tratándole de «embustero»). Fue, al contrario en ese acto cuando se consolidó entre murcianos y oriolanos una amistad que no desfallecería nunca por ninguna de las partes.
Ramón Sijé, de todos modos, tenía un concepto de su propia valía lo suficientemente elevado como para no ponerse a las órdenes de nadie. Y, menos aún, de un Giménez Caballero al que debía de envidiar en su fuero interno por cuanto que, desde la fundación de La Gaceta Literaria, en 1927, se había convertido en el personaje que más actividad desplegaba para ocupar el primer plano de la vanguardia política tras haber prácticamente dirigido, desde La Gaceta, la vanguardia literaria. El ansia de medro político-social era, en uno y otro, igualmente desaforada, pero, contrariamente a José Marín que pertenecía a la clásica familia burguesa del «quiero y no puedo», Giménez Caballero no conocía apuros económicos e incluso podía disponer personalmente de la imprenta familiar. Todo ello explica el tono de superioridad y condescendencia con que, desde las páginas del provinciano La Verdad trata Sijé a su supuesto amigo:
«Ernesto Giménez Caballero es un chulito; un mocito antieuropeo (...) un verbenero intelectual»17.
Pero existía una indudable confluencia ideológica. Porque ambos compartían un visceral antiliberalismo. El 30 de setiembre de 1932 desde la tribuna de la Universidad Popular de Cartagena, en la conferencia sobre Gabriel Miró a la que ya hemos aludido, sentencia:
«el sentido común es la virtud de los mediocres, la virtud de las democracias».
No hay oposición, como vemos, en el comportamiento de ambos compañeros de clase: hay competencia. Pocos días después de tratar al protofascista español de manera tan poco respetuosa, en las páginas del mismo periódico (1-1-1933) expresaba el siguiente concepto de la cultura: «la cultura es un haz [haz = fascio] que con función totalizadora tiende hacia la unidad o Dios». Era la lección que el discípulo respondón le daba al maestro. Del nacional-catolicismo predicado por Giménez Caballero a Sijé no le interesaba más que la dimensión teocrática. No tenía por qué desembocar en la satisfacción de las apetencias económico-imperialistas del autor de Genio de España. La satisfacción de las reivindicaciones del proletariado externo que abastecería la conquista de un imperio colonial le tenía a Sijé sin cuidado. Ramón Sijé padecía de paranoia teocrática. Su obsesión era hacer del cristianismo un istmo político. Para él, ni comunismo, ni socialismo, ni fascismo: Cristianismo. En apuntes, inéditos, para una presentación pública de Miguel Hernández, leemos.
El gran ejemplo de la historia hispánica: reconciliación del ESTADO con CRISTO I por lo que pudiéramos llamar ESTATIFICACIÓN DE CRISTO.
España es -en su época clásica- como la SANTÍSIMA VOLUNTAD DE CRISTO I HECHA NACIÓN, CRISTIANISMO. (Las mayúsculas son del original).
Ramón Sijé no se limitó a la especulació a la especulación política de signo totalitario. Excepcionalmente podía lanzarse a la arena política reforzando las filas del fascio español. Ello ocurrió, efectivamente, en fecha tan señalada como un lº de mayo. Ramón Pérez Alvarez, testigo del suceso, nos refiere:
El 1 de mayo de 1934, Ramón Sijé, acompañado del falangista Juan Bellod, secretario de El Gallo Crisis, se metieron en una manifestación obrera y comenzaron a repartir octavillas fascistas. Un camarero socialista se metió con Bellod echándole en cara su reciente militancia socialista. La situación se volvía amenazadora para los dos propagandistas. Yo, personalmente, me llevé de allí a Sijé para evitarle posibles riesgos.
Sijé era falangista militante. Me lo confirmó el propio Bellod a quien llegué a interrogar a este respecto.
«¿Te acuerdas, Juan -le dije- el lío que tuviste con «el Rízao» en la manifestación del 1 de mayo? ¿Recuerdas que Sijé iba contigo repartiendo un manifiesto, o algo así, de Falange?». «Me acuerdo perfectamente -me contestó Bellod-. Recuerdo que el manifiesto fue escrito por Sijé en mi despacho de la plaza de Santiago donde yo vivía. Allí estaba la dirección de El Gallo Crisis. Recuerdo aún una frase de Gonzalo de Berceo que Sijé coló en el texto.
Y concluye Ramón Pérez Alvarez:
Me recitó Bellod la frase de Berceo que siento ahora no poder repetirle porque la he olvidado18.
No fue Juan Bellod Salmerón el único amigo y admirador de Ramón Sijé en dar testimonio de su militancia fascista. Tomás López Galindo, miembro también de la redacción de El Gallo Xrisis, escribió en el periódico Acción con motivo del homenaje que este periódico rindió al oriolano, recién fallecido, el 30 de diciembre de 1935:
Aceptó [Ramón Sijé] sincera, auténtica y honradamente, las teorías del Estado totalitario.
Por lo que leemos en este número de Acción, la falange de Orihuela consideraba a Sijé como uno de los suyos. José María Olmos, bajo el título Un aspecto de Sijé lamenta que Sijé haya muerto sin poder ver «la nueva España» que él «ha visto porque lo ha pensado».
La muerte prematura de Sijé nos impide concluir en la confirmación o invalidación de la actitud teórica y prácticamente profascista de Ramón Sijé ya que el revelador, en el sentido fotográfico del término, de la verdadera personalidad política de cada uno fue la guerra civil y no sabremos nunca qué partido hubiera tomado tan complejo personaje a partir del 18 de julio.
No perdamos el tiempo en profecías y volvamos al grano planteándonos la pregunta que se impone:
¿Qué repercusión tuvo en Miguel Hernández la militancia fascista de Sijé?
En la biblioteca de un correligionario de Giménez Caballero hay un ejemplar dedi
cado por su autor en estos términos:
Para (...) en recuerdo de cuando en Orihuela nació el movimiento con nuestra semilla azul, con la semilla de Miguel Hernández, Ramón Sijé y otros camaradas y yo.
E.G.C., Semana Santa de 1972
Si las declaraciones públicas de Giménez Caballero merecen ser puestas en tela de juicio dada su manía de endosar la camisa azul a todo personaje que le sale al encuentro \ ianto más de actualidad, mejor), esta dedicatoria de carácter privado y a un testigo de la éooca no puede ser desechada, sin más. Máxime cuando viene seguida, en la portadilla del mismo libro, de otra a modo de rúbrica de la primera:
«Para (...) y la Orihuela donde Miguel Hernández y Ramón Sijé se ungieron de azul».
Miguel Hernández militó en las filas del fascismo español. Su mentor fue Ramón Sijé que le tenía asignado a perpetuidad el papel de poeta campesino del imperio. Para El Gallo Crisis escribía Sijé a Juan Guerrero «Miguel Hernández está desde luego conmigo» y añadía:
Precisamente publicaremos en el primer número una magnífica «Profecía sobre el campesino», tono civil, alta poesía imperial (...) Hernández debe ser nuestro primer -y único- poeta bucólico 19.
El auto sacramental Quien te ha visto..., es el máxime exponente del nacional-catolicismo sijeano, donde un haz de espigas y racimos eucarísticos reemplaza al yugo y las flechas falangistas. Y eso que la versión que ha llegado hasta nosotros ha sido amputada de excrecencias reconocidas como fascistas por su editor, José Bergamín quien declaraba en diciembre de 1969 a Marie Chevallier:
El catolicismo de Ramón Sijé, influenciado por Giménez Caballero, sufría inclinaciones filofascistas que llegaron hasta transparentarse en los escritos de Miguel Hernández. Fue una etapa breve muy inauténtica en él. Cuando me presentó en 1934 el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras tuve que hacer yo el «censurable censor» y hacerle quitar algunas tiradas por fascistas. Fue poco lo que tuvimos que suprimir, algunas tiradas, unos versos. Miguel lo aceptó sin dificultades20.
Pero Ramón Sijé fue más que mentor fascista de Miguel Hernández. Cuando escribía a García Lorca: «Soy, sin ser nada, comunista y fascista», se consideraba militante a sus órdenes. En dicha carta a Lorca le habla también del poema «Elegía a la novia-lunada» que acaba de escribir y que quiere ver publicado en El Sol. Pues bien, en el archivo de Ramón Sijé figura un texto de este poema, a máquina, pero en copia autorizada por la siguiente dedicatoria, de puño y letra de Miguel Hernández:
A mi jefe y amigo, Miguel.
Conclusión
La mente de Ramón Sijé estuvo más cerca de la Religión que de la Literatura o la Política. Del galimatías barroco de sus escritos se desprende (quizá sea lo único claro) un antiliberalismo a ultranza sobre el que asienta un teocratismo obsesivo.
Ramón Sijé era presa fácil del fascismo desde el momento en que, miembro de una familia burguesa en vías de proletarización, se consideraba un desclasado. Aquí reside la «profunda hermandad espiritual» con Miguel Hernández. Tantas ganas tenía uno de perder de vista la tienda de tejidos como el otro su rebaño de cabras. Ambos eran alumnos brillantes y consideraban que sus capacidades intelectuales les hacían acreedores a un estatus social más elevado. Pero Orihuela no ofrece más ocasión de medro que la vía eclesiástica. Y cuando la lucha política se hace inevitable, el nacional-catolicismo, los dos amigos se necesitaban mutuamente. Hernández no podía, sin Sijé, introducirse en el engranaje editorial católico, único posible en Orihuela. Sijé pensaba servirse del talento literario de Miguel para utilizar el necesario ingrediente poético de su ambicionado proyecto teocrático. Un pastor-poeta le suministraba el fermento irracional de la poesía y el nada despreciable argumento político del proletario recuperado.
Podrá objetarse, en pro de la sincera amistad, sin trastienda alguna de egoísmo, que unía a ambos oriolanos, la famosa elegía de Miguel Hernández a la muerte de su amigo, tan unánimemente apreciada por la crítica. No es este el espacio apropiado para disertar sobre la sinceridad en literatura. Contentémonos con señalar al lector que en el epígrafe que encabeza el poema, Hernández no ha escrito «Ramón Sijé, a quien tanto quería» sino «Ramón Sijé, con quien tanto quería». Es decir: «con quien tantas cosas quería».
Nada les unía tanto como una misma ambición de triunfo literario, y, por ende, social. El astuto Bergamín no se explicaba qué podía unirles: «Parece increíble porque no hay entre los dos la menor analogía» -confesó el director de Cruz y Raya a Jesús Manuel Alda Tesan21. No era el único en hacer pública su extrañeza ante una amistad entre dos seres tan dispares. Jesús Poveda, que conocía muy bien a ambos, escribe:
Eran dos polos muy opuestos. Uno era como un soñador de un Renacimiento Cristiano, apologético y con visiones celestiales de una España que tenía que regresar a su pasado histórico; rebuscador de frases hechas (...) Miguel Hernández, en cambio, era como un pedazo de la tierra de España, como un surco de su huerta: naturaleza viva todo él, todo su mundo, toda su gente. Este forcejeo ideático entre estos dos amigos llegó hasta donde tenía que llegar: hasta el establecimiento definitivo de Miguel en Madrid, respirando otros aires, otras ideas. (...) La amistad de Miguel con Sijé sólo duró cinco años: de 1930 a 193522.
La muerte prematura de su «agente literario» dejó al descubierto una deuda que Miguel Hernández intentó pagar del modo más justo: intentando a su vez publicarle, aunque fuera a título postumo, todo o lo esencial de su obra. No pudo y sólo quedó indeleble la huella de la verdadera motivación de aquella desparejada amistad: «Ramón Sijé, con quien tanto quería».
Mucho ambicionaron ambos, en efecto. Miguel Hernández consiguió su propósito y hoy lo celebramos como un clásico de la Literatura. Ramón Sijé perdió su vida en el intento pero Miguel hizo que no se perdiera su nombre en el olvido.
NOTAS
1 ] Vicente Ramos: Miguel Hernández. Madrid, Gredos, 1973; pág. 43.
2] V. Ramos en «Ramón Sijé y Miguel Hernández, tándem de amistad y poesía» En La Estafeta literaria, n.º 356,5-Xl-1966;pág. 14.
3] M. Molina: «Llegada de Ramón Sijé». En Primera Página de Alicante, 31-VTII-1968.
4] C. Conde: «Al adolescente de Orihuela». En Textos sobre Ramón Sijé (Ed. de José A. Sáenz Fernández) Almería, 1985; págs. 87-89.
5] En Ramón Sijé: luces y sombras. Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, 1987; pág. 30.
6] Cf. supra, nota 4.
7] Citamos de: Vicente Ramos: Miguel Hernández (Cf. nota 1) y José Muñoz Garrigós: Vida y obra de Ramón Sijé. Universidad de Murcia/Caja Rural Central de Orihuela, 1987.
8] En A. Sánchez Vidal: Introducción a Poesías Completas. Madrid, Aguilar, 1979; pág. LV. C. Alonso: «Fascismo, catolicismo y romanticismo en la obra de Ramón Sijé». En Camp de i Arpa, mayo 1974.
Recogido por J.A. Sáez Fernández (op. cit) por donde citamos.
9] Valgan los dos ejemplos siguientes: la entusiasta reseña de la traducción en español de Los Protocolos de los sabios de Sión (3-VII-1932) y la apología del fascismo en el artículo «Diez años de fascismo» (14-XII-1932).
10] Archivo de Ramón Sijé. (Cortesía de R. Pérez Álvarez).
11] Cf. O.C.: T. III; págs. 2344-2345.
12] J. Poveda: «Amistad con Ramón Sijé». En Batarro, n.° 2, enero-abril 1990; pág. 22.
13] R. Sijé: «Oleza, pasional Natividad estética de Gabriel Miró». Ed. de J.A. Sanz Fernández. Cuadernos de Batarro, n.q 1, 1990; pág. 13.
14] R. Ledesma Ramos: Escritos políticos. Madrid, 1988; pág. 55.
15] H.R. Southworth: Antifalange. París, Ruedo Ibérico, 1967; pág. 63.
16] E.G. Caballero: Memorias de un dictador. Barcelona, Planeta, 1979; pág. 62.
17] La Verdad de Murcia (18-XII-1932).
18] Testimonio oral de R. Pérez Álvarez.
19] Cf. facsímil en Ramón Sijé: luces y sombras (op. cit.; págs. 33-34).
20] M. Chevallier: Tesis doctoral en L'homme, ses oeuvres et son destín dans la poésie de Miguel Hernández. Tesis doctoral en francés. Lille, 1973; pág. XXVII, n.f.
21] J.M. Alda Tesan en Introducción a Vida y obra de Ramón Sijé (op. cit., pág. 9).
22] J.Poveda: Vida, pasión y muerte de un poeta: Miguel Hernández. México, ediciones Oasis, 1975; págs. 38-3
Como el rayo (Alicante,2006)
Texto de Eutmio Martín
NOTA: Publicado con autorización del autor.
(El texto se publicó en Miguel Hernández, cincuenta años después. Actas del I Congreso Internacional. Comisión homenaje a Miguel Hernández, Alicante/Elche/Orihuela/1992).