Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

lunes, 25 de enero de 2010

El soneto "El Nazareno". ¿Realidad o ficción?.-


El soneto El Nazareno. ¿Realidad o ficción?.-

Por Manuel-Roberto Leonís Ruiz

Anoche viví entre la convulsión y la pasión de mi corazón la caudalosa, nutrida, ardentísima, procesión de la Hermandad del Silencio con su excelso paso del Stmo. Cristo del Consuelo(esculpido por José Puchol en 1795) entre sombras, penumbras y rayos de luz de dos filas de fanales que colgaban de las manos de los cofrades, iban con sus vestiduras marrones fraileñas, de vez en cuando barría el silencio un golpe seco de timbal o el tétrico y grave sonido de una bocina. Qué tiene eso de peculiar -se preguntará el lector - un hecho que tiene lugar con periodicidad anual. Lo voy a aclarar: Ante quienes estábamos expectantes y sobrecogidos por tal solemnidad, nos sorprendió enormemente ver que un nazareno descalzo que cargaba una cruz, salió del caudal procesional de penitentes hábitos capuchinos que transcurre entre sombras y etéreos y asustadizos destellos, rompió nuestra fila y apoyó –con mucho cuidado- el denso madero sobre la pared, todos quedamos absortos mirándole, esperando averiguar por qué había hecho algo tan inusitado y excepcional, acto seguido, sacó de su bolsillo interior un cuaderno y un lápiz y estuvo un corto espacio de tiempo escribiendo –durante el cual- el resto que ocupaba mi fila volvió a mirar la procesión, mas yo, no pude resistir la atracción que sentía por aquel nazareno y lo que estaba haciendo, cuando dejó de escribir rasgó la hoja y la dejó caer, caía muy lentamente con un pequeño balanceo..., –como si fuese una diminuta pluma de ave- cuando acabó su caída -en ese mismo instante- como tres voces unísonas y disonantes, partieron el silencio: un golpe seco del timbal, el sonido grave de la bocina, y el chispazo extrañísimo que produjo la hoja cuando tocó el suelo. El enigmático nazareno con sus grandes manos tomó su cruz y se encaminó hacia un escaparate penetrándolo sin romperlo y allí desapareció. Yo asombrado -inclusive vacilante- prendí intrepidez suficiente para ir a recogerlo y lo arrebujé en el bolsillo.

Esta mañana he despertado con un fuerte sobrecogimiento en mi costado izquierdo, he cogido el espray y bajo la lengua por dos veces he pulverizado su líquido que alivia el gasto cardiaco y, tras haber permanecido un minuto inmóvil, he tomado la hoja escrita que estaba sobre mi mesilla, era –sin duda- la que recogí del suelo anoche -al instante- en ella he reconocido el soneto EL NAZARENO.

Lo insólito, insondable, arcano es, que anoche no era Jueves Santo, sino lunes 28 de marzo de 2005, (a las 5:30 se cumplía el Sexagésimo cuarto aniversario de la muerte de Miguel Hernández). Me pregunto: ¿Acaso no puede ser que la fuerza atávica, impenitente hacia su tierra y la inmensa devoción cristiana a su Patrono, que sin duda sentía Miguel, le hayan hecho volver del más allá introduciéndose en mi sueño, cumpliendo una fehaciente realidad, si no es así. ¿Será quizá una premonición, de un deseo que en vida tuvo Miguel?. Cómo explicar que estuviese sobre mi mesilla el papel de puño y letra, rúbrica y fecha del propio poeta que canta así:

EL NAZARENO.-

SE HORRORIZAN los ancianos, se conmueven las doncellas

enseñando las pupilas tras los mantos y los velos

anegadas por el llanto. Y las masas por los suelos

caen mostrando, de temores y dolor en la faz, huellas.

Enmudecen los clarines, no se escuchan las querellas

y tristísimas saetas, ni la voz de los abuelos

que pidiendo van por Cristo. Y en el rostro de los cielos

como lágrimas enormes se estremecen las estrellas.

Reina un hórrido silencio que es tan sólo interrumpido

por redobles de tambores y algún lúgubre gemido

que se sube hasta los labios de un pecho de fe lleno...

Y entre mil encapuchados con mil llamas de mil cirios,

con las carnes desgarradas aún más pálidas que lirios

y la cruz sobre los hombros, cruza, humilde, el Nazareno.

Miguel Hernández(1930).

(28 de marzo de 2005).