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Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

martes, 24 de marzo de 2020

VI. MIGUEL HERNÁNDEZ, ¿POETA DEL PUEBLO?





VI. MIGUEL HERNÁNDEZ, ¿POETA DEL PUEBLO?



 Por Gabriel Insausti



Poeta nacional, poeta popular

Así las cosas, puede decirse que en la elección de Lope como modelo dramático
por parte de Miguel Hernández convergen motivaciones de diversa naturaleza:
literarias, autobiográficas, ideológicas… Regresar a través de Lope a
esa vena popular significaba volver a aquel mundo rítmico, aquella memoria
fónica, que yacía en sus primeras escaramuzas con la poesía. Al fin y al cabo,
sus lecturas en la Biblioteca Pública de Orihuela habían sido, ante todo, Gabriel
y Galán, Zorrilla, Espronceda, Salvador Rueda, Balart y Bécquer: una
nómina de sesgo muy distinto de aquella –Homero, Petrarca, Virgilio, Boscán,
Dante– a cuya invocación se encomendaba en la “Carta completamente abierta
a todos los oriolanos”. Es decir, que en este regreso habría un cierto “sinceramiento”
consigo mismo: como ha señalado Juan Cano Ballesta (1963, 18),
en aquellos poemas juveniles el afán de imitación se muestra tan crudamente
porque el poeta, consciente de su escasa formación cultural, necesitaba “cogerse
de la mano de un ayo para lanzarse a la gran aventura de la poesía”. Sin
embargo, a través de ese breve e intenso periplo llegará al descubrimiento de
su propio yo poético, del que El labrador de más aire es buena muestra.
Conviene recordar aquí que la imitatio ha sido siempre el procedimiento
más habitual para el aprendizaje del poeta, y que lo es aún más cuando ese ejercicio
transcurre en la soledad y el aislamiento relativos de Hernández en Orihuela.
Si olvidamos por un momento las ensoñaciones románticas y la idea excesivamente
prometeica de originalidad que a menudo comportan, lo cierto es
que la voz propia, el yo al que alude Cano Ballesta, es menos producto de una
ostensión cruda y más bien resultado de una búsqueda, o de una construcción,
sencillamente. De hecho, en la “Carta completamente abierta” el propio Hernández
daba muestras de que era consciente de estar realizando “imitaciones /
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harto serviles y bajas, / reminiscencias y plagios / y hasta estrofitas copiadas”,
en una ironía más que delataba su deliberada y morosa adquisición del oficio.
De este modo, en el regreso a Lope habría no sólo una vuelta a un mundo
propio sino también, por qué no, una enésima demostración de habilidad retórica:
la constatación de que el poeta era capaz de fingir distintas voces con
solvencia. A la vista del conjunto de su obra, Agustín Sánchez Vidal (2010,
9-13) ha sostenido que tras la apariencia, divulgada por muchos, de un “trovero
instintivo”, en Miguel Hernández hay en realidad un poeta concienzudo, que
“quema etapas” y “ausculta el idioma” con una rapidez pasmosa. Lo verdaderamente
característico suyo sería el paso de una literatura “de segunda mano” a
otra “obtenida directamente de su entorno cotidiano”. Y, sobre todo, lo peculiar
suyo sería el haber logrado llevar semejante empresa a buen puerto: contra el
poeta culto que cree hablar el lenguaje del pueblo poniéndose soez o el popular
que se supone culto echando mano del diccionario, en Hernández habría una
“naturalidad” primordial, pero una naturalidad que constituye el punto de llegada,
no el de partida.
¿Por qué el poeta se sitúa precisamente bajo la advocación de Lope, para
esta singladura? En la encrucijada en que se encontraba en 1935, la figura del
Fénix reunía una serie de virtualidades que lo señalaban como el arquetipo idóneo
para la empresa que Hernández se proponía: un teatro de vocación social,
que introdujera temas de actualidad, con un difuminado trasfondo en el que
se adivinan algunos acontecimientos de la España republicana –la revolución
de Asturias, la Reforma Agraria– y que al mismo tiempo diese cabida a sus
preocupaciones personales y recogiese parte de su mundo simbólico. En otras
palabras, de algún modo Los hijos de la piedra y El labrador de más aire serían
entre otras cosas la sutura con la que el poeta acometería la compleja tarea
de aliviar su escisión interior, sea mediante el casamiento de elementos en
principio contrapuestos, sea mediante una resuelta decantación por un extremo
de algunos binomios entre los que se debatía.
De hecho, la elección más o menos ponderada de Lope como respuesta
a sus perplejidades rebasa en Hernández la mera letra del texto: más allá de
la supervivencia del arquetipo de las comedias de comendador como modelo
para sus dramas sociales, no es difícil adivinar en el ánimo del poeta una suerte
de apropiación, de emulación o de personación, en un procedimiento que...


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domingo, 22 de marzo de 2020

Seguimos sin director en el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert






A fecha de hoy 22 de marzo de 2020 la diputada de cultura de la Diputación  de Alicante Julia Parra, sigue sin nombrar al director/a de Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert. Ha pesar de haber sido convocada la plaza. Es de voz populis que es debido a la falta de liderazgo de esta ciudadana de Ciudadanos dentro de la Diputación, que según confidencias andan todos a la greña. Cuestiones de lucha intestina política. Tiene pendiente dos temas, a saber: la publicación de la actas del IV Congreso Internaciona dedicado a Miguel Hernández en 15-18 noviembre de 2017, y las actas del congreso de Juan Gil-Albert de abril de 2019.
Ahora con el decreto de confinamiento por el coronavirus se aprovechas todos para no hacer, para dejación de funciones porque todo está parado, pero en mayo o en junio volveremos a recordárselo a la ciudadana Julia Parra.

Ramón  Palmeral

sábado, 21 de marzo de 2020

DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA , 21 de marzo 2020



              (Ramón Palmeral pintó y donó:  el cuadro "Viento del pueblo" (un óleo) y se encuentra en la Bibliotea María Moliner de Orihuela).


VIENTOS DEL PUEBLO

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.

Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

Miguel Hernández (Viento de pueblo 1937)



Comentario que se halla en mi libro "Simbología secreta de Vientos de pueblo de Miguel Hernández" de venta en Amazon y en LULU


 3.-VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

     Este poema, es quizás junto a “Aceituneros”, uno de los más famosos de la creación poética hernandiana. Se publicó por primera vez en El Mono Azul, nº 9 el 22 de octubre de 1936.  Es un poema que aparece en numerosas publicaciones posteriores. Continúa el poeta arengando al pueblo para que despierte y se levante contra la fiera del fascismo que le ataca poniéndoles un yugo. Cuatro veces nombra la palabra “pueblo”.
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

   En la dedicatoria a Vicente, expone el significado metafórico de “vientos del pueblo”. El poeta nace para pasar soplado, es decir, para pasar sobre él los vientos de otros poetas. Por ello cuando el poeta recita se le esparce o se extiende el corazón y se le lleva de aire la garganta, se llena de viento. Los bueyes representan la sumisión, el trabajo bajo el yugo, la mansedumbre. Por ello le pide al pueblo que nos sea manso, que se levante como los leones, o como los toros ante el castigo.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan…
   Continúa el poema enumerando las regiones de España, elogiando de cada  una de ellas con sus cualidades o características más destacadas. Nombra a  los asturianos,  los vascos,  los castellanos, andaluces, extremeños, gallegos, catalanes, murcianos, leoneses, navarros. Les advierte del yugo que les quieren poner gentes de la “hierba mala”, las panteras, las hienas, los fascistas.
   Finaliza el poema con una especie de canto legionario: cantando espero la muerte, (v.71) que tiene similitud con el Himno de la Legión “soy el novio de la muerte”.
  La ilustración se divide en cuatro viñetas asimétricas comunicadas. En la parte de la izquierda vemos los trigos que ilustran el libro original, sobre un corazón, en la idea del verso “me esparcen el corazón”, más abajo una horca sobre una hoz, y al lado “ruiseñores que cantan/ encima de los fusiles” (vv. 72 y 73). A la derecha ilustra la metáfora “desfiladeros de águilas” (v.14). El buey como símbolo de sumisión dobla la frente, debajo el yugo que los somete. La palabra yugo se repite en este poema 4 veces y el total  10 veces en todo el poemario.
El yugo no solo es símbolo de sumisión sino que es también símbolo del trabajo. Anterior al escudo del franquismo, formó parte del escudo de los Reyes Católicos: El águila de San Juan y el yugo y las flechas, los reyes los habían adoptado por coincidir con las iniciales de Ysabel y Fernando) y  que, también tomó la Falange.

Ramón Fernández Palmeral
Alicante


jueves, 19 de marzo de 2020

"Una siesta en Ocaña", por Manuel-Roberto Leonís Ruiz


Una siesta en Ocaña:
¡Oh Señor!. Alivia a aquéllos
que sus rotas espaldas no les dejan trabajar.
Amén.
Padre Nuestro cárgalas con pan y vida, para
ellos y familia.
Amén.
No les dejes caer en la esclavitud, compénsales
con lo que les corresponde.
Amén.
Enséñales tu misericordia, pero en especial,
tu justicia.
Amén.
No permitas que los poderosos abusen de ellos.
Amén.
Hazlos más iguales y dignos.
Amén.
Tú Señor que estás en los Cielos, cuida de los
que están aquí.
Amén.
Se despierta empujado por estos versos:
La muerte y la vida
son estados correspondientes
dispuestos a la aventura,
evidentemente.
¡El imprescindible poeta de sacrificio es imprescindible!.

©Manuel-Roberto Leonís, marzo 2020.

sábado, 14 de marzo de 2020

Miguel Hernández; voz poética de la guerra

Miguel Hernández;  voz poética de la guerra


 A los ochenta años del inicio de la guerra civil, creo que uno de los mayores testimonios culturales y humanos, son los versos y la trayectoria personal del poeta Miguel Hernández. Aún joven cuando se produce el golpe del 18 de julio, se encuentra en plena evolución creativa, tras la publicación de El rayo que no cesa, libro intimista, ligado al deseo y el dolor del despertar sexual, las circunstancias provocaran un cambio en su temática poética y también en buena parte de sus formas. Inserto en los debates literarios de su época, tampoco es ajeno a la situación política que se vive en la Segunda República. Son diversas las influencias que recibe, la muy conocida de Pablo Neruda, con su visión panteísta y lejana al mundo eclesiástico (de los jesuitas en particular) ,que en buena parte le ha servido de formación, está también la menos conocida del poeta argentino, entonces residente en España, Raúl González Tuñón.  Así tras el levantamiento militar y luego de un corto periodo de reflexión en su tierra, dice: «Siempre será guerra la vida para todo poeta; para mí siempre ha sido y me vi iluminado el 18 de julio por el resplandor de los fusiles en Madrid. Las fuerzas de mi cuerpo y mi alma se pusieron más de lo que se ponían a disposición del pueblo, y comencé a luchar, a hacerme eco, clamor y soldado de la España de las pobrezas que nos quieren legar, que nos quieren separar del corazón, donde está atado».
 En pleno combate bélico, su libro Viento del pueblo y otros poemas de esa época, se convierten en canto poético. Lo épico gana peso frente a lo lírico. Proclamas al combate como "Vientos del pueblo me llevan", de justicia social como "El niño yuntero o "Aceituneros, cuestiones bélicas como Rosario dinamitera, diatribas contra el enemigo como Ceniciento Mussolini, cantos a figuras míticas como La Pasionaria o El Campesino. Se trata de una poesía pasional, que busca el objetivo de llegar a los combatientes, aunque en ocasiones reduzca la calidad que su obra ya había alcanzado. Son los primeros compases de la guerra y se marca un lenguaje encendido, propicio a la recitación oral, que prima la emoción sobre otros aspectos. Aún así no abandona la hondura, la sensualidad que siempre tuvieron sus versos, que confluyen de manera especial en Canción del esposo soldado, con una explosión poética, una de las características de la poética hernandiana y que define, con pocas palabras, que es la guerra: «Es preciso matar para seguir viviendo».
 Su libro El hombre acecha, marca como pocos las paradojas de la guerra. Sus ejemplares quedan impresos en una imprenta de Valencia, pero no podrán ser distribuidos por la llegada de las tropas franquistas y nunca más se sabrá de ellos [se salvaron tres capillas, y se hizo una edicion facsímil de 1981 por la Casona de Tudanta, Santander] . En el mismo el lenguaje épico deja paso a la reflexión y el cansancio, al dolor que se extiende, a los heridos, a la muerte, la guerra que sigue y va marcando fechas como se expresa en 18 de julio 1936-18 de julio de 1938: «Son dos años de sangre: son dos inundaciones (?)El tiempo es sangre. El tiempo circula por mis venas. / Y ante el reloj y el alba me siento más que herido, / y oigo un chocar de sangre de todos los tamaños».
Con el fin de la guerra llega la desolación; Miguel Hernández, como tantos combatientes del bando republicano, se encuentra con la desbandada y la derrota, se ve sumergido en un túnel carcelario en que lucha por una luz que apenas puede vislumbrar. Le queda, el sentido místico que siempre ha acompañado su obra y su vida, escribiendo sus mejores poemas. Escéptico, aún combatiente de la vida tras las rejas, así proclama en ese libro que nunca vería entre sus manos, Cancionero y Romancero de ausencias, un grito antibelicista: “Tristes guerras/ si no es amor la empresa. /Tristes, tristes. / Tristes armas / si no son las palabras. / Tristes, tristes. / Tristes hombres / si no mueren de amor. / Tristes, tristes.”

viernes, 13 de marzo de 2020

La calle de Miguel hernández en Alicante ciudad solo tiene un número.


 

  Miguel Hernández está enterrado en el cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante. Que olvida a sus hijos ilustres.

 

 

¿Dónde están sus calles? en Alicante ciudad.


¿Quién sabe dónde está la calle Miguel Hernández en Alicante? Existe, pero pocos alicantinos sabrán localizarla. Se trata de una calle ‘escondida’ en el barrio de Benalúa, a pocos metros de la cárcel donde murió (donde hoy están los juzgados de la ciudad). En su Orihuela natal la calle Miguel Hernández tampoco es una de las arterias principales de la localidad, sino que está ubicada en su límite norte, aunque al menos desemboca en la plaza donde pervive su Casa-Museo. La calle de Miguel Hernández tiene un solo número.
El barrio que concimaos por División Azul se llama ahaora Moiguel hernadez desde ue esta el Tripartico.
Blasco Ibáñez, en cambio, ha tenido mejor suerte en el nomenclátor. La avenida que lleva su nombre en Valencia es una de las principales de la ciudad y además atraviesa la zona universitaria. Sin embargo, a veces da la sensación de que por ello ha muerto de éxito, ya que muchos valencianos solo han oído este nombre por el topónimo, sin saber quién es el personaje.
Además, hasta el cambio de gobierno de 2015, la prolongación de esta avenida hasta el mar ha sido motivo de conflicto urbanístico (primero con el PSOE y después con el PP de Rita Barberá), porque supuso la degradación del barrio de El Cabanyal y la presión a los vecinos para que vendieran sus casas para luego derribarlas. Así, el nombre de Blasco se usó durante años como símbolo de la codicia de unos y del terror de otros.
La calle de Pardo Jimeno  donde vivía la hermana Elvira, e iba Josefina Manresa con su hijo Miguelillo, si existe.
Esta dejadez se debe a que Miguel Hernández era un poeta comunista militante. Enconces si el partido que gobirne en el ayuntamiento es contrario, nada haya que hacer. Propongo que la avda. del general Aguilera se llame Miguel Hernández.

El compromiso comunista de Miguel Hernández, por Aitor L. Larrabide

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La militancia comunista de Miguel Hernández ha sido reiteradamente ocultada o despreciada, al principio por el régimen franquista y después por los efectos y consecuencias del ninguneo hacia el Partido Comunista, casi hasta llegar a una incomprensible e infantil actitud de que aquello de los que no se habla tampoco existe.
Después de tanto tiempo, ha llegado el momento, en mi opinión, de dejar bien claro que Miguel era comunista y que ello se refleja en su obra, como huella literaria de sus acciones y actividades a favor del Partido. Y ello no entra en colisión o en contradicción con la alta calidad de su obra y de la evolución de la misma.     
En el caso de Miguel Hernández, su comunismo militante descansa primero en la experiencia y vivencia de una clase social de trabajadores, en una Orihuela caciquil y terrateniente, sin casi presencia de partidos de izquierdas o sindicatos. No leyó El Capital, de Karl Marx, pero tampoco le hacía falta para comprender que el mundo no estaba bien hecho y que era necesario hacer algo al respecto.       

ORIHUELA 1931-1932

Con Ramón Sijé y otros amigos celebró la proclamación de la República el 14 de abril de 1931 en la Plaza Nueva de Orihuela, lugar donde se ubicaba el Ayuntamiento. Dos meses después, en junio de 1931 Hernández es elegido presidente de las Juventudes Socialistas de Orihuela, propuesto por su amigo Augusto Pescador, cargo del que dimite dos meses después.
El domingo 2 de octubre de 1932 participó en el homenaje a Gabriel Miró, fallecido dos años antes, en un acto que supuso el inicio de su amistad con Carmen Conde y su marido Antonio Oliver Belmás, responsables de la Universidad Popular de Cartagena, y de María Cegarra, la primera perita química en España y poeta. Los tres amigos serán muy importantes en la educación literaria y ciudadana del oriolano, le invitan a participar en una misión pedagógica en Cabo de Palos y a ofrecer una conferencia sobre Lope de Vega. Cegarra era políticamente conservadora pero comprometida socialmente en favor de los desfavorecidos. Acompañará a Miguel en varias excursiones por las minas de La Unión. La obra teatral Los hijos de la piedra, escrita durante 1935, al calor de la revolución de Asturias de octubre de 1934, es fiel reflejo de esa incipiente inquietud ciudadana hernandiana.

MADRID 1935

Será a partir de su segundo viaje a Madrid, a finales de 1934 e inicios de 1935, cuando Hernández comience a mostrar, tanto literaria como políticamente, una preocupación social y política, sobre todo a raíz de su conocimiento y amistad con el poeta chileno Pablo Neruda (y con el argentino Raúl González Tuñón), quien ocupaba el cargo de cónsul de Chile en España, y con el poeta español Vicente Aleixandre, quien acababa de publicar su obra La destrucción o el amor. De ambos poetas recibirá Miguel Hernández la influencia literaria que le acerca a la poesía vanguardista, así como una aproximación a la ideología republicana y al comunismo.
Por influjo de Pablo Neruda, Vicente Aleixandre y sobre todo Raúl González Tuñón, Miguel Hernández abandona el cultivo de la poesía tradicional y se acerca a la llamada “poesía impura” que el poeta chileno había propugnado en la revista Caballo Verde para la Poesía.
Desde entonces, Miguel Hernández se despierta la conciencia del poder transformador de la palabra y la función social y política de la poesía. Su poema “Sonreídme” marca una nueva etapa, vital y literaria, en la que abandonará la fe católica practicada en la “sotánica-satánica” Orihuela (aunque Pablo Neruda utilizara estos calificativos para referirse la revista sijeana El Gallo Crisis) y se volcará en una mirada más comprometida y militante de la vida y la poesía: “Me libré de los templos: sonreídme, / donde me consumía con tristeza de lámpara / encerrado en el poco aire de los sagrarios”.      
Raúl González Tuñón, miembro del Partido Comunista de Argentina, fue el verdadero guía ideológico y estético de Hernández durante aquel año 1935. La poesía hernandiana escrita durante la Guerra Civil es el resultado de una lección intensamente vivida y aprendida. Una poesía épica, fuertemente enraizada en el propio contexto político y cultural, de raíz profética y que cantaba hechos heroicos al pueblo, destinatario ideal de los mismos. Todo ello se adivina en los vibrantes poemas hernandianos de Viento del pueblo, libro escrito ya en plena Guerra Civil y que salió a mediados de 1937, en los que su autor identificaba el canto íntimo con el colectivo, finalmente acompasados.          

GUERRA

La crítica también ha ninguneado la obra escrita durante la Guerra Civil aduciendo su baja calidad estética, sin embargo ha sido, en mi opinión, la ideología comunista que la sustentaba la que verdaderamente ha motivado ese rechazo, incomprensible e injusto. Y la defensa del marco legal republicano.     
El poeta alicantino se enrola el 23 de septiembre de 1936 como voluntario en el Quinto Regimiento del bando republicano, y en su ficha de afiliación se indica que procede del Partido Comunista. Colaborará en Milicia Popular, revista del Quinto Regimiento. A mediados de octubre de 1936 fue destinado al llamado “Batallón del talento”, mandado por el cubano Pablo de la Torriente.
Viento del pueblo pronto se convirtió en el símbolo de la feroz guerra, el libro recogía veinticinco poemas escritos desde octubre de 1936 hasta septiembre de 1937, lo más duro de la guerra, publicados en revistas del frente, que era alentado por la voz poética más representativa de la tenaz y quijotesca lucha española contra el fascismo internacional. Y elemento de cargo contra el propio escritor cuando fue juzgado, como su obra Teatro en la guerra y varios artículos periodísticos, lo que les confiere una emotiva y especial significación, no borrada por el implacable tiempo y el olvido. Este poemario conseguía, en nuestra opinión, poner al día el canto del poeta con su  público y con su esencia personal. De este libro es imposible olvidar “Sentado sobre los muertos”, “Vientos del pueblo me llevan”, “El niño yuntero”, “Aceituneros” o “Canción del esposo soldado”. En todos ellos refulge la experiencia íntima del yo poético, se confunde con el pueblo al que se destina el canto. Además, la tensión vital se entremezcla en el mismo. No olvidemos tampoco que durante ese año, de septiembre de 1936 a septiembre de 1937, el poeta oriolano vive  la dramática y heroica defensa de Madrid, la muerte de amigos y camaradas (Pablo de la Torriente Brau) y la gran experiencia de la paternidad. Atraviesa los campos de batalla más duros y significativos (Madrid, Andalucía, Extremadura, Guadalajara, etc.) y consigue, en tan tristes circunstancias, que su anhelado oficio de poeta o escritor no sea considerado como un esnobismo por los demás, sino como un prestigioso y necesario trabajo, en el que, aparte de un sueldo acorde, lleva añadida una consideración de respeto social. Fijémonos que este anhelo hernandiano, que en la biografía de Miguel Hernández publicada por Eutimio Martín se convierte en elemento casi único  en la vida del escritor oriolano, podrá cumplirse en tiempos tan poco favorables a la lírica, pero que, con una base fundamental como fue el apoyo gubernamental republicano a la cultura, debía necesariamente que prosperar. La crítica actual, sin embargo, tan poco proclive a idealismos políticos y generosidades personales, no ha “juzgado” esta obra con los mismos parámetros que, por ejemplo, El rayo que no cesa, insistimos, por razones extraliterarias, pero la conjunción de poesía, fotografía, arte tipográfico y mensaje, se daba en este libro en elevadas dosis, inteligentemente dispuestas.        
Las razones que explican la perfecta compenetración entre Miguel Hernández y su público (lector, radioyente, espectador, etc.) no son otras que la magistral utilización de tres frentes:
1.- Exaltación de los oficios de la tierra, que requieren las manos del obrero o del campesino. Ambos trabajos, mayoritarios en la España del momento, con una alta tasa de analfabetismo (el poeta se enroló, al igual que otros intelectuales, en las célebres Misiones Pedagógicas, de cuyo Patronato don Antonio Machado era su presidente).
2.- Esperanza en la juventud. Son frecuentes las alusiones a la fuerza de este segmento de la población, también numeroso.
3.- La confianza en la lucha revolucionaria contra la explotación capitalista, defendida por el poder establecido y por el fascismo, incipiente en España.         
Pero lo que hacía que el mensaje (implícito y explícito) en la obra de Miguel Hernández fuera eficaz era la identificación plena de su vida y su obra, no una pose ni mixtificación, ni una falsedad, como sí se daba en otros escritores, más preocupados por seguir al dictado la ortodoxia de sus organizaciones políticas que por mostrar, poéticamente, un hecho íntimo ante un momento crucial en la historia reciente de España. Esta perfecta simbiosis de muy diversos y heterogéneos elementos (vida, arte o literatura, tradición literaria) provoca que su discurso fuese polisémico y que procediese de distintos ámbitos, con efectos emotivos y estéticos asimismo variados, lo cual viene a revalorar este tipo de escritura, tradicionalmente rechazada por la crítica por simplista. Ese pretendido simplismo, en el caso de Miguel Hernández, no es tal.  
La coherencia de su vida al negarse a aceptar nada proveniente del nuevo Régimen franquista se consumará el 28 de marzo de 1942 en su muerte en el Reformatorio de Adultos de Alicante, y su condena, injusta por proceder de un régimen injusto, sigue todavía sin ser anulada, después de una insuficiente Ley de Memoria Histórica.
Aitor L. Larrabide.
Fundación Cultural Miguel Hernández