El sábado 30 de octubre de 2010 el universal poeta Miguel Hernández
cumpliría 100 años. A pesar del tiempo transcurrido, su entrañable
legado literario y la no menos importante huella ética siguen
agrandándose con el transcurrir del tiempo.
En la memoria colectiva hay tres caracterizaciones básicas en la
vida de Miguel Hernández: pastor, miliciano y preso político. En
realidad, se reduce mucho la complejidad de la biografía del poeta,
sujeta a condiciones sociales, económicos, culturales, estéticos,
políticos, personales y familiares y también históricos. Las últimas
publicaciones incidieron siempre en lo más accesorio y superficial: La
desmitificación de la presunta pobreza familiar.
La presunta pobreza familiar de Miguel Hernández no es tal. Cuando
el futuro poeta cuenta con cuatro años de edad, la familia se traslada a
la calle de Arriba de Orihuela, porque necesitaba más espacio para
labores agrícolas. El precio de la compra del inmueble se entrega al
contado en el acto de otorgamiento de la escritura correspondiente. El
padre era entonces alcalde pedáneo y estaba muy bien relacionado con las
fuerzas vivas de la ciudad. La escolarización de Miguel también ha sido
motivo de controversia, precisamente por la presunta 'pobreza' familiar
utilizada por el propio poeta, con exitosos efectos publicitarios.
La importancia de Miguel Hernández reside en su faceta poética. No
obstante, queremos destacar un aspecto de su historia poco conocida: su
paso como mecanógrafo (hoy se denominaría copista) de notaría en su
pueblo natal de Orihuela (Alicante). Ciertamente, la vida en los
tiempos de Miguel estaba dominada e influenciada por el poder de la alta
y media burguesía, junto con la jerarquía eclesiastica, pues no
olvidemos que Orihuela es sede episcopal y como dice José Luis Ferris,
la nota característica era su 'intenso olor a incienso... Con treinta
iglesias, una catedral, varios conventos...' Sin duda, todo ese paisaje
social y urbano, en su conjunto, tuvo influencia en la poesía y
manifestaciones de Miguel.
Su amigo Ramón Sije, tenía relación estrecha con el notario de
Orihuela, José María Quílez Sanz, contribuyendo a que Miguel pudiera
colocarse eventualmente en la notaría, en 1933; pero con ese empleo el
poeta no solucionaba sus problemas, como así se expresaba en carta que
dirigió al alcalde de su ciudad: 'con mis poemas he logrado un libro que
me ha valido algunos elogios, no pocas vergüenzas y demasiada
incomprensión y trabajo en la notaría del señor Quílez. He logrado
trabajar un mes escaso y debido nada más a la amabilidad de este señor'.
El comentario de Miguel es cierto, en aquellas fechas existían dos
notarías demarcadas en Orihuela, una la desempeñada por el señor Quílez y
la otra, por Luis Maseres Muñoz, en la que desembarcaría posteriormente
Miguel.
En el verano de 1933, Miguel acepta trabajo en la notaría de que es
titular Luis Maseres, cambiándole la vida con el nuevo empleo fijo, si
la comparamos con su pasado oficio de cuidar cabras y limpiar establos.
La notaría, situada en la zona céntrica de Orihuela, en la calle Molina
de Cos, le sigue salvando de madrugones y le permite dedicar tiempo
suficiente a su actividad literaria. Tiene un horario cómodo, de diez a
una de la tarde, y de cuatro a ocho, siendo su tarea principal la de
mecanógrafo. En la oficina notarial colaboraba en todo yendo a correos,
mecanografiando copias y además -recogiendo el valioso testimonio de
Antonio Meseguer, que coincidió con él en la notaría precisamente,
siendo un subalterno adolescente- quien informó de que entre las tareas
encomendadas al poeta estaba la de foliar, de su puño y letra los
instrumentos públicos de los protocolos notariales.
En su trayecto diario a la notaría, pasaba por el taller donde
trabajaba la costurera de su vida, Josefina Manresa, la que llegaría a
ser su esposa el 9 de marzo de 1937.
El estallido de la Guerra Civil le obliga a tomar una decisión.
Miguel Hernández la toma con entusiasmo por la República. Como
voluntario se incorpora al Quinto Regimiento; colabora en la
construcción de fortificaciones en Cubas, cerca de Madrid. Más tarde es
nombrado comisario de cultura, y como tal va pasando por diversos
frentes de batalla.
En la primavera de 1939, ante la desbandada general del frente
republicano Miguel cruza la frontera portuguesa; pero es devuelto a las
autoridades franquistas. Así comienza su peregrinación por cárceles.
Inesperadamente, a mediados de septiembre de 1939, es puesto en
libertad.
En un viaje a Orihuela es de nuevo encarcelado, siendo condenado a
muerte por un tribunal militar el 18 de enero de 1940 por ser un
'chivato traidor' y ser el poéta del pueblo, pena que le es conmutada
por la de treinta años de cárcel, muriendo de tuberculosis en el penal
de Alicante el 28 de marzo de 1942, cuando contaba con treinta y un años
de edad.
En 1992, en el Archivo Histórico Nacional de Salamanca se encontró
la ficha de afiliación de Miguel Hernández, destinado en el año 1936 al
Quinto Regimiento de voluntarios de la República, tenía el número 7.590;
y figura como profesión la de mecanógrafo de notaría.
El 8 de febrero de 2007 el Pleno de las Cortes Valencianas declaró
el 2010 como año de Miguel Hernández en toda la Comunidad Valenciana.
La Comisión Nacional del centenario del nacimiento de Miguel
Hernández, creada el 18 de febrero del corriente año, se propone reparar
la memoria del poeta y le ofrecerá el homenaje, el recuerdo y la
admiración que su vida y obra merecen.
Desde luego, todo el mundo civilizado, quiérase o no, comparte ese
mismo rechazo a cualquier forma de opresión, esa misma rebelión ante la
injusticia y esa determinación de soñar y crear un país digno y un mundo
mejor.
Por su parte la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández
de la Vega, manifestó, recientemente, su intención de entregar a la
nuera del poeta Lucía Izquierdo, la declaración de reparación y
reconocimiento personal que otorga el Ministerio de Justicia, en
cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, a 'quienes durante la
Guerra Civil y la dictadura padecieron persecuciones, condenas,
sanciones o cualesquiera otras formas de violencia personal por razones
políticas, ideológicas o de creencia religiosa'.
En fin, no quiero cansar a los pacientes lectores que sobrevivan
esta catarata de datos y de trabajos, todos ellos encaminados a que el
centenario del cantor de penas, alegrías y esperanzas reciba una mínima
parte, siquiera, de todo lo que entregó con tanta belleza en su obra y
el ejemplo de su vida, arrebatada por la intolerancia.