Parece como si los desastes naturales se cebaran cobre los más desfavorecidos. Ahora Haití, el país más pobres de América necesita ayuda. Luego será tiempo de indagar en la herida de por qué un terremoto que, en otro lugar, no hubiera hecho tanto daño, aquí lo ha hecho por que la mayoría de su gente son tan pobres que el 80% vive en chabolas, y en edificios nada preparados para aguantar temblores de la tierra como sucede constantemente en Japón.
Haití, ay Haití, necesita ya ayuda internacional, es hora de buscar a los vivos y de enterrar a los muertos. Enviar medios, médicos, medicamentos, alimentos, comida, agua potable, tiendas de campaña, mantas, ropa...
DIRECCIONES DE BANCOS Y CAJAS CON CUENTAS CORRIESTES PARA AYUDAR
Lo más cómodo es no hacer nada y apagar la televisión.
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Luego tendrán los golpes de pecho, regañinas de la ONU a una republica bananera, incapaz de dar bienestar a sus ciudadanos por una intolerable corrupción, que no ha sabido explotar sus recursos humanos, comerciales, turísticos, marítimos, y una población que ha tenido que emigrar a EE.UU. Francia y otros países.
Ahora, como una Palestina destruida por las bombas de debajo de la tierra, hay que buscar a los heridos, desescombrar, edificar, construir hospitales, hacer carreteras, o sea, intervenir como en otros países en ruina. La mayor riqueza de un país es su gente, a esta gente hay que darles cultura, educarlos en la sociedad del trabajo y la disciplina, herramientas. Educar a sus gobernantes en los principio de la democracia porque no, siendo perfecto, no hay otro sistema mejor. Una zona del Caribe como esta Haití desolada, dantesca, con recursos naturales, playas, turismo... no puede continuar como si nada hubiera pasado, creo que las Comunidad de naciones Unidad debe tomar este territorio como modelo de creación y prosperidad. Excepto Puerto Rico, no sé que le pasa a este Caribe, una Cuba sumida en el conformismo político, pobre...
Palmeral
Sentado sobre los muertos
que se han callado en dos meses,
beso zapatos vacíos
y empuño rabiosamente
la mano del corazón
y el alma que lo sostiene.
Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y desde siempre.
Acércate a mi clamor,
pueblo de mi misma leche,
árbol que con tus raíces
encarcelado me tienes,
que aquí estoy yo para amarte
y estoy para defenderte
con la sangre y con la boca
como dos fusiles fieles.
Fragmentos de un poema de Miguel Hernández: