("Llamo al toro de España", dibujo de Palmeral)
Poesía urgente o de guerra en Miguel Hernández
Por Ramón Fernández Palmeral.
La guerra civil supuso un revulsivo para toda la poesía española, tanto de uno como de otro bando, sacándola del oscuro surrealismo en que se hallaba, tras la muerte de las vanguardias, puesto que cuando la tragedia cae sobre los poetas aparece el hombre bajo los signos de la creación, le lleva a pensar en los problemas de la existencia, en la patria histórica, en la crueldad de los más bajos instintos del ser humano, a pensar en el prójimo, en las víctimas y en los más débiles, aparece la poesía revolucionaria y comprometida. Es momento de absorber las conquistas de las generaciones precedentes, acudir a los supervivientes, toda ayuda es poca, y todos, salvo los desterrados o los que huyeron, ponen los pies o silla en la tierra. No olvidemos que en Llamo a los poetas, Miguel invoca a los poetas más reconocidos para que se unan con su voz y presencia a la lucha, que pongan “silla en la tierra”, es decir, que se salgan de sus bibliotecas, cátedras y mundos irreales, para tomar contacto con lo real bélica, cierta y real.
Al inicio de la guerra civil, el Gobierno de la República a través de la Junta de Defensa y sus mecanismos de propaganda, se apresura a poner en marcha actividades culturales para demostrar normalidad en la zona republicana y que dar a entender que la situación es optima y satisfactoria, lo que, sin duda, induciría a mejorar la moral de la gente. Se multiplican las actividades culturales en el 1937: Exposición Internacional de París en la Casa de España; el II Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas por la Defensa de la Cultura, en Madrid y Valencia; la Alianza de Intelectuales Antifascistas, «pocos días después del levantamiento fascista reunió a todo sus poetas proponiéndoles la creación inmediata, urgente, del Romancero de la guerra civil... Se quiere esgrimir la poesía como evidente fuerza comunicativa, tal y como si fueran invisibles armas bélicas. A la salida de este romancero se recibieron miles de colaboraciones en la redacción.
Durante la guerra civil la maquinaria de la propaganda de la II República se puso en marcha a través de la Subsecretaría de Propaganda del Ministerio de Instrucción Pública, y edita el ya referido Romancero de la guerra civil... que contiene 35 romances de diferentes poetas, reconocidos, jóvenes autores, milicianos y «espontáneos cantores populares humanos e intensamente unidos por y contra la guerra», con una fuerza expresiva de hondeo calado en la mortal de combatientes y civiles.
En el índice de los autores de este Romancero..., Santoja, introductor, ya apreció el error de que Beltrán Logroño aparece dos veces, una como Logroño y la otra como Beltrán Logroño. Cuyo índice recoge: Manuel Altolaguirre. Lorenzo Varela. Vicente Aleixandre. R. Beltrán Logroño. Herrera Petere. Luis Pérez Infante. Mariano G. Fernández. Pedro Garfías. José Bergamín. Rafael Alberti. Rafael Dieste. Antonio García Luque. Plá y Beltrán. Emilio Prados. Miguel Hernández. V. de Boda. Antonio Aparicio. Arturo Serrano Plaja . Ramón Gaya. Felipe C. Ruanova y José María Quiroga. El libro se divide en: Romances heroicos, burlescos, de moros, líricos, de la defensa de Madrid y varios.
En el índice onomástico del libro aparece otro error, el nombre de Antonio Valera por el de Lorenzo.
Un poeta muy polémico y comprometido con la causa republicana fue el gaditano Rafael Alberti, afiliado al partido comunista De un momento a otro (1934-1939). Son dignos de recordar los poemas o romances beligerantes, A las Brigadas Internacionales. El último duque de Alba. Radio Sevilla, del que recojo una estrofa:
¡Que honor ir al herradero
del ronzal! ¿Qué insigne gracia
recibir en mis pezuñas,
clavadas con alcayatas,
las herraduras que Franco
ganó con arrojo en África!
Uno de los romances más satíricos de este libro son los del madrileño José Bergamín, El mulo de Mola. El traidor Franco, recojo una estrofa de este romance:
¡Traidor Franco, traidor Franco
tu hora será sonada!
Como una máscara del pueblo
te tira el nombre a la cara,
descubriendo la traición
que en tu nombre se amparaba.
Otro libro imprescindibles de poemas de la guerra civil, es el de Ediciones Españolas Madrid-Valencia 1937, que editó Poetas en la España leal. En cuya índice aparecen: Antonio Machado, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Juan Gil-Albert, Miguel Hernández, León Felipe[ ], José Moreno Villa[ ], Emilio Prados, Arturo Serrano Plaja y Lorenzo Varela.
Recojo la nota aclaratoria existente al final del libro:
«El orden adoptado en el texto para la inserción de nombres, es el alfabético con una sola excepción, Antonio Machado, que preside estas páginas.
»Lo poemas que figura en «POETAS EN LA ESPAÑA LEAL» han sido recopilados, con un prólogo, por la redacción de Hora de España.
»Por no haber podido comunicar hasta ahora con Juan Ramón Jiménez, su nombre no figura aquí junto al de Antonio Machado. En cuanto a Vicente Aleixandre, enfermo en Madrid, ha tenido que suspender su labor literaria y con ella el poema que dedicaba a esta colección».
Es interesante conocer cómo la nota excusa al ínclito Juan Ramón Jiménez, por no aportar un poema, dicen el editor que no habían podido comunicar con él, y no podían comunicarse con él, porque no estaba en España, cito un párrafo de Ricardo Gullón[ ]:
«(...) La guerra, y más la guerra civil, tenía que herir como hirió al poeta: en las primera semanas de la contienda estableció y atendió en Madrid, con su mujer, una pequeña guardería infantil, pues nada le conmovió tanto como la repercusión de la lucha sobre los niños; después, el Gobierno republicano le alejó de la lucha designándole agregado cultural honorario en Estados Unidos. En septiembre de 1936 Zenobria y Juan Ramón regresaron a este país (Cherburgo a New York, trasatlántico Aquitania (..) En 1939 los Jiménez fueron a Florida, instalándose en Coral Gable (...)»
Vicente Aleixandre no fue un auténtico poeta de guerra, aunque participara con el poema El Fusilado en el Romancero de la guerra civil..., a pesar de que se le disculpa en este libro por su enfermedad. No aparece en nada suyo en los libros ya nombrados. Pasión de la tierra, fue publicado en México en 1935, y ya no es hasta Sombras del paraíso en 1944 cuando aparece obra nueva. Después de la guerra es notable la influencia surrealista de Aleixandre sobre la poesía joven, comparable a la de Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado.
Sin embargo, es curioso cómo a estos dos poetas se les concedió el Premio el Premio Nobel de Literatura, evidentemente la Academia Sueca no iba a conceder un premio de tan relevante prestigio mundial a poetas o escritores si sospechaban que pudieran estar manchado de sangre.
De este poemario Poetas en la España Leal, es digno de destacar al zamorano León Felipe, con los romances Un perro negro duerme sobre la luz. La insignia, de cuyo romance extraigo una estrofa:
El Evangelio no es más que una manera lírica de
hablar.
Metáforas,
metáforas retóricas.
Retórica todo.
Metáforas hechas sólo para adornar el sermón
melifluo y dominical de los predicadores
elegantes.
El erudito, filólogo y académico Dámaso Alonso, a pesar de pertenecer a la General del 27, no figura entre los autores de romances o poemas de la guerra civil. Hay un lapso de tiempo entre el pliego suelto, Sí, de 1925 hasta Hijos de la Ira. Revista de Occidente en 1944.
Un poeta injustamente olvidado, por pertenecer al bando nacional es el gaditano José María Pemán, que publicó en Zaragoza, 1938, un fragmento de Poema de la Bestia y el Ángel. Tres cantos que a su vez se subdividen en poemas monotemáticos. Otro libro imprescindible y antológico para conocer la poesía de la guerra civil española, tanto de un bando como del otro, es el de César de Vicente Hernando, Poesía de la guerra civil española (1936-1939) AKAL-Nuestros Clásicos.1994, donde el autor apunta «en toda escritura subyace una poética y una matriz ideológica y es posible, por lo tanto, rastrear su genealogía política-estética».
He leído muchos poemas sobre la guerra civil, pero a toro pasado, o sea, publicados con posterioridad a 1939. Un interesante poema del valenciano Guillermo Palomar , publicado en Silbo, Alicante, 1990, se titula El Alba (1939), con influencia de Miguel en Canción Primera:
Ay! miseria humana...
girones que arrancan al solado muerto
llevan en las garras...
Otros escritores extranjeros y que lucharon en las Brigadas Internacionales, o el socorrido periodista Ernest Hemingway y su alegato contra la guerra Adiós a las Armas, Por quién doblan las campanas. El hispanista Gerald Brenan, El laberinto español.
Me gustaría anotar que Azorín, alicantino de Monóvar, de la Generación del 98, periodista, novelista, no poeta y sí crítico literario, anarquista en su periodo juvenil valenciana, y Académico de la Lengua en 1924, pertenecía a la Agrupación de Intelectuales al servicio de la República, personaje muy influyente, residente en Madrid, no tuvo contactos con su paisano Miguel Hernández. En octubre de 1936 Azorín salió para París con su mujer Julia Guinda, donde conoció a Marañón, Menéndez Pidal, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Baroja y otros intelectuales exiliados Su silencio sobre los acontecimientos de España es total. En agosto de 1939, regresa a Madrid, escribe cuentos y sus memorias[ ]. José Payá Bernabé posee mucha información, y José Ferrándiz Lozano, especialista en Azorín, es autor de «La relación entre Azorín y Franco fueron inexistentes»:
«¿Cobarde o patriota? Los acercamientos al último tercio de la vida de Azorín, desde 1936 a su fallecimiento en 1967, han sido muchas veces parciales. Para los opositores a Franco fue un cobarde acomodaticio al régimen. Para los franquistas era un patriota. Salvo excepciones muy contadas, los investigadores de las dos últimas décadas han eludido incluso el estudio de esta época en la biografía del escritor. Ramón F. Llorens, profesor de la Universidad de Alicante, ha puesto en entredicho algunos tópicos sobre este período en su libro El último Azorín (1936-1967).»
Es de lamentar, que también hubo poetas del pueblo que no llegaron a publicar o que las tropas franquistas destruyeron sus obras en los registros a que sus domicilios fueron sometidos.
Poetas extranjeros también escribieron poemas sobre la guerra civil española. El libro “Poesía anglo-norteamericana de la guerra civil española”, de Ramón López Ortega, Salamanca. Junta de Castilla y León, 1986. recoge a autores como Valentine Ackland, George Barker, Clive Branson, Ray Fuller, Bill Harrington, A.M. Elliot.
Por el bando nacional se publicó “Cancionero de la guerra”, editado por Edición Española, 1939, edición de José Montero Alonso, se recogen los siguientes nombre: Marquina, Ricardo León, Fernando Ardanin, José María Pemán, Emilio Camére, los hermanos Álvarez Quintero, Antonio Machado, Felipe Sessona, Agustín de Foxá, José Mª Alfaro, Manuel de Góngora, Gerardo Diego, José del Río Saínz, Tomás Borrás, Mariano Tomás, Urrutia, etc.
Otro de los libros donde colaboró Miguel fue en el libro Versos en la guerra. Miguel Hernández, Gabriel Baldrich, Leopoldo Urrutia, prólogo de C.[arlos] Schneider, ilustraciones de M.[anuel] González Santana, Manuel Albert, [Miguel] Abad Miró [ ], Melchor Aracil, Tomás Ferrándiz, Alicante, C.[omité] P.[rovincial] de Socorro Rojo Internacional, 1938, 64pp., 16x11cm.
Dice Abab Miró “Conocía a Miguel Hernández de oídas, pero mi primera reunión fue a raíz de que el Socorro Rojo me pidiera que ilustrara dos poemas de un libro – “Versos en la guerra” – que se iba a editar; elegí “Las manos” de Miguel y “Canto a Méjico” de Antonio Machado. Es así como tomé contacto con su poesía”.
Escribió Mario Candela en el diario Información, de Alicante, el 12 de marzo de 1992, que el primer contacto personal entre ambos se produjo en plena calle, al tropezarse con Antonio Blanca, secretario del Ateneo de Alicante y director de Nuestra Bandera -diario del Partido Comunista-, que iba acompañado por un “soldado con el cabello rapado e inequívoco aspecto de campesino”, según recordaba Abad Miró. En esta primera entrevista, el oriolano elogió el dibujo que el de Alcoy había hecho para este libro, una publicación que se acabó de imprimir el 1 de diciembre de 1938. (Óscar Moreno y Antonio Peñalver. «MIGUEL ABAD MIRÓ-MIGUEL HERNÁNDEZ: Un oasis de amistad en un desierto de ausencia», El Eco Hernandiano)
« La edición que comentamos, casi desconocida, fue mencionada por primera vez en el documentado libro de Vicente Ramos y Manuel Molina. En dicho estudio se puede leer: “en 1937, el doctor Schneider pide a diversos pintores alicantinos- Miguel Abad, Melchor Aracil, Gastón Castelló, Manuel González Santana...- dibujos propios para ilustrar el libro Poesía de guerra [sic], publicado sin tardanza por el Socorro Rojo Internacional. Abad ilustró el poema hernandiano “Las manos”, y nos consta que al poeta le agradó muchísimo esta colaboración” (p.61). Más adelante, Vicente Ramos y Manuel Molina afirman que Miguel Abad Miró establece amistad con Miguel Hernández a finales de 1937.» (Comentado por Aitor Larrabide en los números 2 y 3 de la revista PERITO (Literario-Artístico)