Trapiello ha oído campanas y no sabe muy bien dónde
ramón palmeral
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LAS ARMAS Y LAS LETRAS (15) - Miguel Hernández
En "Las armas y las letras", de Andrés Trapiello, en la pág. 483 se puede leer lo siguiente:
"El final de la guerra le sorprendió en Cox, según su último biógrafo, Eutimio Martín. Según Alberti, en Monóvar. ¿O quiso decir Elda? Se hallarían ambos en el campo de aviación de este pueblo alicantino [Fondón de Monóvar, el pueblo de Azorín]. La multitud se movía confusa. Los fascistas se encontraban ya a pocos kilómetros. Todos querían escapar. La evacuación era imposible para las masas. Los barcos prometidos ni llegaban ni llegarían. La solución aérea solo les estaba reservada a unos pocos privilegiados. Hernández vagaba errático entre la gente. Le descubre Alberti. Llevaban sin hablarse más de dos años, desde aquel lejano otoño de 1936, cuando Hernández, que venía del frente, recaló por el palacio de los Heredia Spínola [cuándo, acaso era premeros de marzo de 1939] donde tenía su sede la Alianza de Intelectuales, que presidía Bergamín [José]. Hernández vio en una mesa los restos de un banquete, y se indignó porque mientras los milicianos pasaban penalidades en las trincheras, allí corría el vino a discreción. El poeta, colérico, escribió en aquella misma sala en un encerado: "Aquí hay mucho hijo de puta y mucha puta" [En Miguel no esta este vocabulario]. La única mujer presente, María Teresa León, se dio por aludida, se lanzó sobre Hernández y le propinó un puñetazo que le tiró de espaldas y le rompió un diente [No era una bofetada según el libro de Memorias de la melacolia, (1970:334) ahora es un puchetazo, y si te rompe un diende le sale sangre y un hematoma en el labio que te dura meses, Qué era Mari Teresa, Urtain]. Dejaron de hablarse.
"El final de la guerra le sorprendió en Cox, según su último biógrafo, Eutimio Martín. Según Alberti, en Monóvar. ¿O quiso decir Elda? Se hallarían ambos en el campo de aviación de este pueblo alicantino [Fondón de Monóvar, el pueblo de Azorín]. La multitud se movía confusa. Los fascistas se encontraban ya a pocos kilómetros. Todos querían escapar. La evacuación era imposible para las masas. Los barcos prometidos ni llegaban ni llegarían. La solución aérea solo les estaba reservada a unos pocos privilegiados. Hernández vagaba errático entre la gente. Le descubre Alberti. Llevaban sin hablarse más de dos años, desde aquel lejano otoño de 1936, cuando Hernández, que venía del frente, recaló por el palacio de los Heredia Spínola [cuándo, acaso era premeros de marzo de 1939] donde tenía su sede la Alianza de Intelectuales, que presidía Bergamín [José]. Hernández vio en una mesa los restos de un banquete, y se indignó porque mientras los milicianos pasaban penalidades en las trincheras, allí corría el vino a discreción. El poeta, colérico, escribió en aquella misma sala en un encerado: "Aquí hay mucho hijo de puta y mucha puta" [En Miguel no esta este vocabulario]. La única mujer presente, María Teresa León, se dio por aludida, se lanzó sobre Hernández y le propinó un puñetazo que le tiró de espaldas y le rompió un diente [No era una bofetada según el libro de Memorias de la melacolia, (1970:334) ahora es un puchetazo, y si te rompe un diende le sale sangre y un hematoma en el labio que te dura meses, Qué era Mari Teresa, Urtain]. Dejaron de hablarse.
Ese día en Monóvar (o en Elda)
Alberti le pidió disculpas como solo podía pedirlas un caballero
español: "Ya sabes, Miguel, cómo son las mujeres". (Miguel nunca estuvo es Monovar, sino que le abandonaron en Madrid). A continuación
añadió: "Pero si quieres puedes venir con nosotros, en el avión que nos
llevará a África". Miguel Hernández rehusó secamente. Dijo, "yo me
vuelvo a mi pueblo..." [No dijo acaso en otra version yo me vuelvo al frente, cuanod no había frente] El avión, pilotado por el jefe de la aviación
republicana, Hidalgo de Cisneros, era el de Pasionaria, quien al
descubrir que subirían también a él los Alberti, masculló con indiscreto
disimulo a un edecán, como en el aparte de una obra de teatro: "¿Qué
hacen aquí estos piquitos de oro?"; era como llamaba ella a los
intelectuales. O sea, por ella, los hubiese dejado en tierra. Todo esto
lo contó el propio Alberti a unos amigos, ya en España, al regreso del
exilio, pero jamás quiso hablar de ello en su frondosa Arboleda perdida."
[No se pueden escribir más torpezas. A Miguel lo abandonaron sus propios camaradas en Madrid a su su suerte, y no estaba en la lita de los 17 para asilarse en la Embajada de Chile. tambo Albeto como León contaron un montón de contradicciones y mentiras para justificar su aptitud]].
Y en la pág. 486 de la misma obra:
Y en la pág. 486 de la misma obra:
"Todos
sus biógrafos se muestran de acuerdo en que el poeta, desde el momento
en que se vio libre, cometió error tras error. En vez de salir de España o
guardarse en sitio en que no lo conocieran, se dirigió, contra todo
consejo, contra toda prudencia, a su pueblo, Orihuela [Cox donde vivía su mujer y su hijo]. Y allí, como
Lorca por los suyos, fue detenido por sus paisanos, y devuelto a Madrid.
Quien haya leído la denuncia que el alcalde escribió en su día, sentirá
lo que es el asco en su más aguda manifestación. (...) Fue juzgado y
condenado a muerte. Cossío se movilizó de inmediato y con José María
Alfaro y Sánchez Mazas, a la sazón ministro, le visitaron en la cárcel
para tranquilizarle. Mientras pesó sobre él esa pena de muerte, Miguel
dio muestras de extraordinaria entereza. Basta con leer sus cartas de
entonces. Al cabo de unas semanas, y por intervención directa de Sánchez
Mazas que solicitó personalmente la clemencia a Franco ("pero, ¿es un
buen poeta?" parece que le preguntó quien no quería otro Lorca entre sus
crímenes), su pena fue conmutada por la de doce años de prisión menor,
lo que fundamentaba la esperanza de conseguir pronto la libertad. Pero
tampoco entonces tuvo suerte y empezó para él un penoso peregrinaje por
la cárceles españolas: desde la de la calle del Conde de Toreno, en
Madrid, se le trasladó al Reformatorio de Adultos de Palencia, de aquí a
la Sección de Transeúntes de la prisión de Yeserías y de ésta al penal
de Ocaña. De aquí pasaría a la de Alicante, donde, pese a las
solicitudes de que se le trasladase a un hospital, murió a causa de una
grave afección pulmonar. Corría el año 1942 y fue aquella triste muerte
como un tributo más de la poesía a la guerra, de las letras a las
armas." [murió a las 5.30 d ela madriga del 28 de marzo de 1942].