Por MANUEL AZNAR SOLER
Para Cecilio AlonsoMiguel Hernández, cautivo y desarmado, fue en 1939 un
vencido republicano que tuvo la desgracia de no poder
exiliarse, es decir, de tratar de exiliarse por la frontera portuguesa.
Devuelto por la policía del dictador Oliveira Salazar
a la policía franquista1, el 4 de mayo de 1939 se
inicia la geografía carcelaria del poeta hasta su muerte,
ocurrida el 28 de marzo de 1942 en la prisión del Reformatorio
de Adultos de Alicante.
La muerte de Miguel Hernández fue valorada por el
exilio republicano como la muerte de un poeta que, como
Federico García Lorca o Antonio Machado, se convirtió
inmediatamente en símbolo antifranquista. Porque, en
efecto, si el asesinato de García Lorca el 19 de agosto de
1936 había constituido la imagen más negra de la barbarie
fascista durante la guerra civil y si Antonio Machado
había fallecido el 22 de febrero de 1939 en su exilio francés
de Collioure, enfermo de amargura y de derrota, la
muerte de Miguel Hernández en 1942 representó la
muerte de un poeta leal a los valores éticos y políticos por
los cuales medio millón de republicanos españoles, para
escapar a la cárcel o el fusilamiento, habían tenido que
exiliarse. Así, García Lorca, Machado y Hernández, tres
poetas mártires, iban a constituirse en tres símbolos luminosos
de la memoria tricolor, en tres santos de la religión
laica republicana.
La personalidad literaria de Miguel Hernández ha merecido
lógicamente la atención crítica y el homenaje poético
de buena parte de nuestros mejores escritores en el
exilio, desde Rafael Alberti a María Zambrano, sin olvidar,
entre otros, a Manuel Altolaguirre, Antonio Aparicio,
Max Aub, Luis Cernuda, Juan Chabás, Manuel Durán,
Juan Gil-Albert, Jacinto-Luis Guereña, Jorge Guillén, José
Herrera Petere, Ángel Lázaro, María Teresa León, Jorge
Luzuriaga, Pascual Pla y Beltrán, Juan Rejano, José Rubia
Barcia, Antonio Sánchez Barbudo, Adolfo Sánchez Vázquez
o Arturo Serrano Plaja.2 Con motivo de su muerte,
silenciada por la prensa franquista, el exilio republicano
español organizó homenajes a su memoria en la inmensa
mayoría de países de acogida. Pero creo que, además del
de La Habana, el celebrado en la República Dominicana
es uno de los menos conocidos y, por ello, vale la pena,
con las limitaciones de rigor, salvarlo del olvido.
La noticia de la muerte del poeta en una cárcel franquista
conmocionó obviamente al exilio republicano español.
Sirva como ejemplo la nota anónima que, a modo
de introducción a un poema de Francisco Giner de los
Ríos sobre Miguel Hernández, publicó entonces la revista
Cuadernos Americanos, testimonio de la dura acusación
política que merecieron los responsables de la misma:
Miguel Hernández, joven poeta español, murió, hoy se
sabe, en una cárcel franquista. Luchador republicano,
como sus hermanos los creadores todos, fue condenado
a muerte en cuanto terminó la mal llamada guerra civil.
Sin embargo, la intervención de una elevadísima autoridad
eclesiástica —no española— logró que Miguel Hernández
fuera libertado a los pocos días.
[...] En el Ateneo Dominicano, cuya amplia sala de conferencias
se encontraba totalmente llena de público, hicieron
uso de la palabra los poetas Luis Scheker8 y Jesús
Poveda y los escritores Manuel Valldeperes y Vicente Llorens,
habiendo declamado varias poesías de Miguel Hernández,
Ruddy del Moral 9, actualmente profesor de
declamación del Conservatorio Nacional.
A partir de este número —y no pudiéndolo hacer simultáneamente,
por carencia de espacio— comenzamos la publicación
íntegra de los trabajos leídos en el referido acto.10
Aclaremos que Democracia fue un «semanario hispanoamericano
» cuyo primer número apareció el sábado
31 de enero de 1942 en la capital de la República Dominicana
—llamada entonces Ciudad Trujillo y hoy Santo
Domingo—, revista que Vicente Llorens afirma que «representaba
a republicanos y socialistas» y que «más
que otros periódicos
Democracia ofrecía abundantes informaciones
sobre las actividades de los emigrados en
Santo Domingo publicando entrevistas, reseñas de sus libros,
conferencias y exposiciones. En este sentido constituye
una de las mejores crónicas de la emigración,
avalorada por la parte gráfica»11.
No es de extrañar, por tanto, que este homenaje a Miguel
Hernández mereciera una atención particular por
parte de
Democracia, revista en la que se publicaron en
dos entregas los textos íntegros de las intervenciones de los
exiliados republicanos españoles Jesús Poveda, Vicente Llorens
y Manuel Valldeperes, así como un poema del poeta
dominicano Luis Scheker...
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