Ilya Ehrenburg se había encariñado con España a raíz de su primer viaje en 1931, sobre cuya experiencia escribió España. República de trabajadores. Volvería a nuestro país a finales de septiembre de 1937 como corresponsal del diario Izvestia, un mes más tarde de que se publicara su carta abierta a Miguel de Unamuno en el diario Pravda. El Mono Azul la dio a conocer en su número 4, fechado el 14 de septiembre, sin que se sepa si don Miguel tuvo noticia del artículo -podría haber sido así, aunque fuera de oídas- antes de que, como rector vitalicio repuesto por el general Franco, se enfrentara al general Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre con su bien conocido discurso del "venceréis pero no convenceréis", admirablemente escenificado por Alejandro Amenábar en su film Mientras dure la guerra, actualmente en cartelera*.
Ehrenburg inicia su carta dirigiéndose a Miguel de Unamuno (contra su apoyo al golpe de 1936) como profesor de Universidad, ex revolucionario y ex poeta, así como colaborador del general Mola, y le plantea su misiva como una charla entre escritor y escritor. A continuación se refiere a su estancia hace cinco años, con motivo de su primer viaje por el país, en un pueblo de la depauperada y atrasada comarca de Sanabria (Zamora), en donde fue testigo de los campesinos "martirizados por el hambre". Allí leyó Ehrenbug, en el libro de firmas de un restaurante turístico que había al lado del lago, un texto de don Miguel glosando la belleza imponente del paisaje, lo que le da motivo para reprochar a don Miguel que no hubiese reparado antes "en los ojos de las mujeres que apretaban contra su pecho a los hijos medios muertos de hambre y en los campesinos que comían algarrobas y cortezas".
A continuación, el escritor ucraniano reprocha al destinatario de su misiva que escribiera artículos profundamente estéticos en los periódicos de gran tirada, citando como ejemplo una investigación filológica de cien renglones sobre la palabra "hambre", las diferencias entre el apetito del hombre del Sur y el del Norte, o cómo el hambre descrita por Hamsum difiere del hambre descrita por Quevedo. "Se lavaba usted las manos: no quería estar ni con los hambrientos ni con los que les alimentaban con el plomo de las balas", afirma Ehrenburg.
Creo que el resto de la carta merece su transcripción literal, sobre todo si se considera que algo de su contenido podría haberle llegado a Unamuno en Salamanca, antes de su histórica alocución en el paraninfo de la Universidad y casi al tiempo que se sucedían en aquella ciudad los asesinatos por parte de los militares sublevados de sus mejores amigos, el pastor protestante Atilano Coco y el alcalde republicano Casto Prieto Carrasco:
"Han pasado cinco años [desde 1931]. Lo más bajo de España: verdugos, herederos de los inquisidores, carlistas dementes, ladrones como March, han declarado la guerra al pueblo español. En Sanabria cayó en poder de los bandidos el general Caminero, leal al pueblo [Juan García y Gómez Caminero, 1871-1937]. Los malaventurados campesinos de Sanabria habían huido al monte. Con armas de caza bajaron contra las ametralladoras. ¿Qué hizo usted, poeta, enamorado de la tragedia española? De la cartera donde guardaba los honorarios de las elucubraciones poéticas sobre el hambre sacó usted, con la esplendidez de un verdadero hidalgo, cinco mil pesetas para los asesinos de su pueblo [se refiere a la donación que Unamuno hizo a la causa de los sublevados].
Dice usted: «Me indigna la crueldad de los bárbaros revolucionarios». Y lo escribe usted en la ciudad de Salamanca. De seguro pasea usted con frecuencia bajo los soportales de la Plaza Mayor. La plaza es preciosa y usted ha sido siempre un enamorado del estilo Renacimiento español. ¿No ha visto usted, paseando por la plaza, el cuerpo del diputado Manso [José Andrés y Manso (Salamanca, 1896-La Orbada, 1936), maestro, abogado y diputado, aseinado junto a Casto Priteo Carrasco), que los nuevos amigos de usted han ahorcado para defender la cultura de los bárbaros? Las columnas obreras han ocupado Pozoblanco. Han hecho doscientos prisioneros de la Guardia civil. No han dado muerte ni a uno solo de ellos. En Baena los blancos rociaron de bencina y quemaron vivos a diecinueve campesinos inermes. El diputado por Córdoba Antonio Jaén, que manda los obreros que sitian Córdoba, se ha dirigido por radio al que fué su amigo, el general Cascajo, que lucha ahora al lado de los rebeldes. «Si no te rindes serás responsable de la suerte de una ciudad tan querida, de miles de vidas humanas, de los monumentos artísticos de Córdoba»; éstas han sido las palabras de Jaén. Y Cascajo ha contestado: «Te aconsejo, Jaén, que no vengas hacia Córdoba, porque tengo en mis manos a dos hermanos tuyos.».
El primer número de la revista El Mono Azul se publicó el 27 de agosto de 1936, un mes y pico después del inicio de la guerra incivil. Se trataba de una publicación de orientación comunista, auspiciada por una asociación civil creada al inicio del conflicto, la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, cuyo ámbito de difusión y lectura eran los frentes de batalla. Su cabecera obedece a la prenda que vestían los milicianos y en su contenido había tanto páginas de instrucción militar como secciones de literatura y política. Se llegaron a editar 47 números desde esa fecha hasta febrero de 1939, con periodicidad irregular, de los que solo los diez primeros constaban de ocho páginas, que finalmente quedaron reducidas a una sola, impresa y difundida con el diario vepertino La Voz en Madrid.
La revista tuvo entre sus colaboradores a reconocidos escritores y poetas, entre los que cabe mencionar a Arturo Cuadrado, Miguel Hernández, Lorenzo Varela, Antonio Aparicio, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, José Bergamín, Luis Cernuda, Antonio Machado, Ramón J. Sender, Eduardo Ugarte y María Zambrano. También, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, André Malraux y John Dos Passos, entre los autores extranjeros. Como responsables de la publicación aparecen en el primer número los nombres de María Teresa León, José Bergamín, Rafael Dieste, Lorenzo Varela, Rafael Alberti, Antonio Luna, Arturo Souto y Vicente Salas Viu, aunque son sobre todo Teresa León y Rafael Alberti los que asumen un mayor papel en la coordinación de la revista. El poeta gaditano Alberti publicó en El Mono su Romancero General de la Guerra Civil Española, que luego se editará durante su exilio en Buenos Aires en 1944. También tenía Alberti en la revista una sección titulada "A Paseo", en la que se criticaba con dureza a aquellos otros escritores e intelectuales que no comulgaban con el gobierno del Frente Popular, al que la Alianza prestó entusiasta adhesión con un manifiesto publicado en el diario El Sol el 26 de julio de 1936.