Opinión
El poeta oriolano Carlos Fenoll y la calle del Horno

Vista panorámica de Orihuela desde el Seminario. / Tony Sevilla
El que esto les escribe, fue en su niñez vecino de Carlos Fenoll, que fuera entrañable amigo de Miguel Hernández y de Ramón Sijé, y compañero de ambos en las tertulias literarias de la tahona.
Vivíamos ambos en la calle del Horno de Orihuela, dicha vía comienza donde termina la plaza Caturla, estaba compuesta de dos hileras de casas unifamiliares, tan pegadas unas de otras que todos vivíamos casi en comunidad. En dirección ascendente, a la izquierda, comenzaba la calle con la taberna y vivienda de Teresa “La Chalá”, siempre abarrotada de albañiles y estibadores de La Lonja. A continuación había un almacén propiedad de “Jeromo el del Puente”. Seguía una casa donde vivía José María Parra—sargento de Marina, con su esposa Almudena García y sus hijos. En la parte de arriba residía Antonio “El Peladilla” con su esposa Josefa y sus hijos. Al lado tenía su vivienda nuestro personaje, Carlos Fenoll con su familia. Seguía la de “El señorito Paco el de la capa”.
En la otra fila, subiendo a la derecha, en primer lugar estaba la casa de Concha, —la Recovera—, vivía con su marido y una numerosa prole, uno de sus hijos, Bienvenido López Riquelme, fue famoso jugador de fútbol militando en el Sevilla en los años 50. En la siguiente residía Ramón “El Rondollo” y sus dos hijos: “Ramonico” —recordado jugador del Hércules— y Conchita. Justo al lado residía una familia de apellido Rada. Pegado a ellos y frente a la de Carlos Fenoll, vivía Rafael y su esposa Asunción, y sus hijos Rafael, Pepe y Margarita. Un poco más arriba tenía su domicilio Nicolás “El Barquillero”; en la parte frontal de la calle se ubicaba la vivienda Enrique Colomina, asentador de la Lonja, también la de Pedro Albarracín, conocido por “El Pipiripipi”.
La convivencia entre los vecinos era muy familiar, por las noches del duro verano las mujeres rociaban la calle y sacaban las mesas y sillas a la puerta para cenar “a la fresca”. Pero centrándonos un poco más en el personaje que hoy nos ocupa, mi vecino de entonces Carlos Fenoll Felices, entre su casa y la mía sólo había una en medio. Él, como panadero trabajaba de noche, por el día estaba casi siempre en su casa, solía descansar en su puerta sentado en una silla baja de anea, se la ponía de lado apoyando su brazo derecho sobre el respaldo, siempre salía en verano vistiendo un pantalón bastante ancho para su fino talle y una camiseta blanca de tirantes. Era un hombre extrovertido, dicharachero, buena persona, gustaba de contarnos cuentos a los chiquillos, nos recitaba poemas y cuando se sentaba en su puerta todos los críos andábamos siempre cerca de él para que nos relatara sus escarceos taurinos. Sus hijos Antoñito y Carlines, eran mis compañeros de juegos.
Ascensión Ávila Martínez, esposa de Carlos, era una mujer muy atractiva, yo en mi corta estatura la veía alta, se recogía su negro pelo sobre la nuca con un moño, de finos modales, vestía siempre elegantemente, mi madre y ella congeniaron mucho y llegaron a ser muy buenas amigas.
Carlos Fenoll pasaba gran parte de su tiempo leyendo o escribiendo sobre su mesa de comedor, era su gran pasión, pero también le gustaba el flamenco; era muy participativo en las fiestas. La marcha de la familia Fenoll hacia Barcelona, hecho que ocurrió en 1951 [1947], dejó un poco huérfana la calle del Horno.
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ENLACES de interés:
Recuerdos de Carlos Fenoll, por Ramón Fernández Palmeral en Información 08-08-2012
Enlace a la página Centenario del nacimiento de Carlos Fenoll
Biografía: "Trayectoria vital y poética de Carlos Fenoll Felices", en Amazon