Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

miércoles, 8 de febrero de 2017

Una obra de Rafael Llorens Ferris, sobre Miguel Henández la la Lonja del Pescado (Alicante)


                 (Nanas de la cebolla, obra de rafael Llorens Ferris)




Con esta foto del caudro del maestro Rafael Llorens Ferris, participa en la exposición que se colgar al mercado de pescado " homenaje a Miguel Hernández " - del 10 de marzo al 7 de mayo de 2017, organizada por " la ciudadana de Alicante para la recuperación de la memoria ".

 NANAS DE LA CEBOLLA
.
 ( Dedicadas a su hijo, a raíz de recibir una carta de su mujer,
en la que le decía que no comía más que pan: y cebolla)
 .
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.
.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
.
Ser de vuelo tan lato,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.

Miguel Hernández (Cancionero y romancero de ausencias)

Los poemas del cancionero está publicados en el libro: Miguel Hernández, el poeta de las tres heridas, en Amazon.


martes, 7 de febrero de 2017

Carta manuscrita de Miguel Hernández a José María de Cossio, de 25-08-1936


Miguel le cuanta a José María Cossió la muerte del padre de su novia Josefina, Manuel Manresa Pamies Guardia Civil, donde dice que fue una equivocación. ¿Una equivocaciónde quién?  Los milicialos de Elda asesinaron el 13 de agosto de 1936 de Manuel Manresa (junto a cuatro compañeros más, entre ellos un cabo), porque parece ser que los nacionales de Albacete los habían convocado a trasladarse a la Comandancia de Albacete. Por eso los mataron.  Eran milicianos, camaradas de Miguel.

Manuel Molina autor de "Miguel Hernández y sus amigos de Orihuela" 1969. Un libro fundamental

Leer el artículo completo en el portal dedicado al centenario del nacimiento Manuel Molina AQUÍ

viernes, 3 de febrero de 2017

Teatro y poesía en Cartagena para Miguel Hernández

Cartagena homenajea a Miguel Hernández con ciclo de teatro y poesía

Cartagena, 2 feb (EFE).- Obras de teatro, recitales poéticos y de cante, y las ediciones de libros, guías e instrumentos didácticos para centros educativos de Primaria y Secundaria del municipio protagonizarán la programación que la 'ciudad hernandiana' de Cartagena ha programado para 2017 con motivo del Año de Miguel Hernández, fallecido hace 75 años.

El acto de presentación ha contado con la participación del cantaor Julián Pérez Páez, que ha adelantado una pequeña muestra del recital con el que arrancará el calendario de actos de homenaje al literato mañana, a partir de las 20 horas en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, y en el que le acompañará Curro Merino en la percusión y José Ferrándiz 'Tomson' a la guitarra.

Previamente, la biblioteca infantil del mismo recinto acogerá un cuentacuentos biográfico titulado 'Miguel, el niño pastor', dirigido por José Salguero y que correrá a cargo de Mario Carrión, África Garrigós y Faustino Sáez. Esta iniciativa también se llevará a las bibliotecas de Los Dolores, Barrio Peral, La Palma, La Manga, Pozo Estrecho y Polígono de Santa Ana.

Asimismo, está prevista la preparación de un cuaderno con un itinerario cultural 'hernandiano', con la ciudad y el entorno desde la Sierra Minera de La Unión hasta llegar a Cabo de Palos, "porque son los lugares por los que pasó el poeta y que pudieron dejar huella en su vida y obra", según ha indicado el concejal de Cultura, David Martínez.

También habrá espacio para dos unidades didácticas destinadas a los alumnos de los centros educativos de Primaria y Secundaria del municipio, mientras que el IES Ben Arabí y el IES Mediterráneo van a seguir realizando el concurso anual de poesía 'Vientos del pueblo'.
Asimismo, se está preparando una visita a la casa-museo de Miguel Hernández en Orihuela, al tiempo que el festival 'Deslinde' homenajeará al poeta en su próxima edición.

Por su parte, la vicealcaldesa, Ana Belén Castejón, ha destacado el acuerdo plenario que declaró a Cartagena como 'Ciudad Hernandiana', y ha aprovechado el acto para recitar el poema 'Elegía' y la relación del escritor con esta tierra al haber formado parte de la Universidad Popular, a la que llegó de la mano de los literatos cartageneros Carmen Conde y Antonio Oliver.

Aitor Larrabide, director de la Fundación Cultural Miguel Hernández, ha deseado que esta iniciativa no se quede sólo en un año y que Cartagena esté unida al poeta "no sólo por los valores literarios sino también por los valores éticos y de ciudadano comprometido".

Comité organizardo de Jaén. 75º aniversario muerte Miguel Hernández en Jaén. Más de 100 actividades

Más de 100 actividades para conmemorar la muerte de Miguel Hernández. Radio Jaén

La programación llegará a los lugares de la provincia más ligados con el escritor alicantino Han solicitado al Ministerio de Cultura que declare 2017 como 'Año Hernandiano'

  




Miembros del comité organizador de las actividades con motivo del 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández. /




El comité organizador del 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernandez se ha reunido esta jueves para ir preparando las más de 100 actividades con motivo de esta efeméride. La programación llegará a los puntos con más relación con el poeta alicantino. Además, han pedido al Ministerio de Cultura que declare al 2017 como 'Año Hernandiano', una solicitud que ya fue realizada por la Comisión de Cultura del Congreso aunque la Diputación no se fía y por eso y pretenden asegurar un homenaje digno.
El presidente del ejecutivo provincial, Francisco Reyes, ha explicado que los actos previstos se centrarán en la vida y obra del poeta. Además, las actividades comenzarán este mismo mes y abarca la publicación de libros, conciertos y exposiciones, todo para recordar la figura de este escritor.



También se producirá un documental de cine, conciertos y varias obras de teatro así como un  disco recopilatorio con los poemas de Miguel Hernández. Además se se presentará un sello conmemorativo, se instalarán mosaicos en distintas localidades jiennenses sobre el poeta además de la celebración de conferencias sobre su vida y obra y se realizarán visitas de centros educativos al Museo que tiene en Quesada, el pueblo de su mujer, Josefina Manresa.



 
(Presidente de la Diputación de Alicante Francisco Reyes)
Reyes remarca que "estamos hablando de una programación que nace con vocación de apertura", debido a que se irán sumando eventos a lo largo del año. El objetivo es preservar la figura de Hernández, el princinpal compromiso que ha adquirido la Diputación con la familia del poeta tras la adquisición del legado de Miguel Hernández. El comité organizador pretende que se conozca mejor la obra del poeta, que fue "una bandera humanista de los valores éticos que defendió en vida a capa y espada", según explicó Francisco Reyes.

 Representantes de varias provincias

El comité está constituido por los Ayuntamientos de Quesada, Orihuela, Elche y Murcia, la Junta de Andalucía, la Generalitat Valenciana, la Universidad de Jaén y la Diputación de Jaén. También están presentes el Instituto de Estudios Giennenses, el Centro Andaluz de las Letras y los propios herederos del poeta de Elche. El legado del escritor llegó a tierras jienenses el 14 de agosto de 2012 después de permanecer durante 26 años en su localidad natal.

Origen de la noticia de Radio Jaén. 

miércoles, 1 de febrero de 2017

Impresionante carta de Miguel Hernández a Josefina el 29 de agosto de 1941

Carta manuscrito en el Legado de Miguel Hernández.

Alicante, 29 de agosto de 1941 (Reformatorio de Adultos de Alicante)

Mi querida esposa: Se ve que Manolillo ha aprendido bien el disco de papá, porque le respetía ayer tanto que aún me estoy riendo. No tuviste tiempo de decirme por qué no estás aquí con más frecuencia. Oye, Josefina: miestras no te llegue dinero al menos no me envíes nada ayer te he encontrado peor, y no quiero que me caigas enferma. Procura por nuestro hijo y por ti primero, y no te consideres obligada al Sacrificio, nena. Te tengo clavada en la memoria, y pienso el esfuerzo que haces entre todos. No seas tonta, y deja de enviarme comida por ahora, Si los padres pueden, que lo hagan, y si no nada. Hasta el viernes, Josefina. Muchos besos para nuestro hijo y para ti de nuestro Francisco [nombres supuesto por que no podia escribir todos los días], recuerdo de Miguel para Molina.  [se refiere a Manuel Molina].
PD. Di a  Elvira que no olvide decir a la madre que me escriba. Besos para todos mis sobrinos.

Firmado.- Francisco

martes, 31 de enero de 2017

Se ha iniciado un blog para homenajear a MANUEL MOLINA en su centenario.

Enlace al blog de MANUEL MOLINA POR SU CENTENARIO

Carta inédita de Carlos Fenoll dirigida a Miguel Hernández, 3 de marzo de 1936



Carta inédita de Carlos Fenoll a Miguel Hernández.


Querido Miguel -3 de marzo 1936- [Orihuela].

    He recibido la tuya (soy un sinvergüenza) y quedo enterado de todo... (Y un bandido). Nada. Esto se hace así: me arrodillo y pido perdón.

   A las “otras” innumerables cosas: pequeñas cosas pupulantes e inevitables, míseras imposturas en la cosa de uno, que tienen la mayor culpa de que no te escribiera antes, las miro ahora con una mirada armada de odio, impotente, porque son todas contra mí. Son como unos microbios fatídicos que corren la base de la Decisión y dan como ella en tierra. ¡Oh, pero hoy se han jodio!  Saqué el enmohecido y menguado espadín de mo voluntad y ¡zas, zas!  Me he quedado solo. He cogido con un gesto de fanfarrona arrogancia la pluma y las cuartillas, he encendido un cigarro para echar incienso de gloria sobre los cadáveres, que siempre gusta de ser un poquito generoso al vendedor, y hete aquí, poeta, lo que te cuento.
   He hablado con tu hermana Elvira y sé de ti, incluso de que vistes una chaquetilla corta de pana y unos pantalones apretados no sé cómo, fuera de lo corriente, cosa que yo veo con simpatía, porque gusto también de unas miajicas de extravagancia, que algunas veces se llama comodidad y alguna economía.
   He visto y deseado tu foto. ¡Estás muy bien, chacho! Tu hermana me ha aconsejado que te pida una ya que son 6 las que te han sacado. ¿Tú que tices a esto?
  Leí en el Sol lo que, refiriéndose a tus poemas de revista de Occidente, decía de ti Juan Ramón Jiménez. Observo con íntima alegría cómo tu nombre va colando cada vez por climas más altos y prestigiosos del mundo literario, forzosamente caigo en el recuerdo de aquellos días que hablábamos de Juan Ramón [Jiménez] como de un símbolo mimbrado, como de algo inaccesible, al pensar que tú no solo andas por su maravillosa altura sino que le has superado el trino y el sino de la poesía.
  
   Me ha dicho tu hermana también que salías ahora, por ahora al empezar marzo, en unas misiones pedagógicas, así que estaba en dos caminos: el de escribirte o en el de esperar que Paco [Moreno] le escribiera a tu hermana diciéndole si habías salido o no [para las misiones]. A cuenta de esto me quedo con la duda de si recibirías mi carta o no.
   Al cabo se decidió, puedo escribirte Josefina [Fenoll]  ahora, al abrazar a tu hermana hubo también lágrimas. Cuando le dijeron que habías venido Elvira se puso a temblar y pensando si habrías venido tú con ella. Sé que has de serle dolorosamente vuestro primer encuentro, después de la preciosa siega de la Yntrusa [no se entiende].
   Hoy, 3 de marzo, hace 4 años justos que se arregló con Josefina [Fenoll].
   Iba ella por la calle Mayor con la canasta de los panecillos. Eran las siete de la tarde. Pepito [Ramón Sijé] se le acercó y le dijo tímidamente estas palabras: –¿Tienes frío?

  Esta tarde van al cementerio mi hermana [Josefina Fenoll] y mi mujer [Ascensión Ávila]. Llevarán flores y ánimo de rezarle mucho. Yo le he dicho a Josefina que al venirse le pregunte con el pensamiento:
    –Pepito, ¿Tienes frío?
    Y así empezará un nuevo idilio, a través de la bruma.
                                         __________________

    La alegría particular que me queda és (sic) la que dá  (sic) la inquietud espiritual que vive dentro de mí: lo mejor que yo he tenido vive todavía: ¡inquietud!
     Ahora he formado un cuadro artístico. Para las presentaciones he alquilado un almacén de mucha amplitud y lo estoy arreglando a propósito. Díe [pintor y dibujante oriolano Francisco de Díe García-Murphy], me va a pintar las decoraciones. Entre el elemento femenino trabajará mi mujer, que no tiene que envidiar en sensibilidad y gusto artístico a muchas actrices de carrera. Por lo pronto voy a empezar representando teatro clásico, y luego, siempre algo selecto, por ejemplo: un ensayo dramático, en un acto y en prosa, titulado “Sobre las propias huellas”, de Carlos Fenoll “La intrusa”, de Maeterlinck y “Boda de sangres” de Lorca. Ya te iré informando más delante de esto.

     Mi voluntad parece que se va robusteciendo con el hogar y el Hijo [José Antonio nació el 15 de diciembre de 1935 en Calle horno de Orihuela].  ¡Áh, el hijo! No sabes: estás que “da gloria de verlo”. Es muy inquieto. Ríe mucho y para él todo es ajo. Cuando tenga cinco años saldrá a recitar versos en los teatros, sin querer con esto que sea un niño prodigio. Por vanidad de Padre no. Flor inmensa vanidad de artista que tiene uno.
    Esperaba tu “Rayo que no cesa”. Ya sé por tu hermana, y ya me lo había presumido al no encontrar noticias alusivas en los periódicos, que no se ha terminado todavía de imprimir o algo de erratas has tenido que rectificar en las pruebas. [“El rayo que no cesa se imprimió el 24 de enero de 1936 en la imprenta Héroes de Madrid].

   Te advierto que me he hecho una biblioteca estilo cubista y la tengo limpia de libros. Ni uno. Ni un periódico. Solo un retrato de mi mujer con el nene y un vaso con violetas. Me he propuesto darle a tu libro el honor de inaugurarlo.
    Por lo que se refiere a Orihuela no te puedo apuntar nada sobresaliente, sino és (sic) que el número de imbéciles sube en proporciones alarmantes conforme se van desarrollando los venturosos tallos de “la buen” sociedad. En la atmósfera que se respira lo mismo que en todo los pueblos de España. Tufo picante de la Política. ¡Oh! Al Poveda [Jesús] filósofo y poeta se lo tragó también este Dragón. Seguramente el no contestarle ni tu ni Isla (mandó allí unas cartas) le ha desalentado [Revista Isla de Cádiz. Mejor para todos).
    Los tres en flor: mi hijo, mi mujer y yo te vamos dando un abrazo sin respirar, magnífico de amistad verdadera

Firmado y rubricado.- Carlos


[Carta encontrada por Ramón Fernández Palmeral en el legado de Miguel Hernández, de la Diputación de Jaén)



lunes, 30 de enero de 2017

Miguel Hernández en la guerra, por Ian Gibson.

Miguel Hernández en guerra

Por Ian Gibson
«No quiere ser un intelectual de retaguardia, dar recitales y arengas en el frente y volver por la noche a casa. Quiere luchar, con el fusil y con la pluma, al lado de su pueblo»
La valentía, la hombría de bien y el ejemplo moral de Miguel Hernández durante la guerra, y luego en las infectas cárceles franquistas, adquieren con el paso de los años categoría de auténtica heroicidad.
Recordemos que el acercamiento del poeta al comunismo se había producido en 1935, cuando tenía veinticinco años, bajo la influencia de Rafael Alberti, María Teresa León, el argentino Raúl González Tuñón, Pablo Neruda y la amante de éste, Delia del Carril. Supuso para su vida y para su obra un cambio de dirección decisivo.
El 23 de septiembre de 1936 Hernández se alista en el Quinto Regimiento. No quiere ser un intelectual de retaguardia, dar recitales y arengas en el frente y volver por la noche a casa. Quiere luchar, con el fusil y con la pluma, al lado de su pueblo. Será fiel al compromiso a lo largo de toda la guerra, primero defendiendo a Madrid, luego combatiendo en otros escenarios de la contienda. A aquel Hernández habría que considerarlo sobre todo agitador y animador. Así lo demuestran sus prosas de urgencia, dirigidas a sus compañeros en armas. En ellas su compromiso político quedaba explícito. En «Para ganar la guerra», por ejemplo, donde pide castigo para los que, «faltos de austeridad, pretenden establecer una nueva burguesía, viciar y deshonrar con preferencias y halagos la moral de sencillez y hombría que impone el comunismo». A veces firma con seudónimo, para no herir la sensibilidad de los suyos. Es el caso de «Compañeras de nuestros días», donde evoca los sufrimientos de su humilde madre campesina, víctima toda la vida «del régimen esclavizador de la criatura femenina».
En 1937 asiste en Valencia al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Allí saluda con emoción a un Antonio Machado ya muy envejecido y conoce a Nicolás Guillén, que le evocó así unos meses después: «La voz cortante y recia; la piel tostada por el férreo sol levantino. Todo ello sepultado en unos pantalones de pana ya muy trabajada y unas espardeñas de flamante soga […] Este cantor de las trincheras, este hombre salido de la más profunda entraña popular, produce, en efecto, una impresión enérgica y simple».
Aquel septiembre estuvo invitado en Moscú. Cuando volvió a España sus amigos notaron que algo había cambiado. Y es que lo visto y oído en Rusia le había hecho reflexionar críticamente sobre la realidad del sistema soviético, al margen de idealismos y buenas intenciones. Parece que ya intuía que el estalinismo tenía un lado oscuro.
Por estas fechas está en la calle —y en las trincheras— Viento del pueblo. Poesía en la guerra, testimonio irrefutable de su compromiso político.
Cuando llegan los últimos meses de la guerra se está imprimiendo en Valencia un nuevo poemario, El hombre acecha, violenta condena de los vesánicos responsables de la ola de sangre que inunda España, en primer lugar Franco y Queipo de Llano. La edición fue destruida por los nacionales al tomar la ciudad, pero por suerte el original estaba a salvo.
Hernández está en Madrid cuando se produce el golpe de Casado. Algunos amigos le aconsejan que huya del país, para ponerse a resguardo tanto de los anticomunistas como, si triunfan, de los fascistas. Pero la única e ingenua preocupación del poeta es volver al lado de su mujer y su hijo, allí en Alicante. Y así lo hace.
El resto se puede contar en pocas palabras. La huida a Portugal, donde, detenido por la policía, es devuelto en la frontera, donde le muelen a palos. La conmuta de la pena de muerte por la de treinta años (Franco no quería otro Lorca). Los terribles tres años en distintas cárceles, sin una sola visita de su padre. La tuberculosis no tratada que se lo lleva el 28 de marzo de 1942.
Fue uno de los grandes de la lírica española contemporánea. Y un estoico de extraordinaria entereza que, para conseguir su liberación, se negó tercamente a entonar la palinodia. Estamos en vísperas del centenario de su nacimiento. Como poeta y como ser humano es hora ya de honrarle como se merece.

Centro Virtual Cervantes.

Miguel Hernández. Los cantautores, por Luis Suñén

Los cantautores

Por Luis Suñén
«Para muchos, Miguel Hernández o Antonio Machado […] son sólo la letra de una canción. Tras ella está, sin embargo, un poema…»
Miguel Hernández ha sido uno de los poetas puestos en música por eso que se ha dado en llamar cantautores como suavizando —dice Wikipedia— el significado de lo que se llamaba «canción protesta». Los tales cantautores encontraron un filón en la poesía de épocas diversas con resultados bien distintos y que, a la hora del juicio, suelen verse atemperados por los recuerdos íntimos que provocan en quienes se enfrentan a su análisis. Joan Manuel Serrat ya había musicado, antes de dedicarse a Miguel Hernández, versos de Antonio Machado con diferente suerte aunque una de las mejores canciones de su disco dedicado al autor de Campos de Castilla —«Las moscas»— pertenezca al estro de Alberto Cortez, de mucha peor fama entre los asiduos al género. Hilario Camacho —imprescindible en los recitales de los colegios mayores durante el franquismo— trató muy bien la poesía de Machado en «El agua en tus cabellos», título que le da a «Desgarrada la nube» y canción en la que se ve superado por el texto al sustituir «los mágicos cristales de» por un simple «ya». Pero el resultado es hermoso. Antes que todos, Paco Ibáñez hizo lo propio con clásicos del barroco como don Luis de Góngora y Argote y más modernos como Rafael Alberti o José Agustín Goytisolo —su poema «Palabras para Julia», que alcanzó así una fama inesperada—. A veces la relación entre música y letra fracasa gloriosamente. Por ejemplo en «Mañana de ayer, de hoy», de Jaime Gil de Biedma, cantado por Rosa León, donde la excelente música de Luis Eduardo Aute escande los versos un poco a la pata la llana, como ese «de la noche desnudo» en que los acentos se anulan. El gallego Luis Emilio Batallán cumple con absoluta solvencia a la hora de enfrentarse a la poesía de Celso Emilio Ferreiro y Álvaro Cunqueiro y se atreve nada menos que con Fenollosa. Lo propio hace María Dolores Pradera con un gran poema de Pedro Salinas, «Fe mía» —«No me fío de la rosa de papel…»—, al que pone música muy dignamente Antoni Parera Fons. Dos de los cantantes más socialmente comprometidos —es difícil encontrar una definición adecuada— como Adolfo Cedrán y Luis Pastor muestran los extremos de hasta dónde se ha llegado en el género: el primero con poemas de Jesús López Pacheco —«Canción de la novia del pescador»— y el segundo nada menos que con «Piedra de Sol» de Octavio Paz y en versión no carente de emoción canora.
Hoy, por una u otra razón, todo eso se ve como el fruto de una época por la que ha pasado el tiempo y las músicas aparecen, ante quien ha ido más allá, como vicarias de los versos de que se sirven. El entonces adolescente, si verdaderamente ha prosperado como lector, no olvidará el momento evocado por esas canciones pero acudirá sin duda a los versos ya libre de esa andadera que inevitablemente desvirtúa su contenido, lo hace más ligero en el fondo, lo transforma en otra cosa quizá sentimentalmente amable pero inevitablemente distinta. En el arte no basta con las buenas intenciones. El problema es que la música engrandece —Schubert al mismísimo Goethe— pero también trivializa sin piedad —ese «Himno a la alegría» de Miguel Ríos, que sobrevuela, implacable, cualquier escucha de la Novena de Beethoven. Los cantautores intentaron dar fe de lo que vivía por su cuenta y la cosa estaría en saber cuánta gente leyó a Miguel Hernández —ésta es su página— gracias a Serrat. Y ahí las dudas, probablemente, se diluirían en el mar de la ignorancia bienintencionada. Para muchos, Miguel Hernández o Antonio Machado o Jaime Gil de Biedma son sólo la letra de una canción. Tras ella está, sin embargo, un poema que aspira a eso que Paul Éluard llamara «el duro deseo de durar».

Miguel Hernández. La sombra vencida, por Andrés Ibáñez.

Miguel Hernández. La sombra vencida

Por Andrés Ibáñez
Se dice (no sé si es una leyenda) que cuando murió Miguel Hernández, resultaba imposible cerrarle los ojos. Son esos mismos ojos grandes, brillantes como esferas de vidrio, que hemos visto representados en tantos retratos. En uno de sus últimos poemas, escrito en la cárcel y no recogido en ningún libro, escribe: «Yo que creí que la luz era mía / precipitado en la sombra me veo». Pero el poema (y con él, la Obra poética completa del poeta) termina con estos versos: «Pero hay un rayo de sol en la lucha / que siempre deja la sombra vencida».
El propio Miguel Hernández se describió a sí mismo a menudo como «cabrero poeta» (en un artículo publicado en la revista Destellos, editada por el gran amigo Ramón Sijé) o bien como «poeta pastor» o incluso «pastor poeta» («este pastor un poquito poeta», le escribe en una carta a Juan Ramón Jiménez). El padre de Miguel era cabrero, y el propio poeta fue iniciado en el oficio de pastor por su hermano Vicente cuando era un niño. Las montañas comenzaban justo detrás de la casita en la que nació Miguel en Orihuela, secas y desabridas laderas de ese paisaje levantino que tanto se parece al de Tierra Santa. Más tarde, la familia se traslada a otra casa en la Calle de Arriba, una vivienda amplia y cómoda con un jardín trasero en la que había un corral y algunos frutales.
Miguel Hernández estudió durante bastante más tiempo del que sería esperable en un muchacho tan modesto. En el colegio de jesuitas de Santo Domingo llegó a alcanzar los grados de «príncipe», «edil» y «emperador», títulos con los que los jesuitas distinguen a los buenos alumnos. Y enseguida comenzó a leer, primero en la biblioteca del canónigo Almarcha, que le introduce en los clásicos españoles y los grecolatinos traducidos, y luego bajo el influjo de Ramón Sijé, su gran amigo, un estudiante de derecho de orientación conservadora y católica que tenía grandes inquietudes literarias. Sus sucesivos viajes a Madrid, hasta el tercero, que es el definitivo, suponen un gran salto hacia adelante y una ruptura con el mundo provinciano y limitado de Orihuela. Sobre todo por influencia de Pablo Neruda, las ideas religiosas y políticas de Miguel Hernández comienzan a cambiar. El poema «Sonreídme», escrito en el período que va entre El rayo que no cesa y Viento del pueblo, uno de los pocos que escribiera sin rima, y que por esa razón tiene un tono más libre y moderno del que solemos asociar con su arte, es un buen indicador de esta crisis: «Vengo muy satisfecho de librarme / de la serpiente de las múltiples cúpulas / la serpiente escamada de casullas y cálices». Ramón Sijé le visita en Madrid y ambos amigos discuten de política, de poesía, de religión. Se sienten un poco distanciados, pero a los pocos meses el amigo muere, y Miguel se siente devastado. Escribe entonces la «Elegía a Ramón Sijé» que se ha hecho tan famosa y que entusiasmó al propio Juan Ramón Jiménez. El poema, hermoso y algo superficial, contiene un pequeño misterio: porque la elegía por la muerte del amigo parece, en realidad, una declaración de amor de encendida sensualidad.
Hay siempre algo seráfico alrededor de Miguel Hernández. Tenía un rostro de niño ingenuo, marcado de cicatrices por una explosión de carburo que sufrió en la infancia. En seguida se hizo amigo de los poetas de la generación del 27, pero en Madrid no todo fueron aladas almas de rosas de almendro. García Lorca no sentía simpatía por él e intentaba evitarle, y es conocida la anécdota de Miguel llamándole «hijo de puta» a Alberti y recibiendo un bofetón de María Teresa León.
Fascina lo rápido que suceden las cosas en la vida literaria de Miguel Hernández. Perito en lunas, un experimento en octavas gongorinas, es de 1933. Su obra mayor, El rayo que no cesa, poemario de amor y de angustia, del 36. Ese mismo año comienza la guerra, y Miguel salta a una poesía de tipo social y político. Viento del pueblo (1937) es el libro optimista de la guerra, y del viaje a la Unión Soviética. El hombre acecha (1937-39) es el libro pesimista de la guerra. Los dos libros son desiguales, aunque contienen poemas de agonizante intensidad. Viento del pueblo se convertiría en el modelo de la poesía social de la posguerra, y se abre con unos versos célebres donde cada palabra vibra como un terremoto y trae una imagen inolvidable: «Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas / y en traje de cañón, las parameras / donde cultiva el hombre raíces y esperanzas, / y llueve sal y esparce calaveras». Todo Miguel Hernández está aquí: la maravillosa perfección formal, el uso implacable del ritmo y de la rima, la asombrosa imaginación verbal, el tono a un tiempo moderno, casi surrealista, pero con una resonancia clásica, la lentitud poderosa en que la lengua se demora, como embrujada, para decir una por una la sucesión de palabras que son todas esenciales.
El Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941) es un nuevo experimento donde Miguel explora los metros breves y la asonancia, en unos poemas que a menudo resultan intemporales y que suenan tanto a la «poesía desnuda» de cierta vanguardia como a la lírica popular del siglo xv. Este libro contiene las célebres «Nanas de la cebolla» pero también poesía infantil («El pez más viejo del río») y una curiosa reflexión, el poema 72 que comienza «El mundo es como aparece / ante mis cinco sentidos», donde el poeta parece buscar un nuevo camino hacia una lírica filosófica. Pero a Miguel Hernández ya no le queda tiempo. Tras la intercesión de varios intelectuales, Franco le conmuta la pena capital por la de treinta años. Antiguos amigos intentan ayudarle: José María de Cossío, Dionisio Ridruejo y otros falangistas le piden que reniegue de su pasado político para poder así aliviar su situación o incluso librarle de la cárcel. Pero Miguel se niega a abandonar «sus ideales». Su esposa se enfada con él y le dice que por su obstinación su hijo y ella están prácticamente en la miseria. Miguel Hernández Gilabert y Josefina Manresa celebran ahora el matrimonio religioso para que las autoridades permitan las visitas de Josefina. Poco después, Miguel muere.
El rayo que no cesa está dedicado «A ti sola en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya». La misteriosa destinataria que se esconde tras estas palabras son, probablemente, tres mujeres. Una de ellas sería María Cegarra, poetisa que tuvo además el honor de ser la primera mujer perito químico en España. Miguel la conoció en el año 32, un año antes que a Josefina, en un homenaje a Gabriel Miró y le escribió varias cartas de amor, un sentimiento al que ella no correspondía. Es posible que el soneto «Yo sé que ver y oír a un triste enfada» esté dedicado a ella. Más corpóreo resultó su encuentro con la pintora surrealista gallega Maruja Mallo, en un momento en que su relación con Josefina estaba estancada. En esta pasión turbulenta y desquiciante encontramos la clave de uno de los poemas más complejos y extraños de Miguel Hernández, «Me llamo barro aunque Miguel me llame». «Me llamo barro» es el poema de la humillación sexual a los pies de una mujer dominante, una mujer a quien el poeta «idolatra» y que le «injuria» y le pisotea (los pies de la mujer, sus zapatos, el suelo, el barro, el polvo, son los temas obsesivos del poema) y que se comporta, en fin, como una «liebre libre y loca», un animal que tradicionalmente representa la lubricidad.
Muchos otros de los sonetos van dirigidos, claro está, a la que sin duda es la mujer que se esconde en la dedicatoria, la esposa Josefina Manresa, que sería el gran amor de Miguel Hernández. Por ejemplo «Me tiraste un limón, y tan amargo», que rememora una anécdota real, cuando Josefina le tira un limón a la cara y le hace una herida. Todos los sonetos de este libro son magistrales, y resisten cómodamente la comparación con los más grandes sonetistas del idioma, Góngora, Quevedo y Lope.
Más allá de su sino trágico, de su condición de símbolo de la represión franquista y del mito moderno del «poeta del pueblo», la poesía de Miguel Hernández resplandece como una de las grandes aventuras de las palabras, de la emoción y de las imágenes de la literatura española. En su poesía se unen la experiencia trágica y directa de la muerte y de la cárcel con una visión exaltada de la naturaleza y del amor, en una combinación única de rusticidad campesina y exaltación casi mística de la carne y de la vida. Miguel Hernández es, junto con Rubén Darío, uno de los grandes maestros de la forma poética de la lengua española, de la estrofa, del ritmo, de la rima. Sólo en Rubén Darío encontramos un virtuosismo similar en el arte de colocar las palabras en una estrofa y las sílabas en un alejandrino, de buscar rimas sorprendentes y vibrantes y de construir artefactos tan perfectos en el lenguaje que una vez escuchados no es posible olvidarlos.
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