Con tres heridas yo
Con el título de tan hondo pálpito hernandiano Miguel Hernández: el poeta del amor, la muerte y la vida, el cual remite a tres palabras sustanciales de un bien conocido poema de Cancionero y romancero de ausencias, la
madrileña editorial Alfabeto ha puesto de nuevo en valor una antología
poética del oriolano que el poeta, filólogo y etnógrafo salmantino José Luis Puerto había dado a conocer en Edaf en 1999, y que ahora vuelve a publicarse con algunas actualizaciones y distinta titulación.
Más allá de que esta edición pueda haber secundado el eco
de la efeméride de los ochenta años de la muerte del escritor en un
presidio alicantino en marzo de 1942, lo a mi entender relevante es que esta segunda comparecencia de la misma selección de poemas y del mismo prólogo no solo es oportuna, sino conveniente.
No lo digo tanto por los textos seleccionados, en los que al fin y al
cabo uno puede coincidir más o menos en la prevalencia de unos sobre
otros, como sucede con cualquier antología, sino porque la editora nos
ofrece de nuevo otra oportunidad para revisitar el estudio introductorio
de José Luis Puerto, que considero esclarecedor y de indudable
vigencia.
"José
Luis Puerto nos pone al corriente, de una manera siempre muy precisa,
de los contextos biográficos, culturales y literarios en los que
desarrolló su trayectoria poética"
Dicho estudio entiendo que merece una relectura atenta que revalorice
el aporte hermenéutico que supuso ya hace más de dos décadas. Y ese
aporte procede subrayarse dentro de la copiosa bibliografía sobre el
oriolano que no cesa de crecer en un sentido o en otro y en todas
direcciones y ámbitos de difusión, y que se ha ido propagando desde
entonces, es decir desde comienzos del presente siglo. Ambos
vocablos, los de difundir y propagar, han de entenderse en todo el
alcance significativo multiplicador que comportan y que les doy,
y para bien de la memoria de la persona y de la obra de Miguel
Hernández, para el mejor crédito de la poesía española contemporánea,
así como para el aprecio de los lectores en general, de los de poesía en
concreto, y por supuesto del hernandismo.
Antes de presentar sus más genuinos aportes sobre el universal poeta
de Orihuela, José Luis Puerto nos pone al corriente, de una manera
siempre muy precisa, de los contextos biográficos, culturales y
literarios en los que desarrolló su trayectoria poética. Lo hace
valiéndose de las contribuciones de especialistas de obligada consulta a
la hora de aproximarse a la obra del autor antologado, pero sobre todo
guiado por un experto del más alto nivel, el también filólogo salmantino
Agustín Sánchez Vidal.
"Comienza José Luis Puerto remarcando cómo pivota Perito en lunas en
torno a la clave de lo redondo y de lo cíclico, y destaca los elementos
populares del primero de los libros de Miguel Hernández"
La base informativa antedicha constituye el preámbulo requerido en
una edición como la que estoy reseñando, y en la que lo más granado
viene después, obviamente. Viene como fruto de poner en ejercicio José
Luis Puerto en la poesía de Miguel Hernández una mirada
hermenéutica que responde en gran medida a su propia lectura de la
realidad como sacral y de diapasón trufado de simbolismos que han de
saberse leer una vez advertidos. En ese enfoque de algún modo se proyectarían, velis nolis, algunas convicciones y sentires personales plasmados en el quehacer lírico mismo del poeta albercano.
Comienza José Luis Puerto remarcando cómo pivota Perito en lunas en
torno a la clave de lo redondo y de lo cíclico, y destaca los elementos
populares del primero de los libros de Miguel Hernández, entre ellos
los inspirados en el adivinancero, elementos que se conjugan con
factores cultos, para más señas neogongorinos. A continuación va
exponiendo sus comentarios analíticos sobre El rayo que no cesa, examinado
en un epígrafe significativamente titulado “La herida del amor”, y en
el que subraya el simbolismo que conllevan los objetos “punzantes”. El examen de dicho corpus antecede al de la poética hernandiana que designa como “civil”, expresada en las obras en verso del período bélico, Viento del pueblo y El hombre acecha, libro
este donde se acentúa lo que designa como “itinerario de la
retracción”, el cual culmina en el poema que situó su autor como
postrero, “Canción última”.
"Tan interiorizada búsqueda la habría emprendido el poeta oriolano desde una triple conciencia de la herida, la que producen el vivir y el amar, así como la de saber que estamos destinados a la muerte"
Ese recorrido de retracción interior se profundiza en Cancionero y romancero de ausencias mediante
una métrica en la que predominan ritmos de raigambre popular, y sobre
todo merced a un vocabulario esencial y unas imágenes con las que el
poeta alcanza “su cumbre artística, a base de esencialidad, desnudez,
intensidad, precisión y desarrollo del arte de la sugerencia” (71). Ese corpus creativo tan emocionante se articula gracias a una dialéctica semántica entre lo abierto y lo cerrado.
La apertura la representan los universales y los principios cósmicos
regidores de lo matérico y de lo espiritual, a saber: el agua, el
viento, la tierra, los astros, las estaciones, la naturaleza en suma. En
contrapunto, lo cerrado “se configura como un paraíso en sí mismo”
(45). Así lo califica José Luis Puerto, anotando que Miguel Hernández se
diría que encontró en ese espacio un nuevo sentido al existir desde
distintos ámbitos convergentes que conceptúa como “no agredidos”, y que
son: el marco de la casa, y en ella el enser de la cama y el vientre de
la amada; los seres en quienes volcó sus afectos más profundos, la
esposa y el hijo; y cosas tan humildes como, entre otras varias, la
cebolla, los zapatos viejos, las ropas del hijo.
Tan interiorizada búsqueda la habría emprendido el poeta oriolano
desde una triple conciencia de la herida, “la que producen el vivir y el
amar, así como la de saber que estamos destinados a la muerte.”, señala
José Luis Puerto (45). Estos conceptos primordiales Miguel Hernández
los aunaría en sendos vocablos diferenciados en aquel conocidísimo poema
del Cancionero y romancero de ausencias que se inicia diciendo
“Llegó con tres heridas”, y en el que el poeta fue cambiando de
posición los tres términos conceptuales en otras tantas estrofas. El poema lo quiso finalizar adjudicándose el hablante a sí mismo esa triple herida.
Y situó los conceptos básicos del texto en un orden escalar que estimo
ascendente y que conlleva un mensaje muy significativo acerca de cómo
los priorizaba el poeta a la hora de la evaluación de su propia
conducta, una conducta inspirada en el ejemplo de la entrega, del darse,
del amor:
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
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Autor: Miguel Hernández. Título: Miguel Hernández, el poeta del amor, la muerte y la vida. Antología poética. Editorial: Alfabeto. Venta: Todostuslibros.José María Balcells
José María Balcells Doménech es Catedrático de la Universidad
de León (España), de la que se ha jubilado como docente. Acerca de
poesía española contemporánea ha publicado ediciones críticas de la
poesía de Rafael Alberti, Miguel Hernández, José Corredor-Matheos y
Rafael Ballesteros, así como varias monografías, entre ellas 'De Jorge
Guillén a Antonio Gamoneda' (1998), 'Voces del margen. Mujer y poesía en
España. Siglo XX' (2009), 'Las palabras de la bahía. Estudios sobre
Rafael Alberti' (2013) y 'Los desvelos de Isis. Sobre poetas, poemas y
poesía' (2014). En 2016 reunió sus estudios acerca de epopeya burlesca
en 'La epopeya burlada. Del 'Libro de Buen Amor' a Juan Goytisolo'. De
2017 es su libro 'Nacido(s) para el luto. Miguel Hernández y los toros'.
En 2020 publicó 'Miguel Hernández y los poetas hispanoamericanos y
otros estudios hernandistas', y en 2022 'Tragedia en juego. Toros y
tauromaquia en Miguel de Unamuno'.
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