Por el veintiocho de marzo, cada marzo ...
March 27, 2017
Allá
por 1980, llegué a Alicante y hubo dos cosas que me deslumbraron, la
luz y Miguel Hernández. La primera fue por radiante, azul, como un
fogonazo, para siempre. Miguel fue también como un relámpago, al
principio; fue el Miguel Hernández poeta-símbolo del heroísmo popular,
del compromiso militante y de la lucha por la libertad: el poeta de Viento del pueblo. Después, un deslumbramiento, tal vez menos impetuoso pero continuo, con el poeta lunar, gongorista, de Perito en Lunas; por el poeta de las furias, las penas, la sangre y el barro de El rayo que no cesa. Del rayo, tormenta y turbión surrealista del Sino sangriento, de las Odas a Pablo Neruda y Vicente Aleixandre; de la crudeza de El hombre acecha. Luego, sorprendido, triste y profundamente emocionado por la dignidad del Cancionero y romancero de ausencias.
Cada
vez leído, cada vez descubierto con un perfil más matizado del poeta,
con menos fiereza revuelta, cada vez más valioso hasta en su inocencia
primera y entusiasta.
Cada
vez más humano, menos mítico, trágicamente generoso y comprometido;
hecho a las penas, pero en absoluto resignado. Hombre que viene y va de
la alegría a la región esquiva, hombre que se va pero se queda, como el
mar de los que son, de los que fueron, para siempre.
Por
los 90, llegando al 50 aniversario de su muerte, resonaron otra vez sus
ecos en mi mirada, encontrada con la suya, desde los muros de aquella
cárcel: poetas del sacrificio. Redescubierto, releído, reclamado, para
convertirse definitivamente en menos proscrito, menos olvidado; para ser
universal, para ser metáfora de hablar y amar, para ser lección de
ciudadanía, himno y canción para la paz.
Ya
en 2010, con el centenario de su nacimiento, descubriendo su itinerario
personal por Castilla-La Mancha, construyendo puentes, acueductos y
trasvases de recuerdos, de afectos, de versos, de canciones, en
definitiva de palabras; desde el Tajo hasta el Segura. Paradojas.
Miguel
Hernández llegó a Castilla-La Mancha de la mano de la revista
talaverana ‘Rumbos’, que dirigía el pintor Víctor González Gil y que
publicó algunos poemas suyos allá por 1935 y desde donde se diseminó en
los versos de Poemas del Toro que escribiera, su amigo y también talaverano, Rafael Morales, en 1943, con clara influencia de Miguel.
Sus
ojos, azul de mar, se tornaron verde y miel recorriendo los paisajes de
nuestra tierra en los trenes por Alcázar de San Juan y Albacete o
camino de Andalucía por Valdepeñas y transitando trato y amistad con los
Gregorio Prieto y Benjamín Palencia.
Las
calles, las gentes, los paisajes de Guadalajara, seguro que fueron
recorridos, conocidos, de palabra, junto a su amigo y camarada José
Herrera Petere; extrañados con Buero desde Ocaña.
Allí,
preso desde el 29 de noviembre de 1940 hasta el 24 de junio de 1941,
quedó definitivamente derrotado y plagado de ausencias, antes de ser
trasladado en su último viaje hasta el Reformatorio de Adultos de
Alicante.
Llegamos
al 75º aniversario de la muerte de Miguel y el Consell de la
Generalitat Valenciana ha dedicado este año 2017 a Miguel Hernández.
El
Instituto alicantino de cultura “Juan Gil-Albert”, la Universidad de
Alicante, la Universidad “Miguel Hernández” de Elche y la Fundación
“Miguel Hernández” de Orihuela, también han acordado la conmemoración de
este aniversario mediante la programación de una serie de actividades
conjuntas entre las que destaca la celebración de un Simposio
internacional que se titulará “Miguel Hernández, poeta en el mundo”.
Del
mismo modo, la Diputación de Jaén recordará al poeta y ha creado un
comité que se encargará de organizar las actividades que conmemoren
este aniversario. Todo ello, teniendo en cuenta que el legado
hernandiano se encuentra depositado en Jaén por la vinculación de
Josefina Manresa, esposa de Miguel, con Quesada, su pueblo de
nacimiento.
Por
otra parte, el ayuntamiento de Elche, donde vivió su viuda, su hijo,
ahora sus herederos y que acogió hasta fecha reciente su legado, tampoco
quiere ser ajeno a la efemérides y se suma a la iniciativa de la
Diputación de Jaén.
La
ciudad de Alicante, donde falleció el poeta y donde se encuentran sus
restos, en el Panteón de Alicantinos ilustres del cementerio municipal,
junto con otras muchas localidades se aprestan a recordar y homenajear a
Miguel Hernández.
En
definitiva, un movimiento, entre brisa moderada y viento fuerte que
retome el sentido de la poesía y los poetas. Como explicaba Miguel
Hernández en su dedicatoria a Vicente Aleixandre en su Viento del
pueblo: “Los poetas somos viento del pueblo, nacemos para pasar soplados
a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia
cumbres más hermosas”.
Ahora,
aquí, por el veintiocho de marzo, cada marzo, recordando que un día
como hoy te fuiste, Miguel; pero sin necesidad de hacerte pueblo,
porque ya eras “el pueblo hecho poeta” y sigues siendo la voz de
todos[i].
[i]
María Teresa Fernández de la Vega. Ley de la memoria histórica.
Declaración de reparación moral y reconocimiento personal. Alicante,
2010.