Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

sábado, 6 de agosto de 2011

Amistad de Miguel Hernández y Alejo Carpentier



(Alejo Carpentier y Miguel Hernández)


Recopilado por Ramón Fernández Palmeral


BREVE BIOGRAFIA DE ALEJO CARPENTIER

Escritor periodista y musicólogo, organizó varios conciertos de música nueva y encaró serias investigaciones sobre la música, su gran pasión; pero la literatura fue la que le dio la fama universal que adquirió.Carpentier está considerado como uno de los grandes escritores del siglo XX. Recibió influencia del surrealismo en su literatura, y a su vez incorporó en su obra la maravilla, una forma de ver la realidad que era propia de América: el realismo mágico.

Alejo Carpentier y Valmont nació en Lausana (Suiza), el 26 de diciembre de 1904, aunque siempre manifestó haber nacido en la Calle Maloja, en La Habana (Cuba), en estrategia para burlar la represión machadista, que podía deportarlo como extranjero no grato. Sus padres –un arquitecto francés y una rusa de refinada educación- se trasladaron una vez casados a La Habana, una ciudad en expansión y desarrollo que parecía prometer éxito a la familia. Gozó de una esmerada educación que combinó una formación bilingüe -en español y francés-, la pasión por la lectura y una gran vocación musical. Su primera infancia transcurrió en el Cotorro (La Habana), y realizó estudios en el Candler College y en el colegio Mimó, mientras estudiaba música con su madre.

En 1926 asistió a un congreso de escritores celebrado en México; viajó por ese país y entabló amistad con el pintor Diego Rivera. Fue uno de los fundadores, en 1927, de la Revista de Avance, donde publicó su poema «Liturgia». Por esa época sufrió prisión, acusado de «comunista». En la cárcel escribió la primera versión de su novela ¡Ecué-Yamba-O! Una vez liberado organizó, junto con Amadeo Roldán, conciertos de «música nueva», en los que se estrenaron en Cuba obras de Stravinsky, Poulenc, Eric Satie y Malipiero.

Viajó a Madrid, donde publicó ¡Ecué-Yamba-O! 1934 y entabló amistad con Federico García Lorca, Rafael Alberti, José Bergamín y Pedro Salinas. Junto a Nicolás Guillén, Juan Marinello y Félix Pita Rodríguez, como representantes de Cuba ( delegación cubana compuesta por Juan Marinello, Nicolás Guillén, Félix Pita Rodríguez, Leonardo Fernández Sánchez y Alejo Carpentier), participó en el II Congreso por la Defensa de la Cultura, celebrado en Madrid y Valencia en julio 1937, es en Valencia donde Miguel Hernández y Alejo se conocieron. Meses después en octubre de 1937 se volvieron a ver en París, cuando Miguel regresó de su viaje a Rusia, y donde Alejo le grabó la voz con el poema "Canción del esposo soldado", que es el único documento sonoro que tenemos del poeta. Alejo dirigió los estudios Fonoric, de París, dedicados a grabaciones musicales y programas de radio, de 1933 a 1939. En esta ciudad del Sena Miguel visitó también a Octavio Paz y su esposa Elena Garro, a León Felipe, a Bertuca...


Años atrás Alejó había conocido a Robert Desnos, escritor y poeta francés, en un congreso de periodistas celebrado en La Habana y, con el pasaporte y los papeles de identidad de éste, abandonó subrepticiamente el país para radicarse en París. Allí trabajó como jefe de redacción de la revista Musicalia –undada por el compositor mexicano Manuel Ponce, y colaboró en Bifur, Documents, Revista de Oriente, Cahiers du Sud. Breton lo invitó a colaborar en La Revolution Surrealista y, en 1930, fue nombrado jefe de redacción de Imán, revista publicada en castellano.
Carpentier
Escribió novelas entre las que se cuenta El reino de este mundo (1949), escrita tras un viaje a Haití, que se centra en la revolución haitiana y el tirano del siglo XIX Henri Christophe, y Los pasos perdidos (1953), diario ficticio de un músico cubano en el Amazonas. Guerra del tiempo (1958) toma como tema la violencia y la naturaleza represiva del gobierno cubano durante la década de 1950.

En 1962 publicó El siglo de las luces, en la que narra la vida de tres personajes arrastrados por el vendaval de la Revolución Francesa. Es una novela de ideas, una novela filosófica, una novela histórica. En Concierto Barroco (1974) expone su apreciación sobre la mezcla de culturas en Hispanoamérica. También escribió El recurso del método (1974) y La consagración de la primavera (1978). A partir de El reino de este mundo, sus novelas han sido traducidas a distintas lenguas occidentales: Alemán, Checo, Danés, Eslovaco, Finlandés, Francés, Holandés, Húngaro, Inglés, Italiano, Lituano, Noruego, Polaco, Portugués, Rumano, Ruso, Sueco, Serviocroata; algunas de ellas han visto numerosas ediciones.
Le fue otorgado el Premio Miguel de Cervantes en 1977, y el Premio Médici, en 1979.

Murió en 24 de abril de 1980, donde era embajador de Cuba.
Anualmente se celebra el Premio de Novela, Cuento y Ensayo Alejo Carpentier.

Alejo le creyó muerto antes de su muerte real acaecida el 28 de marzo de 1942 y escribió:

LA MUERTE DE MIGUEL HERNÁNDEZ

Miguel Hernández, el gran poeta campesino español, fue fusilado el jueves 20 en Madrid, por sentencia de un consejo de guerra. Delito: haber sido miliciano en la guerra. Con Miguel Hernández y Federico García Lorca perdieron las letras españolas sus dos primeros poetas jóvenes.
Si me muero que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.


Miguel Hernández ha muerto. Ha muerto apretando los dientes, la boca contra la grama. Pero no era aquella muerte la que él estaba dispuesto a aceptar, con altanero fatalismo… En otros versos, nos había explicado, cómo podía morirse “con la cabeza muy alta”:
Los quince y los dieciocho,
los dieciocho y los veinte…
Me voy a cumplir los años
al fuego que me requiere,
y si resuena mi hora
antes de los doce meses,
los cumpliré bajo tierra.
Yo trato que de mí queden
una memoria de sol
y un sonido de valiente.




Unos días después de la muerte de Miguel, Alejo Carpentier escribía unas sentidas notas sobre el poeta:

Miguel Hernández había nacido con el cutis duro y terroso de los campesinos. Ignorante de coqueterías, llevaba cortísimo un pelo espeso que ningún peine habría sabido domar. Manos anchas, manos de labriego. Miguel no era elegante. Prefería a cualquier indumentaria refinada el rudo pantalón de pana de los campesinos, y esas alpargatas levantinas, con ocho cordones negros, que habrían de ser el calzado de campaña de los primeros milicianos. Pero dos cosas resultaban inolvidables en el poeta: la limpidez de su mirada clara y el timbre varonil y profundo de su voz.