Las desiertas abarcas 
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría...
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría...
 Poemas 
      sueltos IV. Poesías completas.
Madrid: Aguilar, 1979, pp. 517-518.
Madrid: Aguilar, 1979, pp. 517-518.
Este poema, publicado por primera vez en el diario Ayuda, número 36, 
    el 2 de enero de 1937,  nos trae de nuevo los recuerdos de infancia de Miguel, 
    la época de su vida "más fea por malponiente y maloliente", 
    como él mismo diría y su tono no tiene nada que ver con la sencillez 
    pastoril de "En cuclillas ordeño" que presentamos al comienzo 
    de este trabajo.
Si a mediados de los años veinte –cuando escribió 
    "En cuclillas ordeño"– conservaba aún un recuerdo 
    hermoso de sus años de cabrero, en plena Guerra Civil la evocación 
    de aquellos años de inocencia infantil se ven enturbiados por sus convicciones 
    y reivindicaciones proletarias.
Se sirve de un acontecimiento aparentemente gozoso –la llegada 
    de los Reyes Magos– para esbozar una amarga queja contra los distintos estamentos 
    del poder que se muestran ajenos a la miseria de gran parte de la población:
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.
Las condiciones en las que vivía representaban la 
    más miserable de las existencias de la España rural:
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.
Con amarga delicadeza expresa la ilusión con la que 
    colocaba sus humildes abarcas en la ventana con la ingenua esperanza de que 
    por fin aquella noche "fuera el mundo entero / una juguetería".
Pero la llegada del alba representaba la ruptura de toda 
    ensoñación porque sus abarcas permanecían "sin 
    nada, / mis abarcas desiertas". Aquella situación injusta 
    le hacía rebelarse con furia entre lágrimas y rabia –"rabié 
    de llanto, hasta / cubrir de sal mi piel"– y reclamar la llegada 
    de un mundo más solidario y de unos seres humanos más tiernos 
    y comprensivos con el otro.
Patetismo y nostalgia infantil para emplear la poesía 
    como un medio de reivindicación y redención contra la condición 
    social de los desfavorecidos. Desde lo anecdótico y emotivo de la esperanza 
    infantil en un amanecer rico en regalos hasta lo cercano y conmovedor de quien 
    alza su voz poética y ciudadana para luchar contra la injusticia social.