Cárceles y muerte
Por Ramón Fernández Palmeral
Terminada la guerra Miguel Hernández busca refugio en su tierra natal, no tiene cobijo ni porvenir, huye hacia Andalucía buscando amigos que le escondan o le den trabajo, como no lo encuentra se encamina hacia Lisboa. Circula la leyenda urbana de que Joaquín Romero Murube le tuvo oculto como jardinero en los Reales Alcázares de Sevilla, de donde era director, para quitarlo de la vista de Franco que por esas fechas estaba allí. En esa fecha ni Franco estaba en Sevilla, ni el general conocía a Miguel. Como no encuentra refugio huye a Cádiz, en busca de Pérez Clotet, pero no le encuentra ya que se hallaba en su pueblo de Villaluenga del Rosario; huye a Huelva donde un camión le lleva a Valverde del Camino para buscar a su abogado Diego Romero Pérez; tampoco le encuentra. Después pasa a la frontera de Portugal; será detenido por la policía salazarista cerca del pueblo de Moura, que le pone a disposición de la policía española (Cuerpo de Investigación y Vigilancia de Fronteras) en Rosal de la Frontera (Huelva), según el atestado. Será uno más de los cientos de miles de presos republicanos; pasará por la cárcel de Torrijos.
Se le instruye el sumario de urgencia 21.001.
Será puesto en libertad el 15 de septiembre de 1939, se supone que por las gestiones de José María Cossío y no por la intercesión de Pablo Neruda y el cardenal francés. En Madrid visita a su abogado Diego Romero, va por segunda vez a la embajada de Chile (ahora está Vergara, a Carlos Morla le habían destinado forzosamente a Alemania). Se viene para Cox. En Orihuela, después de visitar a los padres de Ramón Sijé, es detenido por “El Patagorda” (José María Martínez) y encerrado en los sótanos del seminario de Orihuela. Después Conde de Toreno (donde se reencuentra con Buero Vallejo, que le hace el famoso dibujo el 24 de enero del 40), Palencia, Yesería, Ocaña, donde va escribiendo su diario íntimo poético, y el dolor de la muerte de su primer hijo. En el Reformatorio de Adultos de Alicante (director Manuel Guerrero Blanco) aparece de nuevo su primer protector, don Luis Almarcha, quien le pide un gesto de reconocimiento del Movimiento Nacional, a cambio de ser atendido de su tuberculosis y tifus en un sanatorio de Porta Coeli (Valencia); aun moribundo renunció a este gesto de traición moral, él era el autor de Viento del pueblo, mantenía su dignidad muy alta, simplemente por principios, como cuando era un joven humillado por su padre y se rebeló contra él. Murió a las 5:30 horas de un sábado el 28 de marzo de 1942, víspera de un domingo de Ramos. Sacaron el cadáver al patio Ramón Pérez Álvarez, Luis Fabregat, Antonio Ramón, Ambrosio y Monera. La banda de presos tocó la marcha fúnebre de Chopin (lo confirmó un preso de confianza, Antonio Ramón Cuenca). Sus padres no vinieron al entierro. Sí vino el hermano Vicente. El dibujante José María Torregrosa dibujó su r ostro con pañuelo sosteniéndole la mandíbula. Se hicieron dos dibujos de Miguel muerto, el otro dibujo es de Eusebio Oca; su sobrino, Eusebio Pérez Oca, escribe en Alicante Vivo, el 19 de mayo de 2010:
Como podemos ver al comienzo de este trabajo, son dos los dibujos de Miguel muerto. Ramón Pérez recogió una bolsa con documentos, dibujos, escritos y el carné del Partido Comunista de Miguel Hernández. Luis Fabregat, otro preso muy vinculado a Miguel, entrega a su hermana Maruja una capaza con doble fondo donde hay escritos y dibujos. Eusebio Oca guarda muchos recuerdos que pronto verán la luz. Se desata recientemente una discusión sobre estos legados [...]. El caso es que los escritos que guarda y entrega a Josefina Manresa, Ramón Pérez, desaparecen. No se sabe nada del carné del Partido. Leyendo y recordando veo unas contradicciones que no deberían serlo. Es posible que ambas sean ciertas, pues ahora vemos más datos y documentos sobre Miguel Hernández. Curiosamente un dato se me hace fuerte de aceptar. Los que amortajan a Miguel son sus compañeros destacados en la enfermería y el más amigo, el que le puso la toalla alrededor de la cara, intentó cerrarle los ojos con dos monedas “como hacían los griegos”, así me lo dijo, fue Eusebio Oca Pérez junto a algunos más como Miguel Signes; es en este momento y tras la negativa a que Melchor Aracil, que no José María Torregrosa, hiciera una máscara mortuoria. Ramón Pérez estuvo por allí, pero no pudo permanecer por no pertenecer al equipo de la enfermería. Ramón era un gran hombre que hacía de correo con peligro de su integridad. Por lo tanto no niego su afirmación pero no del todo. Signes hace una afirmación contraria a Ramón Pérez. Mi tío Eusebio me afirmó haber hecho un dibujo y esto fue lo escrito por Sánchez al dorso de la ficha de Miguel Hernández, una de las muchas pertenecientes a su periodo de fotos de la cárcel. En mis trabajos en Al icante Vivo sólo expongo lo leído en este Archivo Municipal y, como digo más arriba, en la ponencia de mi compañero del Banco de Alicante, Miguel Signes. Hace años, y aún en vida de Ramón Pérez, se publicó un libro en que afirmaba esta autoría.Nota en el blog Alicante Vivo, del 22 de mayo:
Lo que es una lástima, querido Palmeral, es que por cuestión de meses Rovira no haya conocido a la viuda de Eusebio Oca. Quizás sea su muerte la que ha movido la aparición de determinados documentos. Con la comparación de alguno de ellos podríamos aproximarnos a la autoría. Pero yo pienso que por encima de todo están Miguel y su obra. Los dibujos son un acta de la muerte de Miguel. El que los hizo es secundario. Lo importante es que alguien, y fueron varios, se compincharon para burlar al carcelero y dar fe. Lo que siempre he dicho, lo que decía mi padre, muerto en 1968, es que hasta dónde habría llegado este genio. Un abrazo. Firmado: Eusebio Pérez Oca.El entierro fue en coche de caballos. Asistieron Josefina (esposa), Elvira (hermana), Consuelo (una vecina), y dos pintores, Miguel Abad Miró y Ricardo Fuente. Josefina Manresa escribe en la página 145 de Recuerdos de la viuda...:
“En la casa de su hermana [Elvira, calle Pardo Gimeno, 15] pasamos la noche sin acostarnos, ella y su marido [Francisco Moreno Soriano], Ismael [Terrés Abadía] —marido de Encarnación, y que llegó de Orihuela después del entierro. Al día siguiente, a las 10 de la mañana [29 de marzo, Domingo de Ramos], se le dio sepultura en presencia de Justino Marín [Gabriel Sijé], hermano de Ramón Sijé, que le extrañó que lo metieran en el nicho por la parte de los pies, cosa que él ignoraba: una prima mía, de Cox; mi tío, hermano de mi madre; Elvira, su marido; Vicente, hermano de Miguel; Ismael; Miguel Abad; Ricardo Fuente; mis tíos, los de la calle San Nicolás y dos hombres que vinieron de Orihuela con Justino; y yo...”.Será Cancionero y romancero de ausencias, para mí, su obra maestra, obra de madurez, póstuma, no publicada hasta el 58 en Lautaro, por el uruguayo Elvio Romero. Para remate de su gloria, los exiliados republicanos en México y Cuba le rindieron homenajes que contribuyeron a engrandecer su leyenda.
José María Martínez Arenas, a través de las indicaciones de Luis Almarcha, propusieron a Josefina que si firmaba un documento impidiendo la publicación de Viento del pueblo en España y América, su hijo Manolillo entraría en el Colegio Santo Domingo, pero ella no firmó ese documento. Se le pueden achacar muchos asuntos a Josefina, pero gracias a ella y a sus recelos hoy tenemos y se conserva el legado hernandiano.
Ver el trabajo "La forja de un poeta" publicado en la revistas LETRALIA de Venezuela.