Miguel
Hernández, nacido en Orihuela (Alicante), tiene veinticinco años. Es hijo de
unos humildes pastores de cabras. Desde niño ha trabajado en el cuidado del
ganado y en el cultivo de 1a tierra. Aprendió las primeras letras en una
escuela de Orihuela. Pasaron primeramente por sus manos algunas de las
mediocres novelas por entregas que las editoriales de este género de literatura
sembraban por los pueblos. En un círculo obrero de su ciudad natal encontró
libros de nuestros autores clásicos. Un amigo, estudiante, le proporcionó obras
de Antonio Machado, de Juan Ramón Jiménez y de otros poetas contemporáneos.
Publicó sus primeras
poesías en un periódico local. En 1932 dió (sic) conocer en un librito unas
octavas reales nacidas bajo la fascinación del POLIFEMO, de Góngora [42 octavas
de Perito en lunas]. Cruz y Raya le publicó en 1934 un auto sacramental. En
1936 ha reunido una serie de sonetos en un nuevo librito titulado «E1 rayo que
no cesa». Tiene, además, una obra de teatro inédita, «E1 labrador de más aire»,
drama manchego, en verso, en que, bajo la forma clásica, presenta un trozo de
vida popular, campesina, con sus luchas y afanes modernos.
Al estallar 1a guerra, Miguel Hernández se
inscribió en el 5º Regimiento. Primeramente trabajó en la construcción de
fortificaciones. Después, destinado a Infantería, ha luchado como miliciano en
la brigada del « Campesino». Sus últimas composiciones, poesías de guerra,
escritas en el campo, en las trincheras, ante el enemigo, han aparecido en el
periódico de milicianos «A1 Ataque», y se han reproducido en numerosos periódicos
murales. En muchos casos, sus recitaciones exaltando los ánimos de sus
camaradas han hecho vibrar los campos con aplausos enardecidos.
Sus veinticinco años
cargados de experiencia, fecundados con las enseñanzas de la vida pobre, áspera
y difícil, han madurado su figura varón, y su alma de pastor, poeta y miliciano.
Siente con amplitud y profundidad la tragedia de España, el sacrifico del pueblo y 1a misión
de la juventud. Sirve a su pueblo como poeta y como soldado. Su espíritu, encendido en
un puro ideal de justicia y libertad, se vierte generosamente en sus composiciones poéticas y en su vida
militar. El caudal de sus sentimientos lucha con la dificultad de palabra y del verso, sin
encontrar siempre ha forma de expresión justa y adecuada. Se percibe la pugna interna entre el ímpetu de una vigorosa inspiración resistencia de un
instrumento expresivo insuficientemente dominado. Pero esta misma forma,
labrada con visible esfuerzo y tenacidad, contribuye en cambio a reforzar la
impresión de honda y cálida sinceridad emocional que sus composiciones
reflejan.
En el efecto de sus recitaciones, las cualidades de su estilo hallan
perfecto complemento en las firmes inflexiones de su voz, en su cara curtida
por el aire Y el sol en su traje de recia pana, en su justillo de velluda piel de cordero y hasta en el carácter de su dicción fuertemente marcada con el sello fonético del acento regional. Sus
ademanes son sobrios y contenidos y su expresión enérgica, grave y concentrada.
Hay una ardiente exaltación en el recogimiento de su gesto y en la fijeza e
intensidad de su mirada. No es de extrañar que, como él mismo dice, su espíritu
se sienta ^"Penetrado con el aliento de los campos de Castilla que con el
de los huertos levantinos. La dignidad del tono, del ritmo y del concepto,
hacen revivir en sus labios en muchos pasajes las resonancias épicas del Romancero.
Tomás Narrarro Tomas. 1937
Tomás Narrarro Tomas. 1937