(Retrato vidriera de Miguel Hernández, por el pintor Palmeral 2002)
1.- Lágrimas por Miguel Hernández
I
Hoy visito tu
tumba en el alicantino cementerio,
heladas
piedras recuerdan que aquí yace tú cuerpo,
segué los
cardos silvestre, los matojos secos y
los jazmines negros
tomé tus manos frías y las puse en
mi pecho
y supe que no estabas muerto.
¡Qué tiempos
aquellos del 31, de Orihuela partiendo
a Madrid en
tren viejos!, dejaste
a tu compañero
del alma Ramón Sijé.
Conoces a
otros nuevos amigos:
a Pablo
Neruda, Aleixandre, a Federico,
a Alberti y a
los gongorinos del 27.
De Madrid a la
guerra y en Huelva preso.
Aguardaste
Miguel, con inútil ansiedad la libertad,
y mientras
esperaba en las cárceles oscuras
jugabas con su
lápiz de bambú
y su
cuadernito nuevo,
cartas a Josefina y a tu hijo pequeño
patios y pasillos de juramento
letrinas sucias y pestilentes,
lóbregas enfermerías
y amigos con sus lamentos,
no te pudieron cerrar los ojos,
un día de frío invierno.
II
Que sola se
quedó la luna
sin su
perito-arquitecto
agrimensor de
higueras
cabrero de
firmamentos.
Un rayo se
volvió loco y no cesaba de gritar
Un rayo partió la luna.
Un rayo partió sus
cuernos.
Un rayo de
desconsuelo.
Un rayo loco
no cesa de llorar.
Un rayo de
luna nueva.
Un rayo de
luna tuerta.
Un rayo de luna afligida
Un rayo de luna herida.
Un rayo de luna muerta.
Qué triste se
quedó la luna
tras Miguel se
fue gimiendo
lloraba de
desconsuelo
con los
angelitos del cielo.
Se murió la
luna de pena,
triste y
menguando lento
camino de un
corral que el Orihuela
le abrieron.
III
¡Qué desmedida
amargura!
el Segura se quedó seco
¡Qué inmenso
desconsuelo!
sin riveras de verdes versos
¡Qué dilatada
aflicción!
piedras amarradas al suelo
¡Qué vigoroso
sufrimiento!
máquina de hilar sueños
¡Qué intensa
repugnancia!
esclavos de la tierra sin
aliento
¡Qué aumentada
tristeza!
forja caliente de sentimientos
¡Qué
descomunal requemor!
y santo Domingo se quedó huérfano.
IV
Hoy visito tu
tumba en el alicantino cementerio
heladas
piedras recuerdan que aquí yace tu cuerpo
segué la
hierbas amargas y recé un padrenuestro,
qué pena más
grande tengo,
qué pena más triste
en el alma llevo,
ríos de
lágrimas derramo por ti y un lamento
qué dolor tan
intenso, qué sufrimiento....
Alicante, 30 de Octubre
2003
2.- Al alba murió Miguel Hernández
Al alba murió Miguel Hernández.
A las cinco y media al alba.
Eran las cinco y media en punto al alba.
Un guardián trajo la blanca sábana,
cubrieron su cuerpo y su cara, pero no le pudieron,
a la cinco y media al alba, cerrar las gemas de sus ojos,
sus ojos de violetas encendidas, sus marrones ojos,
azules soles llenos de Miguel.
Un guardián trajo la blanca sábana,
cubrieron su cuerpo y su cara, pero no le pudieron,
a la cinco y media al alba, cerrar las gemas de sus ojos,
sus ojos de violetas encendidas, sus marrones ojos,
azules soles llenos de Miguel.
A las cinco y media al alba.
Un río rompió sus amarras.
Un mar se desbordó de llanto.
Un alma subió como un rayo.
Un cuchillo salió volando.
Un perito en lunas sembró su llanto.
Un hombre entero echó a correr.
Un mar se desbordó de llanto.
Un alma subió como un rayo.
Un cuchillo salió volando.
Un perito en lunas sembró su llanto.
Un hombre entero echó a correr.
A las cinco y media al alba.
¿Qué nos queda de aquel Miguel que como un
poeta soñador partió en el 31 para Madrid?
¿Qué nos queda de su auto sacramental,
de su teatro de guerra o de su cancionero de ausencias?
¿Qué nos queda de sus camaradas en las trincheras
en Madrid, en Andalucía, en Extremadura o en Teruel?
¿Qué fue del niño yuntero…?
¿Qué ha sido de aquellos aceituneros altivos?
¿Qué ha sido de los dramaturgos combativos?
¿Qué ha sido de nosotros, pobres poetas, sin ti...?
poeta soñador partió en el 31 para Madrid?
¿Qué nos queda de su auto sacramental,
de su teatro de guerra o de su cancionero de ausencias?
¿Qué nos queda de sus camaradas en las trincheras
en Madrid, en Andalucía, en Extremadura o en Teruel?
¿Qué fue del niño yuntero…?
¿Qué ha sido de aquellos aceituneros altivos?
¿Qué ha sido de los dramaturgos combativos?
¿Qué ha sido de nosotros, pobres poetas, sin ti...?
A las cinco y media al alba...,
la luna se quedó huérfana en el Reformatorio de Adultos de Alicante
y sola se fue llorando tras dos caballos de muerte.
Y no le pudieron cerrar los ojos..., no, no se los pudieron cerrar.
Llenos estaban de libertad, de un vacío de lágrima
ya sin fuego, ya sin el hogar, hartos de martillar en la vida.
y sola se fue llorando tras dos caballos de muerte.
Y no le pudieron cerrar los ojos..., no, no se los pudieron cerrar.
Llenos estaban de libertad, de un vacío de lágrima
ya sin fuego, ya sin el hogar, hartos de martillar en la vida.
A las cinco y media al alba. A las cinco y media en punto.
(Recitado
el día 28 de marzo de 2007 en la Sede de la Universidad de Alicante,
y en el
Patronato Municipal de Cultura de Alicante el 11 de junio Poetas del Mundo)
3.- Quiero empuñar el alma cuando
canto
A Miguel
Hernández en el I Centenario de su nacimiento
Miguel,
siento tus poemas de lucha,
de compromiso,
los comparo con los míos
y siento
amarga vergüenza
¿cómo digo yo que soy poeta?
¿cómo digo yo que escribo versos?
Quiero como tú
empuñar el alma cuando canto,
Traspasar las
fronteras del más allá,
alcanzar la
emoción vital a través de las palabras.
Versos como
armas de lucha, como fusiles de
palabras,
ser vocero de
la injusticia, auriga de las libertades,
fustigador del
opresor, reivindicador de los jornaleros
del proletario sometidos al sueldo de la
esclavitud.
De ti he
aprendido: el poeta no solo es testigo de sí mismo,
sino
secretario de su tiempo.
De ti he
aprendido: el poeta es viento del pueblo.
España sufre
una herida que no se cierra.
Ayudar a
España supone ayudarnos a nosotros mismos.
Nos fustigan
con ruina los poderosos y
su largo látigo
invisible se hace sentir en nuestras espaldas.
Confiábamos en
los que prometieron defender
siempre
nuestros derechos
ahora, ya, en
estos tiempos delincuentes
han vendido al único hijo que tenían: la
razón.
Tu Viento del pueblo releo con los dientes
esa cántico
salomónico de la verdad
a la espalda
de los milicianos
en mochilas
llenas de disparos
llenos de
balas sin esperanzas, fuego cruzado entre hermanos
almas heridas en la misma sangre.
Ahora, cuando
la crisis canta sobre los más débiles,
los tiburones
con sus guadañas de aletas torpedean
la esperanza,
la fe en el trabajo, pero aquí tenéis mi
sangre de pensionistas, para que os enceléis
en la herida.
Se perdieron
mis sueños, ¡he perdido mis sueños!
¿adónde están
mis sueños?
¿Quién me ha
robado mis sueños?
¿Quién trae la
sombra sobre mis hijos?
ilusiones
mundos sin
guerras
de nada sirvió
tu muerte
desilusión
mejor amar la
locura
Camino en la
oscuridad sin olvidar mi honda pena
soñé en un
mundo más social y solidarios,
perdí mi
sueño, me queda la memoria amarga
de confusiones
y largos elipsis de los poetas.
Yo, como tú,
oriolano universal,
quiero empuñar
el alma cuando canto.
¿Y qué
consigo, solo arena, lágrimas, esperanzas marchitas?
Quiero y no
puedo, no tengo sueños.
Quizás me
falte valor, quizás solo soy…
eso… una raya
trazada por el ala de un pájaro al rozar
la superficie
plana por un estanque.
La nada…
el fondo de un
vaso
gaviota herida
por el anzuelo
azul
tardes con
crepúsculos
azucenas rojas
y cuerpos,
lamentable cuerpo nada más.
Llega la luna
creciente de los poetas de guerra,
el ruiseñor
canta sobre los fusiles
las palabras
se vuelvan agudas hoces
de afiladas
botellas rotas.
Una vez más la
bota de Napoleón, de Mussoline
han vuelto a
pisar nuestra España de trigales verdes,
de sudor y de
jornaleros altivos, de aceituneros,
soleados
páramos de hoces, martillos y horcas.
Nuestro
enemigo son los tiburones o inversores mundiales.
Unos enemigos
ocultos tras los escudos de los ordenadores.
Nos han
invadido los griegos y troyanos con sus virus.
Sus diminutas
armas nos ha lacerado.
A merced
vivimos de una puñalada diaria.
Alicante, junio de
2010