Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

domingo, 11 de marzo de 2012

"Las dos muertes de Miguel Hernández". Premio de Periodismo Miguel Hernández 2012


El investigador leonés afincado en México, Santos Escarabajal, desmonta por primera vez documentalmente, las diversas versiones que hasta hoy han circulado sobre la muerte y sepelio del poeta oriolano, escritas por sus compañeros de la prisión de Alicante
Hemos reunido los cinco artículos publicados en La Crónica de León, para dar mayor faccilidad a nuestros lectores.


........................ I

Miguel Ángel Nepomuceno /La Crónica León

Tener la conciencia tranquila es síntoma de mala memoria”, dice Santos Escarabajal (Posadilla de la Vega, León 1951), cuando se refierea la ingente mitología levantada en torno a la muerte y posterior sepelio de Miguel Hernández, el 28 de marzo de 1942 en la prisión Reformatorio de Adultos de Alicante. “Unos hechos, señala, que han sido tergiversados, amañados e inventados por los propios amigos del poeta que ‘dicen’ le acompañaron en sus últimas horas, lo amortajaron y lo velaron, incluso hubo alguno que, momentos antes de su fallecimiento, lo vio escribir unos fallidos versos en la paredde la enfermería. Testimonios orales, que la mayoría de las veces han alimentado la fértil imaginación de personas que si bien eran compañeros de cárcel, adornaron, tras su muerte y de manera poco rigurosa, las últimas horas de un hombre que sólo deseaba recuperarse y poder abrazar a su esposa e hijo”.
Sin embargo, nada de eso consiguió, pese a los denodados esfuerzos de sus amigos íntimos Cossío, Neruda, Morla Lynch, Gabriela Mistral, Aleixandre... Su integridad y firmes convicciones estaban por encima de los intereses de familiares, amigos, sacerdotes, vicarios y personas afectas al régimen, que intentaron por todos los medios que se retractase de sus escritos. El poder de la mitra no consiguió doblegar la voluntad de un moribundo, aunque muchos, tras su deceso, intentaron cambiar la historia, incluida su esposa Josefina Manresa, que alteró los hechos de su “casamiento obligado, in artículo mortis”, sólo por evitarse problemas con el que fuera obispo de León [en 1944], Luis Almarcha Hernández, con el fin de tratar de obtener un precario medio de subsistencia para ella y su hijito, Manuel Miguel, algo que no conseguiría jamás, dada la inflexible decisión tomada por Almarcha de no prestarla ayuda sino era a cambio de retirar las ediciones de sus poemas en América [Lo de retirar la edición de Viento del pueblo aquí y en América se lo dijo a Josefina, señor García Roger director de la Caja de Ahorros para que Manolillo estudiara interno en Santo Domingo(libro de Josefina 1980: 151].

Largo calvario. A las 5,30 de la madrugada del 28 de marzo de 1942, Miguel Hernández Gilabert, agonizaba en soledad en la enfermería de la prisión Reformatorio de Alicante. Tenía 31 años y un largo calvario de torturas y malos tratos por las más duras prisiones españolas.
A esa temprana hora de la madrugada la tenue luz del alba se derramaba tímida desde el alto ventanal de la enfermería del penal, pugnando, inútilmente, por cerrarle sus redondos ojos garzos, ya sin vida. Instante ineluctable de una inmortalidad que por méritos propios nadie podía arrebatarle ya. Moría el hombre, nacía el poeta. Y con él toda una serie de leyendas urbanas que se extendieron como la pólvora para salpicar las biografías, estudios y trabajos quea lo largo de estos sesenta y nueve años han ido apareciendo en torno a esas últimas horas en diferentes versiones, y con distintos narradores.

Trabajo inédito. A partir de estos documentos, que ven ahora por primera vez la luz y que han sido extraídos de archivos del Reformatorio de Adultos de Ocaña, del Gobierno Civil de Alicante, de la Auditoría de Guerra y del Hospital Provincial de la misma ciudad, así como del Reformatorio de Adultos alicantino, la estancia de Miguel Hernández en ese penal desde el 29 de junio de 1941 hasta el 28 de marzo de 1942, fecha de su deceso, así como las últimas horas en la enfermería y su posterior sepelio, deberán volver a ser revisadas, rectificadas y puestas al día en sus biografías.
La documentación contrastada que acompaña a la totalidad del texto despeja cualquier duda sobre los días finales de un hombre al que la ‘hagiografía’ le ha hecho tener dos muertes y un solo destino final, el nicho 1.009 del cementerio provincial de Alicante [Virgen del Remedio].


Las dos muertes de Miguel Hernández.

El investigador leonés afincado en México, Santos Escarabajal, desmonta por primera vez documentalmente, las versiones que hasta hoy han circulado sobre la muerte y sepelio del poeta oriolano, escritas por sus compañeros de la prisión de Alicante Josefina Manresa y Miguel Hernández en Cox mecanografiando los últimos escritos del poeta. ARCHIVO Miguel Ángel Nepomuceno /León Tener la conciencia tranquila es síntoma de mala memoria”, dice Santos Escarabajal (Posadilla de la Vega, León 1951), cuando se refierea la ingente mitología levantada en torno a la muerte y posterior sepelio de Miguel Hernández, el 28 de marzo de 1942 en la prisión Reformatorio de Adultos de Alicante. “Unos hechos, señala, que han sido tergiversados, amañados e inventados por los propios amigos del poeta que ‘dicen’ le acompañaron en sus últimas horas, lo amortajaron y lo velaron, incluso hubo alguno que, momentos antes de su fallecimiento, lo vio escribir unos fallidos versos en la paredde la enfermería. Testimonios orales, que la mayoría de las veces han alimentado la fértil imaginación de personas que si bien eran compañeros de cárcel, adornaron, tras su muerte y de manera poco rigurosa, las últimas horas de un hombre que sólo deseaba recuperarse y poder abrazar a su esposa e hijo”. Sin embargo, nada de eso consiguió, pese a los denodados esfuerzos de sus amigos íntimos Cossío, Neruda, Morla Lynch, Gabriela Mistral, Aleixandre... Su integridad y firmes convicciones estaban por encima de los intereses de familiares, amigos, sacerdotes, vicarios y personas afectas al régimen, que intentaron por todos los medios que se retractase de sus escritos.El poder de la mitra no consiguió doblegar la voluntad de un moribundo, aunque muchos, tras su deceso, intentaron cambiar la historia, incluida su esposa Josefina Manresa, que alteró los hechos de su “casamiento obligado, in artículo mortis”, sólo por evitarse problemas con el que fuera obispo de León, Luis Almarcha Hernández, con el fin de tratar de obtener un precario medio de subsistencia para ella y su hijito, Manuel Miguel, algo que no conseguiría jamás, dada la inflexible decisión tomada por Almarcha de no prestarla ayuda sino era a cambio de retirar las ediciones de sus poemas en América. Largo calvario. A las 5,30 de la madrugada del 28 de marzo de 1942, Miguel Hernández Gilabert, agonizaba en soledad en la enfermería de la prisión Reformatorio de Alicante. Tenía 31 años y un largo calvario de torturas y malos tratos por las más duras prisiones españolas. A esa temprana hora de la madrugada la tenue luz del alba se derramaba tímida desde el alto ventanal de la enfermería del penal, pugnando, inútilmente, por cerrarle sus redondos ojos garzos, ya sin vida. Instante ineluctable de una inmortalidad que por méritos propios nadie podía arrebatarle ya. Moría el hombre, nacía el poeta. Y con él toda una serie de leyendas urbanas que se extendieron como la pólvora para salpicar las biografías, estudios y trabajos quea lo largo de estos sesenta y nueve años han ido apareciendo en torno a esas últimas horas en diferentes versiones, y con distintos narradores. Trabajo inédito. A partir de estos documentos, que ven ahora por primera vez la luz y que han sido extraídos de archivos del Reformatorio de Adultos de Ocaña, del Gobierno Civil de Alicante, de la Auditoría de Guerra y del Hospital Provincial de la misma ciudad, así como del Reformatorio de Adultos alicantino, la estancia de Miguel Hernández en ese penal desde el 29 de junio de 1941 hasta el 28 de marzo de 1942, fecha de su deceso, así como las últimas horas en la enfermería y su posterior sepelio, deberán volver a ser revisadas, rectificadas y puestas al día en sus biografías. La documentación contrastada que acompaña a la totalidad del texto despeja cualquier duda sobre los días finales de un hombre al que la ‘hagiografía’ le ha hecho tener dos muertes y un solo destino final, el nicho 1009 del cementerio provincial de Alicante.



...................................II

¿Han contado la verdad los ‘amigos’ de Hernández?

Miguel A- Nepomuceno. / La Crónica de León

Vicente Hernández, hermano de Miguel, en una entrevista con el periodista francés Claude-Couffon en abril de 1962 dice: “Pude verlo tres veces. La primera el verano de 1941. Yo había conseguido obtener un permiso de visita. Él estaba apiñado con muchos otros presos en una celda prevista para una sola persona. Su pobre ropa estaba hecha jirones. Su aspecto revelaba un total abandono, se veía que no disfrutaba de ningún aseo. Pero conservaba la tranquilidad, la energía, el ánimo que yo le había conocido siempre…”.
Vicente,posiblemente obtuvo un permiso especial que daban una sola vez para visitar a su hermano y debió de ser a mediados de julio o principios de agosto. Lo visitó en la celda 22 de Periodo no de la 4ª galería como han apuntado algunos biógrafos y compañeros. Como sabemos, Miguel, fue ingresado en el Reformatorio alicantino el 29 de junio y como era habitual, tuvo que pasar la cuarentena, cosa que hizo por los testimonios escritos de su esposa y hermano, entre otros. También ha quedado documentado que lo recluyeron en la celda nº 22 de Período y una vez cumplida la cuarentena lo pasaron a la 4ª galería, 4º dormitorio.

   Así, José Ramón Clemente Torregrosa supuesto “amigo” del poeta dice que Miguel Hernández pregunta por alguno de los presos amigos o conocidos, más o menos vinculados con el mundo de la cultura y consiguen lo instalen en la celda 22 de la 4° galería junto a su paisano Luis Fabregat Terrés, el pintor comunista Ricardo Fuente Alcocer, Rigoberto Martín Lloret, Luis Jiménez Esteve y el abogado José Ramón Clemente Torregrosa. Sin embargo, Hernández no estuvo en esa celda como vamos a demostrar. Existen varios documentos de la prisión y del Hospital Provincial expedidos por el gobernador de Alicante y por el director del Reformatorio en los que se puede comprobar que en esas fechas Clemente Torregrosa no se encontraba en el Reformatorio ya que se hallaba convaleciente de una fuerte bronquitis en el Hospital Provincial de Alicante, donde ingresa el 11 de febrero y permanece allí siete meses, hasta el 11 de septiembre de 1941 que es reintegrado al Reformatorio de Alicante.
    Por mucho que se esfuercen sus biógrafos que no hacen más que repetir lo queel propio Ramón Clemente ha dicho y escrito, insistiendo en que Miguel estuvo encerrado en la celda22, lo cierto es que no. Según el documento de la enfermería publicado ayer en este periódico, hemos vistoque Miguel estaba en la 4ª galería 4º dormitorio. Lo que echa por tierra las primera de las afirmaciones de uno de “sus amigos y compañeros” del penal.
    Lo que sí ocurrió es que el poeta se veía con ello salir al patio general, por otra parte algo natural, ya que allí se reunían diariamente los presos dos veces al día, pero no en la celda porque no estuvo allí.
La segunda de las contradicciones de Clemente Torregrosa se produce cuando fallece el poeta el 28 de marzo de 1942. Él señala que fue el encargado de mecanografiar el expediente que se abrió al respecto, pero tampoco eso es posible porque el día 6 de marzo de 1942 Clemente ingresa en el grupo artístico del coro de la prisión y allí no tenían maquinas de escribir en las celdas. Cuando pudo haberlo hecho es en el mes de noviembre de 1942 al abandona el coro y entrar a trabajar en las oficinas de Régimen, pero entonces ya habían pasado ocho meses de la muerte del poeta. Luego la fecha del encargo demecanografiar el expediente hay que revisarla.

Todavía otro dato curioso: Miguel Hernández nunca solicitó por instancia un destino para la redención de pena como hicieron otros reclusos, por ejemplo el pintor Gastón Castelló Bravo, quien una vez concedido lo rechaza porque no tenía relación alguna con su profesión. Existe un documento de su expediente que lo ratifica: “Gastón Castelló Bravo recluso en el Establecimiento de su digna dirección, donde extingue la condena de 6 años y un día, expresa que presenta su renuncia al desempeño de destinos en este Reformatorio. Alicante, 30 de abril de 1940. Firmado G. Castelló”. Más abajo Castelló apostilla con su letra: “Mi renuncia se debe a que ninguno de los destinos ofrecidos tienen relación con mi profesión”. Gastón Castelló fue sentenciado a 6 años de prisión, después de algunos meses, el 10 de agosto de 1940, sale en libertar atenuada,gracias a la intervención del entonces ministro del ejercito general, Enrique Valera, el mismo que ayudó a Miguel Hernández.


Reencuentro de Pérez Álvarez con Miguel Hernández


Ramón Pérez Álvarez ingresa en el Reformatorio de Alicante el 13 de diciembre de 1939 procedente de la prisión de Orihuela, no sabemos que hizo desde su ingreso hasta el 6 de mayo de 1941, a partir de esta fecha empieza su odisea. El fiscal jurídico militar solicita para Ramón la pena de muerte y lo trasladan al edificio de Periodos donde se encontraban los que tenían petición fiscal de pena de muerte y los ya sentenciados a muerte. Ramón Pérez permanecerá recluido en ese lugar hasta el 12 de agosto de 1941 en ques e le juzga y es condenado a 30 años de prisión mayor. No sale del enclaustramiento hasta mediados de octubre. Cuando sale de Período, viene a su encuentro, según sus palabras, Miguel Hernández y Luis Fabregat con el fin de ayudarlo a llevar sus pertenencias hasta el lugar que le habían asignado. No sabemos a qué galería lo envían.
“Después de muchas vicisitudes,- dice Ramón refiriéndose a Miguel-,fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde llegó el mes de junio de 1941. Terminado el periodo de aislamiento de la cuarentena, pudimos estar juntos hasta el 12 de agosto, en que fui por segunda vez condenado a muerte, situación en que permanecí hasta mediados de octubre. En aquel momento Miguel y Luis Fabregat acudieron para ayudarme a llevar mis pertenencias hasta el lugar que se me había destinado”.
A partir de este hecho pudo ver al poeta en el patio general. Sin embargo, no creemos que Hernández tuviera mucho contacto con la gente de Orihuela después de ser detenido y encarcelado en su propio pueblo donde nadie le ayudo ni tan siquiera su padre.
La Fundación Cultural Miguel Hernández publicó un libro en 2003 titulado ‘Hacia Miguel Hernández’ con las declaracionesde Ramón Pérez. En uno de sus escritos el autor dice: “Miguel estaba entonces en el tercer dormitorio, junto a su mejor amigo carcelario, el antiguo compañero de pastoreo y miembro de las Juventudes Socialistas, Antonio Ramón Cuenca. Allí enfermo de tifus, a los pocos días, fue trasladado a la enfermería”. Según hemos visto anteriormente, Hernández fue trasladado el 1 de diciembre de 1941 a la enfermería, pero no al tercer dormitorio con Ramón Cuenca, Miguel estaba en el 4° dormitorio, cuarta galería. Nada de celda 22.


............................III
¿Por dónde se sacó el cadáver de Miguel?

Santos E. / M. Nepomuceno
El relato de Luis Fabregat, cuñado de Vicente Hernández, hermano de Miguel, al igual que el del recluso Bernardo López García, que debían compartir celda en ese tiempo, presenta serias contradicciones y un afán de protagonismo demasiado notorio para no levantar sospechas. A Fabregat sólo le faltó decir “lo saqué a hombros con mis compañeros”. Como consta en el certificado de defunción, Miguel Hernández falleció a las 5.30 horas de la madrugada del día 28 de marzo, pero hasta las 18.15 de la tarde no se organizó el sepelio.
    D. José María Pérez Miralles, médico del Reformatorio de Adultos de Alicante, certifico: Que Miguel Hernández Gilabert, de 30 años de edad, hijo de Miguel y de Concepción, casado con Josefina Manresa Marhuenda, natural de Orihuela y vecino de Cox, ha fallecido en la enfermería de este establecimiento a las cinco horas treinta minutos del día de hoy, a consecuencia de una Fimia pulmonar. Y para que conste expido el presente en Alicante a veintiocho de marzo de mil novecientos cuarenta y dos.
Firmado
El Médico del Reformatorio.

A esa hora todos los reclusos estaban en el patio general. Sacar el cadáver por ese lugar hubiera sido demasiado provocador dada la situación en la que estaban la mayoría de los detenidos, unos esperando la muerte y otros intentando no empeorar su situación de enfermos o en camino de serlo. Por lo tanto, el ataúd de Miguel debía ser sacado fuera del recinto por otro itinerario menos transitado y sobre todo menos visible y llamativo. Dado que la enfermería se encontraba muy próxima al muro que rodeaba el Reformatorio y a unos 50 metros del portón por donde metían los víveres desde la carretera que llevaba al cementerio, un empleado de pompas fúnebres, junto a un funcionario de prisiones, lo llevaron por la orilla de la pared hasta el rastrillo de salida donde esperaban al féretro los familiares del poeta: su esposa Josefina Manresa, su hermana Elvira, una vecina llamada Consuelo, Miguel Abad Miró y Ricardo Fuentes.

Relatos románticos
Desde que muere Miguel Hernández hasta que llega la funeraria transcurren trece horas. Su deceso, como ya hemos señalado, ocurre a las 5:30 de la madrugada del 28 de marzo y los empleados de la funeraria se hacen cargo del féretro a las 18:15 de la tarde según documento oficial del expediente penitenciario del poeta.
Recordemos que en la cárcel en aquellos momentos había alrededor de 3.000 a 3.500 presos, por lo que la versión de que se le hizo un homenaje paseando el féretro ante los ojos de los reclusos no deja de ser una visión demasiado romántica repetida una y otra vez por “sus amigos”, pero jamás escrita ni corroborada por su esposa ni hermana. El motivo de no hacerlo, cruzando el patio general, era, sencillamente, evitar un motín ante el hecho de que los mismos reclusos podían pensar que ellos también tenían la posibilidad de salir de igual modo, con los pies por delante. Pero escuchemos al recluso Bernardo López García en una entrevista al diario Información de Alicante del 8 de mayo de 1992:
“Yo vi salir el ataúd en el que iba Miguel Hernández sobre la hora del mediodía, cuando todos los reclusos estábamos encerrados en nuestras celdas y dormitorios respectivos, asomado en los ventanales acristalados y enrejados en el departamento en que pernoctábamos los deportistas del cuadro de gimnasia artística”.

Bernardo López, como deportista que era, se encontraba en la segunda galería, segundo dormitorio del segundo piso, desde donde podía divisar la puerta de la enfermería y por lo tanto ver pasar el ataúd del poeta. Lo mismo sucede con Luis Fabregat Terrés, que al pertenecer al grupo gimnástico también se encontraba en el mismo lugar que Bernardo López y pudo haber visto cómo sacaban el cuerpo de Miguel. Sin embargo, como sabemos, el féretro fue sacado de la enfermería a las 18:15, no a la hora del mediodía como dice Bernardo López, y a esa hora de la tarde tampoco lo hubieran podido ver porque los presos estaban todos en el patio general (13). Además existía un muro que separaba ese patio de la enfermería, lo que hacía imposible ver la puerta de salida de la citada enfermería.

Con Ramón Pérez Álvarez pasó lo mismo, al igual que con Antonio Ramón Cuenca y Luis Fabregat. Contra lo que han manifestado una y otra vez en entrevistas, escritos, charlas…, ninguno de ellos estuvo en el entierro del poeta ni lo vio pasar porque, como ya hemos señalado, a esa hora, 18.15, estaban en el patio general.
   El caso de Ramón Pérez Álvarez es concluyente. El 6 de marzo de 1942, antes de que muriera el poeta, es destinado a la agrupación artística y coro situado en el primer piso de la segunda galería. Desde este primer piso no se puede ver la puerta de la enfermería; sin embargo, desde el segundo, donde se encontraban Fabregat y Bernardo López, sí podían ver pasar el ataúd. En cambio, Ramón Pérez nos dice que el ataúd fue llevado a hombros entre Ramón Cuenca, Luis Fabregat, Ambrosio y Monera y él.
   ¿Qué hay de verdad en todo esto?
   Veamos. En abril de 1968, Antonio Ramón Cuenca, que era el encargado de la limpieza del poeta, dice a la revista Oleza, entre otras cosas: “En la guerra no nos vimos. Nos encontramos en la cárcel de Alicante en diciembre de 1939. Llegó cuatro días después de haber ingresado yo. Dormíamos en la celda uno al lado del otro. En voz baja, como si rezara, me recitaba versos suyos hasta que ya muy avanzada la madrugada se dormía”. Pregunta del periodista ¿Estuvo bien atendido en la cárcel? “Si, había cinco médicos detenidos que lo cuidaban a todas horas. No le faltaba fruta, leche, ni huevos, pues el grupo de Orihuela hacíamos una colecta diaria. Yo lo veía todos los días porque desde que ingresó en la enfermería, como ya he dicho, era el encargado de su limpieza. Pese a ello no podía entrar cuando quería”. ¿Cuándo fue la última vez que lo vio? “Dos días antes de morir. En la enfermería me dijeron: ‘¿no sabe que su enfermedad es contagiosa?’. Todos los presos le rindieron el último tributo con un respeto impresionante. Tenía como mortaja una sábana blanca. Todos sus compañeros de cárcel estábamos en el patio cuando se llevaron su féretro y la banda de música interpretó marchas fúnebres”. En esta entrevista Ramón Cuenca ya lo dice muy claro: “Todos sus compañeros de cárcel estábamos en el patio cuando se llevaron su féretro”, y deja muy claro que el ataúd no fue sacado al patio general ni tampoco que lo llevara en hombros hasta el rastrillo en compañía de Ramón Pérez, Luis Fabregat, Ambrosio y Monera.



.............................IV

La banda que nunca tocó

Santos Escarabajal. / Miguel A. N.
    Ramón Pérez Álvarez envía una carta a Juan Guerrero, con fecha 15 febrero, (suponemos que del año 1990), en la que dice, “Yo le autorizaré a utilizar cuanto considere de sus interés para su biografía, con tan solo una condición: la de que quede bien sentado que los dibujos que se le hicieron a M.H. muerto, se le hicieron por mi exclusiva decisión y que su autor, no mencionado hasta ahora, porque yo no le he dicho a nadie, es José María Torregrosa, escultor [abogado], amigo de Miguel y mío y que ambos nos jugamos la celda de castigo, al contravenir las ordenes de la dirección de la prisión, que nos lo había prohibido”.
   En otra del 27 de febrero 1990 dirigida al mismo destinatario, Ramón Pérez dice: “Sobre Pepe Torregrosa (José María Torregrosa) perdí la pista absolutamente, al ser trasladado en 1943 a Almería y posteriormente a Sevilla, desde donde salí en 1946. Le sugiero que escriba a Ramos y le pregunte por José Ramón Clemente y por Miguel Abad Miró. Ellos como alicantinos, deben tener alguna pista de él. Yo no sé ni de donde era. Mi relación con el era por el deporte y su condición de artista. José Ramón, fue conmigo encargado de deportes del Reformatorio y debe guardar recuerdos de él. Lo difícil es que viva. Era algo mayor que yo, que en aquel momento tenía 23 años”.

    La contradicción surge de modo inmediato. José Ramón Clemente no era encargado de deportes del Reformatorio como señala Pérez Álvarez ya que con fecha 6 de marzo de 1942 Clemente había sido llamado para entrar a formar parte de la agrupación artística-corodel Reformatorio con el fin de poder redimir condena. En esa misma fecha también fue elegido para la misma agrupación, Ramón Pérez. Por su parte Antonio Ramón Clemente, el 20 de noviembre de 1942, renuncia a pertenecer al grupo del coro para ingresar en las oficinas de Régimen de la prisión. Ni Ramón Pérez ni Antonio Ramón Clemente fueron encargados de los deportes en el Reformatorio. Ambos sí estaban juntos en la segunda galería donde estaba el coro. De ahí que aún sea más extraño que siendo compañeros Ramón diga en esa entrevista. “Yo no sé ni de donde era” y “lo difícil es que viva”. ¿Eran amigos, estaban juntos y no sabía de donde era, ni si había muerto? Muy extraño.

¿Cómo era el Reformatorio de Adultos alicantino?

En los planos del Reformatoriode Alicante, podemos ver la cárcel al completo y los diferentes pabellones donde hacían sus actividades los reclusos, en estos planos se explica de qué forma estaban situados los distintos alojamientos. Desde el patio general no se podía entrar a la enfermería, para ir a la ella, tenías que pasar obligatoriamente por el centro de servicios o rotonda de cristal que se encontraba en el centro de la prisión, desde este lugar se podía vigilar todas las entradas y salidas de todas las dependencias de la cárcel. En la rotonda se encontraba el jefe de servicios desde donde dirigía la cárcel. En la tercera galería estaba la puerta de salida a la enfermería, ésta era la única salida que había para llegar a ella. En el año 1926 en la galería tercera existía un taller para trabajar los presos, por eso hicieron una puerta que daba a la enfermería. Según esta distribución era imposible que a Hernández lo introdujeran por esta puerta pasara por el centro de servicios y lo sacaran al patio general. No estaba permitido meter ningún ataúd en ningún pabellón de la cárcel y mucho menos pasearlo por el centro de servicios.
Enplano que hizo Ramón Pérez Álvarezen el libro editado por la Fundación Miguel Hernández de Orihuela en 2003, “Hacia Miguel Hernández”, podemos ver que la pared que divide la enfermería del patio general no se ve, pero si la que existe entre los edificios números. La única puerta de salida al patio general estaba frente al centro de servicios o rotonda de cristal.

Una banda fantasma

Otra de las muchas falacias que han dicho y que pueblan las numerosas biografías que se han escrito sobre el poeta era que a Miguel le rindió honores la banda de música del Reformatorioal salir el féretro, mientras la población reclusa se ponía de pie para darle su último adiós.Ante todo,el lector debe saber que en la prisión de Alicante nunca hubo una banda de música ni antes, ni después de la guerra. La prueba es que no existe documento alguno que lo acredite, de serasí habría algún documento de algún recluso que fuera destinado a la banda de música para redimir condena, sin embargo, no existe tal documento que lo avale, sencillamente porque no había banda.
Ramón Pérezdice al diario Informaciónde Alicante el 8 de mayo de 1992: “La banda de música de los reclusos, dirigida por el que lo había sido de la municipal de Torrevieja, interpretó la ‘Marcha fúnebre’ de Chopin”.
En aquellos tiempos había en Torrevieja una banda de música municipal dirigida por Jesús Vergel Leal, quien estuvo al frente de ella ininterrumpidamente desde 1927 a 1947. Según hemos podido comprobar, Vergel nunca estuvo preso en ninguna cárcel de España en aquella época ni después. En el Reformatorio lo que siempre hubo fue un recluso encargado de tocar diana para levantarse con el cornetín. Lo hacíaa las siete de la mañana, los presos bajabanal patio para hacer recuento y tomar el desayuno. A la una de la tarde otro toque de recuento, a la una y media fajina para ir a comer, a las dos y media de la tarde otra diana para subir a las celdas y dormitorios a dormir la siesta hasta las cinco de la tarde, de las cinco en adelante bajaban al patio para pasar recuento hasta las siete y media, pasar a “cenar” y a dormir; a las nueve treinta de la noche toque de silencio, se apagaban todas las luces y hasta el día siguiente. Este era el régimen que llevo el Reformatorio de Alicante hasta que cerró.
Cuando el poeta muere a las 5´30 de la madrugada, sólo había un preso, que era el que hacía cada noche la imaginaria y lo relevaban cada dos horas. El día que muere Miguel otro preso también agonizaba. Al día siguiente que entierran a Miguel, 29 de marzo, muere en la enfermería de la prisión el anarquista de Villena José Bañón López a los 73 años, y es conducido al cementerio municipal de Alicante el mismo día 29 a las 17´10 de la tarde. Tenían prisa por sacar a los muertos. Bañón tenía una sentencia de pena de muerte que fue conmutada por 30 años de prisión. En abril de 1952 su familia trasladada sus restosal cementerio de Villena.




...................V
El nicho 1.009


Santos Escarabajal. / Miguel A. Nepomuceno.
En el tiempo que estuvo Miguel Hernández en la enfermería de la prisión había entre 80 y 90 enfermos, muchos de ellos contagiosos. El lugar que estaba el poeta era reducido pero podían caber muy bien de 10 a 15 camas. Debido al temor al contagio estaba prohibido que los demás presos entraran a la enfermería sin permiso del oficial de prisiones. Los enfermos terminales permanecían aislados de los demás para evitar contagiarse.
Ramón Pérez, en declaraciones al diario Información de Alicante el 8 de abril de 1992, señala: “Muerto Miguel, lo amortajé, recogí sus últimos trabajos, le hice confeccionar los dos dibujos muerto al escultor José María Torregrosa, (como hemos visto fue Eusebio Oca quien los hizo), le saqué ante la población reclusa formada en el patio general dejando una calle en el centro, a hombros, en compañía de Antonio Ramón, Luis Fabregat, Ambrosio y Monera, hasta el recinto exterior”.
De nuevolas afirmaciones quedan muy lejos de la realidad. Tanto Ramón Pérez Álvarezcomo Antonio Ramón Cuenca, Luis Fabregat y Ambrosio Moreno Soriano tenían 30, 20, 12 y 20 años de prisión, respectivamente. Francisco Monera Martínez fue fusilado el 17 de junio de 1942. A ninguno de ellos se les dio permiso ni para hacer la mascarilla, ni para velar el cuerpo del poeta, ya que los condenadosa muertey a penas mayores no gozaban de ningún privilegio. Por otro lado, el único de todos ellos que dice que velaron el cuerpo del poeta es Luis Fabregat Terrés, los otros jamás dijeron que el cuerpo fuera velado.
En entrevista realizada por el periodista Pedro Soler del diario La Verdad de Alicante, el 30 de octubre de 2010, a María Moreno Soriano, hermana de Ambrosio , esta dice:
“Nosotros vivíamos en Alicante, porque a mi hermano lo enviaron allí. Fue cuando encerraron a Miguel en la prisión de Benalúa. Como no había comida, los miembros de la familia le enviábamos un “tarrico” de leche, un chusco de “cebada”, otra cosa. Uno de mis hermanos y mi primo Ambrosio, que también estaban en esa cárcel, no sabían nada de él, porque estaba aparte, dormía en el suelo. No le daban de comer, no le llegaban nuestras cosas y enfermó”.

Olor a primavera
La madrugada del 28 de marzo de 1942 fue más fría que las anteriores. Pero Miguel Hernández apenas lo notaba. Tendido en aquel hediondo camastro de la enfermería, salpicado de sangre y pusy con la bolsa de drenaje derramándose por las mugrientas baldosas, el poetase asfixiaba. Un preso le daba aire con un cartón pero a sus anegados pulmones no llegaba más que una leve bocanada de esa brisa matutina que ya olía a primavera. A las 5.30, sus ojos garzos quedaron fijos mirando a la nada. Le ataron un paño bajo la barbilla y llamaron al funcionario de guardia. Alguien le envolvió en una sábana mientras Oca lo pintaba de memoria. Permanece en la misma cama hasta las 8 de la mañana esperando la llegada del médico titular de la prisión que vivía en su domicilio fuera del centro, los únicos que vivían dentro de los muros del penal eran el director y el subdirector. El cuerpo del poeta no se podía levantar hasta que no llegara el médico, lo certificara y diera orden a los enfermeros para su traslado a las duchas con el fin de adecentarlo y entregarlo a la funeraria unas horas después.
A las 18.15 un breve cortejo lo recogió en el portón de atrás y lo acompañó hasta el cementerio. Josefina Manresa, su hermana mayor, Elvira, una vecina, Consuelo, Miguel Abad Miró y Ricardo Fuentes. Al paso del féretro por los bancales los campesinos hacían la señal de la cruz y se descubrían. Al llegar al cementerio no lo pudieron enterrar porque esa noche iban a fusilar allí a varias personas. Dejaron a Miguel en una pequeña sala y se fueron.Lo velaron sin estar el cuerpo presente en casa de su hermana Elvira. A las 10 horas del día siguiente, lo introdujeron en el nicho 1.009 con la cabeza hacia afuera. Josefina no tenía dinero para pagarlo y lo alquiló por 600 pesetas para 10 años. En 1987, los restos fueron trasladados a la rotonda central del cementerio con los de su esposa e hijo, Manuel Miguel.
Sobre los dibujos del poeta muerto debemos insistir en que no se hicieron con el cuerpo presente ya que estaba totalmente prohibido. La teoría más fiable es que el recluso Eusebio Oca Pérez, dibujante y maestro nacional que en aquellos días se encontraba internado en la enfermería por su invalidez para caminar, viera el cuerpo del poeta muerto y posteriormente lo dibujara. Pérez Álvarez habla de un escultor, José María Torregrosa, y dijo que nunca pudo localizarlo. En realidadse llamaba José María Torregrosa Juan, era abogado y, según los datos que hemos podido encontrar sobre él, sabemos que estuvo empleado en la industria de la madera de Vicente Sales Asín, de Alicante, vivía no muy lejos de Orihuela en San Juan, en la finca ‘Villa Carmen’, era cuñado de Eduardo Aunós Pérez, ministro de Justicia en la dictadura de Franco entre los años 1943 a 1945. Torregrosa vivió toda su vida en San Juan de Alicante y fue el encargado de hacer todos los años los pregones del Ayuntamiento de esa localidad para las fiestas. Falleció en el año 2000.

¿Quién llevó a hombros el cadáver?
Como hemos apuntado arriba, ningún recluso tenía permiso de las autoridades de la prisión para acercarse a un enfermo contagioso y menos para trasportarlo a hombros por el patio y llevarlo hasta el rastrillo de salida. Miguel estaba considerado como enfermo contagioso por la Fimia pulmonar que padecía, es decir por tuberculosis, lo que hacía totalmente imposible que unos reclusos lo trasladaran ni se acercaran al cadáver. Por otro lado, hemos visto que cada uno de los que dicen que lo llevaron sobre sus hombros tenían penas graves de decenas de años y como es lógico la dirección del penal no iba a correr el riesgo de que se les escapara alguno de estos presos peligrosos sólo por permitir trasladar el cuerpo de Miguel hasta el rastrillo de salida. La misma Josefina Manresa dice en su libro ‘Recuerdos de la viuda de MH’: “propusimos sacarlo a velarlo y nos dijeron que no lo autorizaba Sanidad”. En declaraciones de Miguel Abad Miró dice: “Salimos y, a la hora establecida, estábamos ante la puerta del reformatorio. Antes, propusimos la posibilidad de velar el cadáver, pero Sanidad dijo que no. Mientras esperábamos en la puerta, escuchamos una marcha fúnebre, interpretada por una banda de presos”. Y de nuevo la pregunta, ¿Por qué Josefina Manresa nunca dijo que escucharon una banda de música?, sencillamente porque nunca hubo banda de música alguna en el Reformatorio.
Respecto al homenaje que dicen se celebró en honor del poeta en el Reformatorio, no hubo tal, como sabemos. Respecto al velatorio, la posibilidad de hacerlo en el sótano de la sala de duchas, como dice Fabregat, tampoco sucedió. La sala de duchas estaba en el sótano que había en la enfermería y cuando moría algún recluso, después de certificarlo el médico titular, los enfermeros lo bajaban al sótano para adecentarlo y ponerle alguna ropa limpia que la familia pudiera llevarle. Si nadie lo hacía y no tenía con qué amortajarlo, como fue el caso de Miguel, que al fallecer de noche no dio tiempopara ello, lo envolvían en una sábana hasta que llegara el empleado de la funeraria con la caja. Al sótano no dejaban bajar a nadie, salvo a los enfermeros de confianza, al oficial de prisiones y al empleado de la funeraria con el fin de dar fe de que el cadáver era introducido en la caja, no fueran a meter al vivo y dejaran al muerto. El ataúd eratrasladado hasta la calle por los enfermeros que les quedaba poca condena. Allí esperaba la carroza en compañía del oficial de prisiones y el encargado de la funeraria. Al final el poeta de la libertad fue abandonado por todos, hasta por su propio padre.

Premio de Periodismo Miguel Hernández 2012

Centenario de Carlos Fenoll