Fue evidente la etapa poética religiosa de Miguel Hernández en sus años oriolanos, seguidor de la tradiciones de un pueblo que huele a incienso sobre todo en Semana Santa.
Leamos un bello soneto en alejandrinos de Miguel Hernández
EL NAZARENO
SE HORRORIZAN los ancianos, se conmueven las doncellas
enseñando las pupilas tras los mantos y los velos
anegadas por el llanto. Y las masas por los suelos
caen mostrando, de temores y dolor en la faz, huellas.
Enmudecen los clarines, no se escuchan las querellas
y tristísimas saetas, ni la voz de los abuelos
que pidiendo van por Cristo. Y en el rostro de los cielos
como lágrimas enormes se estremecen las estrellas.
Reina un hórrido silencio que es tan sólo interrumpido
por redobles de tambores y algún lúgubre gemido
que se sube hasta los labios de un pecho de fe lleno...
Y entre mil encapuchados con mil llamas de mil cirios,
con las carnes desgarradas aún más pálidas que lirios
y la cruz sobre los hombros, cruza, humilde, el Nazareno.
Miguel Hernández (Voluntad, 15 de marzo 1930).
Miguel Hernández dedicó Paisaje de Belén a su amigo el poeta-panadero Carlos Fenoll.