Los
amores de Miguel Hernández en 4 sonetos en “El rayo que no cesa”
“Besarse
es tan natural como mear”, escribió Miguel Hernández a su novia Josefina Manresa
en una carta de 27 de julio de 1935
Cuando Miguel llegó a Orihuela parece ser que le dio el beso prometido en la carta a Josefina, pero en la mejilla, que por su educación religiosa y civilera (hija de una guardia civil) era muy vergonzosa y tan santa que eso de besarse era un pecado y un robo de amor, y menos que los vecinos o la gente pudieran verlos.
De resultado de este desafortunado suceso escribe el siguiente soneto:
Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.
Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquel gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.
El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más patente, negro y grande.
Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.
Se ve que este rechazo no fue
suficiente y Miguel con todas sus artimañas se la llevó a su huerto de la
higuera donde había y crece también un limonero para el servicio de la casa.
Esta vez debió ser en la boca, y la
reacción de Josefina fue muy violenta y le tiró un limón a la cabeza que le
produjo una herida, Miguel escribió el siguiente soneto:
Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano rápida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la
camisa,
y se volvió el poroso y áureo
pecho
una picuda y deslumbrante pena.
una picuda y deslumbrante pena.
(Sonetos en El Rayo que no cesa, publicado el 24 de enero 1936)
La relación amorosa se enfrió hasta tal punto que Miguel Hernández se fue a Cartagena y Cabo de Palo con el matrimonio Antonio Oliver y Carmen Conde, se ve que estuvo pretendiendo a la poeta María Cegarra, pues en carta desde Madrid de septiembre de 1935, escribe: “Quiero escribir pronto a María: sé que le haría un bien grandísimo salir de su ambiente mineral y familiar. Comprendo su drama, y sería triste verla envejecer sola en la Unión”. Su hermano el también poeta Andrés había fallecido en 1928. Sin embargo, María no le escribe, pues no está interesada en Miguel. En una carta Miguel le mando este soneto dedicado:
¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?
Este rayo ni cesa ni se agota:
de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.
Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige la insistencia
de sus lluviosos rayos destructores.
También sucedió que el día de Reyes de 1936, lo detuvo la Guardia Civil en San Fernando del Jarama (Madrid, hoy San Fernando de Henares), por indocumentado, pero según Camilo José Cela estuvo en el campo haciendo manitas con Maruja Mallo. Ella era una mujer experimenta, ocho años mayor que Miguel. Esta relación acabó rompiéndose. Miguel se sintió engañado, burlado como un toro, y escribe este soneto a finales de 1935:
Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.
Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.
Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.
Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.
En la Navidad de 1935, muere Ramón Sijé, y Josefina Fenoll la novia de Sijé, la panadera, hermana de Carlos Fenoll, queda libre. Miguel intenta tener una relación con Josefina, le escribe un “Segunda Elegía a Ramón Sijé”, dedicada a la panadera “del pan más trabajado y fino” donde claramente le pide que se arrime a él. La elegía se la manda en una carta a Carlos Fenoll. Pero esta no le hace tampoco caso y se ennovia con Jesús Poveda, que luego sería su marido.
Elegía a la panadera (No se publicó en “El rayo que no cesa”).
Tengo ya el alma ronca y tengo
ronco
el gemido de música
traidora...
Arrímate a llorar conmigo a un
tronco:
retírate conmigo al campo y
llora
a la sangrienta sombra de un granado
desgarrado de amor como tú ahora.
Caen desde un cielo gris desconsolado,
caen ángeles cernidos para el
trigo
sobre el invierno gris
desocupado.
Arrímate, retírate conmigo:
vamos a celebrar nuestros dolores
junto al árbol del campo que te
digo.
Panadera de espigas y de flores,
panadera lilial de piel de
era,
panadera de panes y de
amores.
No tienes ya en el mundo quien te quiera,
y ya tus desventuras y las
mías
no tienen compañero,
compañera...
Miguel envió esta elegía a Caros Fenoll, hermano de Josefina, en una carta con la intención de mantener una relación epistolar, pero a Josefina no le gustaba Miguel
Sin amores, y ante la falta de candidatas que le gustaran, Miguel escribe a Manuel Mansera Pamies (padre de Josefina Manresa) el 1 de febrero de 1936, y le pregunta: “Si cree que Josefina todavía puede tenerme algún afecto y no está comprometida con ningún otro hombre, vea la manera de hablarle sencillamente y decirle si está dispuesta a continuar su amistad de mujer conmigo”. El padre le responde al día siguiente diciéndole que no tiene compromiso, y si había algo por perdonar, ya todo estaba perdonado. Iniciaron una relación epistolar hasta que se casaron el 9 de marzo de 1937. No pensamos que Miguel volviera a atreverse a darle un beso furtivo a Josefina, hasta que no fuera su esposa por lo civil, ya que como no había curas en Orihuela no se pudieron casar por la iglesia.
"El rayo que no cesa" y "Silbo vulnerado".
Ramón Fernández Palmeral.
4 de junio 2013