Carmen Negrín, nieta del presidente del Gobierno de la República, cede los 150.000 documentos originales conservados durante siete décadas para su consulta pública
Tereixa Constenla
Las Palmas
13 DIC 2013 - 20:34 CET32
Las guerras duran menos que sus secretos. Es probable que algunos
embrollos de la española se clarifiquen en 2014, cuando se cumplen 75 de
su final, gracias a la apertura al público de un archivo básico, cuya
mera supervivencia resulta novelesca. Miles de documentos oficiales, que
el último presidente del Gobierno republicano, el socialista Juan Negrín, trasladó en varias fases a Francia, podrán consultarse a partir de febrero gracias a la decisión de Carmen Negrín, nieta del político,
de ceder el fondo al Cabildo de Gran Canaria para abrirlo a la
investigación. Después de dos guerras (la española y la mundial),
numerosas diferencias familiares e incluso un raro episodio de asalto,
el legado de Negrín ha retornado desde Francia en un carguero, que
depositó las históricas cajas en un muelle de Las Palmas llamado Primo
de Rivera.
En el exilio, Negrín acrecentó su fondo con material sobre la ayuda a refugiados, los campos de concentración, además de cartas con distintas personalidades.
Y se diría que provocación con provocación se paga. El lugar elegido
por el Cabildo de Gran Canaria para depositar los documentos es la
antigua caja de reclutas de Las Palmas, un edificio que en 1936 estuvo
al servicio de militares rebeldes y ahora honrará la figura de una de
las bestias negras del franquismo. Ayer, Carmen Negrín, impulsora de la
recuperación de la figura de su abuelo, cedió a la institución canaria
alrededor de 150.000 documentos originales relativos a los años de
guerra (en su mayoría) y de exilio. Para mayor seguridad, una copia será
depositada en los Archivos Nacionales de Francia y otra ya está en
manos del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Pero
será la Fundación Juan Negrín,
una entidad privada sin ánimo de lucro fundada en Las Palmas por un
grupo de admiradores de Negrín en 1992, la responsable del uso y
custodia del legado, que se prevé abrir al público en febrero, cuando se
inaugure el rehabilitado edificio militar.
La memoria de Negrín vuelve así a la isla donde nació en 1892, en una adinerada saga burguesa, que le costeó estudios de Medicina en Alemania allanándole el camino hacia lo que parecía su destino: una preeminente carrera científica (Negrín formó a Severo Ochoa y Grande Covián en Madrid) que le truncaron las guerras del siglo XX. A pesar de sus simpatías conservadoras y religiosas su familia pagó un alto precio por el protagonismo político de Juan Negrín, que debió bregar con la encarcelación de su padre por el único delito del parentesco y la confiscación de buena parte del patrimonio. Aunque el político falleció sin dejar instrucciones explícitas sobre el depósito de su archivo, su nieta cree que responde a sus deseos: “Cuando se llevó los documentos fue con la idea de que la República regresaría y los papeles se devolverían al Estado”.
A ella, que vivió entre los tres y los nueve años con su abuelo y su pareja, Feliciana López de Dom Pablo, ni se le ha pasado por la cabeza comerciar con el legado. “No es algo que se deba vender. Tiene mucho valor y no tiene precio”, subraya. Los historiadores coinciden. Tal vez se trate de la colección documental más valiosa del exilio. “Es un archivo crucial. Negrín consiguió sacar fuera y casi mantener intacto (las pérdidas fueron menores, creo) el material de Presidencia del Gobierno, el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Defensa. Hay joyas estupendas”, opina Enrique Moradiellos, biógrafo del socialista.
Entre ellas, la génesis de sus memorias, que tituló Contribución a la historia de la guerra de España (guerra mundial en España), documentación oficial sobre el oro trasladado a Moscú y vendido para comprar armas. La colección alumbrará sombras sobre su ruptura con Indalecio Prieto, que había sido su mentor político, sobre la pérdida del tesoro del Vita, sobre sus relaciones con la URSS, que alimentaron el principal sambenito que acompaña su figura. También sobre su pensamiento político, más propio de un estadista que de un entregado estalinista. “Frente al rechazo de otros refugiados, él defendía que España entrase en el Plan Marshall”, afirma el historiador canario Sergio Millares, que también llama la atención sobre su respeto a la libertad religiosa. “Después de una etapa caótica, logra imponer cierto orden y da instrucciones para normalizar la vida religiosa”.
Hasta los noventa nadie ajeno a la familia tuvo acceso al fondo. Sergio Millares, que asesora a la Fundación, fue el primero en tocar los documentos que conservaba Juan Negrín jr, el primogénito del político. Durante un año los fotocopió y escaneó. En paralelo, Carmen Negrín, que había descubierto que guardaba otra parte del tesoro documental en el sótano de la casa donde vivía y donde había muerto su abuelo, invitó a Gabriel Jackson a desempolvar la historia. “Fuimos los primeros en abril aquellos fajos de papeles envueltos en periódicos del 39. Yo deshacía nudos, quitaba el polvo, lloré de emoción, fue bonito”, revive en un avión rumbo a Las Palmas, días antes de formalizar la cesión al Cabildo de Gran Canaria.
Tras la muerte de Juan Negrín jr, Carmen reunificó el archivo y comenzó a facilitar el acceso a algunos historiadores como Ángel Viñas, Helen Graham o Ricardo Miralles. Con cuentagotas. La familia Negrín lleva décadas instalada en la desconfianza, una reacción natural después de la demonización del político socialista que, cuando murió en París en 1956, pidió que se ocultase el hecho durante 48 horas temeroso acaso de desatar nuevas polémicas. Negrín tuvo buenos amigos, pero sobre todo tuvo buenos enemigos. Fuera y dentro de su partido, que acabaría expulsándolo como un apestado. En 2009 el PSOE devolvió a su nieta el carné de militante del abuelo.
Así que a Carmen le ha costado decidir el destino de un archivo con el que ha convivido casi toda su vida. “Al principio lo que yo quería era responder a todas las bestialidades que se decían de él y limpiar su imagen. Y pensé que en el archivo estarían las pruebas, pero al meterme en ello pensé que tenía que ser algo público y transparente”, expone.
En el pasado su tío había ofrecido el legado a Gabriel Jackson para la Universidad de California. “Pedía un precio alto pero no exorbitante en el caso de que uno pudiera asegurar que los documentos incluían importante y nueva información sobre el liderazgo político de Juan Negrín en tiempo de guerra. Al mismo tiempo que me aseguraba que así era, me dijo que no me permitiría ver los documentos y que ni siquiera me enviaría un listado de títulos o resúmenes. En esas circunstancias tuve que decirle, con profundo pesar, que no podía pedir a quienes regentaban la universidad hacer una compra cara, de la cual no podría dar una descripción completa”, revivía Jackson en un texto escrito para una exposición dedicada a Negrín en 2005.
La única directriz sobre su legado que marcó el político se refería al oro de Moscú. Ordenó, a su muerte, devolver al Estado documentos que luego el régimen encerró bajo veinte llaves en el Banco de España hasta que Ángel Viñas accedió a ellos en los setenta y desmontó el gran mito del saqueo del oro por la URSS.
Entre lo devuelto figuraban el decreto firmado por Azaña y Negrín autorizando al ministro de Hacienda (Negrín) a trasladar al lugar “que estime más seguro” y “en el momento que estime más oportuno” las reservas metálicas del Banco de España, así como varias órdenes de venta de oro al Comisariado del Pueblo de Finanzas de la URSS, firmadas por Largo Caballero (mientras fue presidente del Gobierno) y Negrín.
En el archivo depositado ahora en Canarias existe más documentación sobre aquel episodio, incluida una nota manuscrita del propio Negrín sobre el asunto en la que explica que la decisión no se tomó “para complacer a los rusos”. “Ellos fueron los primeros sorprendidos cuando se les propuso”. Negrín escribe que el primer objetivo consistía en poner a salvo el oro y el segundo en convertirlo en divisas para necesidades de la República. La decisión se tomó bajo la presión de una inminente llegada de las tropas sublevadas a Madrid. “Los últimos envíos se hicieron estando la línea de ferrocarril (por Aranjuez) bajo el fuego enemigo”. Y no solo les perturbaban los rebeldes: “Nos mueve la preocupación de que grupos de incontrolados se hicieran por un golpe de mano con los depósitos del Banco (…) Cuando las fuerzas mandadas por Durruti fueran a Madrid se supo por informaciones al parecer fidedignas que intentaban convertirse en 'fuerzas de protección' del Banco de España. Felizmente ya entonces, y sin que ellos lo supieran, ya el oro no estaba en Madrid, sino en Cartagena”.
Arsenal histórico
Los fondos reconstruyen la actividad del Gobierno durante la guerra: informes secretos, libros de contabilidad, fotos de bombardeos, telegramas, planos y mapas del frente o listados de prisioneros.En el exilio, Negrín acrecentó su fondo con material sobre la ayuda a refugiados, los campos de concentración, además de cartas con distintas personalidades.
La memoria de Negrín vuelve así a la isla donde nació en 1892, en una adinerada saga burguesa, que le costeó estudios de Medicina en Alemania allanándole el camino hacia lo que parecía su destino: una preeminente carrera científica (Negrín formó a Severo Ochoa y Grande Covián en Madrid) que le truncaron las guerras del siglo XX. A pesar de sus simpatías conservadoras y religiosas su familia pagó un alto precio por el protagonismo político de Juan Negrín, que debió bregar con la encarcelación de su padre por el único delito del parentesco y la confiscación de buena parte del patrimonio. Aunque el político falleció sin dejar instrucciones explícitas sobre el depósito de su archivo, su nieta cree que responde a sus deseos: “Cuando se llevó los documentos fue con la idea de que la República regresaría y los papeles se devolverían al Estado”.
A ella, que vivió entre los tres y los nueve años con su abuelo y su pareja, Feliciana López de Dom Pablo, ni se le ha pasado por la cabeza comerciar con el legado. “No es algo que se deba vender. Tiene mucho valor y no tiene precio”, subraya. Los historiadores coinciden. Tal vez se trate de la colección documental más valiosa del exilio. “Es un archivo crucial. Negrín consiguió sacar fuera y casi mantener intacto (las pérdidas fueron menores, creo) el material de Presidencia del Gobierno, el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Defensa. Hay joyas estupendas”, opina Enrique Moradiellos, biógrafo del socialista.
Entre ellas, la génesis de sus memorias, que tituló Contribución a la historia de la guerra de España (guerra mundial en España), documentación oficial sobre el oro trasladado a Moscú y vendido para comprar armas. La colección alumbrará sombras sobre su ruptura con Indalecio Prieto, que había sido su mentor político, sobre la pérdida del tesoro del Vita, sobre sus relaciones con la URSS, que alimentaron el principal sambenito que acompaña su figura. También sobre su pensamiento político, más propio de un estadista que de un entregado estalinista. “Frente al rechazo de otros refugiados, él defendía que España entrase en el Plan Marshall”, afirma el historiador canario Sergio Millares, que también llama la atención sobre su respeto a la libertad religiosa. “Después de una etapa caótica, logra imponer cierto orden y da instrucciones para normalizar la vida religiosa”.
Hasta los noventa nadie ajeno a la familia tuvo acceso al fondo. Sergio Millares, que asesora a la Fundación, fue el primero en tocar los documentos que conservaba Juan Negrín jr, el primogénito del político. Durante un año los fotocopió y escaneó. En paralelo, Carmen Negrín, que había descubierto que guardaba otra parte del tesoro documental en el sótano de la casa donde vivía y donde había muerto su abuelo, invitó a Gabriel Jackson a desempolvar la historia. “Fuimos los primeros en abril aquellos fajos de papeles envueltos en periódicos del 39. Yo deshacía nudos, quitaba el polvo, lloré de emoción, fue bonito”, revive en un avión rumbo a Las Palmas, días antes de formalizar la cesión al Cabildo de Gran Canaria.
Tras la muerte de Juan Negrín jr, Carmen reunificó el archivo y comenzó a facilitar el acceso a algunos historiadores como Ángel Viñas, Helen Graham o Ricardo Miralles. Con cuentagotas. La familia Negrín lleva décadas instalada en la desconfianza, una reacción natural después de la demonización del político socialista que, cuando murió en París en 1956, pidió que se ocultase el hecho durante 48 horas temeroso acaso de desatar nuevas polémicas. Negrín tuvo buenos amigos, pero sobre todo tuvo buenos enemigos. Fuera y dentro de su partido, que acabaría expulsándolo como un apestado. En 2009 el PSOE devolvió a su nieta el carné de militante del abuelo.
Así que a Carmen le ha costado decidir el destino de un archivo con el que ha convivido casi toda su vida. “Al principio lo que yo quería era responder a todas las bestialidades que se decían de él y limpiar su imagen. Y pensé que en el archivo estarían las pruebas, pero al meterme en ello pensé que tenía que ser algo público y transparente”, expone.
En el pasado su tío había ofrecido el legado a Gabriel Jackson para la Universidad de California. “Pedía un precio alto pero no exorbitante en el caso de que uno pudiera asegurar que los documentos incluían importante y nueva información sobre el liderazgo político de Juan Negrín en tiempo de guerra. Al mismo tiempo que me aseguraba que así era, me dijo que no me permitiría ver los documentos y que ni siquiera me enviaría un listado de títulos o resúmenes. En esas circunstancias tuve que decirle, con profundo pesar, que no podía pedir a quienes regentaban la universidad hacer una compra cara, de la cual no podría dar una descripción completa”, revivía Jackson en un texto escrito para una exposición dedicada a Negrín en 2005.
La única directriz sobre su legado que marcó el político se refería al oro de Moscú. Ordenó, a su muerte, devolver al Estado documentos que luego el régimen encerró bajo veinte llaves en el Banco de España hasta que Ángel Viñas accedió a ellos en los setenta y desmontó el gran mito del saqueo del oro por la URSS.
Entre lo devuelto figuraban el decreto firmado por Azaña y Negrín autorizando al ministro de Hacienda (Negrín) a trasladar al lugar “que estime más seguro” y “en el momento que estime más oportuno” las reservas metálicas del Banco de España, así como varias órdenes de venta de oro al Comisariado del Pueblo de Finanzas de la URSS, firmadas por Largo Caballero (mientras fue presidente del Gobierno) y Negrín.
En el archivo depositado ahora en Canarias existe más documentación sobre aquel episodio, incluida una nota manuscrita del propio Negrín sobre el asunto en la que explica que la decisión no se tomó “para complacer a los rusos”. “Ellos fueron los primeros sorprendidos cuando se les propuso”. Negrín escribe que el primer objetivo consistía en poner a salvo el oro y el segundo en convertirlo en divisas para necesidades de la República. La decisión se tomó bajo la presión de una inminente llegada de las tropas sublevadas a Madrid. “Los últimos envíos se hicieron estando la línea de ferrocarril (por Aranjuez) bajo el fuego enemigo”. Y no solo les perturbaban los rebeldes: “Nos mueve la preocupación de que grupos de incontrolados se hicieran por un golpe de mano con los depósitos del Banco (…) Cuando las fuerzas mandadas por Durruti fueran a Madrid se supo por informaciones al parecer fidedignas que intentaban convertirse en 'fuerzas de protección' del Banco de España. Felizmente ya entonces, y sin que ellos lo supieran, ya el oro no estaba en Madrid, sino en Cartagena”.