Brindis por el aeropuerto Miguel Hernández
Hoy viernes, 30 de de octubre de 2020, efemérides del poeta Miguel Hernández en su 110.º aniversario de su nacimiento en Orihuela, el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, ha anunciado en Valencia el nuevo nombre oficial del aeropuerto de Alicante-Elche: el aeropuerto sito en El Altet pasa a denominarse aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández.
Miguel Hernández es un poeta de raíces y horizontes. Es el poeta de lo rural y de la clase trabajadora que quiso volar sobre las utopías de ayer para convertirlas en derechos de hoy. Para el imaginario de los pueblos de España –"Asturianos de braveza, / vascos de piedra blindada, / valencianos de alegría / y castellanos de alma, / labrados como la tierra / y airosos como las alas, / andaluces de relámpagos, / nacidos entre guitarras / y forjados en los yunques / torrenciales de las lágrimas, / extremeños de centeno, / gallegos de lluvia y calma, / catalanes de firmeza, / aragoneses de casta, / murcianos de dinamita / frutalmente propagada, / leoneses, navarros", cántabros, navarros, riojanos, madrileños, ceutíes, melillenses, baleares, canarios–, la de Miguel Hernández es una poesía de alto calado humano, un valor simbólico de muchos vuelos. El gesto de bautizar con el nombre del poeta-pastor de Orihuela a nuestro aeropuerto supone un acto encomiable: el de colocar la realidad simbólica de la Cultura a la altura y al alcance de la realidad hoy cotidiana para casi la totalidad de la población del mundo. También trasladarse en avión se democratizó: ¡dejó de pertenecer a la elite adinerada!
Hernández viajó en aeroplano a la URSS de 1937 para asistir –¡como dramaturgo!– al V festival de teatro soviético, en un comité de la II República española. Un lustro antes había confeccionado una amplia glosa, en verso, dedicada a la gran proeza de los pilotos Joaquín Collar y su navegante Mariano Barberán, quienes, junto al técnico Modesto Madariaga, a bordo del avión Cuatro Vientos, cruzaron el Atlántico, de Sevilla (España) a Camagüey (Cuba), sin escalas: unos ocho mil kilómetros en unas cuarenta horas, del 10 al 11 de junio de 1933; en este poema, el aeroplano es "un cisne de geometría que en la gloria / canta"1, con sus "élitros de chicharra"2, cual "arrullo de cigarra"3, "cigarra... giganta y transitoria"4.
El contexto de adelanto técnico del teléfono, de los automóviles o de los aeroplanos había contagiado hasta el éxtasis de la euforia poética a los escritores futuristas, en los años 20 del siglo pasado: sucumbieron muchos artistas vanguardistas a la belleza de la velocidad y al devenir alado de los modernos dédalos que envolvían al género humano. Ese entusiasmo de los nuevos artistas, ese jolgorio de los aparentes nuevos dioses, a veces alienante, no alcanzó al poeta de la "agricultura viva", al Miguel Hernández que silbaba en "alabanza de aldea y menosprecio de corte", a un poeta tan apegado a la naturaleza, a los hortelanos, a la tierra feraz y al feroz lobón del río Segura (que pasaba de la sequía del barranco a las crecidas de devastadoras inundaciones). Sin embargo, José M.ª Romero, el médico poeta sevillano, en 1919, quedaba fascinado por el tiro de "tu corazón de mil caballos" que, como pegasos, hacían abandonar la tierra al aeroplano. Miguel Hernández coqueteó con la vanguardia –es cierto–, pero nunca abandonó las raíces y el horizonte de la tradición.
En la obra de Hernández destacan tres contextos significativos del nuevo mundo emanado de la tecnología que erigió en protagonista al aeroplano5, que no fue avión hasta mediados de siglo xx6. El primer sentido de aeroplano se asocia con el valor y el amor al peligro, con el riesgo e, incluso, la muerte: los que suben caen, los impostores que cantan y vuelan mueren en accidentes, porque la naturaleza se impone. No era un deber estético o intelectual sentirse obnubilado por el desarrollo técnico. Esta tecnificación, como espectáculo de lo vertiginoso y como artificio simbólico, fue desenmascarado por el Pablo Neruda de Residencia en la tierra (1935) y por el César Vallejo de España, aparta de mí este cáliz (1936); el chileno rompió y proscribió la ilusión de la modernidad simbólica del fastuoso mundo de la automoción y arremetió contra las "fatigadas máquinas que aúllan y lloran". El segundo sentido asocia el aeroplano con la milicia, esto es, con la guerra y sus efectos nocivos: violencia, destrucción, amenaza, dolor y muerte se identifican con la aviación del rival, la de las fuerzas fascistas, la glorificación militar que atenta contra los intereses de los republicanos; por ello, los "implacables aeroplanos"7 tienen "sed criminal"8 (Pastor de la muerte, 4, 1, 1) y aniquilan Guernica. En una de las prosas del Hernández más joven –«El niño pobre», en torno a 1932 o 1933–, el oriolano más creyente injerta un tercer sentido: el de la imagen de Jesús nazareno crucificado: "un aeroplano, cristo de dos alas, predicando sonrisas"; se trata de la ilustración imaginaria de la superación de los retos y las adversidades: la salvación. De su viaje a la URSS, Hernández nos dejó versos de esperanza e ilusión, con frecuencia ingenuos y de talante proselitista: "en tensos aeroplanos de plumaje tajante / recorro la nación del trabajo y la nieve"9. Estamos ante la relevancia civil de la aviación: la identificación del vuelo aeronáutico como medio de transporte: comunicación, historia de uniones, comunión, idas y vueltas, intercambios culturales, mestizajes. Nuevos mundos. Progreso social, y no sólo estético y ufano. No olvidemos que Miguel Hernández es el escritor por antonomasia que, con mayor repercusión popular, consigue elevar la palabra poética a las más altas cotas de la palabra ética.
No hacía falta que Miguel Hernández hubiera viajado en avión:10 lo que resulta de potísima importancia es su legado literario, repleto de una poesía rehumanizada, empática, rellena de valores, recamada de alas y metáforas envolventes: "Todo lo que significa / golondrinas, ascensión, / claridad, anchura, aire, / decidido espacio, sol, / horizonte aleteante"11..., todo eso es creación de mundos (po)éticos y progreso de los pueblos. Tampoco dejemos caer en saco roto la consigna enarbolada por la Institución Libre de Enseñanza: "En libertad, sólo con Educación y Cultura se logrará el progreso de los pueblos". La poesía de Hernández es amor y libertad, solidaridad y bonhomía. En la alocución que manuscribió al recibir un homenaje espontáneo de sus compañeros en el penal de Ocaña (el 27 de diciembre de 1939), Hernández pergeñó esa idea edificante, redentora de venganzas e inquinas: "Vamos a brindar por la felicidad de este pueblo: por aquello que más se aproxime a una felicidad colectiva. Ya sabéis. Es preciso que brindemos. (...) Pero, severamente, cuidaremos en nosotros que (...) no sea el (...) instinto y la pasión irrefrenada. Ese odio primigenio sólo conduce a la selva. Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye". Poesía y nueva sociedad más justa: Miguel Hernández, verbi gratia. El oriolano era sabedor de la fuerza y de la esperanza depositada en los jóvenes: "La juventud siempre empuja, / la juventud siempre vence, / y la salvación de España / de su juventud depende"12. En las «Nanas de la cebolla», "la carne" de su hijo –de apenas diez meses de vida– es "aleteante": se presenta como inocente y, a la vez, con ansias de vuelo: "¡Cuánto jilguero / se remonta, aletea, / desde tu cuerpo!"13. Volemos, pues, todos, como "vuela [el] niño en la doble / luna del pecho": porque el viaje es riqueza. Con los vuelos certificamos la vida: viajamos para cerciorarnos, para ver y aprender cómo nos puede ayudar lo que se hace en otros lares.
Nosotros, los ciudadanos de hoy, no queremos ser cometas (o milochas, como se dice en la Vega Baja), sujetas a la tierra y a la voluntad extraña de la fuerza azarosa o contraria del viento indómito del encono: tenemos vocación de aves de vuelo libre y poderoso. Con la libertad –"Para la libertad sangro, lucho, pervivo"14– y la evolución de la especie, brotan alas al ser humano y la pasión de volar se hace realidad más allá de cualquier simbolismo: el ciudadano moderno "va de vuelo", "con vocación de vuelo, / ¡todo el mundo a las altas! / ¡Todo el mundo salvado / con voluntades pájaras!"15. El chileno Vicente Huidobro, en el canto 5 de Altazor, se expresaba con rotundidad creacionista: "Amanecer con esperanza de aeroplanos. / ... / Ahora que un caballo empieza a subir galopando por el arco iris, / ahora la mirada descarga los ojos demasiado llenos / en el instante en que huyen los ocasos a través de las llanuras: / el cielo está esperando un aeroplano"; en el canto primero había rotulado el espacio aéreo de la modernidad: "Mil aeroplanos saludan la nueva era. / Ellos son los oráculos y las banderas". "Los que bajan del avión parecen salir del arca de Noé", rezaba una greguería de Gómez de la Serna: y esos viajeros están o vuelven a estar en la más confortable arcadia del planeta, en el paraíso en el que se refugia la primavera todo el año, al decir del escritor gallego Wenceslao Fernández Flórez.
Por todo ello, queremos un aeropuerto "de mucho vuelo y mucho lucir", como exclamó entusiasmado uno de los personajes femeninos de la última obra teatral de Hernández. Y es que "los aviones tienen siempre / desplegadas las alas. / Posados sobre tierra / guardan la actitud de su vuelo", en versos hoy centenarios del sevillano Rafael Lasso de la Vega16.
Aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández: "aeroplanos y anhelos"17, aviones y poesía aleteante de amor, progreso, modernidad y solidaridad. Mar y montaña. Turismo de playa y ocio, y turismo de cultura y patrimonio. Huertas, palmerales y misterios. Ciudadanos del mundo, bienvenidos al universo que se abre al cruzar las fronteras del aeropuerto Miguel Hernández: tierras hospitalarias.
Ya contábamos con colegios e institutos dedicados a nuestro escritor, con calles y plazas, con fundaciones... Para los estudiantes de este milenio, la Miguel Hernández es la Universidad Miguel Hernández; a partir del año 20-20, el Miguel Hernández será el Aeropuerto internacional Miguel Hernández. El mundo simbólico de la Cultura leva el vuelo18: el avión es el nuevo ángel. Es valiosísimo que la Cultura esté presente en nuestras actividades más prestigiosas y usuales. Ciudad y campo no entran en liza. Tradición y vanguardia se armonizan inextricablemente. Respire. Disfrute.
El poeta de Orihuela ha llegado a lo más: "A lo más, no: a lo siguiente" dirían los modernos de hoy. Es la oportunidad de poder leer sus versos y de poder mantener vivo su espíritu alentador. Si abrimos un libro de Miguel Hernández, saldrán volando estelas de amor y presagios de justicia. ¡Qué ventura! ¡Qué aventura! Es la oportunidad de que, con versiones en varios idiomas, el visitante del aeropuerto se introduzca en lo más brillante del pastor-poeta: el «Vals de los enamorados y unidos hasta siempre» (con dibujos del pintor Joan Castejón, por ejemplo), «Vientos del pueblo» (con el mapa de España ubicando los gentilicios empleados, por respeto), «El niño yuntero» (con un fragmento de la posterior Declaración Universal de los Derechos del Niño, por augurio), «Te me mueres de casta y de sencilla» (con un vídeo de amor, y de palmeras, y de ruiseñores, por favor). Y todo el adorno con sentido: sin atosigar. La palabra filantrópica de Miguel Hernández es don y látigo: "Me siento cada día más libre y más cautivo / en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría"19.
Bienvenidos a Alicante: siéntanse huéspedes de nuestra provincia y de nuestra comunidad.
* Jesucristo Riquelme es doctor en Filología, autor de la fijación de textos hernandianos en La obra completa de Miguel Hernández (Madrid-México, Buenos Aires, EDAF, 20182.ª) y Epistolario general de Miguel Hernández (EDAF, 2019).
1 «VUELO –vulnerado». Las citas, de no indicarse lo contrario, pertenecen al poeta de Orihuela.
2 «Oda entre sangre y vino a Pablo Neruda». Los "élitros" hernandianos recuerdan la "girándula" de Guillermo de Torre en su poemario Hélices, de 1923.
3 «CIGARRA –excesiva».
4 «VUELO –vulnerado».
5 La voz aeroplano procede de 'planear el aire'.
6 La palabra avión deriva directamente de ave: 'volar como un ave'.
7 «Oda a Pablo Neruda».
8 Así lo denuncia Hernández en su último drama de guerra, Pastor de la muerte (acto 4, cuadro 1, escena 1).
9 «Rusia», del libro El hombre acecha.
10 El aeropuerto de Granada recibe el nombre de García Lorca y el granadino jamás subió a un avión, salvo para hacerse una foto con Luis Buñuel, encartado en la silueta de cartonaje de un aeroplano en la feria madrileña de San Antonio de la Florida (1923).
11 «Antes del odio».
12 «Llamo a la juventud», del libro Viento del pueblo (1937).
13 Manuscrito incluido en el proyecto del libro Cancionero y romancero de ausencias (1938-1939).
14 Parte 2 de «El herido», de El hombre acecha (1938).
15 Así hace decir Hernández a las criaturas celestiales en su auto sacramental, su mejor pieza teatral si recortáramos las alas sobrantes a tan plumíferos parlamentos.
16 «Aviones», de Lasso de Vega.
17 «El incendio».
18 Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras (parte 3, fase anterior, escena 1).
19 Así sintetiza el oriolano su sentir y su carácter crítico en uno de sus últimos poemas: «Sonreír con la alegre tristeza del olivo».