1) Locales de asociaciones
Ante la disyuntiva de tener que costear las asociaciones los alquileres de sus locales, solicitamos la habilitación de unos locales municipales como salas de reunión de colectivos y asociaciones, de modo que tengan un coste 0 para estas asociaciones.
Alternativas: Casa de la juventud, etc. Y en un futuro Palacio Rubalcaba, nueva biblioteca (San Juan de Dios)
2) Subvenciones de proyectos
Es una necesidad que el ayuntamiento ayude en la medida de lo posible las actividades y proyectos culturales que desarrollen las asociaciones, de modo que el costo económico sea más liviano para estos colectivos. Y en la medida de lo posible, el apoyo logístico a estas actividades.
3) Aplicación de la ley de la Memoria Histórica para las calles
Cambio del nombre de las calles que hagan alusión al régimen franquista (Calle José Antonio, Falangista Fco. Llor, División Azul, etc.) tanto en Orihuela como en las pedanías (donde hay un mayor nº) y sustituirlas por otra nomenclatura que hiciera referencia a por ejemplo motivos hernandianos: los títulos de sus libros (El rayo que no cesa, etc.) , sus amigos (Pedro Garfias, Pablo Neruda, Carlos Fenoll, etc.) su mujer (Josefina Manresa), etc.
Y calles con alusiones a los valores democráticos (Libertad, Solidaridad, etc.
Por otro lado, está pendiente la restitución de la Avda. Marqués de Molins, por la de Paseo Miguel Hernández. Ésta es la avenida donde se encuentra situado el monumento a Miguel Hernández, junto a la estación homónima.
4) Proyecto de murales en el Rincón Hernandiano
Este es un proyecto para el que hemos solicitado una subvención al Ministerio de la Presidencia, y que se llevaría a cabo en Octubre de 2012 como culminación de las Jornadas Viento del Pueblo.
Consistiría en la realización por parte de artistas locales de una composición mural multidisciplinar (pintura, escultura, grafitti, instalación, etc) en homenaje a Miguel Hernández.
5) Mantenimiento y limpieza del monumento a Miguel Hernández
Adecuación del entorno en el que se ubica el monumento a Miguel Hernández (Jardín y alrededores, luces, mobiliario, etc.) y limpieza ante cualquier tipo de acto vandálico (pintadas, etc.)
Así mismo, inclusión en las rutas turísticas (folletos, mapa-callejero, etc.) del monumento a miguel Hernández como un lugar destacado.
6) Adecuación del monumento a Gabriel Miró y plaza a Ramón Sijé
Estos dos lugares tienen un componente simbólico muy fuerte en la vida de Miguel Hernández, ya que fueron lugares “vividos” por el poeta.
Proponemos la adecuación del monumento a Gabriel Miró, su limpieza y la colocación de un panel explicativo en donde se recoja información sobre la romería literaria de 1932 en la que participó el propio Miguel Hernández.
La plaza de Ramón Sijé (hoy plaza Marqués de Rafal) constituye otro testimonio palpable de los lugares hernandianos, aquí fue donde Miguel leyó su evocación a Sijé tras la muerte de éste y donde se inauguró la plaza en honor a Ramón Sijé.
Proponemos la restitución de la nomenclatura de la actual Plaza del Marqués de Rafal por la de Plaza de Ramón Sijé.
7) Paseo literario – Ruta hernandiana
Creación de un paseo literario con versos del poeta ubicados en la ruta hernandiana. Como en otras ciudades hacen con sus poetas (Soria-Machado, Granada-Lorca, etc.)
8) Refugios de la Guerra Civil
Reconversión de los refugios de la C/ Triana y el de la Biblioteca en espacios de la memoria.
9) Orihuela Cultural
Clarificar la situación de Orihuela Cultural, si es viable mantenerla o por el contrario crear un patronato mpal. de cultura.
Regularizar la situación del personal de esta empresa así como las cuentas de la misma.
10) Editora Municipal
Creación de una editora mpal. que dé salida a las publicaciones de creadores locales o no, de manera que éstos no tengan que pasar por la autoedición, como hasta ahora.
Esta editorial puede recuperar proyectos como el de la revista Empireuma o iniciativas de colectivos y asociaciones, instituciones educativas, etc.
Creemos que una editora municipal es el mejor vehículo para la difusión de estas obras, que de manera particular supondría un esfuerzo titánico.
11) Muestra de cine social “Miguel Hernández”
Realización de una muestra con las obras presentadas al “I Concurso de cortometrajes Miguel Hernández” organizado por la UMH, así mismo un ciclo de cine social paralelo, y unas conferencias sobre el tema.
Sería realizarlo sobre el mes de octubre de 2011 y solicitaríamos por parte del Ayuntamiento la infraestructura y logística necesaria.
12) Feria del libro
Necesidad de que Orihuela, ciudad literaria por méritos propios (Miguel Hernández, Gabriel Miró, Universidad literaria, etc.) cuente con una feria del libro anual en la que concurran los libreros especializados, editoriales, autores para presentar sus obras, etc.
Todo ello acompañado de una serie de actividades como tertulias, conferencias, talleres de escritura, etc.
13) Biblioteca
En cumplimiento con la ley valenciana, exigimos la creación de la red de bibliotecas municipales por todo el municipio de Orihuela.
Ante la demora que esto puede suponer, proponemos la mejora en los servicios de la actual biblioteca en los puntos de personal y horario, ya que actualmente ambos son escasos.
Proponemos la habilitación de espacios provisionales para la preparación de exámenes (Septiembre). Propuesta: Lonja, institutos, etc.
14) Casa de la juventud
Proponemos que a este espacio se le dé un funcionamiento dinámico, que pase de ser una serie de espacios vacíos y despachos a un espacio donde las asociaciones y colectivos puedan reunirse y realizar sus actividades.
15) Casa de cultura
Orihuela, con sus 80.000 habitantes no puede permitirse estar más tiempo sin una casa de cultura que aglutine todo el potencial creador de nuestro municipio. Un lugar en el que puedan desarrollarse actividades multidisciplinares (Talleres, conferencias, representaciones, proyecciones, etc.)
16) Teatro Circo
Habilitar los espacios adyacentes al teatro circo como salas de ensayo tanto de grupos de teatro como grupos de música. Estos espacios reúnen las condiciones idóneas para la realización de estas actividades.
Así como fomentar la creación de una escuela mpal. de teatro.
Propuestas realizadas por el Ateneo socio-cultural Viento del Pueblo y la Asociación de víctimas del Franquismo “17 de noviembre” a la Concejalía de Cultura de Orihuela.
Sinopsis:
Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com
jueves, 21 de julio de 2011
martes, 19 de julio de 2011
Orihuela pujará por el legado de Miguel Hernández
Orihuela pujará por el legado de Miguel Hernández tras la renuncia de Elche
La delegada de Cultura asegura que ya ha iniciado las gestiones para tratar de que la herencia del poeta se custodie en su ciudad
19.07.11 - 01:02 -
PILAR M. MACIÁ | ORIHUELA. /La Verdad
Ana Mas afirma que la principal barrera es la económica pero dice que «hay que intentarlo».
La edil se puso manos a la obra ayer mismo para entablar conversaciones con la familia cuanto antes.
La que ha sido una de las principales reivindicaciones de los partidos políticos que en la actualidad gobiernan en el Ayuntamiento de Orihuela (PSOE, CLR-Claro y Los Verdes), va a ser uno de los principales asuntos a tratar por la Concejalía de Cultura una vez lograda la gobernabilidad del Consistorio. El departamento municipal que dirige Ana Mas tiene la puerta abierta al legado de Miguel Hernández, una puerta que colocó de par en par el pasado viernes el Ayuntamiento de Elche cuando, por motivos económicos, decidió rescindir el acuerdo firmado por los herederos del Poeta y el anterior alcalde, el socialista Alejandro Soler, para que los objetos que el oriolano más universal dejó a su viuda, Josefina Manresa, permanecieran durante las próximas dos décadas en la ciudad de las palmeras.
Así las cosas, Ana Mas afirmó ayer que ya ha iniciado las gestiones encaminadas a negociar con Lucía Izquierdo, la nuera del poeta, que esa herencia vuelva a la ciudad que vio nacer a Miguel Hernández hace ciento once años. Aunque a mediodía la delegada de Cultura todavía no había podido hablar de forma directa con Izquierdo, no descartó hacerlo a lo largo del día o en las próximas jornadas. «Por supuesto que vamos a hacer las gestiones», precisó la edil, que resaltó que dado que esta ha sido una de las principales reivindicaciones y que coincide que su partido está en el gobierno con el hecho de que la ciudad de Elche haya revocado el convenio, «intentarlo hay que intentarlo», aseguró.
La principal barrera con la que se encuentra el equipo de gobierno es la económica, dado que la situación del Consistorio no es boyante y entre las manos tienen, en la misma área de Cultura, otro asunto a tratar que supondrá un importante desembolso de dinero y que es la inyección económica que hay que dar a Orihuela Cultural para salvarla o, en caso de disolución de esta mercantil, indemnizar a sus trabajadores.
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La delegada de Cultura asegura que ya ha iniciado las gestiones para tratar de que la herencia del poeta se custodie en su ciudad
19.07.11 - 01:02 -
PILAR M. MACIÁ | ORIHUELA. /La Verdad
Ana Mas afirma que la principal barrera es la económica pero dice que «hay que intentarlo».
La edil se puso manos a la obra ayer mismo para entablar conversaciones con la familia cuanto antes.
La que ha sido una de las principales reivindicaciones de los partidos políticos que en la actualidad gobiernan en el Ayuntamiento de Orihuela (PSOE, CLR-Claro y Los Verdes), va a ser uno de los principales asuntos a tratar por la Concejalía de Cultura una vez lograda la gobernabilidad del Consistorio. El departamento municipal que dirige Ana Mas tiene la puerta abierta al legado de Miguel Hernández, una puerta que colocó de par en par el pasado viernes el Ayuntamiento de Elche cuando, por motivos económicos, decidió rescindir el acuerdo firmado por los herederos del Poeta y el anterior alcalde, el socialista Alejandro Soler, para que los objetos que el oriolano más universal dejó a su viuda, Josefina Manresa, permanecieran durante las próximas dos décadas en la ciudad de las palmeras.
Así las cosas, Ana Mas afirmó ayer que ya ha iniciado las gestiones encaminadas a negociar con Lucía Izquierdo, la nuera del poeta, que esa herencia vuelva a la ciudad que vio nacer a Miguel Hernández hace ciento once años. Aunque a mediodía la delegada de Cultura todavía no había podido hablar de forma directa con Izquierdo, no descartó hacerlo a lo largo del día o en las próximas jornadas. «Por supuesto que vamos a hacer las gestiones», precisó la edil, que resaltó que dado que esta ha sido una de las principales reivindicaciones y que coincide que su partido está en el gobierno con el hecho de que la ciudad de Elche haya revocado el convenio, «intentarlo hay que intentarlo», aseguró.
La principal barrera con la que se encuentra el equipo de gobierno es la económica, dado que la situación del Consistorio no es boyante y entre las manos tienen, en la misma área de Cultura, otro asunto a tratar que supondrá un importante desembolso de dinero y que es la inyección económica que hay que dar a Orihuela Cultural para salvarla o, en caso de disolución de esta mercantil, indemnizar a sus trabajadores.
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lunes, 18 de julio de 2011
El legado de Miguel Hernández
El legado de Miguel Hernández
Alonso hace bien rescindiendo el contrato de Soler, criticado por Candela: simple alquiler por 150.000 euros anuales durante cuatro lustros
18.07.11 - 00:48 -
RAMÓN GÓMEZ CARRIÓN | LA VERDAD de Alicante
Casi siempre es el dinero la causa de las disensiones cuando se trata de administrar una herencia, en este caso la de Miguel Hernández, que vuelve a la actualidad tras la decisión del nuevo gobierno local de Elche, encabezado por Mercedes Alonso, de rescindir el contrato que firmó el anterior alcalde, Alejandro Soler, con los herederos del poeta oriolano para alquilar el legado hernandiano durante 20 años por el nada módico precio de tres millones de euros a pagar en anualidades de 150.000.
No es que los populares no quieran el legado; es que no entienden una operación tan gravosa para un ayuntamiento endeudado, en una situación de crisis, y no para comprar el legado de Miguel, sino para un alquiler carísimo. Ya la concejala de Cultura, de Compromís, Angels Candela, aliada de Soler, desaprobó en su momento el contrato porque el poeta no lo vería con buenos ojos. Como tampoco le gustaría que se creara, por los herederos, la 'Sociedad Centenario Miguel Hernández, S.L.', lo que daba a las celebraciones de los cien años del nacimiento de Miguel un extraño aire comercial, un tufillo dinerario que ha sido una constante desagradable.
De todos es sabido que no funcionaron bien las relaciones municipales oriolanas e ilicitanas en torno al centenario, como tampoco las de ambos municipios con la familia del poeta. La nuera de Miguel Hernández jugó a quejarse de ambos y a dejarse querer por el de Alicante. Al final, con lo del legado, todo parece indicar que el negocio iba a ser redondo. Pero ahora los servicios jurídicos municipales de Elche han informado que la rescisión del alquiler puede hacerse legalmente con una indemnización de 50.000 euros a los herederos.
El Ayuntamiento ilicitano se ha gastado un millón cien mil euros en el centenario. No conozco la cifra del de Orihuela ni la que puede haber aportado el Ministerio de Cultura. Pero sería bueno que la Comisión Nacional del Centenario, creada para coordinar todas las actividades (las del Gobierno y de los municipios oriolano e ilicitano) diera cuenta de los presupuestos y programas, así como de lo realizado y de lo que costó para que sepamos lo que se hizo con el dinero de todos los contribuyentes. Hablar de dinero no es bonito. Y menos hablando de cultura. Menos aún estando por medio un personaje tan excepcional. Pero rendir cuentas es elegante además de democrático.
Alonso hace bien rescindiendo el contrato de Soler, criticado por Candela: simple alquiler por 150.000 euros anuales durante cuatro lustros
18.07.11 - 00:48 -
RAMÓN GÓMEZ CARRIÓN | LA VERDAD de Alicante
Casi siempre es el dinero la causa de las disensiones cuando se trata de administrar una herencia, en este caso la de Miguel Hernández, que vuelve a la actualidad tras la decisión del nuevo gobierno local de Elche, encabezado por Mercedes Alonso, de rescindir el contrato que firmó el anterior alcalde, Alejandro Soler, con los herederos del poeta oriolano para alquilar el legado hernandiano durante 20 años por el nada módico precio de tres millones de euros a pagar en anualidades de 150.000.
No es que los populares no quieran el legado; es que no entienden una operación tan gravosa para un ayuntamiento endeudado, en una situación de crisis, y no para comprar el legado de Miguel, sino para un alquiler carísimo. Ya la concejala de Cultura, de Compromís, Angels Candela, aliada de Soler, desaprobó en su momento el contrato porque el poeta no lo vería con buenos ojos. Como tampoco le gustaría que se creara, por los herederos, la 'Sociedad Centenario Miguel Hernández, S.L.', lo que daba a las celebraciones de los cien años del nacimiento de Miguel un extraño aire comercial, un tufillo dinerario que ha sido una constante desagradable.
De todos es sabido que no funcionaron bien las relaciones municipales oriolanas e ilicitanas en torno al centenario, como tampoco las de ambos municipios con la familia del poeta. La nuera de Miguel Hernández jugó a quejarse de ambos y a dejarse querer por el de Alicante. Al final, con lo del legado, todo parece indicar que el negocio iba a ser redondo. Pero ahora los servicios jurídicos municipales de Elche han informado que la rescisión del alquiler puede hacerse legalmente con una indemnización de 50.000 euros a los herederos.
El Ayuntamiento ilicitano se ha gastado un millón cien mil euros en el centenario. No conozco la cifra del de Orihuela ni la que puede haber aportado el Ministerio de Cultura. Pero sería bueno que la Comisión Nacional del Centenario, creada para coordinar todas las actividades (las del Gobierno y de los municipios oriolano e ilicitano) diera cuenta de los presupuestos y programas, así como de lo realizado y de lo que costó para que sepamos lo que se hizo con el dinero de todos los contribuyentes. Hablar de dinero no es bonito. Y menos hablando de cultura. Menos aún estando por medio un personaje tan excepcional. Pero rendir cuentas es elegante además de democrático.
domingo, 17 de julio de 2011
Repudio económico y cultural del consistorio ilicitano a la obra de Miguel Hernández
Hoy no se considera, a ciencia cierta, o desearíamos obviar, qué pensarán los auténticos seguidores hernandianos sobre la drástica decisión que ha lanzado el equipo de gobierno ilicitano, encabezado por su recientemente estrenado edil del PP: Mercedes Alonso.
Mercedes Alonso arrebata protagonismo cultural al consistorio ilicitano y elimina de un solo plumazo cualquier privilegio cultural que emergiera del silencio de la mordaza y del pasado; o renaciera entre los sectorialismos de la reciente historia y la contemporánea. Aunque con tan drástica decisión también se percibe que Mercedes Alonso pretende destacar en su política de austeridad para con el gasto del erario público, al menos en momentos tan delicados para la economía mundial, como es la que los pueblos y sus habitantes atravesamos en la actualidad. Así lo intenta justificar, al menos, evitando una sangría económica desorbitada en las arcas del consistorio. Aunque a saber si será, o no, por simplicidad de revancha económica y política, o por el excesivo arrope sectorial que las izquierdas salientes protagonizaran al conjunto del legado histórico-literario del poeta oriolano: Miguel Hernández Gilabert.
Un gasto, sin embargo, aprobado y contratado ya de antemano por el anterior equipo de gobierno, capitaneado por el socialista Alejandro Soler, en favor de la explotación consentida y cedida por los herederos legítimos en posesión de los derechos de autor. Y por la cantidad exuberante y nada despreciable de tres millones de euros que el alcalde saliente concediera a los familiares del mítico poeta: Lucía Izquierdo y sus hijos. Pese a ello, el legado literario no se entregaría en calidad de venta, sino de cesión transitoria de 20 años, para promocionar la ciudad a través de la obra literaria hernandiana, en mera posesión de alquiler municipal, uso y disfrute temporal, no en propiedad indefinida del conjunto de la riqueza literaria que representa e identifica al poeta revolucionario. Un poeta singular que entre multitud de aciertos y fracasos, ya en 1937 materializara uno de sus grandes poemas: Aceituneros Altivos, en tierras andaluzas y sobre campos y olivares jienenses.
Aunque sobre todo, con la revocación del pago multimillonario a los herederos del poeta oriolano, no exentos de indemnización por quebrantamiento de contrato, en el partido entrante: PP, pudiera también percibirse una escena política diferente: de campanas históricas que suenan con más precisión en la parcialidad de lo radical que en lo cultural. En consecuencia, los últimos cambios políticos adentrados en distintas secciones ideológicas pudieran desmerecer la cultura literaria e intelectual, tal cual, por simplicidad e igualdad de calidades literarias. O será, quizás, por simpleza de olvido, renglón y punto aparte para alejarnos del recuerdo del pasado más turbulento e inmediato de nuestra era. El consistorio ilicitano anterior pretendía promocionar y sacar partido, en provecho turístico y cultural de la ciudad de Elche y de sus ciudadanos, promocionándose a través del conjunto de la obra hernandiana y con la imagen que remueve los recuerdos de la sociedad laboral que aún continúa atrayendo adeptos, seguidores. Aunque también a fingidores que se escudan en la simbología hernandiana para salir a la palestra, sacar pecho con un logotipo tan valioso como ajeno y lanzar sus productos al mercado editorial.
Saludos cordiales
Agustín Conchilla
Mercedes Alonso arrebata protagonismo cultural al consistorio ilicitano y elimina de un solo plumazo cualquier privilegio cultural que emergiera del silencio de la mordaza y del pasado; o renaciera entre los sectorialismos de la reciente historia y la contemporánea. Aunque con tan drástica decisión también se percibe que Mercedes Alonso pretende destacar en su política de austeridad para con el gasto del erario público, al menos en momentos tan delicados para la economía mundial, como es la que los pueblos y sus habitantes atravesamos en la actualidad. Así lo intenta justificar, al menos, evitando una sangría económica desorbitada en las arcas del consistorio. Aunque a saber si será, o no, por simplicidad de revancha económica y política, o por el excesivo arrope sectorial que las izquierdas salientes protagonizaran al conjunto del legado histórico-literario del poeta oriolano: Miguel Hernández Gilabert.
Un gasto, sin embargo, aprobado y contratado ya de antemano por el anterior equipo de gobierno, capitaneado por el socialista Alejandro Soler, en favor de la explotación consentida y cedida por los herederos legítimos en posesión de los derechos de autor. Y por la cantidad exuberante y nada despreciable de tres millones de euros que el alcalde saliente concediera a los familiares del mítico poeta: Lucía Izquierdo y sus hijos. Pese a ello, el legado literario no se entregaría en calidad de venta, sino de cesión transitoria de 20 años, para promocionar la ciudad a través de la obra literaria hernandiana, en mera posesión de alquiler municipal, uso y disfrute temporal, no en propiedad indefinida del conjunto de la riqueza literaria que representa e identifica al poeta revolucionario. Un poeta singular que entre multitud de aciertos y fracasos, ya en 1937 materializara uno de sus grandes poemas: Aceituneros Altivos, en tierras andaluzas y sobre campos y olivares jienenses.
Aunque sobre todo, con la revocación del pago multimillonario a los herederos del poeta oriolano, no exentos de indemnización por quebrantamiento de contrato, en el partido entrante: PP, pudiera también percibirse una escena política diferente: de campanas históricas que suenan con más precisión en la parcialidad de lo radical que en lo cultural. En consecuencia, los últimos cambios políticos adentrados en distintas secciones ideológicas pudieran desmerecer la cultura literaria e intelectual, tal cual, por simplicidad e igualdad de calidades literarias. O será, quizás, por simpleza de olvido, renglón y punto aparte para alejarnos del recuerdo del pasado más turbulento e inmediato de nuestra era. El consistorio ilicitano anterior pretendía promocionar y sacar partido, en provecho turístico y cultural de la ciudad de Elche y de sus ciudadanos, promocionándose a través del conjunto de la obra hernandiana y con la imagen que remueve los recuerdos de la sociedad laboral que aún continúa atrayendo adeptos, seguidores. Aunque también a fingidores que se escudan en la simbología hernandiana para salir a la palestra, sacar pecho con un logotipo tan valioso como ajeno y lanzar sus productos al mercado editorial.
Saludos cordiales
Agustín Conchilla
18 de julio de 1936

Parte del Gerenal Mola:
"Ha de advertirse a los tímidos y vacilantes que el que no esté con nosotros, está contra nosotros, y que como enemigo será tratado. Para los compañeros que no son compañeros el movimiento triunfante será inexorable"."Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas".
Voz del teneboro general de brigada Gonzalo Queipo de Llano
Ver blog REFLEXIONES DE FELIPE
"El niño yuntero", por el cantaautor Victor Jara
Un poético Joan Manuel Serrat sinfónico
El cantante abrió Peralada con un recital dominado por Miguel Hernández
Domingo, 17 de julio del 2011
CÉSAR LÓPEZ ROSELL
PERALADA
Fue una noche cargada de poesía. Y de homenajes. ¿Y qué mejor que caminar verso a verso para encender las velas de 25º aniversario del Festival de Peralada? Esto es lo que hizo Joan Manuel Serrat el viernes para rendir su tributo a una muestra que lo ha acogido en 13 ocasiones. El artista quiso dar protagonismo a Alberti, Machado y, sobre todo, a Miguel Hernández. Y aunque el solemne formato sinfónico le restó intimidad y cercanía, acabó siendo aclamado por un público entregado.
zoom Joan Manuel Serrat, con la Medalla de Honor del festival de Peralada, que le fue entregada el viernes.
Carme Mateu de Suqué, presidenta de la muestra, le entregó la Medalla de Honor del festival, destacando la complicidad del cantante con el festival y recordando el trato cariñoso recibido por parte del artista cuando ella estaba superando una grave dolencia. No es de extrañar que Serrat se sintiera «como en casa».
Domingo, 17 de julio del 2011
CÉSAR LÓPEZ ROSELL
PERALADA
Fue una noche cargada de poesía. Y de homenajes. ¿Y qué mejor que caminar verso a verso para encender las velas de 25º aniversario del Festival de Peralada? Esto es lo que hizo Joan Manuel Serrat el viernes para rendir su tributo a una muestra que lo ha acogido en 13 ocasiones. El artista quiso dar protagonismo a Alberti, Machado y, sobre todo, a Miguel Hernández. Y aunque el solemne formato sinfónico le restó intimidad y cercanía, acabó siendo aclamado por un público entregado.
zoom Joan Manuel Serrat, con la Medalla de Honor del festival de Peralada, que le fue entregada el viernes.
Carme Mateu de Suqué, presidenta de la muestra, le entregó la Medalla de Honor del festival, destacando la complicidad del cantante con el festival y recordando el trato cariñoso recibido por parte del artista cuando ella estaba superando una grave dolencia. No es de extrañar que Serrat se sintiera «como en casa».
Antiguo Grupo Poético Miguel Hernández 2003

(Grupo poético Miguel Hernández 2003)
El Grupo poético Miguel Hernández nos reuníamos en un áula del Instituto Miguel Hernández de San Blas de Alicante. Los dirigía Rosario Salinas, alma del grupo. Lo componíamos 14 o 15 poetas. En esta foto estamos: J.A. Charques, María, Maruchi, Maria Dolores Carretero, Ramón Palmeral, Rafaela Lax, María Dolores García Muñoz, Diego Zambrano, Luis Quesada, Manuel Roberto Leonís, Luis Taza. También estabam José Rey y su mujer Maruja (q.e. p.d.) y más tarde se incorporaron: Virginia Pina, Consuelo Franco, Esmeralda Busto y Trinitario Rodríguez.
Posteriormente nacioneron otros grupos poéticos como NUMEN, AUCA, ESENCIAS, ESPEJO DE ALICANTE
sábado, 16 de julio de 2011
Los de derechas de Elche rescinde el contrado del legado de Miguel Hernández
Información.es » Elche 16 de julio 2011
El Ayuntamiento rescindirá el convenio con los herederos de Miguel Hernández
El equipo de gobierno recibe un informe de los servicios jurídicos municipales que avala la anulación del contrato entre el anterior alcalde y los familiares del poeta
M. POMARES.- A poco más de un mes desde que tomara posesión, el actual equipo de gobierno [del PP, alcaldesa Mercedes Alonso] ya ha iniciado los trámites para rescindir el contrato que en octubre del pasado año firmaron el anterior alcalde, Alejandro Soler, y los herederos de Miguel Hernández para que el legado continuara en Elche por 20 años más.
De hecho, el portavoz de la Junta de Gobierno Local, Pablo Ruz, anunció ayer que, tras recibir un informe de los servicios jurídicos municipales que avala la posibilidad de rescindir el documento suscrito, se va a proceder a la rescisión del contrato entre el Ayuntamiento y la familia del autor de "Cancionero y romancero de ausencias". Según explicó, "el equipo de gobierno valora la obra del poeta, pero creemos que una situación tan crítica como la actual impide que podamos seguir adelante con este acuerdo".
El portavoz de la Junta de Gobierno Local precisó que, "con esos tres millones de euros que debe pagar el Ayuntamiento por la cesión temporal del legado, vamos a poder ayudar a muchas familias" y recordó una vez más que "otras tasaciones, como la de la Biblioteca Nacional, valoraban muy por debajo el legado, además, por una compraventa".
Respecto a la posibilidad de que el legado salga de Elche una vez que se haga efectiva la decisión del actual equipo de gobierno, Pablo Ruz, también concejal delegado de Cultura, apuntó que "la familia dispondrá", y señaló que "en una situación económica distinta habría cabido la posibilidad de mantener el legado en Elche".
Al parecer, según indicaron fuentes municipales, la redacción del contrato ofrece "un resquicio" que permite esa revocación, tal y como han hecho saber desde los servicios jurídicos al equipo de gobierno. Además, en principio, el coste de la anulación del contrato podría ser de aproximadamente unos 50.000 euros, según indicó ayer el edil de Hacienda, Manuel Latour, aunque reconoció que esta cifra podrá variar en función de cómo se desarrolle el proceso a partir de ahora.
El convenio firmado con la familia del poeta reflejaba que el depósito del legado sería por 20 años renovables. Para ello, el Ayuntamiento destinaría una partida presupuestaria de 150.000 euros, y los herederos recibirían 7.000 euros brutos al mes por la cesión de derechos de imagen, nombre y firma de Miguel Hernández, y por su participación en la fundación cultural que se iba a crear. No obstante, el acuerdo fue muy criticado por el grupo municipal popular cuando estaba en la oposición y, de hecho, sólo unos días después de ganar las elecciones, ya había iniciado las consultas jurídicas para anular el convenio.
En cualquier caso, de momento, el Ayuntamiento ya ha abonado el importe correspondiente a los meses de octubre a febrero, según fuentes municipales, y, en principio, en junio tendría que haber pagado la cantidad correspondiente al segundo semestre del año, algo que todavía no se ha producido.
El Centro Hernandiano, para la biblioteca
En caso de que la anulación del convenio se lleve a cabo, el Centro Hernandiano de Estudios e Investigación de Elche, anexo a la Orden Tercera de San José y que estaba previsto que se convirtiera en la sede de la fundación cultural sobre el poeta, se utilizará, como anunció ayer el edil de Cultura, "para ampliar la Biblioteca Central y el Archivo Municipal, y para uso de los ciudadanos". De hecho, recordó el compromiso de la alcaldesa, de habilitar un centro social en El Pla, aunque parece que no en ese lugar.
Más de un millón de euros por el Centenario
El edil de Hacienda, Manuel Latour, cifró en 856.887 euros el coste que ha tenido la celebración del Centenario del poeta para las arcas municipales, a los que se sumarían 241.144 euros por la contratación de las dos personas que coordinaban los actos. En 2009, los gastos de preparación de las actividades fueron de 311.930, mientras que en 2010 los costes ascendieron a 477.696. Además, Latour explicó que "hay 60.124 euros de crédito reconocido de 2010 y dos facturas más que han aparecido de 7.135 euros".
..........................Recortadorio....................
El convenio, suscrito entre los herederos del poeta oriolano y la anterior corporación municipal (PSPV-PSOE) en octubre de 2010, establecía la permanencia de su legado y la creación de una fundación cultural para difundir la vida y obra del literato. El acuerdo implicaba una inversión anual del consistorio ilicitano de 150.000 euros, que transcurridos los veinte años de vigencia del convenio ascendería a un total de tres millones de euros.
El Ayuntamiento rescindirá el convenio con los herederos de Miguel Hernández
El equipo de gobierno recibe un informe de los servicios jurídicos municipales que avala la anulación del contrato entre el anterior alcalde y los familiares del poeta
M. POMARES.- A poco más de un mes desde que tomara posesión, el actual equipo de gobierno [del PP, alcaldesa Mercedes Alonso] ya ha iniciado los trámites para rescindir el contrato que en octubre del pasado año firmaron el anterior alcalde, Alejandro Soler, y los herederos de Miguel Hernández para que el legado continuara en Elche por 20 años más.
De hecho, el portavoz de la Junta de Gobierno Local, Pablo Ruz, anunció ayer que, tras recibir un informe de los servicios jurídicos municipales que avala la posibilidad de rescindir el documento suscrito, se va a proceder a la rescisión del contrato entre el Ayuntamiento y la familia del autor de "Cancionero y romancero de ausencias". Según explicó, "el equipo de gobierno valora la obra del poeta, pero creemos que una situación tan crítica como la actual impide que podamos seguir adelante con este acuerdo".
El portavoz de la Junta de Gobierno Local precisó que, "con esos tres millones de euros que debe pagar el Ayuntamiento por la cesión temporal del legado, vamos a poder ayudar a muchas familias" y recordó una vez más que "otras tasaciones, como la de la Biblioteca Nacional, valoraban muy por debajo el legado, además, por una compraventa".
Respecto a la posibilidad de que el legado salga de Elche una vez que se haga efectiva la decisión del actual equipo de gobierno, Pablo Ruz, también concejal delegado de Cultura, apuntó que "la familia dispondrá", y señaló que "en una situación económica distinta habría cabido la posibilidad de mantener el legado en Elche".
Al parecer, según indicaron fuentes municipales, la redacción del contrato ofrece "un resquicio" que permite esa revocación, tal y como han hecho saber desde los servicios jurídicos al equipo de gobierno. Además, en principio, el coste de la anulación del contrato podría ser de aproximadamente unos 50.000 euros, según indicó ayer el edil de Hacienda, Manuel Latour, aunque reconoció que esta cifra podrá variar en función de cómo se desarrolle el proceso a partir de ahora.
El convenio firmado con la familia del poeta reflejaba que el depósito del legado sería por 20 años renovables. Para ello, el Ayuntamiento destinaría una partida presupuestaria de 150.000 euros, y los herederos recibirían 7.000 euros brutos al mes por la cesión de derechos de imagen, nombre y firma de Miguel Hernández, y por su participación en la fundación cultural que se iba a crear. No obstante, el acuerdo fue muy criticado por el grupo municipal popular cuando estaba en la oposición y, de hecho, sólo unos días después de ganar las elecciones, ya había iniciado las consultas jurídicas para anular el convenio.
En cualquier caso, de momento, el Ayuntamiento ya ha abonado el importe correspondiente a los meses de octubre a febrero, según fuentes municipales, y, en principio, en junio tendría que haber pagado la cantidad correspondiente al segundo semestre del año, algo que todavía no se ha producido.
El Centro Hernandiano, para la biblioteca
En caso de que la anulación del convenio se lleve a cabo, el Centro Hernandiano de Estudios e Investigación de Elche, anexo a la Orden Tercera de San José y que estaba previsto que se convirtiera en la sede de la fundación cultural sobre el poeta, se utilizará, como anunció ayer el edil de Cultura, "para ampliar la Biblioteca Central y el Archivo Municipal, y para uso de los ciudadanos". De hecho, recordó el compromiso de la alcaldesa, de habilitar un centro social en El Pla, aunque parece que no en ese lugar.
Más de un millón de euros por el Centenario
El edil de Hacienda, Manuel Latour, cifró en 856.887 euros el coste que ha tenido la celebración del Centenario del poeta para las arcas municipales, a los que se sumarían 241.144 euros por la contratación de las dos personas que coordinaban los actos. En 2009, los gastos de preparación de las actividades fueron de 311.930, mientras que en 2010 los costes ascendieron a 477.696. Además, Latour explicó que "hay 60.124 euros de crédito reconocido de 2010 y dos facturas más que han aparecido de 7.135 euros".
..........................Recortadorio....................
El convenio, suscrito entre los herederos del poeta oriolano y la anterior corporación municipal (PSPV-PSOE) en octubre de 2010, establecía la permanencia de su legado y la creación de una fundación cultural para difundir la vida y obra del literato. El acuerdo implicaba una inversión anual del consistorio ilicitano de 150.000 euros, que transcurridos los veinte años de vigencia del convenio ascendería a un total de tres millones de euros.
jueves, 14 de julio de 2011
Conferencia: "Miguel Hernández la inocencia y el compromiso"

Agencia EFE. Ideal de Granada 14 de julio 2011.
Huelva, 11 jul (EFE).- El presidente de la Fundación Pablo Iglesias y exvicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, ha manifestado hoy que la "autenticidad" del poeta Miguel Hernández, para el que ha reclamado el lugar que se merece como creador "excepcional", está en su "imperturbable compromiso". (Pinchar para oír la conferencia en la Universidad de Sevilla el día 20 de diciembre de 2010.)
Guerra ha sido el encargado de pronunciar la conferencia inaugural de los cursos de verano de la sede de La Rábida de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), titulada 'Miguel Hernández, la inocencia y el compromiso'.
Considera que Hernández es un poeta "singular" dentro de la literatura española porque "no surge de una burguesía ilustrada sino del campo, de la naturaleza, es pastor desde pequeño y tiene una formación autodidacta".
Sin embargo, ha destacado de él que "tiene una capacidad creativa literaria verdaderamente excepcional" y que es un hombre muy comprometido con la realidad en la que vive y con un destino muy desgraciado, "todo le salió al revés en la vida y la muerte".
Lo considera como el precursor de la poesía de la experiencia, y entiende que se trata del poeta en el que "más estrechamente van unidas poética y vida, porque se sentía poeta y sólo poeta".
En su opinión, Hernández fue "víctima propiciatoria" de tres ideas vividas con convicción, "el oficio de poeta, el fuerte discurso erótico y amoroso, y el fervoroso deseo de fundirse en el sentimiento y las ideas con el pueblo".
Para Guerra, España debía a Miguel Hernández, que "fue silenciado por una muerte provocada de forma prematura", un discurso de gratitud por su vida y trayectoria que se está produciendo con los actos del centenario de su nacimiento.
claves:
El "carnívoro cuchillo" es el pene.
La "llaga perfecta" es el sexo de la mujer.
Recuerdo de Miguel en el Centenario.
Licenciado por la muerte prematura.
España le debe gratitud a Miguel por su poesía.
Poeta del pueblo
Dejado morir sin asistencia.
Federico García Lorca fusilado en Granada.
miércoles, 13 de julio de 2011
Más allá del mito de Miguel Hernández
EUTIMIO MARTÍN/ Miguel Hernández
Más allá del mito
EUTIMIO MARTÍN 07/03/2010
Emprender una biografia no es tarea fácil. El autor francés Pierre Assouline decía que el biógrafo es una mezcla de policía, soplón y barrendero. Esta fórmula es sin duda más llamativa que la subyacente, menos ingeniosa, pero de mayor propiedad: un biógrafo ha de reunir la triple condición de investigador, informador y archivista de documentos, orales y escritos.
El trabajo del biógrafo adquiere consistencia cuando acierta a describir el sentido de una vida. Esto es: si logra conseguir la unidad en la diversidad. Tratándose de Miguel Hernández, parece obvio que todo biógrafo ha de contestar a esta ineludible pregunta: ¿cómo el hijo de un cabrero analfabeto (el padre de Miguel Hernández es incapaz de firmar el certificado de matrimonio), sin haber podido ni siquiera terminar primero de bachillerato, llega a ser un poeta clásico de la literatura española del siglo XX? Y la respuesta se impone: precisamente porque no le dejaron terminar primero de bachillerato, el adolescente Miguel Hernández se insurge contra la imposición paterna (“de padre cabrero, hijos cabreros”) y, consciente de su valía intelectual, rubricada por la cosecha de dignidades en el colegio Santo Domingo, decide ejercer el oficio de poeta. En este irreversible propósito se reafirma cada vez que ha de pasar de largo con sus cabras, por delante de la puerta del colegio, abriéndose camino entre sus ex condiscípulos. Para más inri, las cabras se paran a frotarse el lomo contra el saledizo de la fachada.
El biógrafo va a vivir una vida ajena sobre la que tendrá que evitar la proyección de la suya propia. La impronta autobiográfica del biógrafo de Miguel Hernández es con frecuencia visible en el cariz político que imprime a su texto. Extrema derecha y extrema izquierda han marcado al poeta oriolano con su impronta. Por el lado comunista se destaca el “retrato lírico-vital” del paraguayo Elvio Romero. En Miguel Hernández. Destino y poesía (1958) implanta de manera imperecedera en la hagiografía hernandiana, la estrambótica escena final de un Hernández agonizante, arrastrándose “en medio de la soledad y el silencio” de la enfermería para escribir en la pared: “Adiós, hermanos, camaradas, amigos / despedidme del sol y de los trigos” [Esto es de Antonio Aparicio, lo puso Elvio Romero como de Miguel]. Y, como se le hace muy cuesta arriba para enriquecer la ejemplaridad comunista que Hernández no se alistara en las filas republicanas hasta septiembre de 1936, le inscribe en el Quinto Regimiento ya en el verano del 36, antes de irse el poeta a Orihuela.
En cuanto a la recuperación franquista del autor de Viento del pueblo sobresale la primera biografía publicada en España: Miguel Hernández, poeta (1958), obra del jefe de la sección de producción dramática de Radio Nacional de España Juan Guerrero Zamora, según el cual el poeta no fue franquista por ignorancia, ya que no vio “en los ideales de Franco esos mismos ideales de amor, de respeto, en suma: de justicia social que él tenía”. No podía ser por menos, puesto que Hernández “es un hombre radicalmente religioso y –por español– radicalmente cristiano”. En cuanto a su condena a muerte, remacha el clavo: “Fue por exacta justicia por lo que se penó su actuación como se penó”. Seria injusto no votar por la inclusión de Juan Guerrero Zamora en el Guinness de la indecencia intelectual.
De donde se deduce que el trabajo del biógrafo se complica con una ineludible tarea previa de descombro para alcanzar un mínimo de veracidad histórica. Se impone liberar al personaje de los prejuicios y tópicos que coartan, amputan o desfiguran su auténtica dimensión humana. Hay que evitar a toda costa la solución de la facilidad y librar combate contra los prejuicios facilitados a veces por el propio protagonista.
En nuestro caso, esta labor es ímproba. Ha sido el propio Miguel Hernández quien más ha contribuido a levantar el lastimero mito de la pobreza familiar. La identidad equívoca de “pastor de cabras” le sirve de tarjeta de visita debidamente confirmada por un atuendo que más corresponde a un look propagandístico que a una vestimenta consecuente. Lorca no le perdonará que le eclipse en las selectas reuniones del diplomático chileno Carlos Morla Lynch. Hasta la Guerra Civil española no deshará el equívoco: “Sí, soy pastor de cabras, pero de las cabras de mi padre”.
El hecho fue que no sufrió tanto penuria económica como miseria afectiva. Pasemos por alto el cruel desapego de un padre que no asistió a su entierro y que se limitó, como oración fúnebre, a un: “Él se lo ha buscado”. En cuanto pareja, Miguel y Josefina no reeditaron el idilio de Romeo y Julieta. Hernández era un hombre apasionado, con una carga de sensibilidad afectiva y erótica muy intensa. Su novia, víctima de una educación religiosa en extremo constrictiva, y de temperamento muy apocado, no podía corresponderle. Durante la guerra, apenas casados, se metió en casa tras el fallecimiento de su madre y ya no salió de ella. En la época carcelaria no fue a verlo mas que en Orihuela y Alicante. Y en su correspondencia no le ahorró preocupaciones y quejas, incluso de orden doméstico, hasta el punto de tener que recordarle el poeta que quien estaba en la cárcel era él. Es evidente que el asesinato del padre y el calvario del marido no le facilitaban la existencia. Posiblemente no resistió a una depresión crónica ocasionada por tan cruel adversidad. Pero Miguel encajaba difícilmente el hecho de que, a diferencia de sus compañeros de prisión, él no recibiera nunca, fuera de su tierra, la visita de su esposa. Es posible que no tardara Miguel en desengañarse respecto a su compañera. Apenas formalizado el noviazgo, rompió con Josefina cuando se le abrió la perspectiva de otra relación amorosa, y volvió con ella cuando no le quedó más remedio que dar satisfacción a su irreprimible deseo de paternidad.
Quizá el obstáculo mayor que ha de vencer todo biógrafo de Miguel Hernández que se respete sea el que han fabricado las fuerzas vivas intelectuales de Orihuela. No en balde, es la única municipalidad española que ha levantado un monumento al caudillo Francisco Franco tras su fallecimiento. Estos inconsolables huérfanos del dictador no pueden admitir que alguien, que ellos bien conocen, de tan baja extracción social y comunista por añadidura, haya podido escalar por sus propios medios un puesto tan destacado en la lírica española. De aquí la importancia decisiva absurdamente concedida a Ramón Sijé y al sacerdote Luis Almarcha, de quienes consideran hechura la fama de su paisano.
Ramón Sijé no merecía el grotesco trato laudatorio que le han infligido sus hagiógrafos consagrándole como mentor literario de Miguel Hernández para restarle relieve al autor de Viento del pueblo. Ofició eficazmente de padrino para que Perito en lunas tuviera acceso a la imprenta. Era lo que Hernández necesitaba, y le venían anchos los gurús literarios que han pretendido ser Sijé y Almarcha. El primero pensaba servirse del poeta como instrumento lírico para conseguir implantar una política de absurda teocracia. Pero le salió el tiro por la culata porque fue finalmente el amigo “con quien tanto quería” quien se aprovechó de él y lo dejó tirado cuando ya no le era de ninguna utilidad. El contacto con José Bergamín le separó de Ramón Sijé. Y la amistad con Pablo Neruda le alejó definitivamente. Los dos, Sijé y Hernández, hicieron lo imposible por lograr un desclasamiento social acorde con sus innegables dotes intelectuales. A Sijé le aterrorizaba la proletarización que acechaba a su familia, dada la ruina inminente del negocio familiar. A Hernández le repateaban las cabras. Pero Ramón Sijé murió agotado en el empeño, no sin antes haber embarcado a nuestro poeta en un catolicismo fascistoide en el que daba sopas con honda a José María Pemán. Miguel, en justo pago a la ayuda recibida, sacó a su amigo del anonimato elevándole al podio de una elegía antológica.
Respecto al canónigo Luis Almarcha nos parece desacertado convertirle en el chivo expiatorio del asesinato a fuego lento del poeta. No cabe la menor duda de que fue responsable tan importante personaje, aunque no fuera más que por omisión, del prolongado suplicio. Responsable, pero no culpable. Sobre la Iglesia católica en cuanto institución, a cuyo servicio oficiaba con ejemplar dedicación el vicario del obispado de Orihuela, ha de recaer stricto sensu la culpabilidad de la pasión y muerte de Miguel Hernández. Si la Iglesia, a través de su emblemático funcionario Luis Almarcha, consideró que Miguel Hernández había traicionado la confianza y ayuda que se le había dispensado, el agazapado, pero activo, tribunal del Santo Oficio no podía por menos de apoyar la sentencia de condena a muerte que en su lugar dictó y terminó por ejecutar el brazo secular.
Más allá del mito
EUTIMIO MARTÍN 07/03/2010
Emprender una biografia no es tarea fácil. El autor francés Pierre Assouline decía que el biógrafo es una mezcla de policía, soplón y barrendero. Esta fórmula es sin duda más llamativa que la subyacente, menos ingeniosa, pero de mayor propiedad: un biógrafo ha de reunir la triple condición de investigador, informador y archivista de documentos, orales y escritos.
El trabajo del biógrafo adquiere consistencia cuando acierta a describir el sentido de una vida. Esto es: si logra conseguir la unidad en la diversidad. Tratándose de Miguel Hernández, parece obvio que todo biógrafo ha de contestar a esta ineludible pregunta: ¿cómo el hijo de un cabrero analfabeto (el padre de Miguel Hernández es incapaz de firmar el certificado de matrimonio), sin haber podido ni siquiera terminar primero de bachillerato, llega a ser un poeta clásico de la literatura española del siglo XX? Y la respuesta se impone: precisamente porque no le dejaron terminar primero de bachillerato, el adolescente Miguel Hernández se insurge contra la imposición paterna (“de padre cabrero, hijos cabreros”) y, consciente de su valía intelectual, rubricada por la cosecha de dignidades en el colegio Santo Domingo, decide ejercer el oficio de poeta. En este irreversible propósito se reafirma cada vez que ha de pasar de largo con sus cabras, por delante de la puerta del colegio, abriéndose camino entre sus ex condiscípulos. Para más inri, las cabras se paran a frotarse el lomo contra el saledizo de la fachada.
El biógrafo va a vivir una vida ajena sobre la que tendrá que evitar la proyección de la suya propia. La impronta autobiográfica del biógrafo de Miguel Hernández es con frecuencia visible en el cariz político que imprime a su texto. Extrema derecha y extrema izquierda han marcado al poeta oriolano con su impronta. Por el lado comunista se destaca el “retrato lírico-vital” del paraguayo Elvio Romero. En Miguel Hernández. Destino y poesía (1958) implanta de manera imperecedera en la hagiografía hernandiana, la estrambótica escena final de un Hernández agonizante, arrastrándose “en medio de la soledad y el silencio” de la enfermería para escribir en la pared: “Adiós, hermanos, camaradas, amigos / despedidme del sol y de los trigos” [Esto es de Antonio Aparicio, lo puso Elvio Romero como de Miguel]. Y, como se le hace muy cuesta arriba para enriquecer la ejemplaridad comunista que Hernández no se alistara en las filas republicanas hasta septiembre de 1936, le inscribe en el Quinto Regimiento ya en el verano del 36, antes de irse el poeta a Orihuela.
En cuanto a la recuperación franquista del autor de Viento del pueblo sobresale la primera biografía publicada en España: Miguel Hernández, poeta (1958), obra del jefe de la sección de producción dramática de Radio Nacional de España Juan Guerrero Zamora, según el cual el poeta no fue franquista por ignorancia, ya que no vio “en los ideales de Franco esos mismos ideales de amor, de respeto, en suma: de justicia social que él tenía”. No podía ser por menos, puesto que Hernández “es un hombre radicalmente religioso y –por español– radicalmente cristiano”. En cuanto a su condena a muerte, remacha el clavo: “Fue por exacta justicia por lo que se penó su actuación como se penó”. Seria injusto no votar por la inclusión de Juan Guerrero Zamora en el Guinness de la indecencia intelectual.
De donde se deduce que el trabajo del biógrafo se complica con una ineludible tarea previa de descombro para alcanzar un mínimo de veracidad histórica. Se impone liberar al personaje de los prejuicios y tópicos que coartan, amputan o desfiguran su auténtica dimensión humana. Hay que evitar a toda costa la solución de la facilidad y librar combate contra los prejuicios facilitados a veces por el propio protagonista.
En nuestro caso, esta labor es ímproba. Ha sido el propio Miguel Hernández quien más ha contribuido a levantar el lastimero mito de la pobreza familiar. La identidad equívoca de “pastor de cabras” le sirve de tarjeta de visita debidamente confirmada por un atuendo que más corresponde a un look propagandístico que a una vestimenta consecuente. Lorca no le perdonará que le eclipse en las selectas reuniones del diplomático chileno Carlos Morla Lynch. Hasta la Guerra Civil española no deshará el equívoco: “Sí, soy pastor de cabras, pero de las cabras de mi padre”.
El hecho fue que no sufrió tanto penuria económica como miseria afectiva. Pasemos por alto el cruel desapego de un padre que no asistió a su entierro y que se limitó, como oración fúnebre, a un: “Él se lo ha buscado”. En cuanto pareja, Miguel y Josefina no reeditaron el idilio de Romeo y Julieta. Hernández era un hombre apasionado, con una carga de sensibilidad afectiva y erótica muy intensa. Su novia, víctima de una educación religiosa en extremo constrictiva, y de temperamento muy apocado, no podía corresponderle. Durante la guerra, apenas casados, se metió en casa tras el fallecimiento de su madre y ya no salió de ella. En la época carcelaria no fue a verlo mas que en Orihuela y Alicante. Y en su correspondencia no le ahorró preocupaciones y quejas, incluso de orden doméstico, hasta el punto de tener que recordarle el poeta que quien estaba en la cárcel era él. Es evidente que el asesinato del padre y el calvario del marido no le facilitaban la existencia. Posiblemente no resistió a una depresión crónica ocasionada por tan cruel adversidad. Pero Miguel encajaba difícilmente el hecho de que, a diferencia de sus compañeros de prisión, él no recibiera nunca, fuera de su tierra, la visita de su esposa. Es posible que no tardara Miguel en desengañarse respecto a su compañera. Apenas formalizado el noviazgo, rompió con Josefina cuando se le abrió la perspectiva de otra relación amorosa, y volvió con ella cuando no le quedó más remedio que dar satisfacción a su irreprimible deseo de paternidad.
Quizá el obstáculo mayor que ha de vencer todo biógrafo de Miguel Hernández que se respete sea el que han fabricado las fuerzas vivas intelectuales de Orihuela. No en balde, es la única municipalidad española que ha levantado un monumento al caudillo Francisco Franco tras su fallecimiento. Estos inconsolables huérfanos del dictador no pueden admitir que alguien, que ellos bien conocen, de tan baja extracción social y comunista por añadidura, haya podido escalar por sus propios medios un puesto tan destacado en la lírica española. De aquí la importancia decisiva absurdamente concedida a Ramón Sijé y al sacerdote Luis Almarcha, de quienes consideran hechura la fama de su paisano.
Ramón Sijé no merecía el grotesco trato laudatorio que le han infligido sus hagiógrafos consagrándole como mentor literario de Miguel Hernández para restarle relieve al autor de Viento del pueblo. Ofició eficazmente de padrino para que Perito en lunas tuviera acceso a la imprenta. Era lo que Hernández necesitaba, y le venían anchos los gurús literarios que han pretendido ser Sijé y Almarcha. El primero pensaba servirse del poeta como instrumento lírico para conseguir implantar una política de absurda teocracia. Pero le salió el tiro por la culata porque fue finalmente el amigo “con quien tanto quería” quien se aprovechó de él y lo dejó tirado cuando ya no le era de ninguna utilidad. El contacto con José Bergamín le separó de Ramón Sijé. Y la amistad con Pablo Neruda le alejó definitivamente. Los dos, Sijé y Hernández, hicieron lo imposible por lograr un desclasamiento social acorde con sus innegables dotes intelectuales. A Sijé le aterrorizaba la proletarización que acechaba a su familia, dada la ruina inminente del negocio familiar. A Hernández le repateaban las cabras. Pero Ramón Sijé murió agotado en el empeño, no sin antes haber embarcado a nuestro poeta en un catolicismo fascistoide en el que daba sopas con honda a José María Pemán. Miguel, en justo pago a la ayuda recibida, sacó a su amigo del anonimato elevándole al podio de una elegía antológica.
Respecto al canónigo Luis Almarcha nos parece desacertado convertirle en el chivo expiatorio del asesinato a fuego lento del poeta. No cabe la menor duda de que fue responsable tan importante personaje, aunque no fuera más que por omisión, del prolongado suplicio. Responsable, pero no culpable. Sobre la Iglesia católica en cuanto institución, a cuyo servicio oficiaba con ejemplar dedicación el vicario del obispado de Orihuela, ha de recaer stricto sensu la culpabilidad de la pasión y muerte de Miguel Hernández. Si la Iglesia, a través de su emblemático funcionario Luis Almarcha, consideró que Miguel Hernández había traicionado la confianza y ayuda que se le había dispensado, el agazapado, pero activo, tribunal del Santo Oficio no podía por menos de apoyar la sentencia de condena a muerte que en su lugar dictó y terminó por ejecutar el brazo secular.
Nacido para el luto
Antonio Muñoz Molina
EL PAÍS, 07/03/2010
A Miguel Hernández todo le pasó en un tiempo muy breve, pero su vida es una larga cadena de esperas. Habría que sustraer, de los pocos años que vivió, todas las horas, los días, los meses que se pasó esperando algo, desesperando de que no llegara, enviando peticiones de ayuda a personas siempre mejor situadas que él que no tenían el tiempo o las ganas de contestar a sus demandas. Otros disfrutaban el resguardo de una posición social o de un privilegio literario o político: Miguel Hernández se supo siempre a la intemperie, en la paz y en la guerra, en la literatura y en la vida, en la cárcel y en la cercanía de la muerte. Esperó tanto, hasta el final, que los últimos días de su vida los pasó esperando a que lo trasladaran a un sanatorio antituberculoso, que le trajeran a su hijo para poder verlo por última vez.
Escribía cartas y aguardaba respuestas con expectación angustiada: cartas a su novia, Josefina Manresa; cartas a los amigos, a los que pedía favores apremiantes, dinero prestado, influencias; cartas a los poetas célebres, a los que asediaba con una mezcla de orgullo insensato y tosco servilismo; cartas desde la cárcel, en los últimos años de su vida, solicitando avales políticos, gestos de clemencia, noticias sobre el hijo demasiado pequeño y demasiado frágil que tal vez acabaría teniendo el mismo destino del hijo anterior, muerto a los 10 meses, amortajado con los ojos abiertos, con el mismo gesto atónito que se le quedó a él mismo cuando velaban su cadáver: unos ojos muy grandes, desorbitados por la enfermedad de la tiroides, sobre cuyo color exacto no hay acuerdo entre los testimonios de quienes lo conocieron. Qué podemos saber de verdad sobre la vida de alguien que murió no hace tanto, en 1942, si los testigos ni siquiera concuerdan en el color de sus ojos: Miguel Hernández los tenía verdes y muy claros, o muy azules, resaltando más en su cara morena; o los tenía pardos, según dice uno de sus biógrafos, Eutimio Martín, aportando la prueba de su ficha militar y la de su filiación de prisionero.
Lo que atestiguan sin duda las fotografías es el tamaño y la expresión de los ojos, la atención fija en todo, la mirada de una desarmada franqueza que es todavía más visible en el dibujo que le hizo Antonio Buero Vallejo en la cárcel. Fue ese dibujo el que convirtió a Miguel Hernández no en un hombre real, sino en un icono reverenciado de algo, de muchas cosas, demasiadas, cuando lo veíamos reproducido en los pósters del antifranquismo, en nuestras galerías de retratos de la resistencia, junto a Lorca, junto a Antonio Machado, tal vez también junto a Salvador Allende, Che Guevara, Dolores Ibárruri. En ciertos bares, en ciertos pisos de estudiantes, la cara y la mirada de Miguel Hernández formaban parte de un paisaje visual que también incluía las reproducciones del Guernica. Era difícil pensar entonces que aquel retrato hubiera sido el de un hombre real, no un santo laico ni un mártir ni un símbolo, un hombre, además, que si hubiera vivido no sería entonces muy viejo, porque había nacido ya bien entrado el siglo, en 1910.
Estremece siempre hacer las cuentas de su edad: con 22 años hizo su primer viaje a Madrid y publicó su primer libro de poemas; no había cumplido 26 cuando logró por primera vez la maestría indudable de El rayo que no cesa; tres años después, la guerra ya perdida, entró por segunda vez en la cárcel y no volvió a salir de ella. Pero la rapidez de todo se vuelve más asombrosa cuando contrastamos la altura de sus logros mejores con su punto de partida. Hacia 1937, Miguel Hernández empezó a escribir poemas con una voz y un despojo que no se parecen a nada en la literatura española, y muy poco antes había alcanzado ya un dominio de lenguaje y de las formas poéticas en el que estaba comprimida por igual la disciplina de la tradición clásica y la libertad del surrealismo: pero sólo unos años atrás, a finales de los veinte, su horizonte poético era todavía el de la retórica averiada de los juegos florales, cuando no el todavía más horrendo de la poesía entre sentimental y rústica en dialecto comarcal, muy imitada, de Gabriel y Galán. El mismo hombre que publica en 1937 la Canción del esposo soldado había presentado en 1931 un Canto a Valencia a un concurso oficial en dicha provincia, en el que, bajo el lema Luz Pájaros Sol, se sucede una catarata de versos que incluye el siguiente pareado: Con emoción agarro?/ el musical guitarro.
Tenía desde que encontró su vocación, en la primera adolescencia, la desvergonzada capacidad de mimetismo de los grandes autodidactas, el amor agraviado por el saber de quien fue apartado demasiado pronto de la escuela. Una leyenda que él mismo se ocupó de alimentar ha exagerado la pobreza de sus orígenes, y contribuido fatalmente al malentendido paternalista y populista que hace de él un talento rústico, una especie de diamante en bruto. Es verdad que Miguel Hernández dejó la escuela a los 14 años y se puso a cuidar cabras, pero las cabras pertenecían a los rebaños de su padre, que era un hombre de cierta posición. Más que la pobreza, lo que debió de herirlo cuando tuvo que abandonar la escuela fue la vejación de verse a sí mismo pastoreando cabras mientras otros con menos inteligencia natural que él continuaban en las aulas; también la sinrazón de una brutal autoridad paterna que no por ser propia de la época era menos hiriente para su espíritu innato de rebeldía y de justicia. El padre despótico veía la luz encendida a altas horas de la noche en el cuarto del niño lector y lo castigaba a correazos y a patadas (20 años después su hijo estaba muriéndose de neumonía y tuberculosis en la prisión de Alicante y no se molestó en visitarlo).
Pero se marchaba el padre y Miguel Hernández volvía a encender la luz y recobraba el libro escondido, muy usado, alguno de los que encontraba en la biblioteca pública o en la de un sacerdote de Orihuela, el padre Luis Almarcha, que empezó siendo su protector y fue luego uno de sus muchos verdugos. Leía de noche a la poca luz de una bombilla o de un candil, y cuando salía con las cabras llevaba el libro escondido en el zurrón y seguía leyendo, devorando toda la poesía española que encontraba, la buena y la mala, lector omnívoro a la manera de los autodidactas que no tienen más guía que su propio entusiasmo, originado quién sabe dónde. Nada de lo que a otros les estuvo siempre asegurado fue fácil para él: nada de lo más elemental, el papel, la pluma, la tinta, la mesa. Escribía versos en papel de estraza con un cabo de lápiz. Quería escribir y no tenía dónde apoyarse. Una piedra, el lomo de una cabra. Hay que leer sus poemas juveniles para darse cuenta de la penuria estética de la que partió, de la clase de talento y de furiosa voluntad que le fueron necesarios para sobreponerse a limitaciones invencibles. Entre la retórica mal digerida de la poesía barroca y de los atroces versificadores tardorrománticos y tardomodernistas, en esos poemas aparece un fogonazo de realidad observada de cerca, de naturaleza y vida animal y exasperación humana de soledad y deseo: Miguel Hernández, pastoreando cabras, copia laboriosamente los lugares comunes más decrépitos de la poesía pastoril, pero le sale de pronto una desvergüenza sexual campesina, una claridad expresiva que con el paso del tiempo será uno de los rasgos más originales de su voz poética, el arte supremo de hacer literatura llamando a las cosas por su nombre.
Tampoco tuvo vergüenza para medrar cuando le fue necesario: para cultivar un personaje que al despertar simpatías le beneficiaba en sus propósitos, pero también lo hacía vulnerable a la condescendencia, bienintencionada o malévola. Empezó jugando a ser el "pastor poeta" del primitivismo pintoresco, y en la sociedad literaria de Madrid en vísperas de la guerra siguió siendo, entre hijos de buena familia con inclinaciones izquierdistas, damas de sociedad y diplomáticos, el campesino moreno y exótico, el inocente y bondadoso que llevaba alpargatas y pantalón de pana que podía ser entrañable, pero no siempre era invitado a las reuniones de buen tono. Miguel Hernández, que persiguió con calculada adulación y sincero fervor a tantos de sus contemporáneos -la adulación y el fervor, en su caso, eran compatibles-, quizá no tuvo entre los literatos de Madrid ningún amigo de verdad salvo Vicente Aleixandre. En la intemperie de su vida había una soledad que no aliviaba nadie: Ya vosotros sabéis / lo solo que yo voy, por qué voy yo tan solo. / Andando voy, tan solos yo y mi sombra. Provocaba incomodidad, cuando no abierto rechazo. Rafael Alberti en verso y María Teresa León en prosa le atribuyen sin demasiados eufemismos un olor poco adecuado para las cercanía sociales. García Lorca no se presentaba en una casa si sabía que Miguel Hernández estaba en ella. Llamó por teléfono a Aleixandre con la intención de ir a visitarlo, y al enterarse de la presencia de Hernández no se contuvo: "Échalo".
De todo aquel grupo, sólo él conoció de primera mano el trabajo manual, sólo él pasó hambre al llegar a un Madrid en el que se le cerraban todas las puertas y en el que daba vueltas por las calles con el estómago vacío y con una carpeta de versos mecanografiados bajo el brazo, esperando a ser recibido por alguien importante, esperando a que apareciera en un periódico una entrevista prometida, a que le llegara un giro con algo de dinero que le permitiese prolongar un poco más la espera. Llegó la guerra y también fue él quien la conoció de cerca y de verdad, por decisión propia. Para entonces había empezado a disfrutar algo de lo tanto tiempo esperado, la visibilidad que le trajo la publicación de El rayo que no cesa, celebrado públicamente nada menos que por Juan Ramón Jiménez en el diario El Sol, lo cual equivalía a una consagración. En la guerra, Miguel Hernández entra en posesión de todas sus mejores facultades como poeta y como militante político, pero también en eso lo acompañan el malentendido y la leyenda, la dificultad de encajar en los estereotipos de nadie. Su evolución política no es menos chocante que la rapidez de su maduración literaria: en 1935 aún escribía poemas y conatos de autos sacramentales influidos por el catolicismo entre místico y fascista de su amigo Ramón Sijé; en septiembre de 1936 es miembro del Partido Comunista y cava trincheras recién alistado en el Quinto Regimiento. Pero tampoco cuadra, ni física ni metafóricamente, en la fotografía canónica de los poetas comprometidos con la causa republicana: vive con los soldados en los frentes, no en los despachos de la Alianza de Intelectuales. Y cuando en 1939 todo se derrumba, él se queda vagando en la intemperie de Madrid mientras casi todos los demás encuentran el camino del exilio. No hubo plaza en ningún avión ni pasaporte de última hora para quien había puesto su vida entera, su nombre y su literatura al servicio de la República; para quien no podría esperar clemencia de los vencedores ni tampoco esconderse en el anonimato.
Demasiado inocente o demasiado aturdido por la derrota, elige la peor huida posible y va a meterse él solo en la boca del lobo. Como Lorca buscando refugio en Granada, Miguel Hernández regresa con cabezonería suicida a su pueblo y a la cercanía de su mujer y su hijo, y en septiembre de 1939, ni siquiera con 29 años cumplidos, cae en la red de las cárceles y los procesos sumarísimos para no salir ya nunca. Nadie mejor que los paisanos y los convecinos de uno para abatirlo a traición con la quijada de Caín. El trato que recibe de los vencedores -civiles, militares, eclesiásticos- revela la catadura de un régimen construido expresamente sobre la venganza de clase. Miguel Hernández es el retrato robot del vencido, el enemigo perfecto.
Pero su martirio real no nos exime de la necesidad de mirar su figura completa como escritor y como hombre, que es mucho más rica que todos los estereotipos levantados sobre ella. Vivió en su tiempo, no en el nuestro. Hizo poemas a la Virgen María y también los hizo a Stalin. Cuando la cultura predominante en España era la antifranquista, Miguel Hernández fue elevado a un altar en el que convenía que destacara la parte más combativa de su obra, el estatuto de poeta voluntariamente popular que él asumió con todas las de la ley en los años de la guerra y que culmina en Vientos del pueblo; también, aunque en menor medida, en El hombre acecha, donde tan visible como la militancia política es el desaliento por la carnicería y la destrucción que ya duran demasiado, el puro espanto ante lo peor de la condición humana: Se ha retirado el campo / al ver abalanzarse / crispadamente al hombre.
Pero en la ansiosa modernidad de los años ochenta, de pronto, ya no había sitio para Miguel Hernández: los mismos rasgos que habían contribuido a su consagración ahora lo volvían anacrónico. En un país donde no hay actitud intelectual más celebrada que el desdén, nada era más fácil de repente que desdeñar a Miguel Hernández: había que ser cosmopolitas, y él resultaba demasiado autóctono; neuróticamente urbanos, y Hernández parecía demasiado rural; adictos a las modas capilares e indumentarias, y él permanecía congelado en su cabeza rapada y sus ropas de pana. En una época, los años ochenta, en la que estaba de moda despreciar con un mohín a Antonio Machado, Miguel Hernández tenía algo de antigualla embarazosa. No era un poeta: era una letra de canción anticuada.
Quizá ahora estamos en condiciones de mirarlo como fue y de leer de verdad su poesía, más allá de los pocos poemas que algunos recordamos todavía, los que se hicieron célebres en la resistencia y en la primera transición. El trabajo acumulado de los biógrafos -Agustín Sánchez Vidal, José Luis Ferris, Eutimio Martín- nos permite un conocimiento sólido de una vida demasiado breve y mucho más rica en pormenores y resonancias que cualquier estereotipo: la vida no de un inocente, ni de un buen salvaje exótico, ni la de un santo, sino la de un hombre que sobreponiéndose a circunstancias terribles logró hacer de sí mismo aquello que soñó desde que era un chaval pastoreando cabras: un poeta y un hombre en la plenitud de su albedrío.
En una literatura tan pudibunda y tan temerosa de lo sentimental como la española, él escribió sin reparo sobre el deseo sexual, sobre su ternura masculina de esposo y de padre. Su mejor poesía política conserva una fuerza de belleza y rebeldía que la hace muy superior a la de Neruda. Neruda no habría escrito jamás, por ejemplo, El tren de los heridos. Le faltaba empatía verdadera hacia los seres humanos, y no había compartido sus padecimientos. Neruda se declaró siempre maestro de Hernández, y sin duda lo fue en algún momento, pero yo tengo la sospecha de que el Canto General le debe a Vientos del pueblo mucho más de lo que el propio Neruda habría estado dispuesto a reconocer. En Miguel Hernández lo más íntimo y lo más político, la emoción privada y la arenga pública, se conjugan más estrechamente que en ningún otro poeta. Y en el Cancionero y romancero de ausencias, la hondura y el despojo provocan un estremecimiento que es el de las cimas más solitarias de la literatura, el del Libro de Job y las Coplas de Jorge Manrique y François Villon y Fray Luis de León y la Balada de la cárcel de Reading y Antonio Machado. Toda retórica ha sido abolida, todo rastro de amaneramiento. Los versos tienen a veces una impersonalidad desnuda de poesía popular, de letra flamenca o de romance antiguo; en ellos se nota la doble sombra triste de Machado y de Lorca, los otros dos poetas aniquilados por la guerra: Písame,/ que ya no me quejo./ Ódiame,/ que ya no lo siento./ No me olvides/ que aún te recuerdo/ debajo del plomo/que embarga mis huesos.
Demasiado viene durando ya la espera. Ahora que va a hacer un siglo que nació ha llegado el tiempo de leer a Miguel Hernández.
EL PAÍS, 07/03/2010
A Miguel Hernández todo le pasó en un tiempo muy breve, pero su vida es una larga cadena de esperas. Habría que sustraer, de los pocos años que vivió, todas las horas, los días, los meses que se pasó esperando algo, desesperando de que no llegara, enviando peticiones de ayuda a personas siempre mejor situadas que él que no tenían el tiempo o las ganas de contestar a sus demandas. Otros disfrutaban el resguardo de una posición social o de un privilegio literario o político: Miguel Hernández se supo siempre a la intemperie, en la paz y en la guerra, en la literatura y en la vida, en la cárcel y en la cercanía de la muerte. Esperó tanto, hasta el final, que los últimos días de su vida los pasó esperando a que lo trasladaran a un sanatorio antituberculoso, que le trajeran a su hijo para poder verlo por última vez.
Escribía cartas y aguardaba respuestas con expectación angustiada: cartas a su novia, Josefina Manresa; cartas a los amigos, a los que pedía favores apremiantes, dinero prestado, influencias; cartas a los poetas célebres, a los que asediaba con una mezcla de orgullo insensato y tosco servilismo; cartas desde la cárcel, en los últimos años de su vida, solicitando avales políticos, gestos de clemencia, noticias sobre el hijo demasiado pequeño y demasiado frágil que tal vez acabaría teniendo el mismo destino del hijo anterior, muerto a los 10 meses, amortajado con los ojos abiertos, con el mismo gesto atónito que se le quedó a él mismo cuando velaban su cadáver: unos ojos muy grandes, desorbitados por la enfermedad de la tiroides, sobre cuyo color exacto no hay acuerdo entre los testimonios de quienes lo conocieron. Qué podemos saber de verdad sobre la vida de alguien que murió no hace tanto, en 1942, si los testigos ni siquiera concuerdan en el color de sus ojos: Miguel Hernández los tenía verdes y muy claros, o muy azules, resaltando más en su cara morena; o los tenía pardos, según dice uno de sus biógrafos, Eutimio Martín, aportando la prueba de su ficha militar y la de su filiación de prisionero.
Lo que atestiguan sin duda las fotografías es el tamaño y la expresión de los ojos, la atención fija en todo, la mirada de una desarmada franqueza que es todavía más visible en el dibujo que le hizo Antonio Buero Vallejo en la cárcel. Fue ese dibujo el que convirtió a Miguel Hernández no en un hombre real, sino en un icono reverenciado de algo, de muchas cosas, demasiadas, cuando lo veíamos reproducido en los pósters del antifranquismo, en nuestras galerías de retratos de la resistencia, junto a Lorca, junto a Antonio Machado, tal vez también junto a Salvador Allende, Che Guevara, Dolores Ibárruri. En ciertos bares, en ciertos pisos de estudiantes, la cara y la mirada de Miguel Hernández formaban parte de un paisaje visual que también incluía las reproducciones del Guernica. Era difícil pensar entonces que aquel retrato hubiera sido el de un hombre real, no un santo laico ni un mártir ni un símbolo, un hombre, además, que si hubiera vivido no sería entonces muy viejo, porque había nacido ya bien entrado el siglo, en 1910.
Estremece siempre hacer las cuentas de su edad: con 22 años hizo su primer viaje a Madrid y publicó su primer libro de poemas; no había cumplido 26 cuando logró por primera vez la maestría indudable de El rayo que no cesa; tres años después, la guerra ya perdida, entró por segunda vez en la cárcel y no volvió a salir de ella. Pero la rapidez de todo se vuelve más asombrosa cuando contrastamos la altura de sus logros mejores con su punto de partida. Hacia 1937, Miguel Hernández empezó a escribir poemas con una voz y un despojo que no se parecen a nada en la literatura española, y muy poco antes había alcanzado ya un dominio de lenguaje y de las formas poéticas en el que estaba comprimida por igual la disciplina de la tradición clásica y la libertad del surrealismo: pero sólo unos años atrás, a finales de los veinte, su horizonte poético era todavía el de la retórica averiada de los juegos florales, cuando no el todavía más horrendo de la poesía entre sentimental y rústica en dialecto comarcal, muy imitada, de Gabriel y Galán. El mismo hombre que publica en 1937 la Canción del esposo soldado había presentado en 1931 un Canto a Valencia a un concurso oficial en dicha provincia, en el que, bajo el lema Luz Pájaros Sol, se sucede una catarata de versos que incluye el siguiente pareado: Con emoción agarro?/ el musical guitarro.
Tenía desde que encontró su vocación, en la primera adolescencia, la desvergonzada capacidad de mimetismo de los grandes autodidactas, el amor agraviado por el saber de quien fue apartado demasiado pronto de la escuela. Una leyenda que él mismo se ocupó de alimentar ha exagerado la pobreza de sus orígenes, y contribuido fatalmente al malentendido paternalista y populista que hace de él un talento rústico, una especie de diamante en bruto. Es verdad que Miguel Hernández dejó la escuela a los 14 años y se puso a cuidar cabras, pero las cabras pertenecían a los rebaños de su padre, que era un hombre de cierta posición. Más que la pobreza, lo que debió de herirlo cuando tuvo que abandonar la escuela fue la vejación de verse a sí mismo pastoreando cabras mientras otros con menos inteligencia natural que él continuaban en las aulas; también la sinrazón de una brutal autoridad paterna que no por ser propia de la época era menos hiriente para su espíritu innato de rebeldía y de justicia. El padre despótico veía la luz encendida a altas horas de la noche en el cuarto del niño lector y lo castigaba a correazos y a patadas (20 años después su hijo estaba muriéndose de neumonía y tuberculosis en la prisión de Alicante y no se molestó en visitarlo).
Pero se marchaba el padre y Miguel Hernández volvía a encender la luz y recobraba el libro escondido, muy usado, alguno de los que encontraba en la biblioteca pública o en la de un sacerdote de Orihuela, el padre Luis Almarcha, que empezó siendo su protector y fue luego uno de sus muchos verdugos. Leía de noche a la poca luz de una bombilla o de un candil, y cuando salía con las cabras llevaba el libro escondido en el zurrón y seguía leyendo, devorando toda la poesía española que encontraba, la buena y la mala, lector omnívoro a la manera de los autodidactas que no tienen más guía que su propio entusiasmo, originado quién sabe dónde. Nada de lo que a otros les estuvo siempre asegurado fue fácil para él: nada de lo más elemental, el papel, la pluma, la tinta, la mesa. Escribía versos en papel de estraza con un cabo de lápiz. Quería escribir y no tenía dónde apoyarse. Una piedra, el lomo de una cabra. Hay que leer sus poemas juveniles para darse cuenta de la penuria estética de la que partió, de la clase de talento y de furiosa voluntad que le fueron necesarios para sobreponerse a limitaciones invencibles. Entre la retórica mal digerida de la poesía barroca y de los atroces versificadores tardorrománticos y tardomodernistas, en esos poemas aparece un fogonazo de realidad observada de cerca, de naturaleza y vida animal y exasperación humana de soledad y deseo: Miguel Hernández, pastoreando cabras, copia laboriosamente los lugares comunes más decrépitos de la poesía pastoril, pero le sale de pronto una desvergüenza sexual campesina, una claridad expresiva que con el paso del tiempo será uno de los rasgos más originales de su voz poética, el arte supremo de hacer literatura llamando a las cosas por su nombre.
Tampoco tuvo vergüenza para medrar cuando le fue necesario: para cultivar un personaje que al despertar simpatías le beneficiaba en sus propósitos, pero también lo hacía vulnerable a la condescendencia, bienintencionada o malévola. Empezó jugando a ser el "pastor poeta" del primitivismo pintoresco, y en la sociedad literaria de Madrid en vísperas de la guerra siguió siendo, entre hijos de buena familia con inclinaciones izquierdistas, damas de sociedad y diplomáticos, el campesino moreno y exótico, el inocente y bondadoso que llevaba alpargatas y pantalón de pana que podía ser entrañable, pero no siempre era invitado a las reuniones de buen tono. Miguel Hernández, que persiguió con calculada adulación y sincero fervor a tantos de sus contemporáneos -la adulación y el fervor, en su caso, eran compatibles-, quizá no tuvo entre los literatos de Madrid ningún amigo de verdad salvo Vicente Aleixandre. En la intemperie de su vida había una soledad que no aliviaba nadie: Ya vosotros sabéis / lo solo que yo voy, por qué voy yo tan solo. / Andando voy, tan solos yo y mi sombra. Provocaba incomodidad, cuando no abierto rechazo. Rafael Alberti en verso y María Teresa León en prosa le atribuyen sin demasiados eufemismos un olor poco adecuado para las cercanía sociales. García Lorca no se presentaba en una casa si sabía que Miguel Hernández estaba en ella. Llamó por teléfono a Aleixandre con la intención de ir a visitarlo, y al enterarse de la presencia de Hernández no se contuvo: "Échalo".
De todo aquel grupo, sólo él conoció de primera mano el trabajo manual, sólo él pasó hambre al llegar a un Madrid en el que se le cerraban todas las puertas y en el que daba vueltas por las calles con el estómago vacío y con una carpeta de versos mecanografiados bajo el brazo, esperando a ser recibido por alguien importante, esperando a que apareciera en un periódico una entrevista prometida, a que le llegara un giro con algo de dinero que le permitiese prolongar un poco más la espera. Llegó la guerra y también fue él quien la conoció de cerca y de verdad, por decisión propia. Para entonces había empezado a disfrutar algo de lo tanto tiempo esperado, la visibilidad que le trajo la publicación de El rayo que no cesa, celebrado públicamente nada menos que por Juan Ramón Jiménez en el diario El Sol, lo cual equivalía a una consagración. En la guerra, Miguel Hernández entra en posesión de todas sus mejores facultades como poeta y como militante político, pero también en eso lo acompañan el malentendido y la leyenda, la dificultad de encajar en los estereotipos de nadie. Su evolución política no es menos chocante que la rapidez de su maduración literaria: en 1935 aún escribía poemas y conatos de autos sacramentales influidos por el catolicismo entre místico y fascista de su amigo Ramón Sijé; en septiembre de 1936 es miembro del Partido Comunista y cava trincheras recién alistado en el Quinto Regimiento. Pero tampoco cuadra, ni física ni metafóricamente, en la fotografía canónica de los poetas comprometidos con la causa republicana: vive con los soldados en los frentes, no en los despachos de la Alianza de Intelectuales. Y cuando en 1939 todo se derrumba, él se queda vagando en la intemperie de Madrid mientras casi todos los demás encuentran el camino del exilio. No hubo plaza en ningún avión ni pasaporte de última hora para quien había puesto su vida entera, su nombre y su literatura al servicio de la República; para quien no podría esperar clemencia de los vencedores ni tampoco esconderse en el anonimato.
Demasiado inocente o demasiado aturdido por la derrota, elige la peor huida posible y va a meterse él solo en la boca del lobo. Como Lorca buscando refugio en Granada, Miguel Hernández regresa con cabezonería suicida a su pueblo y a la cercanía de su mujer y su hijo, y en septiembre de 1939, ni siquiera con 29 años cumplidos, cae en la red de las cárceles y los procesos sumarísimos para no salir ya nunca. Nadie mejor que los paisanos y los convecinos de uno para abatirlo a traición con la quijada de Caín. El trato que recibe de los vencedores -civiles, militares, eclesiásticos- revela la catadura de un régimen construido expresamente sobre la venganza de clase. Miguel Hernández es el retrato robot del vencido, el enemigo perfecto.
Pero su martirio real no nos exime de la necesidad de mirar su figura completa como escritor y como hombre, que es mucho más rica que todos los estereotipos levantados sobre ella. Vivió en su tiempo, no en el nuestro. Hizo poemas a la Virgen María y también los hizo a Stalin. Cuando la cultura predominante en España era la antifranquista, Miguel Hernández fue elevado a un altar en el que convenía que destacara la parte más combativa de su obra, el estatuto de poeta voluntariamente popular que él asumió con todas las de la ley en los años de la guerra y que culmina en Vientos del pueblo; también, aunque en menor medida, en El hombre acecha, donde tan visible como la militancia política es el desaliento por la carnicería y la destrucción que ya duran demasiado, el puro espanto ante lo peor de la condición humana: Se ha retirado el campo / al ver abalanzarse / crispadamente al hombre.
Pero en la ansiosa modernidad de los años ochenta, de pronto, ya no había sitio para Miguel Hernández: los mismos rasgos que habían contribuido a su consagración ahora lo volvían anacrónico. En un país donde no hay actitud intelectual más celebrada que el desdén, nada era más fácil de repente que desdeñar a Miguel Hernández: había que ser cosmopolitas, y él resultaba demasiado autóctono; neuróticamente urbanos, y Hernández parecía demasiado rural; adictos a las modas capilares e indumentarias, y él permanecía congelado en su cabeza rapada y sus ropas de pana. En una época, los años ochenta, en la que estaba de moda despreciar con un mohín a Antonio Machado, Miguel Hernández tenía algo de antigualla embarazosa. No era un poeta: era una letra de canción anticuada.
Quizá ahora estamos en condiciones de mirarlo como fue y de leer de verdad su poesía, más allá de los pocos poemas que algunos recordamos todavía, los que se hicieron célebres en la resistencia y en la primera transición. El trabajo acumulado de los biógrafos -Agustín Sánchez Vidal, José Luis Ferris, Eutimio Martín- nos permite un conocimiento sólido de una vida demasiado breve y mucho más rica en pormenores y resonancias que cualquier estereotipo: la vida no de un inocente, ni de un buen salvaje exótico, ni la de un santo, sino la de un hombre que sobreponiéndose a circunstancias terribles logró hacer de sí mismo aquello que soñó desde que era un chaval pastoreando cabras: un poeta y un hombre en la plenitud de su albedrío.
En una literatura tan pudibunda y tan temerosa de lo sentimental como la española, él escribió sin reparo sobre el deseo sexual, sobre su ternura masculina de esposo y de padre. Su mejor poesía política conserva una fuerza de belleza y rebeldía que la hace muy superior a la de Neruda. Neruda no habría escrito jamás, por ejemplo, El tren de los heridos. Le faltaba empatía verdadera hacia los seres humanos, y no había compartido sus padecimientos. Neruda se declaró siempre maestro de Hernández, y sin duda lo fue en algún momento, pero yo tengo la sospecha de que el Canto General le debe a Vientos del pueblo mucho más de lo que el propio Neruda habría estado dispuesto a reconocer. En Miguel Hernández lo más íntimo y lo más político, la emoción privada y la arenga pública, se conjugan más estrechamente que en ningún otro poeta. Y en el Cancionero y romancero de ausencias, la hondura y el despojo provocan un estremecimiento que es el de las cimas más solitarias de la literatura, el del Libro de Job y las Coplas de Jorge Manrique y François Villon y Fray Luis de León y la Balada de la cárcel de Reading y Antonio Machado. Toda retórica ha sido abolida, todo rastro de amaneramiento. Los versos tienen a veces una impersonalidad desnuda de poesía popular, de letra flamenca o de romance antiguo; en ellos se nota la doble sombra triste de Machado y de Lorca, los otros dos poetas aniquilados por la guerra: Písame,/ que ya no me quejo./ Ódiame,/ que ya no lo siento./ No me olvides/ que aún te recuerdo/ debajo del plomo/que embarga mis huesos.
Demasiado viene durando ya la espera. Ahora que va a hacer un siglo que nació ha llegado el tiempo de leer a Miguel Hernández.
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