Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

domingo, 3 de diciembre de 2017

José Antonio Maravall compañero de Miguel Hernández en las Misiones Pedagógicas



                                (José Antonio Maravall, dibujo de Alejandra Vidal)


(Fragmento de una comunicación inédita de Ramón Fernández Palmeral)

El nombre de José Antonio Maravall,  es ese nombre que nos encontramos constantemente en las biografías dedicadas a Miguel Hernández, aparece en los índices onomásticos y como compañero y en las Misiones Pedagógicas, concretamente en la segunda de Hernández por tierras salmantinas que comenzó el 19 de abril de 1935 en Ahigal de Villarino, a 73 km de Salamanca, continuó el 25 de abril en Brincones siguió en Puertas y concluyó el 30 de abril en Iruelos. En este viaje, ambos misioneros iban acompañados por Enrique Azoaga, (Madrid 1912-1985) poeta, novelista, crítico de arte, y Juan Francisco García y García, inspector de primera enseñanza.
Me intrigaba saber quién era Maravall, que en algunas reseñas aparece como el padre del que fuera ministro de Educación y Ciencia en el primer gobierno de Felipe González, José MaríaMaravall Herreo (Madrid, 1942), es colaborador den El País; y del secretario general de Energía Fernando Maravall Herrero. Quizás por pereza o por pensar que José Antonio Maravall debía ser un compañero circunstancial de Hernández, no me preocupé por saber quién era y a qué se dedicaba. La ocasión de profundizar en su vida me llegó en el IV Congreso Internacional de Miguel Hernández, cuando quería preparar una comunicación, empecé a investiga y a escribir una  comunicacion a la que le puse provisionalmente el título: “José Antonio Maravall compañero de Miguel Hernández en las Misiones Pedagógicas”, pero luego  la dejé abandonada, pensando que necesitaba otra comunicación más acorde con los tiempos actuales, y me decidí por “Miguel Hernández en la Era Digital”.
Por consiguiente, y como el proyecto de comunicación la tengo, medio escrita, y no voy seguir con ella por que presenté otra, creo oportuna darla a la imprenta digital:
José Antonio Maravall Casesnoves nació en la localidad de Játiva o (Xátiva en la comarca de La Costera, en valenciano) el 12 de junio de 1911, es decir, que era un año menor que Miguel Hernández. Xátiva es una ciudad, más que pueblo donde valenciano-parlante (lo puedo asegurar porque yo residí un año de 1973 a 1974). Por tal razón, al escribir esta comunicación me he preguntado varias veces que, seguramente Maravall empezaría a hablarle a Hernández, la primeras palabras en valenciano al enterarse que era natural de Orihuela, y por lo tanto de la región valenciana; pero, seguramente desconocía que en la  Vega Baja el valenciano no es lengua materna, y Hernández no sabía ni lo usaba.
Históricamente, por el  Tratado de Almizra, pacto de paz firmado el 26 de marzo de 1244 entre la Corona de Aragón y la Corona de Castilla que fijó los límites del Reino de Valencia entre Jaime I de Aragón y quien más tarde sería su yerno, el infante Alfonso de Castilla y futuro rey Alfonso X el Sabio. Y esa lía fronteriza que dividía la provincia en dos zonas, en concreto la ciudad de Alicante hacia el sur (Gobernación de Orihuela) con el mílite de Murcia, se hablaba y se habla castellano; a pesar de los esfuerzos e imposición educativa que actualmente impone la Generalitat Valenciana, por imponer el valenciano en la educación y en las oposiciones laborales. Siguiendo la Constitución de 1978, y pensando a su vez como los catalanes, que el idioma hace nación. Desoyendo la filosofía clásica del estoicismo de Cicerón, que decía, más o menos que, debido al cosmopolitismo ni una religión única ni un idioma único hacen nación, sino nacionalismos.
Volvamos al texto que no interesa y hablemos de Maravall, que era setabense o socarrats, (los chamuscados, apelativo popular  con el que se conoce a los naturales de Xátiva, de cuando la ciudad fue quemada el 19 de junio 1707 por la huestes del rey Felipe V, tropas borbónicas comandadas por D'Asfeld, en la Guerra de Sucesión española, tras la batalla de Almansa). Como Xátiva era la Saetabis Augusta de los romanos, que procede de la Sae-Tabis de los iberos, y es una localidad que es una montaña de legajos de historia, nuestro joven José Antonio Maravall se decidió por la historia, por ello en algunas biografías hernandianas aparece como historiador. Nació en una familia acomodada, su padre fue ingeniero de profesión, llegó a ser alcalde de Játiva. Eran tres hermanos varones: Héctor, Darío y José Antonio, desconozco el nombre de las posibles hijas.
La cuestión es que nuestro biografiado era un intelectual que había estudiado Filosofía y Letras y también Derecho en Murcia. En 1927 comenzó sus estudios universitarios en la Universidad de Murcia, donde tuvo maestros como Jorge Guillén, Cayetano Alcázar o Gabriel Franco.  Trasladó la matrícula de la Universidad Central de Madrid en 1929 donde tuvo como profesor a José Ortega y Gasset, que era catedrático de metafísica desde 1910, tras el fallecimiento de Nicolás Salmerón. En 1923 funda Ortega la  Revista Occidente siendo su director hasta 1936. Recordemos que Miguel Hernández publicó en el número de diciembre de 1935, la “Elegía a Ramón Sijé” y seis sonetos del ciclo de El rayo que no cesa, que vio la luz de la imprenta el 24 de enero de 1936 en la colección Héroe de Manuel Altolaguirre y recibiera los elogio del dulcísimo Juan Ramón Jiménez en  El Sol, del mes siguiente. Maravall también colabora en la Revista de Occidente, El Sol, Cruz y Raya…Se casó con la señora Herrero (desconocemos fecha matrimonio e hijos tue tuvieron.
En junio ya era  1931 José Antonio Maravall fue delegado del Patronato de Misiones Pedagógicas,  un proyecto de solidaridad cultural patrocinado por el Gobierno de la II República, a través del Ministro de Instrucción Pública desde 1931 a final de la guerra civil, cuyo presidente fue el pedagogo y krausista Manuel Bartolomé Cossió, que reunió a quinientos voluntario, para llevar la cultura: museos (copias de cuadros), poesía, cine… a los lugares más inaccesibles y pueblos remotos de la geografía española, por ellos Maravall y Miguel Hernández coincidieron en la del 19 al 25 de abril de 1935, junto a un tercer misionero Enrique Azoaga. Sin duda alguna era Maravall el director de esta misión educativa.
Miguel Hernández formaba parte de tres misiones la de cabo de palos en 1933, la de salamanca en abril de 1935 y la de La Mancha  de  marzo de 1936, por ser poeta, donde cobra  10 pesetas diarias. Su misión era recitar poemas populares.
Maravall, después de la guerra civil no hubo de exiliarse, por el contrario, a pesar de ser republicano.  Superó la depuración franquista:

 "... la guerra en el ejército de la República, en la división de Cipriano Mera, primero en Madrid, después en Almansa, Alcoy y Figueras. Superó la depuración posterior con la ayuda de Alfonso García Valdecasas y Eugenio d?Ors. Conocí asimismo los artículos que escribió en los años 40, de retórica ampulosa, a favor del régimen franquista. (José María Maravall, El Pais, 23 de diciembre de 2006)

 En 1944, se doctoró en Derecho por la Universidad Central con la tesis Teoría del Estado en España en el siglo XVII, que fue publicada por el Instituto de Estudios Políticos fue catedrático de la universidad de La Laguna (Canarias) y de la Complutense de Madrid. Llegó a ser miembro de la Real Academia de la Historia, presidente de la Asociación española de Ciencias Históricas. Fue una autoridad en Antiguo Régimen. Su historiografía estudia los aspectos del pensamiento progresista español en obras como: El humanismo de las armas en Don Quijote (1948). Las Comunidades de Castilla. Una primera revolución moderna (1963), El mundo social de "La Celestina" (1964), Antiguos y modernos. La idea de progreso en el desarrollo inicial de una sociedad (1966), o los cuatro tomos de artículos reunidos en sus Estudios de Historia del pensamiento español.
Que yo sepa,  no escribió José Antonio Maravall nada sobre Miguel Hernández; en cambio, Enrique Azcoaga escribió un soneto a la muerte de Miguel Hernández, además Miguel se escribió una carta desde la cárcel en 1941, y éste le mandó comida. Según he sabido, Azcoaga fue depositario de una de las capilla de El Hombre acecha, con otra que tenía de José Maria de Cossió que fue la que se editó en 1981.
Llegado hasta aquí considero que se necesitan seguir estudiando sobre José Antonio Maravall; sin embargo, pienso que debe ser otro investigador que lo haga.
Alicante, abril de 2017  Ramón Fernández Palmeral

.............................ARTICULO EN EL PAIS........................... 


Testimonio personal

Se cumplen ahora veinte años desde la muerte de José Antonio Maravall. No he hablado nunca públicamente sobre él. Es posible que por pudor, o por la dificultad de encontrar palabras que expresen adecuadamente lo que representó vivir más de cuarenta años con él. Pero puede ser ahora oportuno complementar con mi testimonio personal lo que sobre mi padre se ha escrito.

Su talla intelectual tal vez quede reflejada en la revisión que de su obra hizo John Elliott para la New York Review of Books. Le definía en ella como "el principal historiador cultural en España desde la Guerra Civil"; como un "arquitecto magistral" al integrar muy diversas perspectivas en su interpretación de la Historia. Añadía que "la dimensión de sus publicaciones resulta apabullante. (...) Ningún investigador de nuestro tiempo se ha movido con tanta facilidad a través de tal cantidad de materiales". Su obra está recorrida por unas preocupaciones entrelazadas: los orígenes de la modernidad; el desarrollo del Estado y de su poder, contrapuesto al sentido de la libertad individual; la idea de progreso, confrontada a las resistencias al cambio. Estudió el impacto de fuerzas económicas y sociales sobre actitudes mentales y comportamientos culturales, integrando acontecimientos singulares en pautas colectivas. Su perspectiva era muy cercana a la historiografía francesa de Les Annales, a la de sus amigos Fernand Braudel, Marcel Bataillon o Pierre Vilar.
Le apasionó siempre la interpretación de la historia de España dentro de la historia de Europa. Formuló así, junto con Julio Caro Baroja, una de las críticas más profundas al mito de los caracteres nacionales. Es decir, a toda la mitología de una "esencia nacional" y, desde luego, a todo el casticismo que durante décadas existió en la cultura y la política española. Entendió también que España había constituido desde la Edad Media un conjunto plural de pueblos diferenciados que habían compartido una unidad que representaba mucho más que un mito. Y esa singular y compleja combinación de unidad, pluralidad y autonomía representó siempre un tema central de su vida. Influyeron mucho en él sus orígenes en Xátiva, la ciudad de los socarrats arrasada por Felipe V cuyo retrato cuelga hoy boca abajo en el Museo Municipal.

Fue siempre inauditamente joven. Su pasión por aprender, analizar nuevos temas y enriquecer la interpretación historiográfica era la antítesis misma del conservadurismo intelectual. Toda la vida le ví así. Envejecían sus rasgos, pero no su cabeza, de forma que jamás pude asimilar su edad. Le encantaba debatir. De esta forma, en la vida privada, discutíamos a partir de Teoría del Saber Histórico en qué medida podía defenderse su argumento de que la Historia puede fundamentar un conocimiento teórico, que vaya mas allá de estudios descriptivos o singulares; o, con motivo de su investigación sobre la Picaresca, si formas de desviación pueden entenderse como canales de movilidad social en sociedades cerradas.
Alcanzó su plenitud como historiador a partir de los 50 años, publicando Las Comunidades de Castilla (1963), El Mundo Social de la Celestina (1964), Antiguos y Modernos (1966), Estado Moderno y Mentalidad Social (1972), y La Cultura del Barroco (1975). A los 75 años, seis meses antes de morir, publicó una impresionante investigación, La Literatura Picaresca desde la Historia Social (1986). Recuerdo un debate que tuve por aquel entonces en la Universidad Autónoma de Madrid, con ocasión de un homenaje a Nicolás Cabrera, acerca de la edad a partir de la cual ya no se tenían ideas originales -conociendo a mi padre, esa tesis no me parecía tener sentido-.

Era un hombre tímido que escondía una infinita calidez, una personalidad apasionada y una honestidad sin límites. Así era la vida con él, acompañada por la permanente amenaza de un corazón muy frágil. Íbamos mucho al cine y al teatro: era fascinante ver con él desde películas de Claudia Cardinale al teatro de Arthur Miller. Desde el inicio de la adolescencia me fue abriendo a un océano de lecturas: la literatura francesa y sobre todo a Stendhal, Gide, Malraux, Camus, y Sartre; toda la literatura española, y sobre todo a Baroja, Valle Inclán, Salinas y Cernuda; la literatura anglosajona, y sobre todo a Woolf, Faulkner, Shelley y Eliot. Cuando escribo "sobre todo", me refiero a los autores que recuerdo como sus favoritos. Me descubrió también un horizonte muy amplio del pensamiento, que incluía desde Weber a Marx, desde Russell a Lukacs. En largos paseos hasta la librería de León Sánchez Cuesta me hablaba de otras universidades -con él empecé a saber de Princeton, de Yale, de Oxford-. Y también entendía que debería ir allí. Estoy hablando de un período que comienza hacia mitad de los años 50: en esos años negros, junto con unos pocos más, él representaba una luz en aquella lúgubre universidad. Era también una luz en la vida privada, que lo compensaba todo. Era sabio, tierno y divertido, y así fue hasta el final. Doce años después de su muerte, su nieto mayor le dedicó su tesis doctoral en Estados Unidos, debido a lo que su abuelo había representado para él.

Era también un hombre que vivía apasionadamente su tiempo. Me habló mucho de su infancia y de su juventud, de su llegada a Madrid a los 17 años, de su participación en la protesta universitaria contra la dictadura de Primo de Rivera, de la revista juvenil en la que colaboraron Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda. Del entusiasmo con que vivió el nacimiento de la República. Y también de su experiencia posterior, una frustración que arrancó en 1934. Esa experiencia la contó en bastantes lugares: "Me sentía, desde el 36, traicionado. El partido socialista y el partido republicano habían perdido la guerra. El partido comunista, que tenía un solo diputado, se hacía con el poder...Yo admiraba a Prieto...Convencido de que hay cosas de la República que no me gustan, pero, en cualquier caso, el gobierno de la República es el gobierno legítimo de España, me fui a Madrid".
Supe bien cómo vivió la guerra en el ejército de la República, en la división de Cipriano Mera, primero en Madrid, después en Almansa, Alcoy y Figueras. Superó la depuración posterior con la ayuda de Alfonso García Valdecasas y Eugenio d?Ors. Conocí asimismo los artículos que escribió en los años 40, de retórica ampulosa, a favor del régimen franquista. Y también la amargura posterior que sintió por ellos. De pocos años después, hacia 1948, arrancan mis recuerdos personales directos.

Es cierto que sus años posteriores en Francia tuvieron sobre él una profunda influencia, tanto intelectual como política. Publicó allí La Philosophie Politique Espagnole au XVII Siècle y desarrolló una relación muy profunda con historiadores franceses. Por entonces admiró mucho a Pierre Mendès-France, el gran político del partido radical en la IV República. Volvió por París infinidad de veces, siendo catedrático asociado de la Sorbonne entre 1969 y 1971 y, posteriormente, doctor honoris causa por las universidades de Burdeos y Toulouse. En este último periodo, su admiración política se centraba en Michel Rocard. Frente a lo que a veces he leído, le apasionaba la política. Por más que los problemas de su corazón durante treinta años le restringieran, vivió la llegada al poder de Harold Wilson en Gran Bretaña y de John Kennedy en EE UU con esperanza juvenil. Y con una pasión y esperanza muy grandes, la transición a la democracia en España.
Le indignaba la injusticia y jamás entendió que la concordia significara silencio. En la Biblioteca José Antonio Maravall de la Universidad de Castilla-La Mancha se conservan documentos que dan cuenta de ello -su correspondencia con Claudio Sánchez Albornoz, Pierre Vilar, Francisco Ayala, Ramón Carande, Fernand Braudel, o María Zambrano, su interesante intercambio de cartas con Carmen Díez de Rivera al llegar Adolfo Suárez al poder, su muy larga carta a Felipe González analizando momentos difíciles de 1979-. Admiraba mucho a Suárez; a González le escribía al concluir su carta "Por mis años y otras circunstancias personales, no tengo individualmente más futuro que el de administrar con la mayor precisión el tiempo que me queda, al objeto de lograr dar fin a la obra que me he propuesto dejar hecha. Pero he querido hacer un paréntesis para que alguien como yo le afirme, con el máximo de interés hacia el país, cuyo drama he vivido día a día: tal vez en ninguna ocasión contemporánea he visto a un político español capaz de despertar mayor y más estimable confianza". Allí se conservan también copias de las cartas de denuncia que firmó por las torturas a mineros y el rapado de cabeza de sus mujeres, como la que en 1965 originó el panfleto de respuesta promovido por el Ministerio de Información, entonces dirigido por Manuel Fraga Iribarne, titulado Los Nuevos Liberales. O las reiteradas cartas de protesta que escribió contra acciones represivas en la universidad y de solidaridad con los estudiantes. Al dirigir Manuel Fraga Iribarne el Instituto de Estudios Políticos en 1961, mi padre salió de allí con Enrique Tierno Galván y Carlos Ollero. Años después, de nuevo Manuel Fraga Iribarne, junto con Gonzalo Fernández de la Mora, intentaron desde el gobierno que cesara como director de la revista Cuadernos Hispanoamericanos "por ser del otro lado". Figuran en esa biblioteca abundantes testimonios de su defensa de la tolerancia: al final de su vida declaraba: "Hoy sigue habiendo en la derecha... algunos que siguen practicando como oratoria parlamentaria de oposición el exabrupto en cascada".
Mi padre fue, por encima de todo, un investigador de estatura inmensa. Esa es sin duda la dimensión de su vida que es relevante públicamente. Creo, sin embargo, que aspectos menos conocidos de su personalidad pueden contribuir a entenderle mejor. Habitaba en un territorio académico bastante alejado del mío: por ello, más que de sus obras, aprendí sobre todo de su persona, de su inteligencia y su sabiduría. Y de él he aprendido más que de nadie.

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................................................................Biografia en la Real Academia de la Historia....................

Játiva (Valencia), 12.VI.1911 – Madrid, 19.XII.1986. Historiador.

De hondas raíces valencianas, su padre era un labrador [parce ser que fue ingenuiero] culto que llegó a ser alcalde de Játiva. Maravall estudió el bachillerato en su ciudad natal, donde pudo disfrutar desde muy niño de la biblioteca paterna, que supuso para él la iniciación en la lectura de los clásicos españoles y universales. En 1927 comenzó sus estudios universitarios en la Universidad de Murcia, donde tuvo maestros como Jorge Guillén, Cayetano Alcázar o Gabriel Franco. Tras estudiar un año de Filosofía y Letras y de Derecho, se trasladó a Madrid donde participó en 1929 en las protestas contra la dictadura y en 1931 finalizó su licenciatura en la Facultad de Derecho de la Universidad Central.

Ese mismo año, comenzó sus colaboraciones en El Sol, preferentemente sobre literatura. Fue en ese momento cuando un encuentro casual con Ortega y Gasset en la Facultad de San Bernardo le abrió las puertas de la Revista de Occidente en 1932 y fue objeto de una cordialidad sincera por parte del pensador.
Así, Maravall militó en la Agrupación al Servicio de la República creada por Ortega en 1932, al tiempo que comenzó a ejercer como profesor auxiliar interino de la cátedra de Flores de Lemus (Economía Política y Hacienda Pública). Al año siguiente, en 1933 ingresó por oposición en el Cuerpo Técnico-Administrativo del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y publicó su primer artículo: “A. Marichalar: mentira desnuda”, en el n.º 40 de la Revista de Occidente.

En 1933-1934, junto a un grupo escogido de personas, Maravall formó parte del primer seminario de sociología y ciencia política dirigido por Ortega, que supuso la lectura de autores y obras de historia y ciencia política: Tarde, Hauriou, Durkheim, Tocqueville, Humboldt, Spencer, Hans Freyer, von Wiese, los juristas franceses liberales de 1880 y, muy especialmente, Max Weber, Burckhardt o Max Scheler. Sumó esta enriquecedora experiencia a cursos dictados por el propio Ortega o por Zubiri, y a seminarios dirigidos por García Morente o Ramón Menéndez Pidal.

Tras esa formación multidisciplinar, Ortega dirigió al joven Maravall a Ramón Carande, quien le aconsejó que se centrara en el estudio de la Historia, no como una sucesión de fechas y acontecimientos, sino como el estudio pormenorizado y la comprensión profunda de lo que los hombres han hecho y por qué. Para ello, Maravall recogió dos corrientes historiográficas del campo del Derecho: la de la Historia del Derecho y la de la Historia de las Instituciones.

En 1934, Maravall alternó su carrera universitaria con su vocación literaria: fue profesor auxiliar de Derecho Político en la cátedra de Pérez Serrano (entre 1934 y 1936) y comenzó a colaborar en Luz (dirigido por Corpus Barga) y en Cruz y Raya (fundada por José Bergamín un año antes).
Durante la Guerra Civil, fue movilizado por el Ejército republicano y, al término de la contienda, se reincorporó a su puesto en el Ministerio. En julio de 1939 comenzó a escribir en el diario Arriba.
En 1941 se casó con María Teresa Herrero, con quien tuvo cuatro hijos, el mayor de ellos, José María, sería nombrado ministro de Educación en 1982; Agustín, Fernando y María Teresa se convertirían también en excelentes profesionales en sus diferentes especialidades.

Entre 1942 y 1946, fue profesor auxiliar interino de Sociología en la Escuela Social de Madrid. En ese tiempo, en 1944, se doctoró en Derecho por la Universidad Central con la tesis Teoría del Estado en España en el siglo xvii, que fue publicada por el Instituto de Estudios Políticos. Una vez doctorado, pasó a ser profesor auxiliar interino de Estudios Superiores de Ciencia Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Central en la cátedra de Carlos Ruiz del Castillo, hasta 1946, en que ganó la oposición a la cátedra de Derecho Político y Teoría de la Sociedad en la Facultad de Derecho de La Laguna, de donde pasó a la cátedra de la Universidad de Valladolid.
Ya en la época universitaria había entablado buena amistad con Luis Díez del Corral —rebuscando ambos estudiantes en los puestos de libros que se montaban en aquel entonces en la calle de San Bernardo, donde estaba la Universidad Central—, que resultó duradera y muy cercana hasta el final de sus días.
Desde 1948, Díez del Corral era agregado cultural en París, lo que impulsó en 1949 el nombramiento de Maravall como director del Colegio de España en París, a propuesta y con el firme apoyo del gran historiador Jean Sarrailh, rector de la Universidad de París.

Maravall dirigió el Colegio hasta 1954, abriendo sus puertas a los universitarios españoles y franceses y realizando una labor importante para dar a conocer el legado cultural español. En aquellos años, inició su contacto con los grandes nombres de la historiografía francesa (Fernand Braudel, Marcel Bataillon o Pierre Vilar), profundizó en la corriente de Annales y participó de la vida intelectual parisina, asistiendo, entre otros, al IX Congreso de Ciencias Históricas, en 1950, con personalidades a las que siempre quedó vinculado intelectual y universitariamente.

Apenas creada en Madrid la Facultad de Ciencias Políticas y de Sociología, se licenció en Ciencias Políticas y en 1955 ganó por oposición la nueva cátedra de Historia del Pensamiento Político y Social de España; para ello, escribió un libro-memoria sobre la Teoría del saber histórico, que suponía una inteligente reflexión sobre cuestiones epistemológicas de la ciencia historiográfica. De ese modo, formó, junto con Luis Díez del Corral —catedrático de Historia de las Ideas y Formas Políticas— y con Luis García de Valdeavellano —titular de la cátedra de Historia de las Instituciones Políticas y Administrativas—, un magnífico Departamento de Historia en la Universidad, que sentó las bases para el estudio de la Historia de las Ideas y de una historia intelectual y social de España que parte de una perspectiva comparatista.
Ese mismo año de 1955 se integró en la ejecutiva de Acción Europea, junto a Tierno Galván, Dionisio Ridruejo, Gil Robles y otros. En 1958 fue elegido miembro de la junta directiva de la Asociación Española de Ciencias Históricas, de la fue presidente entre 1969 y 1974.

Tras ser elegido académico de número de la Real Academia de la Historia en 1961, ingresó en 1963 y fue recibido por el padre Miguel Batllori, quien contestó a su discurso de recepción sobre Los factores de progreso en el Renacimiento español, texto en el que ya Maravall adelantaba el núcleo de su gran obra sobre “Antiguos y Modernos”. Al año siguiente, su libro El mundo social de “La Celestina” fue premiado por la Asociación de Escritores Europeos. También ese año, Maravall se incorporó como director a la revista Cuadernos Hispanoamericanos editada por el Instituto de Cultura Hispánica desde 1948, que dirigió hasta su fallecimiento en 1986. En 1976 su obra Utopía y contrautopía en “El Quijote” recibió el Premio Bonsoms del Institut d’Estudis Catalans.

Poco a poco, su magisterio se fue internacionalizando: en 1969 fue nombrado catedrático asociado en la Universidad de Paris-Sorbonne, donde permaneció hasta octubre de 1971 y entre 1978 y 1980 fue profesor visitante y consultor de la Universidad de Minnesota. Además, fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Toulouse-La Mirail en 1978, fue distinguido con la Orden de las Artes y las Letras de la República Francesa en 1984 y, en 1986, unos meses antes de su muerte, fue doctor honoris causa electo por la Universidad de Burdeos. En España, ese mismo año y ya a título póstumo, se le concedió el Premio Nacional de Ensayo por su último y espléndido libro La literatura picaresca desde la historia social (siglos xvi y xvii), “una de sus obras más ambiciosas y logradas”, según escribiera el padre Batllori.
Entre otras distinciones civiles, estaba en posesión de la encomienda de número de la Orden del Mérito Civil (1951) y de la Orden de Isabel la Católica (1954). En un ámbito académico, fue nombrado correspondiente de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona (1956), de la de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla (1961), de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina (1963), de la Hispanic Society of America (1971) y del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay (1974).
En 2004, su archivo personal y su biblioteca quedaron depositados, por deseo expreso de la familia, en la Biblioteca de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales que la Universidad de Castilla-La Mancha tiene en su campus de Ciudad Real.

A lo largo de una treintena de libros y de centenares de artículos, la obra de Maravall extiende su interés desde la Edad Media al siglo xx. Su libro temprano El concepto de España en la Edad Media (1954) conviene verlo en relación con la impresionante serie de la veintena de estudios que, de 1954 a 1972, reconstruyen aspectos monográficos de la Edad Media española (y que están incluidos en los dos primeros volúmenes de sus Estudios de Historia del Pensamiento Español). En su investigación, Maravall ha utilizado en profundidad tanto las fuentes de origen castellano como especialmente las castellano-aragonesas, algo que el padre Batllori valoraba en alto grado por su carácter pionero en aquel momento y por el análisis a que todo ello daba lugar. Además toda esta problemática se estudia también en profunda relación con el análisis del contexto europeo como referencia constante, lo que da lugar a situar el problema de la peculiaridad de los reyes medievales hispánicos —con un poder fáctico indiscutible pero sin la organización formal ni la concepción de la realeza que se desarrolla en otros países occidentales— en coordenadas muy diferentes a algunos tópicos admitidos. Son reyes cuyo citado poder fáctico y su carácter de reyes guerreros y gobernantes de sus reinos hacen que no necesiten de la sacralidad simbólica de otras Monarquías europeas para imponer su autoridad. Al tiempo, el sentido de unidad y de “pérdida de España” queda ampliamente investigado y examinado en el exhaustivo estudio de las fuentes antes citadas.

Siguiendo una secuencia cronológica, Maravall fue también innovador al tratar el Renacimiento español y europeo rechazando la idea de una fractura radical entre el Medievo y el Renacimiento, y no circunscribiendo este último a su estricto origen italiano. De nuevo, hay que recurrir a los mencionados Estudios de Historia del Pensamiento Español, así como a sus grandes obras sobre el siglo xvi: en Estado moderno y mentalidad social (1972) trata de los orígenes sociales del Estado moderno y su consolidación, en un examen comparatista de gran calado; en Antiguos y Modernos: la idea de progreso en el desarrollo de una sociedad (1966) extiende su investigación y análisis desde los inicios renacentistas en occidente hasta el siglo xviii, siempre dentro de ese esquema de historia comparada, fundamental para poder entender la propia historia de España. Asimismo, trata sobre el período en otras obras, más breves que las anteriores, pero escritas y estudiadas con una profundidad y una escritura que impulsa a leerlas ávidamente de corrido, como Las Comunidades de Castilla, una primera revolución moderna (1963) o El mundo social de “La Celestina” (1964). En su último libro antes citado, La literatura picaresca desde la historia social (1986), trata del trabajo y el ocio, de la tensión en las relaciones entre hombre y mujer, de la interdependencia entre amos y criados o entre ricos y pobres.

Sin embargo, son sus estudios sobre el Barroco los que han alcanzado mayor difusión y fama. Desde su primer libro, Teoría del Estado en España en el siglo xvii (1944), siguieron apareciendo, escalonados en el tiempo, diferentes trabajos sobre el teatro del Seiscientos, sobre su literatura, su mentalidad o su estructura social hasta culminar en el libro ya clásico La cultura del Barroco (1975). En él, Maravall rompe con la imagen armónica del Barroco que había transmitido la historiografía clásica y numerosos aspectos de su obra han dado lugar a una enriquecedora discusión historiográfica. También sobre este período merecen destacarse títulos como Utopía y contrautopía en el Quijote (1976) o Velázquez y el espíritu de la Modernidad (1960).

Asimismo, sobre el siglo xviii escribió Maravall numerosas páginas, desde una amplia reseña del clásico libro de Jean Sarrailh en 1955, pasando por su monografía sobre Cadalso en 1966 hasta alcanzar en 1986 una treintena de monografías dieciochistas, recogidas todas ellas en lo que constituyó el IV volumen de sus Estudios sobre el pensamiento político español (edición del CEPCO), en publicación póstuma. Sin embargo, su gran cantidad de intereses no se detuvieron ahí: dejó inéditos textos sobre los escritores del 98 que hubieran constituido su inacabado Visión de la Historia y programa de reforma en los escritores del 98, asimismo recogidos en algunos de los homenajes, que se hicieron cuando murió, por sus discípulos y amigos.

El interés de Maravall por la historia no era un gusto erudito, sino un interés vivo unido a su propia realización personal: había que investigar el pasado para conocer y comprender el propio presente. Se enfrentó así a la historia no como una descripción de hechos políticos o acontecimientos, sino profundizando en las estructuras subyacentes, en las fuerzas sociales y en las corrientes de pensamiento que impulsan los grupos humanos. Así, su paso de una historia de las ideas (del pensamiento, sobre todo político y estético) a una historia social de las mentalidades (de las actitudes intelectuales y artísticas de los diversos grupos) responde a su objetivo unitario de comprender los procesos históricos complejos desde distintos niveles y perspectivas. Sin embargo, Maravall mantuvo siempre una tensión saludable entre esta visión de conjunto y la singularidad de los hechos y de los hombres, pues siempre defendió un humanismo radical y nunca aceptó la “pérdida del sujeto histórico” que proclamaban las corrientes historiográficas estructuralistas.
Sustituyó así una visión determinista por una visión condicionante dada la pluralidad de factores a tener en cuenta y la relativa libertad que siempre tenían los hombres concretos en situaciones históricas complejas. Por eso, Maravall, hizo siempre suyo el apotegma de Febvre: la historia no juzga, comprende; su visión penetrante, serena y distanciada, llena de piedad —en el sentido fuerte y clásico del término— supone tanto una metodología y un rigor científico e investigador indiscutibles como la capacidad de empatía para comprender el pasado. Mantenía una visión de la historia hecha tanto de supervivencias o continuidades como de innovaciones, ya fuese en el plano colectivo como individual, con énfasis en rupturas o en reformas en función de contextos históricos concretos y de las posibilidades que los hombres y mujeres de cada época, con el utillaje material y mental que poseían, podían enfrentarse con su momento histórico. Nada le parecía más anacrónico y falto de rigor historiográfico que un presentismo que proyecta acríticamente los valores del presente del historiador sobre un pasado complejo.

El quehacer histórico de Maravall se concreta en dos líneas maestras: en primer lugar, la visión multidisciplinar que pretende integrar el análisis de la historia de España y para ello la peculiar perspectiva que imprime a su historia del pensamiento político. En segundo lugar, el europeísmo de ese pensamiento y de su metodología, que le lleva constantemente a la perspectiva de una historia comparada, a insertar la historia española en la historia y la vida de Europa.
En cuanto a lo primero, Maravall concibe, pues, la historia como una construcción humana, y para su estudio ha de indagarse en el fondo creencial en que se apoya una sociedad y para ello, ha de procederse con un espíritu científico de observador activo: se trata de servir de estímulo para el replanteamiento de nuevas perspectivas, así como para afirmar la pluralidad de factores que intervienen en un fenómeno dado y la consecuente multiplicidad de modelos científicos, según la perspectiva elegida, y de metodologías variadas de aplicación a una realidad compleja. Ni un único método, ni una única realidad; lo que no implica ningún escepticismo ni relativismo vulgar, sino la exigencia de búsqueda constante y de afinamiento de métodos, estrategias e instrumentos de conocimiento. La actitud del historiador en este aspecto no podía ser diferente de la del científico.
En cuanto a lo segundo, Maravall vinculó siempre el transcurso español con el europeo, esforzándose siempre por hacer una historia comparada. Frente a la excepcionalidad española defendida por muchos, Maravall mostró la imposible separación de la existencia histórica de los españoles de la historia de los demás países europeos, aun cuando cada uno tenga su propia e intransferible identidad. Combatió el “narcisismo de la diferencia” o la idea esencialista de los “caracteres nacionales” y abogó contra un ensimismamiento español que convertía una España “diferente” en dogma y tópico fatalista. No había “problema de España”, sino “problemas comunes de un mundo circundante en cada momento histórico”. La visión, pues, de una historia siempre abierta, cuyos protagonistas, dentro de los condicionantes de cada época histórica concreta, tienen posibilidades que no se pueden determinar apriorísticamente y cuyas decisiones desencadenan efectos no previstos que despliegan el abanico de lo posible. Esa visión y actitud profundamente liberal de Maravall sobre la historia es fundamental para comprender su labor historiográfica desveladora de tópicos, creencias y fuerzas racionales e irracionales que operan en las acciones de los humanos.
Maravall desarrolló su obra durante toda una vida entregada con entusiasmo a la docencia universitaria, plenamente dispuesto a sus discípulos y alumnos; fue un auténtico maestro en el sentido profundo que ya Platón imprimió al término. O, como hubiera querido Max Weber, un maestro que enseñaba con su ejemplo y sabiduría tanto como con sus libros y su palabra. Cálido y exigente a la vez, mostrando a los jóvenes la necesidad del esfuerzo, la inexistencia de fórmulas definitivas o salvadoras, la “irracionalidad ética del mundo”, pero al tiempo la necesidad de permanecer atentos y apasionados hacia los hombres y las cosas, sin caer en ningún determinismo fatalista, pero aceptando los hechos incómodos, la opacidad de la realidad, al tiempo que cada uno conquista su propia libertad. Como él hizo con su propia vida y el legado de su obra.

Obras de ~: Teoría del Estado en España en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1944; Los fundamentos del Derecho y del Estado, Madrid, Revista de Derecho Privado, 1946; El humanismo de las armas en don Quijote, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1948; El concepto de España en la Edad Media, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1954 (4.ª ed., Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1997); Teoría del saber histórico, Madrid, Revista de Occidente, 1958 (4.ª ed., 1967; ed. de F. J. Caspistegui e I. Izuzquiza, Pamplona, Urgoiti, 2007; ed. de F. Alía Miranda, Madrid, Biblioteca Nueva, 2008); Velázquez y el espíritu de la Modernidad, Madrid, Guadarrama, 1960 (Madrid, Alianza, 1987); Carlos V y el pensamiento político del Renacimiento, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1960; Las Comunidades de Castilla, una primera revolución moderna, Madrid, Revista de Occidente, 1963; El mundo social de “La Celestina”, Madrid, Gredos, 1964 (3.ª ed., 1981); Antiguos y modernos. La idea de progreso en el desarrollo de una sociedad, Madrid, Moneda y Crédito, 1966 (2.ª ed., Madrid, Alianza, 1986); Estudios de historia del pensamiento español. I Edad Media. II Siglo XVI, Madrid, Cultura Hispánica, 1967 (3.ª ed. ampliada, 1983); Estado moderno y mentalidad social. Siglos XV a XVII, Madrid, Revista de Occidente, 1972 (2.ª ed., Madrid, Alianza, 1986); La oposición política bajo los Austrias, Madrid, Ariel, 1972 (2.ª ed., 1974); Teatro y literatura en la sociedad barroca, Madrid, Seminarios y Eds., 1972 (ed. de F. Abad, corr. y aum. Barcelona, Crítica, 1990); La cultura del Barroco. Análisis de una estructura histórica, Madrid, Ariel, 1975 (4.ª ed., 1986); Estudios de historia del pensamiento español. III Siglo XVII, Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1975; Utopía y contrautopía en el Quijote, Santiago de Compostela, Pico Sacro, 1976; Poder, honor y elites en el siglo XVII, Madrid, Siglo XXI, 1979 (2.ª ed. 1984); Utopía y reformismo en la España de los Austrias, Madrid, Siglo XXI, 1982; La literatura picaresca desde la historia social, siglos XVI y XVII, Madrid, Taurus, 1986 (reimpr. 1987); Estudios de historia del pensamiento español. IV. Siglo XVIII, ed. de M.ª C. Iglesias, Madrid, Mondadori, 1991 (ed. Estudios de historia del pensamiento español, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999, 4 vols.).
Bibl.: C. Iglesias Cano, “Conversación con José Antonio Maravall”, en Cuadernos Hispanoamericanos, n.º 400 (1983), págs. 53-74; C. Moya Espí, L. Rodríguez de Zúñiga y C. Iglesias (coords.), Homenaje a José Antonio Maravall, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), 1985; M. Batllori, “José Antonio Maravall”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, n.º 184 (1987), págs. 1-13; C. Iglesias Cano, “José Antonio Maravall: la historia como antídoto de la tradición”, en Revista de Occidente, n.º 70 (1987), págs. 93-102; VV. AA., Homenaje a José Antonio Maravall, 1911-1986, Valencia, Generalitat, 1988; VV. AA., Homenaje a José Antonio Maravall (n.º monogr.) en Cuadernos Hispanoamericanos, n.os 477-478 (1990); C. Iglesias Cano, “José Antonio Maravall y la historia del pensamiento político”, en VV. AA., Catedráticos en la Academia, Académicos en la Universidad, Madrid, Fundación Central Hispano-Universidad Complutense de Madrid, 1993, págs. 285-314; C. Iglesias Cano, “España y Europa en el pensamiento de José Antonio Maravall”, en Revista de Historia Jerónimo Zurita, n.º 73 (1998), págs. 211-223; M. J. Peláez, “Maravall Casesnoves, José Antonio”, en R. Domingo (ed.), Juristas Universales. Volumen IV. Juristas del s. xx, Madrid, Marcial Pons, 2004, pág. 772; C. Iglesias Cano, “Conversaciones con D. José Antonio Maravall”, en C. Bitossi y G. Mazzocchi (eds.), Sull’opera di Jose Antonio Maravall. Stato, cultura e società nella Spagna moderna, Pavía, 2008, págs. 15-28; C. Iglesias Cano, Retrato personal de dos maestros: D. Luis Díez del Corral y D. José Antonio Maravall (Homenaje de la Real Academia de la Historia en el centenario de su nacimiento en 1911), Madrid, Real Academia de la Historia, 2012 (en prensa).

Biografía escrita por Carmen Iglesias Cano procedente del Diccionario Biográfico Español.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Un poema inédito de Miguel Hernández. Conservado por Elvira, la hermana del poeta

Un poema inédito de Miguel Hernández

  • Se trata de una elegía dedicada a un amigo, Manolo el aguador, conservada hasta ahora por la familia de la hermana del poeta

Un poema inédito de Miguel Hernández
.Miguel Hernández junto a su hermana Elvira y la hija de esta




En este Año de Miguel Hernández, cuando se cumplen 75 años de la muerte del poeta de Orihuela, y como aportación a la celebración de su obra, ha llegado el momento de sacar a la luz un poema que los descendientes de su hermana Elvira consideramos un tesoro celosamente guardado a lo largo de tres generaciones: un poema inédito que, como tantos otros a lo largo de su vida, Miguel Hernández regaló, esta vez a su hermana, mi abuela.
A raíz de la muerte accidental de su amigo Manolo, aguador de Orihuela, Miguel Hernández le dedica esta elegía. Como en muchas otras ocasiones, su primera lectora fue su hermana Elvira, cuya opinión siempre tenía en cuenta. La respuesta de Elvira fue que no publicara el poema, ya que al atribuir la responsabilidad última de la muerte a la “mezquindad” de su madre, acrecentaría el ya insoportable dolor causado por la muerte de un hijo. Después de una discusión, Miguel decide regalarle el poema, mecanografiado por él mismo, a su hermana para que lo guarde o, si así lo desea, lo destruya. Lógicamente lo conservó inédito hasta el final de sus días, con el deseo, que expresó en más de una ocasión, de que yo (su nieta mayor) me hiciera cargo de su publicación cuando ella hubiera muerto.

El original del poema lo conservó la hermana de Miguel Hernández, a quien el poeta se lo había regalado
Elvira conservó este poema, al igual que las cartas y documentos de su hermano, hasta la fecha de su fallecimiento (en 1996), cuando pasan a manos de su hija mayor, Elvira Moreno Hernández, a quien años antes había confiado su custodia. De Elvira Moreno, mi madre, todo el archivo pasa a mi poder en el 2016, con el encargo tácito de que lo haga público en el momento oportuno. Ambas transmisiones se han realizado con el acuerdo tanto de las otras hijas vivas de Elvira Hernández, Rosa y Concha, como del resto de sus nietas y nietos.

El manuscrito no está fechado pero, a través de los datos obtenidos en la hemeroteca, podríamos situarlo en las primeras semanas de agosto de 1935. Los diarios La Verdad(7 de agosto de 1935), El Día(7 de agosto), La Libertad (6 de agosto) y El Luchador (5 de agosto) hacen referencia a la muerte de un aguador de nombre Manuel García Ortuño, alias Solajes, y natural de Orihuela, donde ejercía su oficio. No puedo asegurar que se trate de la misma persona, pero las coincidencias tanto en el nombre, como en el oficio o en la causa de la muerte, pueden hacer pensar con cierta seguridad que este Manuel García Ortuño, que murió ahogado el 4 de agosto de 1935, es el destinatario de la elegía.

Casi con toda seguridad, se trata de uno de los amigos de la calle de Arriba, donde Miguel Hernández vivió su infancia desde los cuatro años. El poeta muestra su dolor por el amigo muerto y la rabia por la injusticia de su muerte, a través de figuras y referencias utilizadas ya en sus poemas anteriores: el agua, la tierra, el yunque, el trueno, el arado, los dientes.

Las similitudes de esta elegía con la dedicada a Ramón Sijé, que Miguel Hernández escribiría pocos meses después –en enero de 1936–, tras la muerte de su amigo el 24 de diciembre de 1935, apoyan la fecha sugerida.
El poema comienza con un verso suelto que es la noticia de la muerte, que ha irrumpido en la juventud feliz de forma violenta. Recordemos la dedicatoria de la Elegía a Ramón Sijé, en la que el autor nos da, igualmente, la noticia del lugar y la causa de la muerte – “como del rayo”. Además de esta similitud en la forma, ambas elegías lloran la muerte de un amigo joven, inevitable en el caso de Sijé e innecesaria en el de Manolo.

El poema muestra similitudes con otro de los más conocidos de Hernández, la ‘Elegía a Ramón Sijé’
La elegía a Manolo el aguador toma la forma más clásica –que ya había utilizado en sus elegías previas– de laudatorio del amigo desaparecido en segunda persona, y sólo en la última estrofa se muestra el autor en su dolor y su ofrenda de lágrimas, de su voz (su arma más valiosa) y una vez más, la tierra, para terminar con dos endecasílabos puramente elegíacos. Esta exposición de sus sentimientos avanza lo que será la expresión del dolor desgarrado en primera persona de la elegía a Ramón Sijé, que es un canto desesperado, en el que arremete contra la muerte que llegó “temprano” y a la que “no perdona” y que culmina con la esperanza irracional de que el amigo vuelva, pues les ha quedado pendiente “hablar de muchas cosas”.
Otra diferencia significativa es la figura de la novia, apasionadamente desesperada la del aguador y apenas sugerida la de Sijé. La novia de Manolo irrumpe en la primera estrofa torturando sus cabellos y llorando la pérdida de su hombre, fuerte y alegre, con cuyo jornal unió el suyo para costear la boda que ya no se celebrará; sin embargo, la de Sijé no se menciona hasta el decimocuarto terceto, disputándose su sangre con las abejas, aunque no debemos olvidar la elegía posterior dedicada a Josefina Fenoll (novia de Marín-Sijé), que “se ha quedado novia por casar”.

Miguel Hernández cultivó las formas clásicas, entre ellas la elegía; dedicó composiciones de este tipo a personajes públicos, a personas de su entorno inmediato y anónimo e incluso a algunos animales, quizá como un mero ejercicio poético. Pero la elegía a “Manolo, aguador ahogado” es la primera en la que la muerte le afecta personalmente y, en consecuencia, la primera con un tono íntimo, que muestra el dolor sincero y que camina hacia la culminación del género elegíaco en la dedicada a su “compañero del alma”.

A MI AMIGO MANOLO, AGUADOR AHOGADO
Por Miguel Hernández 
 
A punto de casarte te has ahogado.
Y una mujer tortura sus cabellos,
echa de menos un timón de olmo,
llora un novio de yunques resistentes,
un corazón de campanario en fiesta,
derramando jornales por el suelo, que unisteis
para pagar el azahar y el hijo.
Y otra mujer, tu madre, tan mezquina
que te crió con hierbas y mendrugos,
gime y te insulta porque ha de pagar tu entierro.
Hoy tendrán sed tinajas y gargantas,
hoy huelgan por ti fuentes y aguadores,
carros y surtidores, con los brazos caídos.
Tu cuerpo estaba hecho de herramientas sonoras:
parecías compuesto de disparos,
tu voz llevaba un trueno de las riendas
y dos trillos tus pasos, tan potentes
que quedaban las huellas de tus pies
grabadas en las losas.
Tú y la chicharra, de la misma especie.
Cuando hacías equilibrios sobre un cuchillo en pie,
cuando sobre tu carro
de cántaros templando sus guitarrones de agua,
relampagueando el látigo mordías al borrico,
cuando te desplegabas sobre tu acordeón,
caía seducida una hortelana.
Tú y Rosendo, los mozos más fornidos, Manolo.
Tu dilatado tórax ocupaba la calle,
a tu sien hondamente negra de juventud
acudían las venas y el amor a manojos,
parecía que nunca te habías de morir,
parecías verdad, y eras mentira.
Viniste al mundo derribando sillas
y levantando arados con los dientes,
tu mano mejoró la del león
y resistió tu espalda la caída de un pino.
Gremio de relucientes puñaladas,
suavemente las aguas te han matado.
Cuatro aguadores de anudados brazos
te llevan con los pies para delante.
Cuenta con mi dolor, cuenta conmigo,
y con mi corazón, y con mi lengua,
cuenta con un puñado de lágrimas y tierra,
cosechero que fuiste del estrépito,
privilegio acabado de la vida.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Se presenta en Quesada la obra más completa sobre Miguel Hernández

Se presenta en Quesada la obra más completa sobre Miguel Hernández

A lo largo de 2000 páginas en las que se incorporan 30 textos inéditos


El atuor Jesucristo Riquelme, junto al alcalde de Quesda, Manuel Vallejo y el concejal de cultura, Juan Antonio López /


Ayer se presentó en Quesada el libro de la “obra completa de Miguel Hernández” a cargo del propio editor del trabajo Jesucristo Riquelme.
La obra completa, y ampliada, de Miguel Hernández es un arduo trabajo del investigador y catedrático Jesucristo Riquelme. En el libro se incluyen versos y fragmentos perdidos o que se omitieron en anteriores publicaciones, más de 3.000 modificaciones y hasta 30 textos más que la que se presentó en 1992, y que hasta ahora no habían visto la luz.
Bajo el título de Miguel Hernández. La obra completa. Poesía, teatro, cuentos y crónicas (Editorial EDAF), esta antología consta de 2.000 páginas, algunas de ellas ilustradas.

El libro la obra completa de Miguel Hernandez / DIEZ TV
Este libro llega después de que el investigador haya realizado un estudio previo de la vida y obra del poeta y una revisión crítica con notas y comentarios de los géneros literarios que se recogen en la antología, desde su poemario hasta los textos de estilo más periodístico.
Para el alcalde de Quesada; Manuel Vallejo “una magnífica labor y un gran trabajo de recopilación y revisión de todos los textos de la obra de Miguel Hernández, que posiblemente sea lo mejor que se ha hecho hasta ahora sobre el poeta, concluye.

Jesucristo Riquelme, uno de los grandes especialistas en la obra de Miguel Hernández, que ya ha publicado más de una decena de libros sobre el alicantino, comenta que es una edición crítica “que presenta treinta textos nuevos y más de tres mil variaciones en relación con la última edición de las obras completas de Miguel Hernández de hace 25 años”, que nos presenta un Miguel Hernández “no nuevo pero si perfilado con una personalidad con detalles diferentes y sobre todo con muchas claves para interpretar su obra”.
Una obra que pone el broche de oro especial a la conmemoración del 75º aniversario de su muerte en este 2017.

Los Importantes de 2017. Cuadro de gran tamaño en el Club Informacion de Alicante (no se puede leer la firma)


martes, 28 de noviembre de 2017

Jorge Urrutia, hernandiano, hijo de Leopoldo de Luis






Jorge Urrutia / Miguel Hernández, El hacedor de poemas. (INSULA. 2010)


Es sabido que no hay ser humano totalmente transparente, persona que no ofrezca caras ocultas o misterios. Tampoco la obra de un escritor es una ventana a través de la cual podemos ver algo. Y, además, en ese caso, ¿qué es lo que podría o debería verse?
Para algunos críticos y estudiosos o simplemente lectores placenteros, el texto literario es la transparencia de una realidad o, en todo caso, la imagen más o menos deformada del espejo puesto en el borde del camino.
Para otros, el escrito es la confesión del autor, la expresión de su sentimiento, sus emociones o manías, de su personalidad. En la novela parece más importante lo primero, el documento de una confesión; en la poesía, lo segundo, la expresión sentimental.
No olvido a quienes defienden que ni una cosa ni otra, porque una vez cerrado el texto, el autor ha desaparecido, es como si hubiese muerto, ya no importa, y el escrito sólo informa de sí mismo. Ni realidad, ni poeta,: sólo palabra coherente.
Esas tres posturas, en las que veo la síntesis de la teoría literaria, tienen cada una parte de verdad, pero no la poseen entera. Las tres producen grandes resultados cuando el crítico es bueno y las tres permiten justificar el placer de la lectura. Si el crítico es inteligente y fino, ya sabemos que su decisión de asalto al texto literario se impone sobre cualquier metodología, como ya vio en un ensayo famoso Roland Barthes. En cuanto al placer de la lectura, se obtiene por la proyección del lector sobre el texto y, por lo tanto, depende más del primero que del segundo. Lo que no creo es que ninguna de las posiciones enunciadas aclare en qué consiste el hecho literario.
Hemos pasado desde unos planteamientos teóricos que se preocupaban sólo del autor, a otros que buscan asentarse en la obra literaria. Pero ni una postura ni otra cubren todas las posibilidades. La obra no es aceptable si no se integra en un contexto. La existencia de cualquier enunciado literario precisa de un entorno que lo acepte y lo afirme como tal. Ya describió Carlos Bousoño, en su Teoría de la expresión poética (1952), libro que adelanta muchos de los planteamientos de la famosa escuela de Constanza, la noción de asentimiento, según la cual un lector admite como literario un texto o no en virtud de unas características textuales, precisas y cambiantes históricamente, y una competencia lectora determinada (Urrutia, 1992 y 1997).
Es verdad que, frente a un texto aislado, sin dato ni referencia algunos que lo documenten, también se puede reaccionar y, desde luego, producir significación a partir de él, pero no es posible, en cambio, interpretarlo —si entendemos el concepto de interpretación como lo hace Umberto Eco en su libro Los límites de la interpretación, pues ésta no depende del enfrentamiento sincrónico con el enunciado en el acto de lectura, sino del de la historicidad del texto con el lector instalado en una temporalidad. Un retorno al libro tan significativo de I. A. Richards, Lectura y crítica (1929) permitiría ver que algunas tendencias deconstructivistas no han avanzado mucho.
 El ejercicio de lectura consiste siempre en el enfrentamiento entre una construcción textual y una construcción psicológica. A la segunda la denominamos el lector. Cuanta mayor sea la competencia de éste, mejores frutos obtendrá. De ahí que busquemos documentar el texto: dónde se publica, cómo, cuándo se escribió, etc. En algunos casos el resultado de la búsqueda de documentación es muy poco fructífero.

Pensemos en el caso del narrador norteamericano J. D. Salinger, que acaba de fallecer, autor de la novelita El guardián entre el centeno. Pero en otras, y sirve de ejemplo Miguel Hernández, viene a ser extremadamente productivo. Hasta tal punto que hay que desembarazarse de un exceso de información que nos conduciría a interpretaciones biográficas abusivas o innecesarias.
Claro es que no me refi ero a analizar la obra literaria con criterios biográficos, a interpretarla en virtud de las peripecias vitales del escritor. Se trata de comprender cómo se textualiza el sistema en el que se integra la enunciación de la obra.
Hernández era, como sabemos, de origen campesino [Orihuela, 30 de octubre 1910]. Se ha discutido de la capacidad económica de su familia que, en cualquier caso, no superaba lo que llamaríamos la situación de un pequeño propietario rural. Lo importante es que el padre permite que el niño acuda al colegio hasta los catorce años, aunque tenga que colaborar en el trabajo de la familia. Leopoldo de Luis, en varias ocasiones, insistió sobre la excepción que significa ver, en el medio campesino español de los años veinte, cómo un hijo de familia modesta asistía a clase hasta los catorce años. Ello nos hace suponer que los frailes debieron de insistir ante el progenitor sobre las cualidades del niño y sus posibilidades. Conocido es, en cualquier caso, un poema en el que asegura Miguel Hernández que lo escribía mientras estaba cuidando las cabras. «A vosotros me dirijo / desde esta carta arrimada, / que escribo teniendo por / mesa el lomo de una cabra, / en la milagrosa huerta / mientras cuido la manada. [...] / (¡Ay! Perdonadme un momento. / Voy a echarle una pedrada / a la Luná, que se ha ido / artera a un bancal de habas...)».
Tal vez lo que nos importa en este poema más o menos humorístico es que el autor quiera ofrecerse ante la sociedad como una persona ignorante. En otros versos, por ejemplo, incluso asegura no conocer a los grandes poetas: «Me he creído ser poeta / de estro tal que en nubes raya / y digno de contender / con Homero, con Petrarca, / con Virgilio, con Boscán, / con Dante y toda la escuadra / de clásicos que palpita / Por ab-aeterno en las páginas... / —a los que yo no conozco / Más que de oídas... y gracias».
Y un poco más adelante vuelve a confesarse ignorante y hasta llegar a declararse plagiario: «Vosotros que habéis leído / los versos que en las preclaras / [....] revistas de nuestra patria / chica, vengo publicando / con muchas y gruesas faltas / de prosodia y de sintaxis, / de ritmo y de consonancia, / en lo que hay imitaciones / harto serviles y bajas, / reminiscencias y plagios / y hasta estrofitas copiadas».
Estos fragmentos de un poema escrito el 1 de febrero de 1931 (tiene entonces Miguel Hernández 21 años) son muy interesantes, porque el poeta busca presentarse como una persona más del pueblo, sin mayor cultura que sus vecinos; alguien que ha aprendido en el colegio ciertos nombres de escritores de los que apenas si conoce algo más que eso, el nombre, y que escribe con faltas de corrección. No busca, por lo tanto, ser sino un campesino que hace versos sobre los temas de todos los días en torno a las experiencias que todos experimenten. De hecho, repasando esos primeros escritos, aparecen títulos como «Pastoril», «El nazareno», «Flor del arroyo», «En mi barraquita», «El alma de la huerta», «La bendita tierra», y otros, que remiten a la cotidianidad de un pueblo como Orihuela. Incluso escribe algunos poemas en el dialecto de la huerta, el conocido como panocho, el murciano, porque Orihuela estuvo siempre, geográfi ca y socialmente orientada hacia Murcia, más que hacia Alicante o Valencia. Busca, por lo tanto, Miguel Hernández, como en el poema del que he citado fragmentos, que su gente le diga: «Pastor, ¡vaya! / eres ya todo un poeta». El autor asume un rol, un papel, que está muy próximo a la realidad, pero que, además, le interesa casi comercialmente. Téngase en cuenta que, en el poema que he citado extensamente, está pidiendo dinero para conseguir publicar un libro. Esto nos obliga a preguntarnos si la imagen que obtenemos de Miguel es una transparencia o una construcción.
Miguel Hernández sabe bien, desde luego, que no es aún un poeta original. Y lo confi esa. Probablemente, en el colegio, los jesuitas (como en el caso de Juan Ramón Jiménez y de Rafael Alberti) despertaron su interés por la poesía, y las amistades que va a ir haciendo le abren el camino de las pocas bibliotecas existentes en su entorno. Eso sí, el tono católico y conservador de aquella formación inicial no puede sino estar acorde con el ambiente del pueblo. Al paso temprano de Hernández por la agrupación de las juventudes socialistas no debería dársele aún sino el valor de buscar integrarse en un grupo que llevaba a cabo actividades culturales y sociales.
Las lecturas que hace son las posibles en aquellas circunstancias: poesía clásica, sin duda, aunque con restricciones, alguna incursión por el Siglo de Oro, y la obra de los poetas realistas de la segunda mitad del siglo XIX, con algún añadido romántico. Son infl uencias que, entre otros, pero de modo más sistemático en su caso, ha estudiado José María Balcells (1996) a lo largo del trabajo «La prehistoria poética de Miguel Hernández».
Nuestro autor es todavía un poeta mimético que escribe según lo que va leyendo, que copia en hojas sueltas y cuadernos algunos poemas aparecidos en las revistas y en los periódicos de la época, y que busca abrirse camino en la vida para ayudar económicamente a la familia trabajando de recadero o de oficinista. Debemos suponer en esto último el evidente deseo de separarse del mundo rural, lo que le permitirá conocer a gentes algo distintas o, al menos, entrar en otro tipo de conversaciones del que hubiera tenido de haber permanecido ligado permanentemente a la huerta. Hay que hacerse idea de lo que eran los pueblos agrícolas españoles de los años veinte y treinta del siglo pasado para comprender que Miguel Hernández, con ese leve cambio de orientación en su vida, pasaba a integrarse entre quienes manejaban habitualmente la lectura y la escritura en la vida diaria y no de modo anecdótico o tangencial. Eso es lo que le permitirá conocer a José Marín Gutiérrez, quien firmaría como Ramón Sijé, tres años menor que él, lo que a poco de salir de la adolescencia es una diferencia importante, pero que se va a convertir en su primer maestro de estética literaria.
Habían ido al mismo colegio, pero además de acudir a clases distintas, dada la diferencia de edad, Miguel había sido lo que se llamaba «alumno de bolsillo pobre», mientras que Sijé lo era de pago. Una diferencia importante. Se reencuentran en una tertulia de jóvenes atraídos por la literatura que tenía lugar en la trastienda del comercio familiar de un conocido común. Creció una amistad intensa y fructífera.
Miguel encontró en aquel estudiante universitario que era Sijé un guía estético para internarse por una poesía a la que no había tenido acceso todavía, la contemporánea. También fue el intermediario que le permitió conocer el mundo exterior, tener acceso a los escritores próximos, como los murcianos Raimundo de los Reyes, Carmen Conde y su marido Antonio Oliver Belmás. Deja, por lo tanto, de pensar en los lectores pueblerinos para aspirar a ser leído por un público más intelectual. Debe cambiar el personaje. Lo curioso es que, si de cara al mundo cultural de Orihuela aparece como un joven escritor con apetencias urbanas y no campesinas, no será lo mismo cuando emprenda su primer viaje a Madrid.
La amistad con [Ramón] Sijé le permite confiar en sus propias virtudes, pero también comprender sus carencias. El primer acercamiento a los poetas modernos lo hace igual que había tratado a los decimonónicos. Lee intensamente y se deja empapar por temas, modos, e incluso expresiones. Por ejemplo, Rafael Alberti, en un poema famoso por ser de los primeros que en España tratan un asunto del deporte, mitifica al portero del Fútbol Club Barcelona, el húngaro Platko, quien se abriera la cabeza al golpearse contra el poste de la portería: «Nadie se olvida, Platko, / no, nadie, nadie nadie, / oso rubio de Hungría / [...] Ni el mar, ni el viento, Platko, / rubio Platko de sangre, / guardameta  en el polvo, / pararrayos». Miguel Hernández toma la idea para glosar un episodio similar, aunque más trágico, pues Lolo, el portero del equipo de Orihuela, murió durante un partido a causa de un golpe en la cabeza con uno de los postes. «Fue un plongeon mortal. Con ¡cuánto! tino / y efecto, tu cabeza / dio al poste. Como un sexo femenino, / abrió la ligereza / del golpe una granada de tristeza». Que Hernández aplicó directamente el modelo literario y no glosó la experiencia vivida puede demostrarse porque el poeta, en esta ocasión, no presenció el hecho, sino que lo leyó en la prensa y vio una fotografía: «Te sorprendió el fotógrafo el momento / más bello de tu historia / deportiva, tumbándote en el viento / para evitar victoria, / y un ventalle de palmas te aireó la gloria». Por otra parte, Hernández, en plenas lecturas renacentistas y con la voluntad de conformar su capacidad de escritura, escribe el poema ni más ni en menos que en liras, estrofa de escasísima práctica en el siglo XX.
Otro ejemplo significativo. Gerardo Diego, en el libro Poemas adrede, dedica el titulado «Azucenas en camisa» a Fernando Villalón. Empieza: «Venid a oír de rosas y azucenas / la alborotada esbelta risa / Venid a ver las rosas sin cadenas / las azucenas en camisa». No creo que pueda ofrecer muchas dudas que Hernández tiene el recuerdo de esa imagen de las fl ores en libertad, de las azucenas en camisa, cuando escribe en el poema que titula «El adolescente»: «¡Cuánto lirio en calzoncillos / se queda sobre los céspedes!». Azucenas en camisa, frente a lirios en calzoncillos. Hay una diferencia en la elegancia del léxico. Miguel siempre tuvo algunas caídas en un gusto no exquisito, que ni siquiera su paso por el cultismo gongorino va a eliminar del todo.
En su primer viaje a Madrid, nuestro poeta, que nos parecía estar ya en el hábito de la lectura y la escritura cultistas, busca ofrecerse bajo la imagen de poeta-pastor y así se manifi esta también en algunos documentos. Es, pues, un personaje peculiar, casi folklórico, presentado en las revistas como un caso curioso. Miguel Hernández, que primero ha querido ser un vecino más del pueblo, no busca en Madrid ser uno más entre los escritores que procuran una salida para su obra, sino que vuelve a ofrecerse como un campesino que hace versos. La sociología de la comunicación de la escuela de Palo Alto, en los Estados Unidos, y especialmente los trabajos de Erving Goffman, han explicado que, cuando se plantea una interacción, cada participante espera que el otro o los otros lo traten en virtud del modo en que se presenta a sí mismo. En su libro La presentación de la persona en la vida cotidiana (1959), Goffman enseña muy bien cómo cada individuo interpreta el papel actoral que juzga apropiado para la situación comunicativa en la que busca integrarse y los demás reaccionan ante esa interpretación.
Resulta evidente que Miguel llega a Madrid en diciembre de 1931 representando el papel de pastor-poeta. No fue esta imagen producto de una mala intención de Ernesto Giménez Caballero, como algún biógrafo ha escrito, sino que el propio poeta lo quiso así. Ello explica que Giménez Caballero dijese que era un «simpático pastorcillo»; que Arturo Serrano Plaja comentara que «daba la impresión de andar por Madrid disfrazado de campesino o, lo que es peor, de pastor−poeta»; que, en su revista, Giménez Caballero le tilde también de pastorpoeta y que Federico Martínez Corbalán, en la revista Estampa, lo presentase como un joven criado entre animales.
Pero es que el mismo Hernández le había dicho a Martínez Corbalán: «Mi padre es pastor de cabras en Orihuela [ya sabemos que esto era una exageración], y lo mismo fui yo desde los catorce años». Y a Giménez Caballero le había escrito sobre «la vida que he hecho hasta hace unos días desde mi niñez, yendo con cabras u ovejas, y no tratando más que con ellas...». El fracaso de esa estrategia de presentación fue evidente. Al cabo de unos meses Miguel Hernández tuvo que volverse a Orihuela arruinado, enfermo y medio muerto de hambre.
Su estancia en Madrid fue importante, y no sólo porque le sirviese para conocer a algunas personas, sino porque leyó mucho, tanto a autores antiguos como modernos. Sus lecturas gongorinas, entendiendo a Góngora como un modelo para la vanguardia, se hicieron a primeros de 1932 en la Biblioteca Nacional.
Además, en Madrid, llevó a cabo un aprendizaje fundamental: que la vida del poeta no debe entrar en el poema como biografía, sino como experiencia. El yo lírico no es una simple proyección del sujeto del acto de enunciación en el enunciado, sino el compromiso textual con una opción estética y ética. Por lo tanto, para ser importante de algún modo en Madrid, que era su primera meta, no tenía que presentarse como individuo peculiar, pastor o no, sino como poeta. Leopoldo de Luis se ha referido a la diferencia entre el pastor-poeta y el poeta-pastor. Lo que importa en ambas locuciones es el primero de los términos. En su primer viaje a Madrid se había presentado como pastor, en el segundo deberá ya hacerlo como poeta, fuere cual fuere su origen social.
Me he referido en otras ocasiones (Urrutia, 2003) a la razón y el sentido del título del primer libro hernandiano, Perito en lunas, de 1933. Ningún problema tiene la primera palabra, «perito», que, como bien sabemos, signifi ca conocedor, especialista, sabedor. Más problemática es la segunda, «luna», que los críticos suelen considerar en su acepción astral, sin pensar en las acepciones sexta y séptima del diccionario de la Real Academia Española: «Espejo cuyo tamaño permite ver a las personas de cuerpo entero» y «Lámina de cristal, vidrio u otra materia transparente, que se emplea en ventanas, escaparates, parabrisas, etc.». Es decir, la luna puede ser un cristal. Evidentemente, «cristal » es un término metafórico cuyo signifi cado es preciso desvelar. Porque, ¿qué puede ser aquí un perito cristalero?
En 1891, en su teoría del símbolo, que titula Le traité du Narcisse, el escritor francés André Gide decía que el poeta debe convertir la idea, que aparece con una forma imperfecta (nosotros podríamos recordar aquí el Bécquer de la «Introducción sinfónica», cuando se refi ere a los «extravagantes hijos de mi fantasía»), en su forma verdadera, «paradisiaca y cristalina». Y lo justifi ca: «Car l’oeuvre d’art est un cristal [...] où les phrases rythmiques et sûres, simboles encore mais simboles purs, où les paroles se font transparentes et révélatrices» (Porque la obra de arte es un cristal donde las frases rítmicas y seguras,  símbolos aún, pero símbolos puros, donde las palabras se hacen transparentes y reveladoras). Y en el párrafo siguiente utiliza el verbo «cristalliser » (cristalizar).
Algo parecido escribiría Ramón Sijé sobre la poesía de Alberti en un artículo publicado en la revista El gallo crisis: «Si la poesía puede cerrarse sobre sí misma —si puede concebirse una poesía pura— es por la conversión de la corriente en cristal, de la poesía en objeto». Y en un libro que permaneció inédito muchos años, aunque fuera escrito por Ramón Sijé lo más tarde en 1935 —y cuyos conceptos Miguel Hernández, dada la amistad que los unía, debió de conocer o bien estar al corriente de la teoría poética que lo inspiraba—, el titulado La decadencia de la fl auta y el reinado de los fantasmas, se dan con cierta frecuencia los términos «cristal», «cristalino» y «cristalizar» con el signifi cado de «poema», «característica del poema» y «escribir el poema», respectivamente. Perito en lunas, por lo tanto, quiere decir «perito en cristales», luego «perito en poemas», «el que sabe escribir poemas».
Miguel Hernández ha enterrado definitivamente su imagen de pastor poeta y puede volver a Madrid con otras pretensiones, lo que hará en marzo de 1934. Lleva también bajo el brazo un auto sacramental. Cuando regresa a Orihuela, un mes más tarde, ya es un escritor prometedor, que ha conseguido contratar con la revista Cruz y Raya, de José Bergamín, la edición de Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras.
Pero, para la intelectualidad madrileña, Miguel y su obra eran portadores de un estigma. La infl uencia de Ramón Sijé lo conducía hacia posturas ultraconservadoras próximas al fascismo, como el propio Bergamín pudo observar e intentó disimular. De modo que cuando en julio de 1934 regrese a Madrid para una breve estancia, va con la intención de moldear nuevamente su personaje. Tiene que escapar del ambiente neocatólico del pueblo y convertirse en un escritor europeo. Para él, el europeísmo consistía no tanto en un problema ideológico, sino en convertirse en un autor, a la manera de Federico García Lorca y otros, que fuese a la vez poeta y dramaturgo. Emprende la escritura de El torero más valiente, a partir de la figura de Ignacio Sánchez Mejías.
A primeros de 1935 regresa a Madrid ya con la intención de permanecer en la capital. Viene dándole vueltas a un libro que, en diciembre, será ya El rayo que no cesa. Para llegar a él ha tenido que ir desechando numerosos poemas que aún arrastraban un excesivo gongorismo, es decir, una exhibición de saber hacer poético que ya no era necesario, así como cierto carácter místico. Sus modelos empiezan a ser otros, especialmente Quevedo. Su vida personal amorosa fundamenta la obra, pero consigue que importe el sentimiento del enamorado y no las mujeres que, en su caso, pudieran motivarlo, unidas aquí en un teórico personaje único. El libro es la tragedia del individuo cuyo amor siente no correspondido y, por eso, sufre una herida que parece incurable y sólo eliminará la muerte. Realmente es la ejemplifi cación más viva del título de Vicente Aleixandre: La destrucción o el amor.
El éxito entre los escritores es fulgurante, no tanto entre los lectores comunes, porque el libro, como es por otra parte habitual, apenas si se vende. Ya es un poeta reconocido y, además, su estética ha marcado una barrera que el tiempo descubrirá más importante de lo que se pensó. Certifi ca la aparición de una generación nueva de poetas que se han alejado de la experimentación y retornan a las formas clásicas. Es lo que se llamará la generación del 36, frente a los mayores de la generación del 27.
Le quedan a Miguel Hernández por hacer dos transformaciones ideológicas. Primera, la ruptura con sus creencias religiosas. Segunda, el descubrimiento, ya no intuitivo, sino político, de la clase obrera. Para ambas transformaciones sería fundamental la influencia de Pablo Neruda y, también, la del poeta argentino Raúl González Tuñón. Éste escribiría una «Elegía en la muerte de Miguel Hernández» de la que, por menos conocida que otros poemas dedicados a nuestro poeta, incluyo aquí unos versos. «Él está con nosotros, aquellos que sabemos / que poesía es canción que en la sangre se expresa./ [...] Miguel fue la garganta de un tiempo que sangraba / y por la nuestra cantan los hechos de estos días. / [...] Cuando aún era la calma, Miguel y yo sabíamos. / La yema de los dedos nos tocaba el relámpago. // Mirad su nombre aquí, os lo muestro, salvado, / devuelto a los caminos delante de su frente. // Y mientras él regresa, emprendamos nosotros / la marcha hacia la guerra, con su rosa caliente. // Miguel, la Libertad vigila tu cadáver / —tiene labio de espada y es un grito tendido— // Nosotros vengaremos tu sangre derramada / mientras tu verso vence los tiempos y los mitos. // Hoy las espigas dicen fusiles por tu nombre / y por tu nombre dicen espigas los fusiles. // Los surcos campesinos y el ancho mar levantan / ruido de guerras justas y poemas civiles. // Y mientras te deshaces bajo la tierra obscura, / y mientras te transformas de polvo en amapola, // por ti vemos los signos celestes del Gran Día, / y tu resurrección en el alba española».
A partir de ese momento vendrán las opciones estéticas que Hernández habría de tomar en virtud de las circunstancias: un brevísimo paso por el surrealismo y, después, la poética realista de combate. En la rapidísima evolución de Miguel Hernández, parece que todo son ensayos, que está en una permanente búsqueda, o en una huida estética.
La ruptura religiosa se hace a través de un largo poema en el que la infl uencia aleixandrina es muy evidente tanto en el ritmo como en el léxico. Se titula «Sonreídme». «Vengo muy satisfecho de librarme / de la serpiente de las múltiples cúpulas, / la serpiente escamada de casullas y cálices; / Me libré de los templos, sonreídme, / donde me consumía con tristeza de lámpara / encerrado en el poco aire de los sagrarios; / salté al monte de donde procedo, / a las villas de relativo barro. / Agrupo mi hambre, mis penas y estas cicatrices / [...] porque para calmar nuestra desesperación de toros castigados / habremos de agruparnos oceánicamente».
Pero Miguel, que precisa de la escritura para organizar sus ideas, casi más que la experiencia personal, no puede desligar la cuestión religiosa de la cuestión social, lo que es fácil de comprender cuando se estudia la historia de España en los años treinta. «En vuestros puños quiero ver rayos contrayéndose, / quiero ver a la cólera tirándoos de las cejas, / la cólera me nubla todas las cosas dentro del corazón / sintiendo el martillazo del hambre en el ombligo, / viendo a mi hermana helarse mientras lava la ropa, / viendo a mi madre siempre en ayuno forzoso, / viéndoos en este estado capaz de impacientar / a los mismos corderos que jamás se impacientan». Termina el poema con una llamada a la rebelión que parece necesitar una toma de postura decisiva: «habrá que hacerlo todo sufriendo un poco menos de lo que ahora sufrimos bajo el hambre, / que nos hace alargar las inocentes manos animales / hacia el robo y el crimen salvadores».
Esas manos alargadas hacia el robo y el crimen no pueden conducir sino a un movimiento revolucionario y eso está en otro poema de la misma época, primera mitad de 1936, titulado «Alba de hachas». «Amanecen las hachas en bandadas / como ganaderías voladoras / de laboriosas grullas combatientes. [...] Amanecen las hachas destruyendo y cantando». Un poema con estrofas que describen en su caos verbal una situación caótica: «Vuela un presentimiento de heridas sobre todos, llega una tempestad atronadora / de ceños como yugos peligrosos. Se aproximan miradas catastrófi cas, / pies desbocados, manos encrespadas, / hachas amarillas goteando relente». El fi nal ya anuncia la necesidad de una poesía de combate. En cuanto el hacha se convierta en poema: «Con nuestra catadura de hachas nuevas, / ¡a las aladas hachas, compañeros, / sobre los viejos troncos carcomidos! / Que nos teman, que se echen al cuello las raíces / y se ahorquen, que vamos, que venimos, / jornaleros del árbol, leñadores». Éste es uno de los poemas más duros de la poesía española. Anuncia algunos posteriores como «Los cobardes », de Viento del pueblo, o «Los hombres viejos», de El hombre acecha.
El compromiso personal de Miguel Hernández no parece tan claro como el de su escritura, porque en septiembre de 1936 aún le escribe a José María de Cossío preguntándole cuándo quiere que se reincorpore al trabajo, lo que significa que no se veía en medio de una guerra civil prolongada, sino, en todo caso, ante un golpe de Estado más o menos controlable. Es su propia actividad de poeta, al contrario de lo que suele decirse, lo que me parece que arrastra su implicación personal, que será, en cualquier caso, apasionada, como todo lo que hiciera en la vida.
Poco a poco, el poeta combatiente de Viento del pueblo irá cambiando el tono entusiasta por aquel que corresponde a quien ha experimentado la guerra, ya larga, y siente que una guerra es siempre una derrota, en El hombre acecha. Luego, cuando venga el repliegue sobre sí mismo, recurrirá a sus orígenes culturales revistos desde su posición de intelectual moderno: el cantar popular del Cancionero y romancero de ausencias. Es posiblemente el mejor momento de su obra, porque ha conseguido plenamente restablecer el personaje en la personalidad. Es un período de su obra en el que los varios sujetos que se manifi estan en las acciones se han aproximado hasta la unidad en un yo doliente y abandonado que busca sujetarse, no al pasado, sino al futuro.
Pastor-poeta, poeta-pastor, perito en poemas, poeta amoroso herido, rebelde, combatiente animoso, combatiente cansado, poeta personal del dolor interiorizado sin perder la esperanza, Miguel Hernández es siempre un hacedor de poemas que marca en cada etapa de su obra lo que Platón, en el diálogo Fedro, especifi ca como el desde donde se habla. Es decir, la defi nición del sujeto del enunciado, del portador de la voz, que va cambiando, para defender la coherencia personal, en virtud de un contexto vital, literario y de escritura que, a la vez que distingue al hombre, matiza al poeta. Los lectores entendemos el conjunto de su obra, más allá de la calidad de los poemas aislados, como el texto de una escritura intensa y contradictoria entre el yo literario y el yo real. De ahí la desgarradura que tanto emociona y que tiñe, no ya sólo sus poemas de amor y guerra, sino también la propia captación del paisaje.
No es solamente escribir poemas, sino hacerlos, de palabra y barro, de masa intensa y batalla interna.
J. U.—UNIVERSIDAD CARLOS III Bibliografía citada BALCELLS, J. M. (1996): «La prehistoria poética de Miguel Hernández »; en Miguel Hernández: tradiciones y vanguardias, ed. de Serge Salaün y Javier Pérez Bazo, Diputación Provincial de Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, pp. 59-68.
BOUSOÑO, C. (1952): Teoría de la expresión poética, Madrid, Gredos, 1976 .
ECO, U. (1990): Los límites de la interpretación, Barcelona, Lumen, 1992.
GIDE, A. (1958): Romans. Récits et soties. Oeuvres lyriques, Paris, Bibliothèque de la Pléiade, 1958.
GOFFMAN, E. (1959): La presentación de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires, Amorrortu, 2001.
GONZÁLEZ TUÑÓN, R. (1943): Himno de pólvora. Tiempo del Héroe.
Poesía de guerra, Editorial Nueva América, 1943.
HERNÁNDEZ, M. (1976): Obra poética completa, edición de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia, Madrid, Alianza editorial, 1982.
RICHARDS, A. (1929): Lectura y crítica, Barcelona, Seix Barral, 1967.
SIJÉ, R. (1935): La decadencia de la fl auta y el reinado de los fantasmas.
Ensayo sobre el romanticismo histórico en España (1830-Bécquer), Instituto de Estudios Alicantinos, 1973.
URRUTIA, J. (1992): Literatura y comunicación, Madrid, Instituto de España, 1992.
— (1997): La verdad convenida. Literatura y comunicación, Madrid, Biblioteca Nueva, 1997.
— (2003): «Leer a Miguel Hernández (Perito en lunas y el modelo comunicativo hernandiano)», en Presente y futuro de Miguel Hernández.
Actas del II Congreso Internacional. Orihuela-Madrid, 26-30 de octubre de 2003, Orihuela, Fundación Cultural Miguel Hernández, 2004, pp. 95-106.

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Universidad Carlos III


Profesor invitado en distintas Universidades extranjeras como Paris VIII, Bourgogne, Northwestern University, Buenos Aires, Asunción, Costa Rica, la UNAM de México o Palermo, entre otras, empezó su carrera como lector en la Universidad de Estrasburgo. Fue Director Académico del Instituto Cervantes de 2004 a 2009, luego de haber sido el director de su centro en Lisboa, entre 2000 y 2002. Sus principales logros en dicha institución fueron la publicación de su Plan curricular y la firma por más de cien universidades de lengua española del acuerdo sobre el Sistema Internacional de Certificación del Español como Lengua Extranjera (SIELE), que fija los criterios para unificar los niveles de conocimiento del español en su enseñanza como lengua extranjera. Es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua y Medalla de la Cultura Puertorriqueña, impuesta por la Casa de Puerto Rico en España. Chevallier dans l'Ordre des Palmes Académiques, de Francia. Fue becario de la Fundación "Juan March" (1979), varias veces del Gobierno de Canadá y ha obtenido una beca senior de la Fundación Caja Madrid. En 2013 impartió la Cátedra "Miguel Delibes" del Graduate Centre de la City University of New York (CUNY). Ha sido en dos ocasiones miembro del jurado del Premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y del Premio Nacional de las Letras Españolas.
Colabora regularmente con revistas literarias y suplementos culturales, y ha editado numerosos textos de clásicos españoles contemporáneos (especialmente Juan Ramón Jiménez, pero también Valle-Inclán, Azorín, Mauricio Bacarisse, Camilo José Cela, Miguel Hernández, Leopoldo de Luis, José Hierro, etc.), además de una importante antología de poesía española del sigo XIX precedida de un amplísimo estudio o de otra, muy celebrada por críticos situados a uno y otro lado del espectro político, de la poesía de la guerra civil española de 1936/1939. En 1972 obtuvo el premio Fray Luis de León y, posteriormente el Premio Nacional de Traducción, por su versión de Poemas, de Paul Éluard. Fue el organizador de los grandes congresos sobre Juan Ramón Jiménez, en La Rábida, 1981, (que cambió la crítica sobre la obra del poeta) y sobre Antonio Machado, en Sevilla, 1989, así como Secretario General de los Congresos Internacionales de la Lengua Española de Rosario (Argentina) y Cartagena de Indias (Colombia).
Ha sido uno de los primeros introductores de la reflexión semiótica en España y, con esa visión, ha llevado a cabo estudios no únicamente sobre textos literarios, sino también sobre cine, teatro y otros aspectos de nuestra cultura. Fue un temprano especialista del estudio de las relaciones del cine y literatura. En los últimos años ha estudiado el Simbolismo, ofreciendo una visión europea y no nacionalista de la literatura española moderna. La edición portuguesa de Lectura de lo oscuro fue elegida como uno de los diez mejores libros del año. Este volumen y La verdad convenida. Literatura y comunicación sistematizan lo esencial de sus planteamiento teóricos. Consejero de varias revistas profesionales, es director de la revista electrónica Semiosfera.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Nº 1 de la revistas "Pinceladas", editada por el Ayuntamiento de Celadas (Teruel)



Dibujos de Santiago Gómez Carreras

En diciembre dd 1938, Miguel Hernández estuvo cerca de Celadas en la toma de Teruel.

La sede de la UNED en Úbeda alberga un curso sobre la figura de Miguel Hernández Creado en Viernes, 10 Noviembre 2017 08:52 | Publicado el Viernes, 10 Noviembre 2017 08:52 | Escrito por toni | Imprimir | Correo electrónico miguel hernandezLos días 24 y 25 de noviembre, la sede de la UNED en Úbeda acoge el curso titulado ‘No perdono a la vida desatenta’, dentro de la propuesta formativa del Centro Asociado ‘Andrés de Vandelvira’ de Úbeda, y con motivo del 75º Aniversario de la muerte de Miguel Hernández. El curso estará dirigido por Julio Neira Jiménez, Catedrático y Decano de la Facultad de Filología de la UNED, y coordinado por Manuel Valdivia Milla, Profesor Tutor Centro Asociado UNED Jaén. Objetivos del curso Al cumplirse el 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández, la vigencia de su poesía sigue creciendo en el favor de lectores y críticos. Este curso tiene como objetivo analizar su trayectoria desde los inicios en la natal Orihuela hasta las últimas composiciones, aquellas en las que consigue la transcendencia y universalidad de su mensaje poético, tanto en sus aspectos biográficos como estrictamente líricos. El curso está dirigido al alumnado de la UNED, así como al público en general, por lo que las personas interesadas pueden informarse vía presencial en la calle Gradas,10 de Úbeda, Jaén; en el teléfono 953 25 01 50 o a través del correo electrónico info@ubeda.uned.es Programación Serán dos jornadas que arrancarán el viernes 24 de noviembre a las 18.00 horas, con la ponencia ‘Levante en los comienzos de Miguel Hernández’, a cargo de Guillermo Lain Corona Profesor Ayudante Doctor UNED; le seguirá ‘El poeta en la guerra’, de Julio Neira Jiménez Catedrático y Decano de la Facultad de Filología de la UNED. Ya el sábado 25 de noviembre, las ponencias comenzarán a las 10.00 horas, con ‘Mujeres y musas en la poesía amorosa de Miguel Hernández’, de la mano de María Dolores Martos Pérez Profesora de la UNED, ‘Cancionero y romancero de ausencias’, con Marina Bianchi Profesora de la Universidad de Bérgamo (Italia); ‘Contra el terror de Queipo: Miguel Hernández’ y ‘Visión de Sevilla’, de Rafael Alarcón Sierra Profesor de la Universidad de Jaén; y para concluir, la ponencia de Gabriele Morelli Catedrático de la Universidad de Bérgamo (Italia), titulada ‘Años sesenta: en busca de la obra de Miguel Hernández en la España de Franco’

miguel hernandezLos días 24 y 25 de noviembre, la sede de la UNED en Úbeda acoge el curso titulado ‘No perdono a la vida desatenta’, dentro de la propuesta formativa del Centro Asociado ‘Andrés de Vandelvira’ de Úbeda, y con motivo del 75º Aniversario de la muerte de Miguel Hernández.
El curso estará dirigido por Julio Neira Jiménez, Catedrático y Decano de la Facultad de Filología de la UNED, y coordinado por Manuel Valdivia Milla, Profesor Tutor Centro Asociado UNED Jaén.
Objetivos del curso
Al cumplirse el 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández, la vigencia de su poesía sigue creciendo en el favor de lectores y críticos. Este curso tiene como objetivo analizar su trayectoria desde los inicios en la natal Orihuela hasta las últimas composiciones, aquellas en las que consigue la transcendencia y universalidad de su mensaje poético, tanto en sus aspectos biográficos como estrictamente líricos.
El curso está dirigido al alumnado de la UNED, así como al público en general, por lo que las personas interesadas pueden informarse vía presencial en la calle Gradas,10 de Úbeda, Jaén; en el teléfono 953 25 01 50 o a través del correo electrónico info@ubeda.uned.es
Programación
Serán dos jornadas que arrancarán el viernes 24 de noviembre a las 18.00 horas, con la ponencia ‘Levante en los comienzos de Miguel Hernández’, a cargo de Guillermo Lain Corona Profesor Ayudante Doctor UNED; le seguirá ‘El poeta en la guerra’, de Julio Neira Jiménez Catedrático y Decano de la Facultad de Filología de la UNED.
Ya el sábado 25 de noviembre, las ponencias comenzarán a las 10.00 horas, con ‘Mujeres y musas en la poesía amorosa de Miguel Hernández’, de la mano de María Dolores Martos Pérez Profesora de la UNED, ‘Cancionero y romancero de ausencias’, con Marina Bianchi Profesora de la Universidad de Bérgamo (Italia); ‘Contra el terror de Queipo: Miguel Hernández’ y ‘Visión de Sevilla’, de Rafael Alarcón Sierra Profesor de la Universidad de Jaén; y para concluir, la ponencia de Gabriele Morelli Catedrático de la Universidad de Bérgamo (Italia), titulada ‘Años sesenta: en busca de la obra de Miguel Hernández en la España de Franco’

Cartel 12 de diciembre 19.30 horas Archivo Histórico Provincial de Alicante. Conferencia

Conferencia del Antonio Díez Medivavilla

https://drive.google.com/open?id=1bodiph9penb1ANCQrzkjBGNNR7NE2WQS

Varios expertos en la vida y obra del poeta visitan el museo de Quesada Miguel Henández y Josefina




Miguel Hernández abre su casa

Varios expertos en la vida y obra del poeta visitan el museo de Quesada

Miguel Hernández, el poeta que inspira allá donde llegan sus versos, abre las puertas del museo dedicado a su figura y la de su mujer, en Quesada, para que expertos en su vida y obra puedan recorrer sus galerías, con múltiples obje- tos del poeta, centradas en su estancia en la provincia.
 La visita se enmarca dentro de un curso que se desarrolló en la sede de la UNED de Úbeda sobre el poeta, que concentró a expertos de varios lugares de España y fuera de ella, que no quisieron perderse la oportunidad que les brinda Quesada de conocer otras facetas del poeta de Orihuela.
 En el curso participaron Guillermo Lain y María Dolores Martos, profesores en la UNED, Julio Neira, decano de la facultad de Filología de la UNED, Marina Bianchi, profesora en la Universidad de Bérgamo, Italia y, por último, Gabriele Morelli,hispanista y catedrático de la misma universidad. Los ponentes extranjeros se mostraron muy sorprendidos por las muestras de las distintas salas del museo y por la estancia de Hernández en la capital con su mujer, Josefina Manresa. Un fin de semana para aprender de una forma original sobre un poeta muy querido en esta tierra y su gran musa, la quesadeña Josefina Manresa.


domingo, 26 de noviembre de 2017

Disco homenaje a Miguel Hernández. El rayo qaue no cesa

El canto que no cesa
El canto que no cesa (Foto: DC)

'El canto que no cesa', un homenaje a Miguel Hernández


La Diputación de Jaén, propietaria del legado de Miguel Hernández, cierra el año en el que se conmemora el 75 Aniversario de la muerte del poeta, con la publicación de un disco homenaje que lleva por título “El canto que no cesa”. La publicación del álbum cierra un año plagado de manifestaciones artísticas sobre la obra del poeta.
Con las voces de Concha Buika, José Mercé, Victor Manuel, Sole Gimenez, Miguel Ríos, Mayte Martín, Aziza Brahim, Ana Corbel, Paco Ortega, Serrat y Silvio Rodríguez. El álbum saldrá a la venta a primeros de diciembre y ha sido producido por el ubetense Paco Ortega. Los beneficios que se obtengan con la venta del fonograma irán a parar la ONG “Quesada Solidaria” que gestiona ayuda para los refugiados.

El presidente de la Diputación de Jaén, Francisco Reyes; EL diputado de cultura Juan Ángel Pérez Arjona y Lucía Izquierdo, heredera del poeta, presentarán el proyecto en Madrid y Jaén: EL “CANTO QUE NO CESA” un manojo de canciones para Miguel Hernández

Muchos han sido los artistas, las canciones y los discos que han visitado la obra del gran poeta alicantino. Desde la obra inolvidable de Serrat hasta el último trabajo de Carmen Linares pasando por una pléyade de artistas, unos más mediáticos que otros, que han contribuido a propagar y poner en valor la conmovedora obra del poeta.

Paco Ortega cuenta que cuando recibió el encargo de la Diputación de Jaén, propietarios del legado de Miguel Hernández, supo que debía intentar algo diferente, un disco que aportara algo novedoso, algo que convirtiera este disco en algo mas que un disco de homenaje al poeta.

"Conocía las canciones preexistentes y la obra del poeta y partí de tres premisas, tres opciones que ofrecí a los artistas, a los grandes artistas, que generosamente han acudido a mi llamada, a esta fiesta del poeta y para el poeta. 1) Componer algo nuevo sobre textos del poeta, 2) revisitar o rescatar donde les llamara el corazón y 3) Composiciones dedicadas al poeta o su obra", dice Ortega.

Así ha nacido el repertorio que encierra el disco. Cinco canciones nuevas sobre poemas del poeta (Concha Buika, Miguel Ríos, Aziza Brahim, Sole Giménez y Paco Ortega), dos canciones dedicadas (Víctor Manuel y Mayte Martín), dos versiones nuevas de temas publicados en el pasado (José Mercè y Ana Corbel) y dos temas originales por licencia (Serrat y Silvio Rodríguez).

Arreglos nuevos, novedosos, miradas clásicas, miradas atrevidas, miradas personales en este disco homenaje. Un disco de mirada abierta amplia, porque un disco apoyado en la poesía no tiene por qué ser aburrido, ni grave, ni elitista. Canciones para todos los públicos, canciones para la capacidad de emoción que todos poseemos.

El productor de este extraodinario disco comenta que son "Canciones liberadas del corsé de las etiquetas, de los estilos, de las edades y de las modas. Un álbum repleto de sensibilidad y también de generosidad, porque todos los artistas han participado altruistamente y porque los beneficios de la venta del disco irán íntegramente a la Ayuda a los Refugiados".
Un disco de canciones hermosas, que amplifica la obra de uno de nuestros grandes poetas y que practica una solidaridad necesaria en estos tiempos difíciles que vivimos.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Miguel Hernández después de un congreso

 

 

 

 

Miguel Hernández després d'un Congrés

Miguel Hernández és un gran exemple de voluntat literària. Fa dècades es va començar a relatar que als vint anys va adquirir una màquina d'escriure per a passar-se els poemes en net. Els mateixos testimonis confessaven que moltes vegades, a l'alba, pujava per darrere de la casa familiar d'Orihuela a la muntanya amb el menjar i la màquina d'escriure. Si va ser així, l'escena descobrix una vocació admirable en algú que ja és un nom clàssic, un poeta etern, autor de versos instal·lats en el nostre bagatge.

No obstant això, fa mesos vaig acudir a una exposició sobre ell de l'acte d'inauguració de la qual vaig eixir preocupat. Va haver-hi diversos discursos de presentació pronunciats per distintes persones. El curiós és que si algú desconeixedor de qui era Miguel Hernández, algú que no sabera si l'exposició era sobre un futbolista, un torero o un astronauta, tampoc sabria al finalitzar les intervencions que el protagonista era un poeta. Sí que tindria clar que l'exposició estava dedicada a un home de fe republicana, víctima de la guerra civil, pres polític del franquisme, mort després en la presó, però sense una mínima al·lusió a la seua cara literària.

El dubte que sorgia a mesura escoltava els discursos era la de si Miguel Hernández no seguix encara pres en alguns ambients, víctima d'altres carcellers als que només interessa la seua utilització ideològica.
És una sospita que contrasta amb el gran reconeixement realitzat a la vigència literària de l'obra hernandiana en el IV Congrés internacional «Miguel Hernández, poeta en el mundo», organitzat per l'IAC Juan Gil-Albert, la Universitat Miguel Hernández d'Elx i la Universitat d'Alacant, amb la col·laboració de la Fundació Miguel Hernández i l'ajuntament d'Orihuela, amb participants europeus, americans i asiàtics. I contrasta amb una cosa fonamental que va dir el conferenciant de clausura José Carlos Rovira, catedràtic de la Universitat d'Alacant: «La història i la política no anul·len la vigència de la seua poesia».

És obvi que en Miguel Hernández tot està lligat. És impossible entendre la seua poesia separant-la de la vida, com és inútil comprendre la seua biografia desconnectada de la poesia. És cert que ara hi ha poemes que, per ser molt conjunturals al seu dia, han perdut vigència per a uns lectors actuals allunyats del context històric que els provocaven, però per una altra banda hi ha una part important de poemes atemporals, encara que sorgiren també d'una experiència vital. En Miguel Hernández el desig que la seua obra fora per a la posteritat estava clar: «Que como el sol sea mi verso / más grande y dulce cuanto más viejo», apuntava en els inicis poètics, llançant amb poques paraules tot un projecte de futur.

Homenaje a Miguel Hernández en el Parque del Oeste de Madrid

MADRID, 24 (EUROPA PRESS)

El poeta Miguel Hernández será homenajeado este domingo, coincidiendo con el 75 aniversario de su muerte, a las 12.30 horas frente a su estatua, en el Parque del Oeste, con música y lectura de algunos de sus textos más conocidos.
Según ha informado el Ayuntamiento, serán los actores Guadalupe Álvarez Luchía y Francesco Carril, quienes pondrán voz y música a sus palabras dentro del ciclo 'Nuestras estatuas hablan'.
Los actores pondrán así voz y música al monumento de Miguel Hernández con textos de 'El rayo que no cesa', 'Cancionero y romancero de ausencias' y varias cartas entre Miguel Hernández y su esposa Josefina.
'Nuestra estatuas hablan' es una invitación a redescubrir el patrimonio escultórico de la ciudad, a habitar su entorno y a escuchar las voces que hablan a través de él. Con esta actividad, el Ayuntamiento quiere poner en valor el "rico patrimonio" escultórico de la ciudad.
La estatua al poeta de Orihuela se levantó en 1985 como homenaje. Se erigió a iniciativa de la asociación de Expresos Represaliados Políticos y es una reivindicación de los poetas víctimas de la Guerra Civil y de la represión del franquismo.

LAS VOCES
En la trayectoria de la cantante, compositora y actriz Guadalupe Álvarez Luchía (Buenos Aires, 1984) destacan sus trabajos como integrante, junto Javier Calequi, del dúo musical La Loba, y como intérprete de teatro y televisión. En 2013 funda 'Hijos Music Design', su propia empresa de realización musical para publicidad, cine y teatro. En estos cuatro años han conseguido, entre otros galardones, 7 leones en Cannes, uno de ellos de oro.
Francesco Carril ha trabajado en teatro con directores como Eduardo Velasco, Álvaro Lavín o Miguel del Arco, entre otros. En 2007 funda su propia compañía, Teatro-Saraband, con la que ha estrenado cuatro montajes en España que han girado por varios países de la Unión Europea.
Ha formado parte de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico y de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. En cine, ha protagonizado 'Los ilusos' y 'La reconquista, ambas dirigidas por Jonás Trueba.