Más interesante para mi propósito resulta el trabajo de Miguel Bilbatúa Teatro de agitación política (1933-1939), quien, en primer lugar, reseña brevemente los importantes libros de Luis Araquistain, La batalla teatral, y de Ramón J. Sender, Teatro de masas.

Teatro de agitación: Rafael Alberti, Gerfman Beigers, Rafael Dieste, Miguel Hernández, María Teresa león. de Miguel Ángel Bilbatúa.
Señala que Araquistain solo propugna en su obra una renovación del teatro burgués existente, sin modificar sus estructuras comerciales ni su concepto del espectador, negando la existencia de un teatro político:
Hay que reconocer que el llamado teatro
social, el teatro de cuestiones y temas sociales, generalmente interesa
poco, incluso a los obreros. El teatro es fundamentalmente psicología,
poesía, no sociología, y sus temas y personajes nos cautivan por la
humanidad que contienen, por lo que sus figuras sean esencialmente como
hombres y mujeres, no por las ideas que propaguen ni por la clase social
a que pertenezcan. Contra lo que muchos creen, el teatro es mala
tribuna de propaganda: no convence a nadie, porque no es esa su misiva, y
de rechazo desprestigia al propio teatro. Un drama social valdrá por lo
que valgan sus criaturas[1].
Sender, en cambio, aboga por un cambio total en el teatro burgués: pide un nuevo espectador (proletario) y, en consecuencia, un nuevo teatro (político):
El teatro al uso es terriblemente
conservador y burgués. El ‘teatro puro’ —poético— es embriagador y se
agarra a los resortes más blandos de la vieja tradición estética, al
concepto inerte y mortecino de lo ‘artístico’. A espaldas de todo esto
queda la verdad dramática y dramatúrgica, el teatro teatral, activo,
dinámico, que exalta y estimula la realidad de nuestra vida, siempre en
marcha, siempre avanzando, que recoge sus mejores vibraciones y las
proyecta valientemente hacia las sombras de mañana para desentrañarlas
si puede y si no para darles una forma emocional. Este teatro —teatro
por antonomasia— es el teatro político[2].
A continuación, Bilbatúa traza una clasificación, bastante acertada, de los intentos de renovación del teatro en los años 1931-1939, que en su vertiente «popular» —como el propio crítico señala, el término popular es muy vago— se dividen en dos grandes zonas: 1) un teatro «para» el pueblo,
en el que se incluyen las «Misiones Pedagógicas» y los teatros
universitarios populares como «La Barraca» y «El Búho», que tratan de
llevar el teatro al pueblo, al campesinado más que al proletariado; y 2)
un teatro «del» pueblo, distinguiendo a su vez dos
aspectos, el teatro representado en las Casas del Pueblo e instituciones
similares, y el teatro de agitación durante la guerra («Teatro de
Urgencia», «Guerrillas del Teatro», «Nueva Escena», «Teatro de Arte y
Propaganda», etc.)[3].
Del trabajo de Miguel Bilbatúa me interesa de manera especial el apartado dedicado al teatro representado en las Casas del Pueblo[4] pues me consta que por lo menos una de las obras que voy a reseñar, la titulada Miserias, se representó en uno de esos locales. Señala Bilbatúa varias características: 1) la influencia ideológica será distinta según los distintos grupos políticos; 2) se trata de un teatro no comercial, por lo que habrá que tener en cuenta el carácter marginal de los autores y obras representados; 3) a veces son los miembros de la propia organización quienes escriben directamente para los grupos; 4) las obras representadas serán: juguetes cómicos tradicionales (sainetes), zarzuelas más o menos adaptadas a las condiciones del local en que se representan, o bien obras de tesis con una gran carga ideológica. Este es el caso de Guerra a la guerra y Miserias[5].
[1] Luis Araquistain, La batalla teatral,
Madrid, Mundo Latino, 1930, p. 27 (citado por Miguel Bilbatúa,
«Intentos de renovación teatral durante la II República y la guerra
civil», Presentación de su libro Teatro de agitación política (1933-1939), Madrid, EDICUSA, 1976, p. 19).
[2] Ramón J. Sender, Teatro de masas,
1931, pp. 47 y ss. (citado por Miguel Bilbatúa, «Intentos de renovación
teatral durante la II República y la guerra civil», presentación de su
libro Teatro de agitación política (1933-1939), Madrid, EDICUSA, 1976, p. 24).
[3] Véase su esquema en Bilbatúa, «Intentos de renovación teatral durante la II República y la guerra civil», p. 44.
[4] Son las pp. 45-48 del estudio de Bilbatúa, «Intentos de renovación teatral durante la II República y la guerra civil».
[5] Remito para más detalles a Carlos Mata Induráin, «Notas sobre el teatro proletario español de la preguerra: Guerra a la guerra y Miserias», Rilce. Revista de Filología Hispánica, 11.1, 1995, pp. 68-87.