Pedro Flores. Luisa Pastor. Carolina Llanes. Eva García Lorca
Con participación de un plantel de hernandianos José Luis Rico, Txus Amat, Pilar Tèbar, Jorge Hurtado. Rosa Monzó, Joaquín Juan Penalva, Carmen Alemany, A´Ángel Luis Prieto de Paula, Aitor Le Larrabide, Mariano Sánchez Soler, Ramón Palmeral, Juan Antonio Urbano, y otros, la revista Auca de las letras dedica su número 56 al experto hernandiano José Luis V. Ferris.. Número que será `presentado el 29 de septiembre a las 18:30 en Casa Bardín (Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert), C/ San Fernando, 44, Alicante.
Este merecido homenaje contará, a buen seguro con una gran asistencia de hernandianas y hernandianos que tienen en el autor alicantino, Ferris, una gran referencia para conocer al poeta oriolano
.
ESTE VIERNES (29 de septiembre 2023) SE PRESENTARÁ EN ALICANTE UN NÚMERO DE LA REVISTA “AUCA” CON UN HOMENAJE A JOSÉ LUIS FERRIS
Orihuela, 28-09-23
Este próximo viernes día 29 de septiembre se celebrará, a partir de las 18:30 horas, en Casa Bardín, sede del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, en Alicante (calle San Fernando n.º 44), la presentación del número 56 de la revista cuatrimestral “Auca”, fundada en 2003 por la Asociación Auca de las Letras, correspondiente al pasado mes de junio.
El número de la revista incluye un cuadernillo homenaje a José Luis Ferris, poeta, crítico, gestor cultural, biógrafo de relevantes figuras de las letras (Miguel Hernández, Carmen Conde, María Teresa León…) y las artes (Maruja Mallo) del siglo XX, además de profesor en la UMH y director de la Cátedra Miguel Hernández de dicha universidad.
En el acto intervendrán, entre otras personalidades y admiradores, José Luis Rico, Txus Amat, Pilar Tébar, Jorge Hurtado, Rosa Monzó, Joaquín Juan Penalva, Carmen Alemany, Ángel L. Prieto de Paula, Aitor Larrabide, Mariano Sánchez Soler, Ramón Palmeral, Juan Antonio Urbano y los poetas aucanos.
(Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela)
En homenaje a Pablo Neruda os adjunto el poema "Debil de alba" de Pablo Neruda en la voz de Ramón Palmeral https://www.youtube.com/watch?v=o3VpNfxIzr8
..............................Otro..................
Hoy 23 de septiembre José Carlos Rovira, profesor emérito de la Universidad de Alicante, publica un articulo en Opinión del diario de Información de Alicante en recuerdo de los 50 años de la muerte de Pablo Neruda, o dejo el enlace.
https://www.informacion.es/opinion/2023/09/23/23-septiembre-1973-50-anos-92434033.html
MIGUEL ABAD MIRÓ,
INTÉRPRETE PLÁSTICO DE MIGUEL HERNÁNDEZ.
Aproximación y valoración estética del artista
Por
ADRIÁN ESPÍ VALDÉS
Universidad de Alicante
I. - Proemio
La intensa amistad -corta físicamente, en vida- que Miguel Abad Miró dispensó a
Miguel Hernández se transforma con prontitud en un auténtico fervor, en emoción profunda
por el hombre y por su poesía.
Miguel Abad Miró es arquitecto -no lo era todavía- y es pintor extraordinario, por
aquel entonces buen dibujante, de sesgo expresionista en tanto en cuanto que su obra
trata de exteriorizar un cierto neorromanticismo no carente de alguna carga trágica, aunque
nunca angustiada y, ni mucho menos, existencialista.
Su pintura desemboca las más de las veces en una valoración y exaltación a la vez
plástica y estética de las ideas personales, lo que le da o presta, sin duda, un notable
valor étnico.
La acentuación colorista a lo largo y lo ancho de su dilatada obra, su grafismo, nos
llevan a considerar que su arte es, esencialmente, el resultado de la percepción visual
convertida o traducida a forma libre, con carga psíquica evidente, emocional y subjetiva.
Aunque en el caso de este pintor de Alcoy no hay que insistir en una deformación de
la realidad para llegar a la expresión de los sentimientos. La belleza plástica emerge, en
todo caso, y la precisión y robustez de un lenguaje esencialmente profundo.
II. - Cómo, cuándo y dónde conoce el pintor al poeta
Aunque se ha publicado en diversos medios, el propio pintor lo ha dicho en conversaciones
y entrevistas, es menester insistir en ello: «Yo conocía a Miguel Hernández
sólo de oídas, como un poeta que se destacaba... en una ocasión un periodista amigo me
invitó a participar en la tarea de ilustrar un libro con mis dibujos, era Poesía de la
Guerra. Había varios poemas y yo elegí Canto a Méjico, de Machado, y Las manos, de
Miguel. El poema de Miguel Hernández me impresionó mucho, y a su autor le impresionó
también mi dubujo. Así nació nuestra fugaz amistad. Las cuatro o cinco veces que
vino a Alicante estuvimos juntos; eran visitas con prisas y urgencias...»1.
En efecto: al pintor se le ofrece la oportunidad de interpretar gráficamente al poeta
de Orihuela. Es el poema fechado en Madrid en 15 de febrero de 1937:
Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos
saltan y desembocan sobre la luz herida
a golpes y a zarpazos.
La lectura, aún hoy, de estas tremendas palabras le impresionan a Miguel Abad.
Idea, en efecto, dos manos, una de espaldas, escorzada, curtida y cortada por mil eventualidades,
fuerte y viril, musculosa, que entiende que es la mano del obrero, del trabajador;
la otra, en contraposición, resulta blanda, fofa, está cuajada de joyas, diseñada
incluso con blandura, como de «relicario», afirma el propio autor. Es la mano que es
«herramienta del alma», las «laboriosas manos de los trabajadores», las manos que
«caerán sobre vosotros con dientes y cuchillos», la mano que le llena plenamente.
Los orígenes más remotos y más cercanos de toda esta experiencia artística, hay
que situarlos en torno a la figura de Antonio Blanca Pérez, director de «Nuestra
Bandera», diario del P.C. que se tiraba en unos talleres de la calle Quintana donde
luego, a partir de mayo del 39 se tiraría el periódico «Información». Blanca era también
secretario del «Ateneo», ubicado entonces en un edificio muy cercano al
Ayuntamiento.
En septiembre de 1937 el estudiante todavía de arquitectura Miguel Abad va a
Alicante, y es cuando Blanca informa al alcoyano que el Socorro Internacional solicita
la colaboración de dibujantes para ilustrar un libro de poesía de guerra para ser lanzado
con un sentido más bien propagandístico, incluso «panfletario». Es el libro del que se
hace cargo «Modernas Gráficas Gutemberg»: «Acabóse de imprimir esta colección de
versos de nuestra Guerra, / en Alicante a 1 de Diciembre / de 1938...», y en esta breve
antología, perfectamente seleccionada, en la que también figuran ilustraciones de
Manuel González Santana, Melchor Aracil, Manuel Albert, Tomás Ferrándiz, que firmaba
en tal época como «Mus» -de «Tomus»-, y poemas de Gabriel Baldrich,
Leopoldo Urrutia, etc., se dice del ilustrador de Las manos'. «De Abad Miró lo poco que
vamos conociendo nos lo revela como un artista de inspiración pura: libre de influencias,
descentrador, de los últimos movimientos artísticos y técnicos, en las artes plásticas;
en su dibujo, en este libro (pág. 22) hay vigor expresivo y una matización de modulaciones
varias que, no obstante la diversidad de gesto, aparecen unidas por esta
característica: su actitud contenida, sofrenada, de refinada concentración íntima en su
caliente expresión»2. Un barroco discurso, sin duda, quizá la primera crítica que se le
hace al pintor, pero crítica que apunta, precisamente, hacia esos parámetros de la expresividad
y el expresionismo que más arriba hemos indicado.
-III. Se incrementa la amistad Hernández-Miró. «El rayo que no cesa»
Blanca hace las presentaciones de Miguel Hernández y Miguel Miró un día. «Eran
visitas con prisas y urgencias». Miguel Hernández tiene un hijo, pequeño y desnutrido,
y, sin embargo, por su carácter y manera de ser es incapaz de pedir ayuda. Abad le
acompaña a «Socorro Rojo». Leche en polvo, acaso unas galletas, productos de primera
necesidad para un niño. Es éste un contacto directo, tremendamente humano. Luego,
vinieron otros, esos «cuatro o cinco» que el pintor señala. El más inmediato vuelve a
tener por interlocutor a Antonio Blanca, en el domicilio de éste. Era una tertulia reducida
en donde se recitaban versos y se hablaba de música. Allí acudía Rodríguez Albert,
el periodista Eusebio Oca. Y en el transcurso de una de estas reuniones Miguel
Hernández declama unos versos de su poemario El rayo que no cesa.
Dice Abad Miró que todos quedaron como «helados por la emoción». La musa erótica
del poeta de Orihuela fluía, aparecía y se desvanecía en aquel ambiente culto y
sosegado de una España en guerra, y en guerra consigo mismo, contienda perversa
como asegurara mucho tiempo antes el humanista Juan Luis Vives: «La guerra entre
hermanos es perversa, y va contra toda ley».
Abad apunta que tales versos son absolutamente plásticos, enormemente pictóricos.
Rodríguez Albert insiste en la musicalidad de los mismos, y Blanca propone una
edición ilustrada por Miguel Abad, como dibujante, y por Rodríguez Albert de forma
musical. Las circunstancias hacen que, ocasionalmente, Rafael Alberti esté en Alicante.
Se asegura que va a ser designado ministro de propaganda de la República, el primer
ministro al frente de esta parcela tan decisiva en la guerra civil, ya que hasta entonces
no existe sino una dirección general. A él se le expone la idea, que acepta de inmediato.
El proyecto, sin embargo, queda en mero proyecto sin posibilidad de convertirse en
realidad, dado que a los pocos días Alberti sale de Alicante acompañando a Pasionaria.
Acaso serían los primeros días del 39.
No obstante El rayo que no cesa no para en absoluto de latir, de estar presente en el
subconsciente de Miguel Abad. No es éste ni aquél poema en concreto. Son todos. Años
después el pintor ingresa en el Reformatorio alicantino -celda 41, primera galería- y allí
continúa martilleándole el poemario de Hernández. No ha coincidido con él en la cárcel,
pero recordando aquella reunión en el domicilio de Antonio Blanca, acariciando aquél
proyecto fallido de una edición con dibujos suyos, en 1942 Miguel Abad realiza unos
bocetos a lápiz -dibujos pequeños- que se configuran en una ilustración dinámica y simbólica
a la vez. El dibujo, es menester señalar, es producto también de diecinueve días de
incomunicación total a causa del piojo verde y el tifus exentemático: 4.000 presos, doce
en cada una de las celdas que estaban capacitadas únicamente para cobijar a uno.
Tu corazón una naranja helada...
Mi corazón una febril granada...
Toda la hondura -y el gran contraste- de estos versos están inspirando el dibujo.
Acaso la amargura del poeta enamorado, su furor amatorio resbalando ante la mujer
-objeto de su propia poesía- que no entendía o no alcanzaba los ardores del amante.
La alegoría3 ofrece una lectura relativamente fácil por la utilización gráfica de unos
símbolos, cinco en concreto, que mantienen una perfecta unión e interrelación entre sí, y
son perfectamente asequibles. Intentemos la descripción y numeremos tales elementos:
1. - El árbol.
2. - La mujer.
3. - El caballo.
4. - El toro.
5. - La pareja de enamorados.
L- Es un árbol enhiesto, de pie, recto, poblado de verdor y con las raíces fuertemente
hundidas en la tierra esponjosa y fértil. A él queda unido, atado por las bridas, un
caballo de hermosa estampa.
2. - La mujer -su mujer Josefina Manresa- constituye la figura central de la composición.
También de pie, un tanto impávida, envuelta en su túnica talar y su vesta mediterránea.
No entiende, no sabe, no se identifica con nada ni con nadie. Está en la escena
pero acaso, desgraciadamente, no participa en ella.
3. - El corcel, trotador, en posición de «corveta», intenta la huida pero amarrado al
árbol no puede zafarse de sus ataduras. Es la estampa de la libertad, del aire puro, frenada
aquélla, contaminado éste.
4. - El toro que muge se doblega, no obstante, rodeando a la mujer -la musa- que
parece asustada. Es el «eros» de Miguel, es el propio poeta, su corazón «de exasperadas
fieras».
-5. Una cierta función didáctica ofrece el abrazo, apasionado, de la joven pareja, en
un plano muy secundario, a lo lejos, que contempla toda esta disposición tan cercana al
mundo de la mitología y del simbolismo, y que no es otro, sin embargo, que el mundo
en el que triunfa el amor o en el que el amor lo es y lo configura todo.
La ilustración de Miguel Abad no es pues sino una visión del mundo hernandiano,
de ese amor que ni cesa ni se interrumpe, ni disminuye ni acaba. Varios sonetos -todo el
libro- estaba entonces como todavía lo está hoy en la mente, el corazón, los labios de
Miguel Abad. No se trata de un poema en concreto, éste o aquél, pero quizá unos versos
más que otros parece que marcan indeleblemente, indefectiblemente el proyecto del
artista y conducen su lápiz. Veámoslo:
No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras...
...como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita.
"Hay intensidad en este juego intertextual con Hernández y Molina: el
poeta señala motivos, versos de Hernández, y los glosa en sus poemas
hasta el punto de articular una historia personal y literaria de la
escritura del oriolano".
José Carlos Rovira
Día que se presentó en Sala Altamira de la Sede de la Universidad de Alicante/ Foto Palmeral
Manuel Alcaraz/ Opinión de Información
10·09·23 | 22:25 | Actualizado a las 22:25
Manuel Parra, recibiendo el I Premio en memoria de Ramiro Muñoz Pilar Cortés
Manuel Parra Pozuelo, Manolo Parra siempre, ha muerto. Hace años se adentró en una senda dolorosa de silencio y olvido, privando a su familia, a sus muchos amigos y compañeros, de su palabra, a menudo llena de fervor, siempre repleta de convicciones y compromiso. Ayer le dije a su nieto, arrasado en justas lágrimas, que debería siempre sentirse orgulloso de su abuelo. Esta es la verdad esencial. Como tantos nos sentimos ahora orgullosos de haberle conocido, de haber gozado de sus magisterios.
Este manchego de Socuéllamos, tras viajes y aprehensiones de otras culturas, llegó a Alicante y se incorporó con decisión a las raíces de su vida: su militancia comunista –PCE y EUPV- y sindical en CC.OO. Allí supimos de la luminosidad de sus ideas, de lo infatigable de su vehemencia y aprovechamos sus experiencias en las victorias y en las derrotas. Dos recuerdos. Uno: su afán por convencer, que tantas veces le llevaba a repetir: “A ver si me entiendo yo”, acompañado de un gesto con la mano que se levantaba hasta la cabeza. Y nos solía entender y convencer. Otro: la noche del referéndum de la OTAN habíamos sido vencidos “los del no”; en medio de la lógica tristeza alcanzó a levantar el ánimo con una afirmación sorprendente: “Voy a beber sistemáticamente”. No recuerdo lo que bebimos pero, otra vez, recordó que de nada sirve prolongar las penas.
Pero para mí Manolo es, sobre todo, el sindicalista de la enseñanza. Más allá de organizar secciones sindicales –incluida la de la UA- había una profunda, evidente pasión porque se reconociera la fuerza transformadora de la educación, la capilaridad humanística del saber. La educación, en la mente de Manolo Parra, era la condición necesaria para que las personas, la sociedad democrática misma, alcanzaran una dignidad digna de tal nombre. Se hizo merecedor de muchos premios, pero, me parece, ninguno le agradó más que el primer premio “Ramiro Muñoz”, porque llevaba el nombre de su amigo entrañable, siempre indispensable, y, también, porque premiaba el valor de sus aportaciones en defensa de la educación pública.
Y luego, o, mejor, siempre, la poesía, sin menoscabo de otras obras sobre memoria histórica o crítica literaria. Poesía como empeño de la razón y los sentidos, poesía como tarea, como vínculo con el pasado y con el futuro. Hernandiano de pura cepa, estudió al poeta de Orihuela con pasión irrefrenable y no ocultó su deseo de –junto a otros autores- parafrasearlo, de apropiarse de su enjundia y sus frutos. Poesía de raigambre hernandiana como propuesta ética: un saber y una belleza a difundir que no ignora las circunstancias históricas y biográficas del autor.
Este es el sindicalista poeta dicho en tan pocas palabras que, desde luego, no alcanzan a retener una vida plena en la que muchos tuvimos la suerte inmensa de participar. Sirva esta estrofa para una imposible despedida:
“Sueño de tierra en vientos sacudido.
Árbol de paz en tarde fenecida.
Arista por mis ansias recorrida.
Presencia de la luz en el olvido”.
Así él, que nos deja sacudidos, en paz, recorridos de sus desvelos y luz intensa, faro inacabable en la memoria. Que en paz goce de una nube de banderas rojas, de pupitres y lápices y de todos los versos del mundo.
En lo meramente material, el día que Miguel Hernández desapareció físicamente de este mundo, solo dejó un mono, dos camisetas, un jersey, una camisa, un calzoncillo, una correa, dos fundas de almohada, una toalla, una servilleta, dos pañuelos, un par de calcetines, una manta, una cazuela y un bote. Aquello fue lo que le entregaron a Josefina Manresa, su esposa, en la enfermería de la prisión de Alicante tras aquel fatídico 28 de marzo de 1942, víspera del Domingo de Ramos. Una nota acompañaba al lote: “Pase a desinfección y, desde allí, a Almacenes de Administración”, firmaba el oficial E. L. Sanz.
Más allá de lo palpable, atrás quedaba una obra de inmenso valor cultural y literario que se debate entre la Generación del 27 y la del 36 (“El viento del pueblo”, “El rayo que no cesa”, “Perito en lunas”...) Aunque considerado referente del 36, Dámaso Alonso le definió como “genial epígono” de la primera.
Fue en 1937, cuando la Guerra Civil ya era un horror sin marcha atrás, cuando el poeta no quiso mirar hacia otro lado. Siempre mostró su apoyo a la República tras el golpe de Estado. Y así lo hizo en el citado “Vientos del pueblo”, donde se ve a un Hernández comprometido política y socialmente y en el que expuso su posicionamiento. Acción que, como era triste norma por entonces, acabaría llevándole a la cárcel una vez finalizado el conflicto.
Con la guerra acabada, en Valencia se había terminado de imprimir “El hombre acecha”. Demasiado para la recién comenzada época franquista. Todavía sin encuadernar, la comisión depuradora de turno ordenó la destrucción completa de la edición. Aun así, hubo dos ejemplares que se salvaron de la quema y permitieron su reedición en 1981. Con ese ambiente, su amigo Cossío se ofreció a acoger al poeta en la casona de Tudanca, aunque este decidió volver a Orihuela (Alicante). Donde, pese a ser su casa, corría un riesgo real, así que optó por irse a Sevilla con la intención de cruzar la frontera de Portugal por Rosal de la Frontera (Huelva). Fue insuficiente. La policía del dictador Salazar lo entregó a la Guardia Civil.
Los barrotes de la celda le inspiraron para componer “Nanas de la cebolla”, solo tenía para comer pan y eso, cebollas. Fueron nueve días en la cárcel de Huelva, pero las palizas de los falangistas se convirtieron en la tónica habitual para que confesara el asesinato de José Antonio Primo de Rivera, defendían los exaltados.
Ahí comenzaría un periplo por varias cárceles que le llevarían a Sevilla y a Madrid, donde Pablo Neruda gestionó ante un cardenal su salida (también hubo movimientos por parte de Cossío) e inesperadamente, sin ser procesado, en septiembre de 1939 quedó libre, pero no por mucho tiempo.
A su vuelta a Orihuela fue delatado, detenido y llevado de nuevo a la capital, aunque a otra prisión diferente. En marzo de 1940 fue condenado a muerte por un consejo de guerra presidido por el Manuel Martínez Margallo. Sin embargo, la condena cambiaría tras la presión de Cossío y otros intelectuales y se convertiría en un largo castigo de treinta años de cárcel. Así, fue hasta Palencia, donde confesó que ni siquiera podía llorar, las lágrimas se congelaban por el frío. Luego llegaría el penal de Ocaña, en Toledo, y, finalmente, en 1941, fue trasladado al cárcel-sanatorio de Alicante, donde compartió celda con Buero Vallejo.
Primero, una bronquitis y, después, el tifus minaron su estado de salud. Pero fue la tuberculosis lo que terminaría de rematar a un Miguel Hernández, que fallecía en la enfermería de la prisión alicantina a las 05:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942. Solo tenía 31 años.
10 domingo Sep 2023
Posted by Comisión Cívica Alicante in artículos
≈ Comentarios desactivados en Fallece Manuel Parra Pozuelo
Ha fallecido nuestro compañero Manolo Parra, promotor e integrante de la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica.
El profesor y sindicalista Manuel Parra Pozuelo atesora una vasta trayectoria profesional como docente en diferentes etapas educativas, así como una relevante labor como sindicalista, ámbitos desde los que que impulsó la creación de plataformas unitarias en la educación pública. Inició su trayectoria profesional como maestro y, posteriormente, desarrolló su labor docente como profesor de Enseñanzas Medias, siendo su último destino el de catedrático de Lengua y Literatura Española en el Instituto de Educación Secundaria Jorge Juan de Alicante, donde dejó una honda huella entre alumnos y compañeros.
Contribuyó significativamente a impulsar la creación de la Federación de Enseñanza de CCOO, desde la que luchó por la defensa de los intereses de los trabajadores del sector y por facilitar el acceso a la educación en sus diferentes niveles de las personas y colectivos con más dificultades económicas y sociales.
Como representante sindical en el Consejo Social de la Universidad de Alicante, fue un firme defensor de esta institución, especialmente en la etapa de confrontación con el Consell de la Generalitat durante el mandato de Eduardo Zaplana.
Una trayectoria que ha sido reconocida con diferentes premios y distinciones, entre ellos el Premio Ramiro Muñoz en defensa de la enseñanza pública, en su primera edición, convocado por el sindicato CCOO-PV y la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas (PIC) de Alicante.
Manolo Parra es, además, un reconocido poeta y escritor. Sus últimos trabajos poéticos se han publicado en numerosas revistas virtuales e impresas, entre otras, Voces y Auca, de cuyo grupo literario ha sido coordinador. Ha obtenido numerosos premios, entre los que cabe destacar el primer premio y la flor natural de los Juegos Florales de Ciudad Real (1963), el premio Vicente Mojica (1992) o el premio Amantes de Teruel (1993). Además, ha publicado estudios de crítica literaria y crónicas históricas, entre los que destacan los trabajos sobre Pedro Lezcano Montalvo, Juan Alcaide Sánchez y Miguel Hernández.
También es autor de otros estudios de Crítica literaria, como Algunos de los nuestros (2006), Miguel Hernández: una nueva visión (2010) y En torno a Miguel Hernández (2012). Así mismo, ha redactado Crónicas históricas como la Historia de la Federación de Enseñanza de CCOO del País Valenciano (1998) o La resistencia antifranquista y las Comisiones Obreras del País Valenciano (2007)
Como integrante de la Comisión Cívica ha contribuido a mantener viva la historia de nuestro pasado reciente (II República, Guerra Civil y Dictadura franquista) en Alicante, analizar sus causas, desarrollo y consecuencias y transmitir sus lecciones y legados, así como a fomentar el estudio, la investigación y la difusión de los hechos vinculados con la memoria histórica y democrática, especialmente de aquellos silenciados y ocultos por causa de la represión.
Se va una buena persona, de arraigadas convicciones, luchadora infatigable por los derechos y libertades de sus conciudadanos y un talante socarrón inconfundible.
La despedida civil tendrá lugar el lunes, 11 de septiembre de 2023, a las 17.30 h., en el tanatorio la Siempreviva de Alicante (próximo al Cementerio Municipal).
Viernes, 6 de octubre 2023. Sede Universitaria de Alicante a las 9:30 horas. Grupo Amarilis de poetas de Espejo de Alicante.