Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

domingo, 17 de julio de 2011

"El niño yuntero", por el cantaautor Victor Jara


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Es un poema que ha cantado, practicamente, todos los cantautores como Víctor Jara, Manuel Gerena...

Un poético Joan Manuel Serrat sinfónico

El cantante abrió Peralada con un recital dominado por Miguel Hernández
Domingo, 17 de julio del 2011
CÉSAR LÓPEZ ROSELL
PERALADA

Fue una noche cargada de poesía. Y de homenajes. ¿Y qué mejor que caminar verso a verso para encender las velas de 25º aniversario del Festival de Peralada? Esto es lo que hizo Joan Manuel Serrat el viernes para rendir su tributo a una muestra que lo ha acogido en 13 ocasiones. El artista quiso dar protagonismo a Alberti, Machado y, sobre todo, a Miguel Hernández. Y aunque el solemne formato sinfónico le restó intimidad y cercanía, acabó siendo aclamado por un público entregado.
zoom Joan Manuel Serrat, con la Medalla de Honor del festival de Peralada, que le fue entregada el viernes.


Carme Mateu de Suqué, presidenta de la muestra, le entregó la Medalla de Honor del festival, destacando la complicidad del cantante con el festival y recordando el trato cariñoso recibido por parte del artista cuando ella estaba superando una grave dolencia. No es de extrañar que Serrat se sintiera «como en casa».

Antiguo Grupo Poético Miguel Hernández 2003



(Grupo poético Miguel Hernández 2003)

El Grupo poético Miguel Hernández nos reuníamos en un áula del Instituto Miguel Hernández de San Blas de Alicante. Los dirigía Rosario Salinas, alma del grupo. Lo componíamos 14 o 15 poetas. En esta foto estamos: J.A. Charques, María, Maruchi, Maria Dolores Carretero, Ramón Palmeral, Rafaela Lax, María Dolores García Muñoz, Diego Zambrano, Luis Quesada, Manuel Roberto Leonís, Luis Taza. También estabam José Rey y su mujer Maruja (q.e. p.d.) y más tarde se incorporaron: Virginia Pina, Consuelo Franco, Esmeralda Busto y Trinitario Rodríguez.
Posteriormente nacioneron otros grupos poéticos como NUMEN, AUCA, ESENCIAS, ESPEJO DE ALICANTE

sábado, 16 de julio de 2011

Los de derechas de Elche rescinde el contrado del legado de Miguel Hernández

Información.es » Elche 16 de julio 2011

El Ayuntamiento rescindirá el convenio con los herederos de Miguel Hernández
El equipo de gobierno recibe un informe de los servicios jurídicos municipales que avala la anulación del contrato entre el anterior alcalde y los familiares del poeta

M. POMARES.- A poco más de un mes desde que tomara posesión, el actual equipo de gobierno [del PP, alcaldesa Mercedes Alonso] ya ha iniciado los trámites para rescindir el contrato que en octubre del pasado año firmaron el anterior alcalde, Alejandro Soler, y los herederos de Miguel Hernández para que el legado continuara en Elche por 20 años más.
De hecho, el portavoz de la Junta de Gobierno Local, Pablo Ruz, anunció ayer que, tras recibir un informe de los servicios jurídicos municipales que avala la posibilidad de rescindir el documento suscrito, se va a proceder a la rescisión del contrato entre el Ayuntamiento y la familia del autor de "Cancionero y romancero de ausencias". Según explicó, "el equipo de gobierno valora la obra del poeta, pero creemos que una situación tan crítica como la actual impide que podamos seguir adelante con este acuerdo".
El portavoz de la Junta de Gobierno Local precisó que, "con esos tres millones de euros que debe pagar el Ayuntamiento por la cesión temporal del legado, vamos a poder ayudar a muchas familias" y recordó una vez más que "otras tasaciones, como la de la Biblioteca Nacional, valoraban muy por debajo el legado, además, por una compraventa".
Respecto a la posibilidad de que el legado salga de Elche una vez que se haga efectiva la decisión del actual equipo de gobierno, Pablo Ruz, también concejal delegado de Cultura, apuntó que "la familia dispondrá", y señaló que "en una situación económica distinta habría cabido la posibilidad de mantener el legado en Elche".
Al parecer, según indicaron fuentes municipales, la redacción del contrato ofrece "un resquicio" que permite esa revocación, tal y como han hecho saber desde los servicios jurídicos al equipo de gobierno. Además, en principio, el coste de la anulación del contrato podría ser de aproximadamente unos 50.000 euros, según indicó ayer el edil de Hacienda, Manuel Latour, aunque reconoció que esta cifra podrá variar en función de cómo se desarrolle el proceso a partir de ahora.

El convenio firmado con la familia del poeta reflejaba que el depósito del legado sería por 20 años renovables. Para ello, el Ayuntamiento destinaría una partida presupuestaria de 150.000 euros, y los herederos recibirían 7.000 euros brutos al mes por la cesión de derechos de imagen, nombre y firma de Miguel Hernández, y por su participación en la fundación cultural que se iba a crear. No obstante, el acuerdo fue muy criticado por el grupo municipal popular cuando estaba en la oposición y, de hecho, sólo unos días después de ganar las elecciones, ya había iniciado las consultas jurídicas para anular el convenio.
En cualquier caso, de momento, el Ayuntamiento ya ha abonado el importe correspondiente a los meses de octubre a febrero, según fuentes municipales, y, en principio, en junio tendría que haber pagado la cantidad correspondiente al segundo semestre del año, algo que todavía no se ha producido.

El Centro Hernandiano, para la biblioteca
En caso de que la anulación del convenio se lleve a cabo, el Centro Hernandiano de Estudios e Investigación de Elche, anexo a la Orden Tercera de San José y que estaba previsto que se convirtiera en la sede de la fundación cultural sobre el poeta, se utilizará, como anunció ayer el edil de Cultura, "para ampliar la Biblioteca Central y el Archivo Municipal, y para uso de los ciudadanos". De hecho, recordó el compromiso de la alcaldesa, de habilitar un centro social en El Pla, aunque parece que no en ese lugar.

Más de un millón de euros por el Centenario
El edil de Hacienda, Manuel Latour, cifró en 856.887 euros el coste que ha tenido la celebración del Centenario del poeta para las arcas municipales, a los que se sumarían 241.144 euros por la contratación de las dos personas que coordinaban los actos. En 2009, los gastos de preparación de las actividades fueron de 311.930, mientras que en 2010 los costes ascendieron a 477.696. Además, Latour explicó que "hay 60.124 euros de crédito reconocido de 2010 y dos facturas más que han aparecido de 7.135 euros".


..........................Recortadorio....................
El convenio, suscrito entre los herederos del poeta oriolano y la anterior corporación municipal (PSPV-PSOE) en octubre de 2010, establecía la permanencia de su legado y la creación de una fundación cultural para difundir la vida y obra del literato. El acuerdo implicaba una inversión anual del consistorio ilicitano de 150.000 euros, que transcurridos los veinte años de vigencia del convenio ascendería a un total de tres millones de euros.

jueves, 14 de julio de 2011

Conferencia: "Miguel Hernández la inocencia y el compromiso"


Agencia EFE. Ideal de Granada 14 de julio 2011.

Huelva, 11 jul (EFE).- El presidente de la Fundación Pablo Iglesias y exvicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, ha manifestado hoy que la "autenticidad" del poeta Miguel Hernández, para el que ha reclamado el lugar que se merece como creador "excepcional", está en su "imperturbable compromiso". (Pinchar para oír la conferencia en la Universidad de Sevilla el día 20 de diciembre de 2010.)
Guerra ha sido el encargado de pronunciar la conferencia inaugural de los cursos de verano de la sede de La Rábida de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), titulada 'Miguel Hernández, la inocencia y el compromiso'.
Considera que Hernández es un poeta "singular" dentro de la literatura española porque "no surge de una burguesía ilustrada sino del campo, de la naturaleza, es pastor desde pequeño y tiene una formación autodidacta".
Sin embargo, ha destacado de él que "tiene una capacidad creativa literaria verdaderamente excepcional" y que es un hombre muy comprometido con la realidad en la que vive y con un destino muy desgraciado, "todo le salió al revés en la vida y la muerte".
Lo considera como el precursor de la poesía de la experiencia, y entiende que se trata del poeta en el que "más estrechamente van unidas poética y vida, porque se sentía poeta y sólo poeta".
En su opinión, Hernández fue "víctima propiciatoria" de tres ideas vividas con convicción, "el oficio de poeta, el fuerte discurso erótico y amoroso, y el fervoroso deseo de fundirse en el sentimiento y las ideas con el pueblo".
Para Guerra, España debía a Miguel Hernández, que "fue silenciado por una muerte provocada de forma prematura", un discurso de gratitud por su vida y trayectoria que se está produciendo con los actos del centenario de su nacimiento.

claves:
El "carnívoro cuchillo" es el pene.
La "llaga perfecta" es el sexo de la mujer.
Recuerdo de Miguel en el Centenario.
Licenciado por la muerte prematura.
España le debe gratitud a Miguel por su poesía.
Poeta del pueblo
Dejado morir sin asistencia.
Federico García Lorca fusilado en Granada.

miércoles, 13 de julio de 2011

Más allá del mito de Miguel Hernández

EUTIMIO MARTÍN/ Miguel Hernández
Más allá del mito

EUTIMIO MARTÍN 07/03/2010


Emprender una biografia no es tarea fácil. El autor francés Pierre Assouline decía que el biógrafo es una mezcla de policía, soplón y barrendero. Esta fórmula es sin duda más llamativa que la subyacente, menos ingeniosa, pero de mayor propiedad: un biógrafo ha de reunir la triple condición de investigador, informador y archivista de documentos, orales y escritos.


El trabajo del biógrafo adquiere consistencia cuando acierta a describir el sentido de una vida. Esto es: si logra conseguir la unidad en la diversidad. Tratándose de Miguel Hernández, parece obvio que todo biógrafo ha de contestar a esta ineludible pregunta: ¿cómo el hijo de un cabrero analfabeto (el padre de Miguel Hernández es incapaz de firmar el certificado de matrimonio), sin haber podido ni siquiera terminar primero de bachillerato, llega a ser un poeta clásico de la literatura española del siglo XX? Y la respuesta se impone: precisamente porque no le dejaron terminar primero de bachillerato, el adolescente Miguel Hernández se insurge contra la imposición paterna (“de padre cabrero, hijos cabreros”) y, consciente de su valía intelectual, rubricada por la cosecha de dignidades en el colegio Santo Domingo, decide ejercer el oficio de poeta. En este irreversible propósito se reafirma cada vez que ha de pasar de largo con sus cabras, por delante de la puerta del colegio, abriéndose camino entre sus ex condiscípulos. Para más inri, las cabras se paran a frotarse el lomo contra el saledizo de la fachada.

El biógrafo va a vivir una vida ajena sobre la que tendrá que evitar la proyección de la suya propia. La impronta autobiográfica del biógrafo de Miguel Hernández es con frecuencia visible en el cariz político que imprime a su texto. Extrema derecha y extrema izquierda han marcado al poeta oriolano con su impronta. Por el lado comunista se destaca el “retrato lírico-vital” del paraguayo Elvio Romero. En Miguel Hernández. Destino y poesía (1958) implanta de manera imperecedera en la hagiografía hernandiana, la estrambótica escena final de un Hernández agonizante, arrastrándose “en medio de la soledad y el silencio” de la enfermería para escribir en la pared: “Adiós, hermanos, camaradas, amigos / despedidme del sol y de los trigos” [Esto es de Antonio Aparicio, lo puso Elvio Romero como de Miguel]. Y, como se le hace muy cuesta arriba para enriquecer la ejemplaridad comunista que Hernández no se alistara en las filas republicanas hasta septiembre de 1936, le inscribe en el Quinto Regimiento ya en el verano del 36, antes de irse el poeta a Orihuela.

En cuanto a la recuperación franquista del autor de Viento del pueblo sobresale la primera biografía publicada en España: Miguel Hernández, poeta (1958), obra del jefe de la sección de producción dramática de Radio Nacional de España Juan Guerrero Zamora, según el cual el poeta no fue franquista por ignorancia, ya que no vio “en los ideales de Franco esos mismos ideales de amor, de respeto, en suma: de justicia social que él tenía”. No podía ser por menos, puesto que Hernández “es un hombre radicalmente religioso y –por español– radicalmente cristiano”. En cuanto a su condena a muerte, remacha el clavo: “Fue por exacta justicia por lo que se penó su actuación como se penó”. Seria injusto no votar por la inclusión de Juan Guerrero Zamora en el Guinness de la indecencia intelectual.

De donde se deduce que el trabajo del biógrafo se complica con una ineludible tarea previa de descombro para alcanzar un mínimo de veracidad histórica. Se impone liberar al personaje de los prejuicios y tópicos que coartan, amputan o desfiguran su auténtica dimensión humana. Hay que evitar a toda costa la solución de la facilidad y librar combate contra los prejuicios facilitados a veces por el propio protagonista.

En nuestro caso, esta labor es ímproba. Ha sido el propio Miguel Hernández quien más ha contribuido a levantar el lastimero mito de la pobreza familiar. La identidad equívoca de “pastor de cabras” le sirve de tarjeta de visita debidamente confirmada por un atuendo que más corresponde a un look propagandístico que a una vestimenta consecuente. Lorca no le perdonará que le eclipse en las selectas reuniones del diplomático chileno Carlos Morla Lynch. Hasta la Guerra Civil española no deshará el equívoco: “Sí, soy pastor de cabras, pero de las cabras de mi padre”.

El hecho fue que no sufrió tanto penuria económica como miseria afectiva. Pasemos por alto el cruel desapego de un padre que no asistió a su entierro y que se limitó, como oración fúnebre, a un: “Él se lo ha buscado”. En cuanto pareja, Miguel y Josefina no reeditaron el idilio de Romeo y Julieta. Hernández era un hombre apasionado, con una carga de sensibilidad afectiva y erótica muy intensa. Su novia, víctima de una educación religiosa en extremo constrictiva, y de temperamento muy apocado, no podía corresponderle. Durante la guerra, apenas casados, se metió en casa tras el fallecimiento de su madre y ya no salió de ella. En la época carcelaria no fue a verlo mas que en Orihuela y Alicante. Y en su correspondencia no le ahorró preocupaciones y quejas, incluso de orden doméstico, hasta el punto de tener que recordarle el poeta que quien estaba en la cárcel era él. Es evidente que el asesinato del padre y el calvario del marido no le facilitaban la existencia. Posiblemente no resistió a una depresión crónica ocasionada por tan cruel adversidad. Pero Miguel encajaba difícilmente el hecho de que, a diferencia de sus compañeros de prisión, él no recibiera nunca, fuera de su tierra, la visita de su esposa. Es posible que no tardara Miguel en desengañarse respecto a su compañera. Apenas formalizado el noviazgo, rompió con Josefina cuando se le abrió la perspectiva de otra relación amorosa, y volvió con ella cuando no le quedó más remedio que dar satisfacción a su irreprimible deseo de paternidad.

Quizá el obstáculo mayor que ha de vencer todo biógrafo de Miguel Hernández que se respete sea el que han fabricado las fuerzas vivas intelectuales de Orihuela. No en balde, es la única municipalidad española que ha levantado un monumento al caudillo Francisco Franco tras su fallecimiento. Estos inconsolables huérfanos del dictador no pueden admitir que alguien, que ellos bien conocen, de tan baja extracción social y comunista por añadidura, haya podido escalar por sus propios medios un puesto tan destacado en la lírica española. De aquí la importancia decisiva absurdamente concedida a Ramón Sijé y al sacerdote Luis Almarcha, de quienes consideran hechura la fama de su paisano.

Ramón Sijé no merecía el grotesco trato laudatorio que le han infligido sus hagiógrafos consagrándole como mentor literario de Miguel Hernández para restarle relieve al autor de Viento del pueblo. Ofició eficazmente de padrino para que Perito en lunas tuviera acceso a la imprenta. Era lo que Hernández necesitaba, y le venían anchos los gurús literarios que han pretendido ser Sijé y Almarcha. El primero pensaba servirse del poeta como instrumento lírico para conseguir implantar una política de absurda teocracia. Pero le salió el tiro por la culata porque fue finalmente el amigo “con quien tanto quería” quien se aprovechó de él y lo dejó tirado cuando ya no le era de ninguna utilidad. El contacto con José Bergamín le separó de Ramón Sijé. Y la amistad con Pablo Neruda le alejó definitivamente. Los dos, Sijé y Hernández, hicieron lo imposible por lograr un desclasamiento social acorde con sus innegables dotes intelectuales. A Sijé le aterrorizaba la proletarización que acechaba a su familia, dada la ruina inminente del negocio familiar. A Hernández le repateaban las cabras. Pero Ramón Sijé murió agotado en el empeño, no sin antes haber embarcado a nuestro poeta en un catolicismo fascistoide en el que daba sopas con honda a José María Pemán. Miguel, en justo pago a la ayuda recibida, sacó a su amigo del anonimato elevándole al podio de una elegía antológica.

Respecto al canónigo Luis Almarcha nos parece desacertado convertirle en el chivo expiatorio del asesinato a fuego lento del poeta. No cabe la menor duda de que fue responsable tan importante personaje, aunque no fuera más que por omisión, del prolongado suplicio. Responsable, pero no culpable. Sobre la Iglesia católica en cuanto institución, a cuyo servicio oficiaba con ejemplar dedicación el vicario del obispado de Orihuela, ha de recaer stricto sensu la culpabilidad de la pasión y muerte de Miguel Hernández. Si la Iglesia, a través de su emblemático funcionario Luis Almarcha, consideró que Miguel Hernández había traicionado la confianza y ayuda que se le había dispensado, el agazapado, pero activo, tribunal del Santo Oficio no podía por menos de apoyar la sentencia de condena a muerte que en su lugar dictó y terminó por ejecutar el brazo secular.

Nacido para el luto

Antonio Muñoz Molina
EL PAÍS, 07/03/2010

A Miguel Hernández todo le pasó en un tiempo muy breve, pero su vida es una larga cadena de esperas. Habría que sustraer, de los pocos años que vivió, todas las horas, los días, los meses que se pasó esperando algo, desesperando de que no llegara, enviando peticiones de ayuda a personas siempre mejor situadas que él que no tenían el tiempo o las ganas de contestar a sus demandas. Otros disfrutaban el resguardo de una posición social o de un privilegio literario o político: Miguel Hernández se supo siempre a la intemperie, en la paz y en la guerra, en la literatura y en la vida, en la cárcel y en la cercanía de la muerte. Esperó tanto, hasta el final, que los últimos días de su vida los pasó esperando a que lo trasladaran a un sanatorio antituberculoso, que le trajeran a su hijo para poder verlo por última vez.

Escribía cartas y aguardaba respuestas con expectación angustiada: cartas a su novia, Josefina Manresa; cartas a los amigos, a los que pedía favores apremiantes, dinero prestado, influencias; cartas a los poetas célebres, a los que asediaba con una mezcla de orgullo insensato y tosco servilismo; cartas desde la cárcel, en los últimos años de su vida, solicitando avales políticos, gestos de clemencia, noticias sobre el hijo demasiado pequeño y demasiado frágil que tal vez acabaría teniendo el mismo destino del hijo anterior, muerto a los 10 meses, amortajado con los ojos abiertos, con el mismo gesto atónito que se le quedó a él mismo cuando velaban su cadáver: unos ojos muy grandes, desorbitados por la enfermedad de la tiroides, sobre cuyo color exacto no hay acuerdo entre los testimonios de quienes lo conocieron. Qué podemos saber de verdad sobre la vida de alguien que murió no hace tanto, en 1942, si los testigos ni siquiera concuerdan en el color de sus ojos: Miguel Hernández los tenía verdes y muy claros, o muy azules, resaltando más en su cara morena; o los tenía pardos, según dice uno de sus biógrafos, Eutimio Martín, aportando la prueba de su ficha militar y la de su filiación de prisionero.

Lo que atestiguan sin duda las fotografías es el tamaño y la expresión de los ojos, la atención fija en todo, la mirada de una desarmada franqueza que es todavía más visible en el dibujo que le hizo Antonio Buero Vallejo en la cárcel. Fue ese dibujo el que convirtió a Miguel Hernández no en un hombre real, sino en un icono reverenciado de algo, de muchas cosas, demasiadas, cuando lo veíamos reproducido en los pósters del antifranquismo, en nuestras galerías de retratos de la resistencia, junto a Lorca, junto a Antonio Machado, tal vez también junto a Salvador Allende, Che Guevara, Dolores Ibárruri. En ciertos bares, en ciertos pisos de estudiantes, la cara y la mirada de Miguel Hernández formaban parte de un paisaje visual que también incluía las reproducciones del Guernica. Era difícil pensar entonces que aquel retrato hubiera sido el de un hombre real, no un santo laico ni un mártir ni un símbolo, un hombre, además, que si hubiera vivido no sería entonces muy viejo, porque había nacido ya bien entrado el siglo, en 1910.

Estremece siempre hacer las cuentas de su edad: con 22 años hizo su primer viaje a Madrid y publicó su primer libro de poemas; no había cumplido 26 cuando logró por primera vez la maestría indudable de El rayo que no cesa; tres años después, la guerra ya perdida, entró por segunda vez en la cárcel y no volvió a salir de ella. Pero la rapidez de todo se vuelve más asombrosa cuando contrastamos la altura de sus logros mejores con su punto de partida. Hacia 1937, Miguel Hernández empezó a escribir poemas con una voz y un despojo que no se parecen a nada en la literatura española, y muy poco antes había alcanzado ya un dominio de lenguaje y de las formas poéticas en el que estaba comprimida por igual la disciplina de la tradición clásica y la libertad del surrealismo: pero sólo unos años atrás, a finales de los veinte, su horizonte poético era todavía el de la retórica averiada de los juegos florales, cuando no el todavía más horrendo de la poesía entre sentimental y rústica en dialecto comarcal, muy imitada, de Gabriel y Galán. El mismo hombre que publica en 1937 la Canción del esposo soldado había presentado en 1931 un Canto a Valencia a un concurso oficial en dicha provincia, en el que, bajo el lema Luz Pájaros Sol, se sucede una catarata de versos que incluye el siguiente pareado: Con emoción agarro?/ el musical guitarro.

Tenía desde que encontró su vocación, en la primera adolescencia, la desvergonzada capacidad de mimetismo de los grandes autodidactas, el amor agraviado por el saber de quien fue apartado demasiado pronto de la escuela. Una leyenda que él mismo se ocupó de alimentar ha exagerado la pobreza de sus orígenes, y contribuido fatalmente al malentendido paternalista y populista que hace de él un talento rústico, una especie de diamante en bruto. Es verdad que Miguel Hernández dejó la escuela a los 14 años y se puso a cuidar cabras, pero las cabras pertenecían a los rebaños de su padre, que era un hombre de cierta posición. Más que la pobreza, lo que debió de herirlo cuando tuvo que abandonar la escuela fue la vejación de verse a sí mismo pastoreando cabras mientras otros con menos inteligencia natural que él continuaban en las aulas; también la sinrazón de una brutal autoridad paterna que no por ser propia de la época era menos hiriente para su espíritu innato de rebeldía y de justicia. El padre despótico veía la luz encendida a altas horas de la noche en el cuarto del niño lector y lo castigaba a correazos y a patadas (20 años después su hijo estaba muriéndose de neumonía y tuberculosis en la prisión de Alicante y no se molestó en visitarlo).

Pero se marchaba el padre y Miguel Hernández volvía a encender la luz y recobraba el libro escondido, muy usado, alguno de los que encontraba en la biblioteca pública o en la de un sacerdote de Orihuela, el padre Luis Almarcha, que empezó siendo su protector y fue luego uno de sus muchos verdugos. Leía de noche a la poca luz de una bombilla o de un candil, y cuando salía con las cabras llevaba el libro escondido en el zurrón y seguía leyendo, devorando toda la poesía española que encontraba, la buena y la mala, lector omnívoro a la manera de los autodidactas que no tienen más guía que su propio entusiasmo, originado quién sabe dónde. Nada de lo que a otros les estuvo siempre asegurado fue fácil para él: nada de lo más elemental, el papel, la pluma, la tinta, la mesa. Escribía versos en papel de estraza con un cabo de lápiz. Quería escribir y no tenía dónde apoyarse. Una piedra, el lomo de una cabra. Hay que leer sus poemas juveniles para darse cuenta de la penuria estética de la que partió, de la clase de talento y de furiosa voluntad que le fueron necesarios para sobreponerse a limitaciones invencibles. Entre la retórica mal digerida de la poesía barroca y de los atroces versificadores tardorrománticos y tardomodernistas, en esos poemas aparece un fogonazo de realidad observada de cerca, de naturaleza y vida animal y exasperación humana de soledad y deseo: Miguel Hernández, pastoreando cabras, copia laboriosamente los lugares comunes más decrépitos de la poesía pastoril, pero le sale de pronto una desvergüenza sexual campesina, una claridad expresiva que con el paso del tiempo será uno de los rasgos más originales de su voz poética, el arte supremo de hacer literatura llamando a las cosas por su nombre.

Tampoco tuvo vergüenza para medrar cuando le fue necesario: para cultivar un personaje que al despertar simpatías le beneficiaba en sus propósitos, pero también lo hacía vulnerable a la condescendencia, bienintencionada o malévola. Empezó jugando a ser el "pastor poeta" del primitivismo pintoresco, y en la sociedad literaria de Madrid en vísperas de la guerra siguió siendo, entre hijos de buena familia con inclinaciones izquierdistas, damas de sociedad y diplomáticos, el campesino moreno y exótico, el inocente y bondadoso que llevaba alpargatas y pantalón de pana que podía ser entrañable, pero no siempre era invitado a las reuniones de buen tono. Miguel Hernández, que persiguió con calculada adulación y sincero fervor a tantos de sus contemporáneos -la adulación y el fervor, en su caso, eran compatibles-, quizá no tuvo entre los literatos de Madrid ningún amigo de verdad salvo Vicente Aleixandre. En la intemperie de su vida había una soledad que no aliviaba nadie: Ya vosotros sabéis / lo solo que yo voy, por qué voy yo tan solo. / Andando voy, tan solos yo y mi sombra. Provocaba incomodidad, cuando no abierto rechazo. Rafael Alberti en verso y María Teresa León en prosa le atribuyen sin demasiados eufemismos un olor poco adecuado para las cercanía sociales. García Lorca no se presentaba en una casa si sabía que Miguel Hernández estaba en ella. Llamó por teléfono a Aleixandre con la intención de ir a visitarlo, y al enterarse de la presencia de Hernández no se contuvo: "Échalo".

De todo aquel grupo, sólo él conoció de primera mano el trabajo manual, sólo él pasó hambre al llegar a un Madrid en el que se le cerraban todas las puertas y en el que daba vueltas por las calles con el estómago vacío y con una carpeta de versos mecanografiados bajo el brazo, esperando a ser recibido por alguien importante, esperando a que apareciera en un periódico una entrevista prometida, a que le llegara un giro con algo de dinero que le permitiese prolongar un poco más la espera. Llegó la guerra y también fue él quien la conoció de cerca y de verdad, por decisión propia. Para entonces había empezado a disfrutar algo de lo tanto tiempo esperado, la visibilidad que le trajo la publicación de El rayo que no cesa, celebrado públicamente nada menos que por Juan Ramón Jiménez en el diario El Sol, lo cual equivalía a una consagración. En la guerra, Miguel Hernández entra en posesión de todas sus mejores facultades como poeta y como militante político, pero también en eso lo acompañan el malentendido y la leyenda, la dificultad de encajar en los estereotipos de nadie. Su evolución política no es menos chocante que la rapidez de su maduración literaria: en 1935 aún escribía poemas y conatos de autos sacramentales influidos por el catolicismo entre místico y fascista de su amigo Ramón Sijé; en septiembre de 1936 es miembro del Partido Comunista y cava trincheras recién alistado en el Quinto Regimiento. Pero tampoco cuadra, ni física ni metafóricamente, en la fotografía canónica de los poetas comprometidos con la causa republicana: vive con los soldados en los frentes, no en los despachos de la Alianza de Intelectuales. Y cuando en 1939 todo se derrumba, él se queda vagando en la intemperie de Madrid mientras casi todos los demás encuentran el camino del exilio. No hubo plaza en ningún avión ni pasaporte de última hora para quien había puesto su vida entera, su nombre y su literatura al servicio de la República; para quien no podría esperar clemencia de los vencedores ni tampoco esconderse en el anonimato.

Demasiado inocente o demasiado aturdido por la derrota, elige la peor huida posible y va a meterse él solo en la boca del lobo. Como Lorca buscando refugio en Granada, Miguel Hernández regresa con cabezonería suicida a su pueblo y a la cercanía de su mujer y su hijo, y en septiembre de 1939, ni siquiera con 29 años cumplidos, cae en la red de las cárceles y los procesos sumarísimos para no salir ya nunca. Nadie mejor que los paisanos y los convecinos de uno para abatirlo a traición con la quijada de Caín. El trato que recibe de los vencedores -civiles, militares, eclesiásticos- revela la catadura de un régimen construido expresamente sobre la venganza de clase. Miguel Hernández es el retrato robot del vencido, el enemigo perfecto.

Pero su martirio real no nos exime de la necesidad de mirar su figura completa como escritor y como hombre, que es mucho más rica que todos los estereotipos levantados sobre ella. Vivió en su tiempo, no en el nuestro. Hizo poemas a la Virgen María y también los hizo a Stalin. Cuando la cultura predominante en España era la antifranquista, Miguel Hernández fue elevado a un altar en el que convenía que destacara la parte más combativa de su obra, el estatuto de poeta voluntariamente popular que él asumió con todas las de la ley en los años de la guerra y que culmina en Vientos del pueblo; también, aunque en menor medida, en El hombre acecha, donde tan visible como la militancia política es el desaliento por la carnicería y la destrucción que ya duran demasiado, el puro espanto ante lo peor de la condición humana: Se ha retirado el campo / al ver abalanzarse / crispadamente al hombre.

Pero en la ansiosa modernidad de los años ochenta, de pronto, ya no había sitio para Miguel Hernández: los mismos rasgos que habían contribuido a su consagración ahora lo volvían anacrónico. En un país donde no hay actitud intelectual más celebrada que el desdén, nada era más fácil de repente que desdeñar a Miguel Hernández: había que ser cosmopolitas, y él resultaba demasiado autóctono; neuróticamente urbanos, y Hernández parecía demasiado rural; adictos a las modas capilares e indumentarias, y él permanecía congelado en su cabeza rapada y sus ropas de pana. En una época, los años ochenta, en la que estaba de moda despreciar con un mohín a Antonio Machado, Miguel Hernández tenía algo de antigualla embarazosa. No era un poeta: era una letra de canción anticuada.

Quizá ahora estamos en condiciones de mirarlo como fue y de leer de verdad su poesía, más allá de los pocos poemas que algunos recordamos todavía, los que se hicieron célebres en la resistencia y en la primera transición. El trabajo acumulado de los biógrafos -Agustín Sánchez Vidal, José Luis Ferris, Eutimio Martín- nos permite un conocimiento sólido de una vida demasiado breve y mucho más rica en pormenores y resonancias que cualquier estereotipo: la vida no de un inocente, ni de un buen salvaje exótico, ni la de un santo, sino la de un hombre que sobreponiéndose a circunstancias terribles logró hacer de sí mismo aquello que soñó desde que era un chaval pastoreando cabras: un poeta y un hombre en la plenitud de su albedrío.

En una literatura tan pudibunda y tan temerosa de lo sentimental como la española, él escribió sin reparo sobre el deseo sexual, sobre su ternura masculina de esposo y de padre. Su mejor poesía política conserva una fuerza de belleza y rebeldía que la hace muy superior a la de Neruda. Neruda no habría escrito jamás, por ejemplo, El tren de los heridos. Le faltaba empatía verdadera hacia los seres humanos, y no había compartido sus padecimientos. Neruda se declaró siempre maestro de Hernández, y sin duda lo fue en algún momento, pero yo tengo la sospecha de que el Canto General le debe a Vientos del pueblo mucho más de lo que el propio Neruda habría estado dispuesto a reconocer. En Miguel Hernández lo más íntimo y lo más político, la emoción privada y la arenga pública, se conjugan más estrechamente que en ningún otro poeta. Y en el Cancionero y romancero de ausencias, la hondura y el despojo provocan un estremecimiento que es el de las cimas más solitarias de la literatura, el del Libro de Job y las Coplas de Jorge Manrique y François Villon y Fray Luis de León y la Balada de la cárcel de Reading y Antonio Machado. Toda retórica ha sido abolida, todo rastro de amaneramiento. Los versos tienen a veces una impersonalidad desnuda de poesía popular, de letra flamenca o de romance antiguo; en ellos se nota la doble sombra triste de Machado y de Lorca, los otros dos poetas aniquilados por la guerra: Písame,/ que ya no me quejo./ Ódiame,/ que ya no lo siento./ No me olvides/ que aún te recuerdo/ debajo del plomo/que embarga mis huesos.

Demasiado viene durando ya la espera. Ahora que va a hacer un siglo que nació ha llegado el tiempo de leer a Miguel Hernández.

domingo, 10 de julio de 2011

De cómo no es lícitio derribar a un tirano

Por Ramón Fernández Palmeral

Ramón Sijé publicó en la revista madrileña "Cruz y Raya", Madrid, octubre de 1934, un polémico artículo filosófico político titulado "EL GOLPE DE PECHO o de cómo no es lícito derribar al tirano", cuya idea se la atribuye a Juan de Marina, y escribe "matar al tirano es lícito -viene a decir- siempre que se mate exponiéndose". Marina quiere encontrar la justiicación de la muerte en la exposición, en la limpieza del juego de morir o matar. Perfila el jesuita esta figura: el homicidio heroico, heroico porque tanto puede morir el que va a matar como el que va a ser muerto..." "la tiranía es la suplantación caricaturizada de Dios"


El texto original no de es Juan Marina, sino que lo tomó del "Discurso de la servidumbre volunatria" del filósofo Étienne de La Boétie (1530 -1563) produjo uno de los textos fundamentales en la reflexión sobre la libertad. Su inquietud esencial era desentrañar el porqué los hombre se someten a los tiranos cuando, de unirse, podrían alcanzar rápidamente su liberación. La cuestión a dilucidar son las razones de la obediencia voluntaria de los muchos al poderoso. La Boétie no era partidario del tiranicidio, de la muerte física de la persona del tirano, porque "matar" a un tirano consiste en destruir su poder mediante el retiro no violento del apoyo o consentimiento a su autoridad. Así, se mata no a un hombre sino a la tiranía misma. La posición libertaria de La Boétie en pleno siglo XVI, en el comienzo de las monarquías absolutistas, es un antecedente del gesto liberador de la ilustración y del Contrato social de Rousseau, de la resistencia no-violenta y la desobediencia civil de siglos posteriores.

El discurso fue escrito cuando La Boétie era un estudiante de abogacía en la Universidad de Orleáns, vinculada con los hugonotes y con posturas heréticas. El ensayo surgió puntualmente como consecuencia de la Revuelta de la Gabela en Bordeaux. La gabela era un impuesto que se aplicaba sobre la sal, y que era vivamente rechazado por el pueblo. Esta tensión provocó que los disidentes asesinaran al director general de la gabela y a dos de sus oficiales. Como castigo, el gobierno sentenció a muerte a ciento cuarenta personas, azotó a otras, e impuso desaforadas multas. Espoleado por estos hechos, La Boétie se preguntó por las condiciones que permiten que uno solo someta a los muchos. Las principales causas de esta situación las encontraba en la manipulación de la educación por los poderosos para estimular el olvido del don de la libertad. Y en la estimulación de costumbres de juegos y prácticas, que también disipan el natural apego del hombre a la vida libre. Se fecha su escritura entre 1538 y 1548. Aparece publicado en una edición de los Ensayos de Montaigne. (Introducción tomada de Con-fabulación)

--------------------Fragmentos del texto sijeniano.............

(…) De lo que aquí se trata es de averiguar cómo tantos hombres, tantas ciudades y tantas naciones se sujetan a veces al yugo de un solo tirano, que no tiene más poder que el que le quieren dar; que sólo puede molestarlos mientras quieran soportarlo; que sólo sabe dañarlos cuando prefieren sufrirlo que contradecirlo. Cosa admirable y dolorosa es, aunque harto común, ver a un millón de millones de hombres servir miserablemente y doblar la cerviz bajo el yugo, sin que una gran fuerza se lo imponga, y sí alucinados al parecer por el nombre Uno, cuyo poder ni debería ser temible por ser de uno solo, ni apreciables sus cualidades por ser inhumano y cruel.

(…) Mas ¡Oh buen Dios! ¿Qué título daremos a la suerte fatal que agobia a la humanidad? ¿Por qué desgracia o por qué vicio, y vicio desgraciado, vemos a un sinnúmero de hombres, no obedientes, sino serviles, no gobernados, sino tiranizados; sin poseer en propiedad ni bienes, ni padres, ni hijos, ni siquiera su propia existencia? Sufriendo los saqueos, las torpezas y las crueldades, no de un ejército enemigo, ni de una legión de bárbaros, contra los cuales hubiera que arriesgar la sangre y la vida, sino de Uno solo, que no es ni un Hércules ni un Sansón; de un hombrecillo, y con frecuencia el más cobarde y afeminado de la nación, que sin haber visto el polvo de las batallas, ni haber siquiera lidiado en los torneos, aspira nada menos que a gobernar los hombres por la fuerza, incapaz como es de servir vilmente a la menor mujercilla ¿Llamaremos a eso cobardía? ¿Llamaremos cobardes a los que así se dejan envilecer?

Que dos, tres o cuatro personas no se defiendan de uno solo, extraña cosa es, mas no imposible porque puede faltarles el valor. Pero que ciento o mil sufran el yugo de Uno solo, ¿no debe atribuirse más bien a desprecio y apatía que a falta de voluntad y de ánimo? Y si vemos no ciento, ni mil hombres, sino cien naciones, mil ciudades, un millón de hombres, dejar de acometer a Uno solo y prestarle vasallaje, mientras que éste los trata peor que infelices esclavos, ¿diremos que sea por debilidad?

(…) Admirable es el prodigio que obra la libertad en el corazón de sus defensores. Pero lo que sucede en todos los países, con todos los hombres y todos los días, que un solo hombre pueda esclavizar cien mil ciudades y privarlas de sus derechos. ¡Quién lo creyera a no haberlo oído con certeza o visto con sus propios ojos! Si se refiriera únicamente como cosa acontecida en países extraños y tierras remotas, se creería más bien ser un esfuerzo de invención que el puro idioma de la verdad. Pero ello es así, y aún más prodigioso si se considera que este tirano sería destruido por sí mismo, sin necesidad de combate ni de defensa, con tal que el país no consintiera en sufrir su yugo; no quitándole nada sino con dejar de darle. Si un país trata de no hacer ningún acto que pueda favorecer al despotismo, basta y aún sobra para asegurar su independencia. Los pueblos deben atribuirse a sí mismos la culpa si sufren el dominio de un bárbaro opresor, pues cesando de prestar sus propios auxilios al que los tiraniza recobrarían fácilmente su libertad. Es el pueblo quien se esclaviza y suicida cuando, pudiendo escoger entre la servidumbre y la libertad, prefiere abandonar los derechos que recibió de la naturaleza para cargar con un yugo que causa su daño y le embrutece. A ser necesario un gran esfuerzo para recobrar la libertad, no fueran tan vivas y justas mis reconvenciones. No hay cosa más dulce para el hombre que reponerse en su derecho natural, o por decirlo mejor, de bruto pasar a ser hombre. Con todo, no exijo de él tanto arrojo, acepto que prefiera no sé qué seguridad viviendo en la miseria a la dudosa esperanza de vivir a su antojo. ¿Acaso no se consigue la libertad con sólo desearla? Y si basta un simple deseo, ¿qué nación habrá en el globo que aún la considere demasiado cara, pudiéndola obtener con sólo quererla? ¿Habrá voluntad a que repugne el recobrar un bien tan precioso aún al precio de su sangre y que una vez perdido, toda persona de honor no soporta su existencia sino con tedio y espera la muerte con regocijo? A manera que el fuego de una pequeña chispa se hace grande y toma fuerza a proporción de los combustibles que encuentra, y con sólo no darle pábulo se acaba por sí mismo perdiendo la forma y nombre de fuego sin necesidad de echarle agua; así los tiranos a quienes se les sirve y se adula cuantos más tributos exigen, más poblaciones saquean y más fortunas arruinan, así se fortifican y se vuelven más fuertes y frescos para aniquilarlo y destruirlo todo; cuando, con sólo no obedecerles y dejando de lisonjearles, sin pelear y sin el menor esfuerzo, quedarían desnudos y derrotados, reducidos otra vez a la nada de que salieron. Cuando la raíz no tiene jugo bien pronto la rama se vuelve seca y muerta.

¡Hombres miserables, pueblos insensatos, naciones envejecidas en vuestros males y ciegas cuando se trata de vuestra felicidad! ¿Cómo os dejáis arrebatar lo más pingüe de vuestras rentas, talar vuestros campos, robar vuestras casas y despojarlas de los muebles que heredasteis de vuestros antepasados? Vivís de manera que pudiérais asegurar que nada poseéis, y aún tendríais a gran dicha el ser verdaderos propietarios de la mitad de vuestros bienes, de vuestros hijos y hasta de vuestra propia existencia. ¿De qué provendrá esta calamidad, este estrago, esta ruina? ¿Acaso de los enemigos? No por cierto: pero sí proviene del enemigo, de aquel Uno que vosotros engrandecéis, de aquel por quien os sacrificáis tan valerosamente en la guerra, ofreciendo vuestros pechos a la muerte para conservarle en su tiranía. Este poderoso que os avasalla, este tirano que os oprime, sólo tiene dos ojos, dos manos, un cuerpo, ni más ni menos que el, hombre más insignificante de vuestras ciudades.

Marzo de 2008

MONÓLOGO: “Por la libertad sangro”



Por Ramón Fernández Palmeral

Escena I y única

Escenificación de la vida y tragedia de Miguel Hernández. Está asido a los barrotes de la verja de la cárcel del Reformatorio de Adultos de Alicante.


-¡Josefina!, me muero, estos cabrones franquitas me quieren matar, tengo un gato salvaje en el pecho que me devora y me araña, la próxima semana tráeme a mi hijo, quiero ver a mi hijo, qué desgracias eres, Josefina …
(pausa en pieza a recordar)

Yo nací en Orihuela, un pueblo de la Vega Baja de Alicante el 30 de octubre de 1910. Mi padre era tratante de ganado, y mi madre Concheta, mi gitana morena.
Allí aprendí mis primera letras en el Ave María, luego como un bachiller en el Colegio de Santo Domingo, iba para cura, para jesuita. Pero un día tenía yo más de 14 años, mi padre me dio la peor noticai de mi infancia: Miguelón se ha muerto el tío Corro, y tu a cuidar las cabras. Qué culpa tenía yo que se hubiera muerto el tío Corro en Barcelona. Pero padre si yo quiero estudiar, quiero ser escritor, quiero ser poeta. Nada, de padre pastor, hijo pastor, a trabajar como tu hermano Vicente, al monte, que hay muchas bocas que alimentar, Un hombre se hace trabando no estudios que es cosa de señorito y mariquitas..., A y como te vea con un libro en las manos te doy con la correa.
Así, leyendo de noche, y a escondidas en el huerto, bajo la higuera, seguí leyendo libro, libro que me hay prohibido.
Tenía que salir de mi casa, fui pastor durante 7 largos años en el monte, pastor a bofetadas limpias y entre horas escribía poesías. Empecé publicar en revistas oriolana, mi nombre en letra impresa en “Actualidad”, gracias Carlos Fenoll Cuando me llegó la mayoría de edad los 21 años me largué a Madrid, hay Madrid, que ilusión le escribí una carta a mi admirado porta Juan Ramón Jiménez para que me recibida, ¿me respondió?, no me respondió, algún día se tragaría esa ofensa porque yo voy a ser grande, grande, grande.

En Madrid llevaba una carta de recomendación para Concha de Albornoz, pero nada, un par de entrevista burlona de el chulo de Ernesto Giménez Caballero, “El abominable”, otra del yeclano Paco Martínez Corbalán, tuve que mendigar, dormir bajo un puente, enfermé u regresé a Orihuela, repo esta vez no iba a trabajar con mi padre. ¡Vago, Vago, me gritaba, y ya nombre me hablo, ni yo le hablé. Escribir era mi oficio.
Tenía que sacar un poemario que asombrada al mundo de las letras a los estirados del 27, a García Lorca, el señorito andaluz. Gracia mi amigo del alma Ramón Sijé y a sus contactos de Murcia…, saque, o mi libro “Perito en lunas”, con la 425 cochinas pesetas que me presto mi vecino don Luis Almarcha. Que fue de aquel “Gallo Crisis” de corta vida y de kikiriquí celestial en el huerto de Getsemaní donde Jesús oró por última vez.
El verano del 33 conocí a mi novia y luego mi mujer, y madre de mi hijos, a Josefina Manresa, hija de un severo guardia civil de bigote retorcido.
Con mi auto sacramental “Quien et ha visto y quien te ve…” bajo el brazo, volví a Madrid a buscarme la vida de escritor ante José Bergamín el d “Cruz y raya”. Menuda cruz. Mi “Perito en Lunas” no tuvo éxito editorial, nos e vendía, porque nadie hizo nada por él. Un libro que nadie entendió. “Federico, amigo “No quiero que me compadezcas, quieren que me comprendas. Maldita sean las putas hora que te di a leer este libro en cas de Raimundo de los Reyes”. Pero nada aun recuerdo las caras bobas de María Zambrano, de Pablo Neruda, de Enrique Azcoaga que me dijo que podía ganar una pesetas en Misiones Pedagógica. Conocía Maruja Mallo, muerte estuve cobre Mayo. Y al fin salió “El rayo que no cesa”, gracias a Manuel Altolaguirre y Concha Méndez. Estos sonetos eran otra cosa, buena crítica recibí del Juan Ramón en la revista “Occidente”, aquí estaba un carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida, ¿No cesará este rayo que me habita el corazón/ de exasperadas fieras/ de fraguas coléricas y herreras/ hacia mi corazón que mujer y grita?
Yo quería una mujer moderna, a la que pudiera besar y amar hasta lo más profundo del arado, Josefina no quería, un beso era para ella un delito, pecado, y un deshonor . Se me moría de casta y de sencilla. En el verano del 35 le dije que no quería casarme y dejamos de escribirnos. Fui para, Maruja un cuadro más surrealista, al final me dejó y quedé burlado como el toro. Volví con la cabeza gacha ante la mi novia del pueblo

En agosto del 36 fusilaron Federico en Granada, en Víznar. En septiembre estaba yo ya otra vez en Madrid, en la cola de voluntarios para filiarme al 5º Regimiento, del Partido comunista, a los frentes de Madrid, a cavar trincheras. Los de la Alianza Antifascistas me vinieron a buscar, con Rafael Aberti y Teresa León. Mi vida de soldado cambio en el Batallón del Talento, y Alcalá de Henares conocí al periodista cubana, Pablo de la Torriente Brau, que me hizo Delegado de Cultura.
Me quedaré en España, compañero/ me dijiste con gesto enamorado.
Por que te pegaron un tiro en Majadahonda en diciembre del 36.
Me casé el 9 de marzo del 37 con Josefina Manresa en Orihuela, mis padrinos, Carlos Fenoll y Jesús Poveda, m i madre hizo arroz con costra. Y Vicente Alexandre me regaló un reloj de oro de pulsera. Dos días después estábamos en Jaén en calle la Llana, en el Frente Sur, que me encargo forma Carlos Vidali, el comandante Carlos: Estuve al santuario con Cartón. Luego Valencia, el II Congreso Internacional de Escritores y la publicación masiva de “Viento del pueblo”. Por mi buen comportamiento en los frente, me llamaron par el viaje a París y Rusia , en avión y en trenes poseídos de una pasión errante por el carbón y el hierro que los provoca y muere. Entonces yo era dramaturgo: “El torero más valiente”, “El pastor de la muerte”, “El labrador de más aire.
Toso con un tos perruna… viene el en enfermero con sus algodones, tengo una acceso de pus en el pecho, no tengo cura… Ha venido el Dr. Barbero con Miguel Abad, me ha hecho una placa con el aparato de rayos x, portátil. Don Luis Almarcha quiere que tenga un gesto hacia los Nacionalistas, que me arrepienta. No le he dicho que no “Yo soy el autor de Viento del pueblo”, es que no lo entienden. En la guerra ha muerto muchos milicianos defendido lo ideales que yo proclame en este poemario de lucha y libertad... Lo mismo me pito Jose María Cossío y sus falangistas en conde Toreno, y tuvo mi misma repuesta. ¿Es que no tienen principios, los principios, los ideales no se pueden cambiar. Lucho para la libertad. “Nacerá nuestro hijo con el mucho cerrado /envuelto en un clamor de victoria y guitarras, y dejaré a tu puerta mi vida de soldado…

Me mandaron a Castura en Extremadura, Valencia, Teruel 1938, y el frío congelado de Teruel, y el nacimiento de mi hijo, esperanza Manuel Ramón. Me sentí muy contento de mi descendencia y maduro esposo soldado: “Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,/envuelto en un clamor de victoria y guitarras,/y dejaré a tu puerta mi vida de soldado/sin colmillos ni garras”.
Lloro. “Muerto niño, muerto mío/ Nadie nos siente en la tierra/ donde haces caliente frío.
“El hombre acecha al hombre”, “Para l libertad lucho sangro, lucho pervivo..” “Retoñarán aladas de savia sin otoño, /reliquias que pierdo en cada herida, /porque soy como el árbol talado que aun tiene al vida”
Después el Golpe de Casado la desbandaba republicana, huida a Andalucía, Sevilla, Cádiz y Portugal, y preso y vuelto Rosal de la Frontera, donde los Agentes de Vigilancia de Fronteras me hicieron echar sangre por la boca, sobreviví gracias al Manuel la mujer del contrabandista compañero preso.
“Las cárceles se arrastra por la humedad del mundo,/ van por la tenebrosa vía de los juzgados:/buscando a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,/ lo absorben, se lo tragan./”

-¡Josefina, tráeme a ami hijo!, que desgraciada eres… Ha venido el traslado al Sanatorio de valencia, pero yo no me puedo moverme del camastro de la enfermería…

(Miguel Hernández murió de tuberculosos a las 5.30 horas de la mañana del 28 de marzo de 1942, sábado Santo, día anterior al Domingo de Ramos)

Derechos reservados del autor.

miércoles, 6 de julio de 2011

I Concurso de Cortometrajes sobre Miguel Hernández


La UMH de Elche entrega los premios del concurso de cortos sobre el poeta
Dos estudiantes de Periodismo ganan la máxima distinción con una película inspirada en poemas de Miguel Hernández musicados
06.07.11 - 00:36 -
M.T.B. | ELCHE.

La Universidad Miguel Hernández (UMH) entregó ayer los premios del 'I Concurso de Cortometrajes', convocado por la Cátedra Miguel Hernández.
Los estudiantes de Periodismo José Ramón Narejos y Cristóbal Osete recibieron los 500 euros correspondientes al primer premio del certamen. El trabajo ganador, titulado 'El mundo de los demás', está inspirado en poemas hernandianos musicados con ritmos modernos. Además, incluye imágenes a partir de una mesa de mezclas. Según el jurado, «este audiovisual incorpora una visión joven y actual de la obra de Miguel Hernández».
El segundo premio, dotado con 250 euros, correspondió al cortometraje titulado 'Mi dulce Josefina', presentado por los alumnos delCentro de Estudios Ciudad de la Luz Virginia de Loro, Miriam Martínez y Daniel Correia.
Por su parte, el estudiante de Periodismo Salvador Campello Iborra recibió el tercer premio por su trabajo 'Elegía', dotado con150 euros. Finalmente, se entregó un accésit de 100 euros al trabajo 'Las nanas de la cebolla', presentado por el alumno de Periodismo Hugo Rodrigo Zapata.
Por otro lado, el primer grupo de 6 voluntarios del 'Programa de Voluntariado de la UMH en Ruanda' viajará hoy al aquel país para comenzar con las labores solidarias de cooperación. En total, este verano se desplazarán 21 voluntarios.

martes, 5 de julio de 2011

Última carta de Josefina Manresa a Darío Puccini



Por Ramón Fernández Palmeral

Se acaba de publicar el epistolario inédito entre el hispanista italiano Darío Puccini y Josefina Manresa, en la editorial “Espuela de plata” de Renacimiento de Sevilla, 2011, edición de Gabriele Morelli, catedrático de Lengua y Literatura Española en la Universidad de Bérgamo. Un libro muy recomendable para hernandianos que quieran profundizar en la vida y obra del universal poeta.
ISBN: 978-84-15177-17-3

Me gustaría centrar este comentario en que no sabía Puccini, cuando se entrevistó con Josefina Manresa en Elche en el verano de 1961, con quien se iba se jugar los cuartos.
Josefina era una mujer chapada a la antigua, una persona desconfiada, pues tenía sus razones, celosa de que alguien desconocido metiera manos en al archivo personal de su marido, además era altiva, orgullosa, y tenía miedo al régimen franquista que en cualquier momento podía hacer un registro en su domicilio por se viuda de un "rojo" y privarle de lo que más quería. Aunque parecía una mujer fácil de engañar, no lo era, pues detrás de ella tenía a un abogado que se encargaba de redactar los contratos. Muchos editores quería exclusivas, ella no quiso darle exclusivas para tener más libertad a la hora de publicar.
El carácter de Josefina lo define Gabriele Mirelli como de "carácter reservado y la rígida educación virtuosa y religiosa d este costurera de provincia..." Independiente del carácter huraño de Josefina, lo que sí es cierto que gracias a su celo y al de su nuera Lucía, y alejamiento de predadores, hoy conservamos el legado del poeta en el Centro Hernandiano de Estudios e Investigación en Elche, cedido en 1986, y renovado en 2011. Josefina era una mujer dolida por la vida había perdido al padre, al marido y a su primer hijo.
Por lo que presumo del epistolario al final acabaron enfadados, tras la publicación por Darío de Miguel Hernández. Vita e poesía. Le pidió que quitara 100 páginas, y le escribe "...nunca le di pie para que me ofendiera de esa manera" (pág. 123). En la última carta Josefina le reprocha “Todas la biografía tienen errores y es una pena que vaya guiándose por ellas [las ya escritas antes] sin haberme muerto yo todavía”.
Se escribieron 47 cartas en unos diez años. En ellas se habla de publicaciones, y de advertencias como la que no pusiera en la biografía nada sobre de Maruja Mallo, que Miquel fue comunista o que ayudó a la familia tras el asesinato del padre. También se escriben sobre pagos por publicación de sonetos inéditos y otros asuntos familiares, todas acaban con recuerdos a la esposa de Puccini, llamada Stefanía Piccinado, y a los hijos de ambos: Andrea Puccini y Manuel Miguel Hernández. Darío y Stefania tuvieron otro hijo: Lorenzo.
Es digno de destacar cómo Josefina no quería ni oír hablar de la pintora Maruja Mallo, acusó a Concha Zardoya y a Elvio Romero de haberse inventando episodios en las respectivas “Obras completas”. En la carta número 20, de 27 de enero de 1966, le dice a Darío “De las Obras Completas ha de eliminar M. de Gracia [María de Gracia Ifach, seudónimo de Josefina Escolano] de punta a punta lo de la pintora es una tontería que no existió”.
Josefina aseguró siempre que “El Rayo que no cesa” estaba dedicado a ella. Pues así se lo hace saber en la última carta de Josefina a Puccini de fecha 10 de octubre de 1971. “También le diré que casi todo este libro lo escribió estando disgustado [estuvieron enfadados del finales de julio del 35 a febrero de 1936]…pero que no quiso volver enseguida por temor a que yo no lo quisiera ya, y de ahí vienen sus quejas…” Para mí un beso del novio era perder el honor y en esa actitud siempre fui dura, además que yo lo quería demasiado y procuré tenerlo siempre con la misma ilusión, para nuestra felicidad”.
El asunto del beso tajo mucha cola, pues por un beso delincuente "yo te libé la flor de la mejilla" que le dio Miguel a Josefina, y ésta le respondió esquiva tirándole un limón “Me tiraste un limón, y tan amargo,/ con una mano cálida, y tan pura,/ que no menoscabó su arquitectura/ y probé su amargura sin embargo/… en otro verso le reprocha al novia que su corazón es una naranja helada”. En carta de 27 de julio del 35, le dice “ Tengo muchas ganas de que me digas sencillamente, como la cosa más natural del mundo: Miguel, quiero date un beso. Sin preocuparte de lo que la gente ha de decir si te ver …”
Tampoco quería Josefina que Puccini dijera que Miguel había ayudado a la viuda y 5 huérfanos tras el asesinato de su padre guardia civil Manuel Manresa Pamies el 13 de agosto de 1936, junto a un cabo y tres guardias más en Elda (5 en total). Los nombres de los asesinados son el cabo José Marcos, Manuel Morales León, Miguel Benítez Cuenca, Manuel Moreno Luna y Manuel Manresa Pamies. Fueron asesinados por Jaime Ortín Cerdán, natural de Villena.
Pues Josefina consideraba que si un novio ayudaba a la familia era una deshora, pues se guardaba mucho del decir de la gente. “Quite también -le escribió- que se ocupó Miguel de mi madre y hermanos…”
La verdad es que Miguel sí hizo gestiones, pues el 25 de agosto de 1936, Miguel escribió a José María Cossío. “Quedan seis de familia, cinco hijos y la viuda, y como los cinco son menores de edad y sólo trabaja mi novia con la aguja… Yo quiero hacer cuanto pueda para que le quede a siesta pobre familia mía la paga del padre muerto, y he redactado un pliego que presentaré al ministerio de la Gobernación…”
En 1942 cobraba la familia una pensión de orfandad concedida y, además, tenía a dos hermanas en el Colegio de Huérfanos (Valdemoros, El Juncarejo).
En el epistolario que acaba de publicar leemos el control que Josefina y su hijo tenían sobre los derechos de autor sobre los inéditos de Miguel Hernández. Contratos importantes pero nunca suficientes. Los herederos tenían, como podemos leer, unos ingresos relativamente importantes.
La última carta de Josefina a Darío Puccini fue muy dura, injusta, con todo lo que había hecho Darío por Miguel en Italia, y el dinero que le hizo ganar, se enfadó, y todo por la tontería de un beso de ficción en El pastor de la muerte. Ya no hubo más correspondencia.
Estas y otras cuestiones de interés podrá leer el lector en este epistolario inédito.

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domingo, 3 de julio de 2011

El rayo que no cesa, presencia continua del poeta


La Fundación Miguel Hernández continúa sus actividades tras el centenario
03.07.11 - 00:39 -
JOAQUÍN SANTO MATAS |

La canícula parece incitar a comentarios más frescos e intrascendentes cuando discrepo de tal criterio al hacer posible el verano un tiempo libre que deleite con un ocio constructivo no incompatible con actividades de menor o nulo calado cultural.
Iba a comenzar el título de este artículo con 'Un rayo que no cesa' pero he desistido para que no hubiera quien creyera se trataba de un 'lapsus calami' o peor aún 'mentalis'. Y razones tengo para mis temores porque cuando un peridodista de afamada agencia informativa me realizó unas preguntas básicas sobre la figura de Miguel Hernández que denotaban un total desconocimiento del poeta, al indicarle que había muerto en el Reformatorio de Adultos de Alicante, solicitarme seguidamente le explicara cuál era esa institución y contestarle que la cárcel de la capital, dejó escrito en su reseña que yo le había hablado de su triste muerte en el Centro Penitenciario de Fontcalent.
Pues bien, hace unos días leímos cómo la Fundación Cultural Miguel Hernández acaba de sacar a la luz la edición facsímil por vez primera de seis obras del escritor oriolano, una de las cuales es 'El rayo que no cesa', publicada hace ahora tres cuartos de siglo y generalmente conocida por incluir a ultimísima hora la estremecedora elegía a su amigo Ramón Sijé, «muerto como del rayo» en la Nochebuena de 1935.

Acabo de recibir gracias a la gentileza de Juan José Sánchez Balaguer y Aitor Larrabide, director y filólogo asesor de la Fundación respectivamente, estandartes señeros de esta entidad, los últimos libros salidos de su hornada, 'Epistolario inédito sobre Miguel Hernández 1961-1971 entre Darío Puccini y Josefina Manresa', edición de Gabriele Morelli, prestigioso hispanista italiano, coeditada con la sevillana Espuela de Plata; y 'Tauromaquia teñida de azul. Brindis a Antonio Sarabia 'El Into'. 1910-2010 Miguel Hernández' a modo de catálogo de la exposición de obra pictórica de José Aledo que se clausura en Orihuela el viernes 10 de julio con textos en prosa y verso de diecinueve escritores.
La primera de las obras citadas me traslada a tres décadas atrás cuando leí 'Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández' con ese lenguaje sencillo y coloquial que encontramos en las cartas dirigidas a Pucinni que durante el tiempo de la correspondencia publicará 'Miguel Hernández; vida y obra' y diera a conocer a poetas antifranquistas.

Son precisamente las cuestiones políticas las que Josefina deseó eludir al tratar la obra de su marido. No he hecho todavía más que ojear el libro y elegir al azar alguna de esas cartas pero me ha llamado la atención aquella en la que dice "no escoja Vd. datos donde lo presentan a Miguel un político, que él no era (…). Que no digan tampoco que a mi padre lo mataron en el frente. Que lo dejen quieto si no quieren decir la verdad…". Recordemos que Manuel Manresa Pámies era guardia civil y al poco de iniciarse la contienda, el 13 de agosto del 36, fue asesinado en Elda, donde estaba destinado, de un tiro en la cabeza, fruto tal vez de una equivocación pues hay dudas y diferentes hipótesis sobre cuál fue la causa real de ese crimen frentepopulista que acabó con la vida del suegro de Miguel Hernández por cuanto la Benemérita se mantenía leal a la República que días después de este suceso, el 30 de agosto, cambiaría oficialmente su nombre por el de Guardia Nacional Republicana.
Tanto durante el franquismo como en democracia Josefina Manresa ha querido desligar la grandeza literaria de su marido, que le dedicó 'El rayo que no cesa' «a ti sola», de su militancia política a la que otros quieren otorgar tanta relevancia al tratar su obra. Al fin y a la postre fue un enorme poeta al que las circunstancias hicieron comunista y no a la inversa.

Sabemos que las fiestas taurinas estuvieron ligadas a Miguel Hernández -«como el toro he nacido para el luto»- archiconocida su colaboración en la enciclopedia taurina de Cossío. Y gozoso es que Pepe Aledo, también arqueólogo, investigador y profesor de Secundaria, nos muestre ahora su pintura colorista, con un profundo toque naïf que a pesar de cualquier circunstancia nos acerca a Gutiérrez Solana en algunas composiciones y a Botero, que por cierto quiso ser torero cuando joven, en su riqueza cromática; y también que ello lo unamos a textos que hablan de Miguel cuya fundación no descansa en su tarea y es el rayo que no cesa para seguir estudiando al poeta alto de miras y grande de sentimientos.


Publciado en "La Verdad", 3 de julio 2011