Por José Ruiz Guirado
Hablar a estas alturas del poeta de Orihuela, es casi como una provocación. Me explico, si sé o puedo. La condición que le condenó de por vida a Miguel Hernández fue su manifiesta naturalidad, sinceridad y falta de pose o afectación. Era un hombre sencillo, humilde y agraz (desagradable, molesto para muchos), que se atrevió a utilizar las palabras por su nombre. Quizá su primer conato con la realidad que le rodeaba fue el lugar, la familia donde le tocó nacer. Mejor dicho, la intransigencia de un padre que, producto de una sociedad y un tiempo, no comprendía lo que pretendía hacer su hijo en la vida. Porque no era mal futuro —en su entendimiento de pastor analfabeto— seguir con el oficio del padre, que mantenía cierta posición económica. Debería sentirse humillado un muchacho con miras más amplias, cuando pastoreara cerca del lugar donde estudiaran sus compañeros —un privilegio para la época—. Ya pastoreando, aprovechar los útiles más escasos —papel, lápiz— y los lugares más peregrinos —piedras, lomos de cabras— para escribir —crear. Esta actitud ante el padre provocó —despotismo paterno, cruel despego—, que no fuera a verle cuando moría tuberculoso en la cárcel. Afirma Eutimio Martín —biógrafo del poeta—, “(...) que se limitó, como oración fúnebre, a un: Él se lo ha buscado”. Decía provocación, porque los paisanos de Miguel Hernández —las fuerzas vivas— no podían digerir que un comunista, un paisano de extracción social humilde, pudiera ocupar un puesto de honor en la sociedad de Orihuela, si no fuera por el padrinazgo y la hechura de sus mentores, Ramón Sijé y Almarcha. No sabe uno decir si sonó la flauta o sin la flauta de aquéllos, no podría salir esa música. Aun así, no olvidó la amistad con Sijé (el acceso a la imprenta de Perito en lunas fue con el apoyo del paisano), pese a lo que después vendría. Era su amigo y un alma noble y sincera como la suya dejó viva su presencia para siempre con la elegía conocida. Un servidor prefiere no darle a Almansa cínico protagonismo en este escrito, en la pasión y muerte del poeta...
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