CANCIÓN PROTESTA Y LOS CANTAUTORES EN MIGUEL HERNÁNDEZ
Miguel Hernández: las voces que lo han cantado
En el 75 aniversario de la muerte del poeta, Carmen Linares ha incorporado a su repertorio flamenco una selección de sus poesías.
Manuel Román /Libertada Digital
2017-03-28
Este 28 de marzo se cumplen tres cuartos de siglo de la muerte de Miguel Hernández en la prisión de Alicante. Tenía treinta y un años. Dos antes, en 1940, fue juzgado en un Consejo de Guerra, y condenado a muerte. Le conmutaron la última pena gracias a las gestiones cerca del general Franco de un grupo de intelectuales, entre los que se encontraban José María de Cossío, Rafael Sánchez Mazas y José María Alfaro, a cambio de treinta años privado de libertad. Su salud, a causa de las penosas circunstancias por las que atravesó en su estancia en varios centros carcelarios (Palencia, Torrijos, en Madrid) fue empeorando hasta contraer una tuberculosis, que lo llevaría a la tumba. En vísperas de su óbito pidió ver a su esposa por última vez, Josefina Manresa, pero el director se lo prohibió, alegando que no estaban casados. Accedieron ambos a la ceremonia religiosa de su boda celebrada el 4 de marzo de aquel funesto 1942. Veinticuatro días más tarde, de madrugada, Miguel Hernández expiraba. Sus últimas palabras, fueron: "¡Josefina, hija, qué desgraciada eres…!"
En Orihuela, su ciudad natal, puede visitarse la casa donde viviera sus primeros años, en cuyo patio interior se conserva la higuera que inspiró muchos de sus poemas. Algunos de sus versos, treinta años más tarde, serían llevados al disco, previamente musicados, por uno de nuestros más celebrados cantautores, Joan Manuel Serrat, al que nos referiremos más adelante, como a otros nombres relacionados con la obra del pastor-poeta alicantino.
Es ahora, setenta y cinco años de la desaparición de Miguel Hernández, cuando una selección de sus poesías sirven de argumento para que una gran cantaora, Carmen Linares las haya incorporado a su rico repertorio flamenco. Este último trabajo lleva por título Verso a verso y reúne entre otros poemas cantados "Andaluces de Jaén", con sones mineros que le eran tan afines por su cercanía geográfica al poeta; "Compañero" (que es la "Elegía a Ramón Sijé", con aquellos versos últimos "Compañero del alma, compañero"); "Llegó con tres heridas"; "El niño yuntero", por malagueñas…
Considera Carmen Linares que buena parte de la poesía hernandiana tiene aires flamencos, y que muchos de sus versos poseen una métrica fácilmente adaptable a sus cantes. Se cuenta que el propio Miguel llegó a escribir unas letras para que las cantara un flamenco de su tierra, donde tanto gustan las tarantas. Familiarizada se encuentra esta gran artista con nuestros más populares poetas, que hace tiempo recogió en algunos de sus recitales flamencos poemas de Juan Ramón, Lorca y Alberti. Y acerca de Miguel Hernández estrenó hace seis años un espectáculo basado en su obra poética: Oásis abierto. Rinde de paso también homenaje a Enrique Morente, el primer cantaor que se acercó al creador oriolano. C
Carmen Pacheco Rodríguez, que acaba de cumplir sesenta y seis años el pasado 25 de febrero, se convirtió en Carmen Linares por sugerencia de su paisano, Juanito Valderrama, en alusión a la ciudad natal de ella. Considerada una de las más grandes cantaoras, en la línea de la legendaria Niña de los Peines, está casada con el flamencólogo Miguel Espín y es madre de tres hijos, el mayor de igual nombre que el padre tiene treinta y siete años y acompaña con la guitarra a su madre; la menor, Lucía, de veintinueve años, es actriz. Estos días y hasta el 14 de mayo Carmen Linares representa en un teatro madrileño "Séneca", obra dramática que Antonio Gala escribió hace treinta años, donde incorpora el papel de Helvia. Es su debut como actriz pero también intercala varias canciones flamencas. El texto dramático es una reflexión sobre la ética, el sexo y el poder.
Harto sabido es a estas alturas que Miguel Hernández estuvo prohibido por la implacable censura, lo mismo que había ocurrido con Federico García Lorca. Tendrían que pasar casi tres decenios para que su poesía pudiera leerse libremente en nuevas ediciones, y no en otras fuera de la circulación, o aquellas otras que procedentes de Argentina, de Losada, se encontraban en una especie de mercado negro literario. Y el primer cantautor que en España musicó al poeta oriolano fue un paisano suyo levantino, de Valencia: Paco Ibáñez, que se había marchado a París huyendo del franquismo y a su vuelta, en 1968, con la aureola de que en Francia había puesto música a poetas españoles del Siglo de Oro tuvo la suerte de que la censura no le dijera nada cuando ante las cámaras de Televisión Española estrenó "Andaluces de Jaén", tomando el poema Aceituneros de Miguel, al que puso una acertada música:
Andaluces de Jaén
aceituneros altivos
decidme en el alma ¿quién?
quién levantó los olivos.
No sólo Paco Ibáñez estaba por entonces interesado en cantar a nuestros poetas, clásicos o contemporáneos: también el argentino residente en España Alberto Cortez mostró por entonces su exquisita sensibilidad, ofreciendo un histórico recital en el madrileño teatro de la Zarzuela, al que tuvimos la suerte de asistir. Y en esa época fue cuando puso música a uno de los mejores poemas de Miguel Hernández: Nanas de la cebolla. Ya saben:
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre
escarcha de tus días y de mis noches…
Transcurría el mes de septiembre de 1939 cuando el poeta encarcelado, tras recibir una patética carta de Josefina, su mujer, en la que le contaba que sólo podía ofrecer pan y cebolla a su hijo para que se alimentara, le contestó con esos versos llenos de lirismo, que escondían por supuesto la impotencia:
En la cena del hambre
mi niño estaban,
con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre…
De los poemas de este autor llevados al disco posiblemente sea el más divulgado. No se olvide la espléndida versión que hizo Serrat ni tampoco la que posteriormente grabó el grupo onubense Jarcha en los años de la Transición.
Es imprescindible que indiquemos lo siguiente: ni la actuación televisiva de Paco Ibáñez y su disco ni tampoco el recital de Alberto Cortez, con ser pioneros en cantar a Miguel Hernández, mérito que ha de constar aquí, desde luego, lograron el impacto que obtuvo a partir de diciembre de 1972 el cantautor catalán con su álbum que llevaba el nombre y apellido del poeta. Joan Manuel Serrat, nada proclive a colocarse medallas, diría andando el tiempo: "'Para la libertad' se ha considerado canción protesta durante mucho tiempo".
La mayoría de españoles, que no habían leído jamás al poeta, se aprendieron con el disco estas estrofas:
Para la libertad sangro, lucho,
pervivo.
Para la libertad mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos…
Incluyó también las Nanas de la cebolla musicadas por Alberto Cortez, quien no pudo grabar su creación hasta 1975, es decir, tres años después que el Noi. Sobresalían, cómo no, "Menos tu vientre", y "El niño yuntero", con aquellos versos alusivos a la dura faena en el campo de un crío. Trasunto del propio poeta, que también se vio obligado a temprana edad a cuidar de sus cabras, en tanto se subía también a los árboles, provisto de cuaderno y lápiz donde ir alumbrando sus poesías.
Y en este repaso, desde luego superficial por falta de espacio, no hemos de olvidar a otros cantautores como el extremeño Pablo Guerrero, que tardó en grabar su disco Tierra", porque en 1971 le prohibió la censura ocuparse de M.H. Fue el año en cambio en el que Enrique Morente si vio editado su álbum, Homenaje Flamenco a M.H., a base de bulerías, granaínas, soleares y tientos. Al otro lado del Atlántico, el chileno tan perseguido por las fuerzas pinochetistas Víctor Jara hizo también su versión de "El niño yuntero" en su elepé El recado de vivir en paz. Aumentando esa lista, que seguirá desde luego incompleta, valgan otros nombres que cantaron a Miguel Hernández, a saber: Ana Belén y Víctor Manuel, Adolfo Celdrán, Luis Cilía, Elisa Serna, Amancio Prada, José Antonio Labordeta, Luis Pastor, Olga Manzano y Manuel Picón, Joan Báez, Nana Mouskuri… Y los flamencos Miguel Poveda, Arcángel, Pitingo, Camarón de la Isla… También figuras del baile mientras sonaban algunas voces de los mentados: María Pagés, Eva Yerbabuena, La Tati, el guitarrista Rafael Riqueni…
Es muy posible que a García Lorca lo hayan llevado al disco, a la música en general en otros formatos de cámara o de ballet, mayor número de veces que otros poetas populares españoles. Pero, después que él, y en mayor medida que otro de los más grandes, Antonio Machado, creemos por la investigación que hemos realizado, que Miguel Hernández le sigue en cantidad de grabaciones registradas. Lo que lo convierte en un poeta del pueblo en pleno siglo XXI, cuando ya lo era en sus comienzos. Bien sentado que entonces no le hacían mucho caso entre la cátedra intelectual instalada en Madrid, si hacemos excepción de algunos pocos nombres que le brindaron su amistad y apoyo, representados si sólo damos uno por Vicente Aleixandre, que lo acogió benévolamente en su casa de Velintonia, donde parece se cruzó un día con Lorca, quien le dio de lado. Digamos que, lo escuchen más en disco que lectores tenga, Miguel Hernández sigue vivo y recordado. En particular estos días, a los setenta y cinco años de su desdichada muerte.
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https://www.libertaddigital.com/cultura/musica/2017-03-28/carmen-linares-pone-voz-a-los-versos-de-miguel-hernandez-1276595769/
Y la poesía se hizo música
Desde 1967, más de un centenar de artistas han puesto música a las estrofas de Miguel Hernández
Cristina Martínez
29·03·17 | 12:54
Año 1967. Paco Ibáñez graba su disco España de hoy y de siempre. Dentro suena Andaluces de Jaén. La voz bronca y quebrada del cantautor valenciano, ya afincado en París, fue la primera que cantó a Miguel Hernández. A partir de ahí, más de un centenar de voces han subido a los escenarios los poemas del oriolano. Dicen que porque Miguel imprimió de gran musicalidad sus versos. También porque sus textos son universales y se han convertido en auténticos himnos de libertad que fueron y siguen estando vigentes.
El caso es que son más de 90 de sus poemas a los que se ha puesto música entre 1967 y la actualidad, según recoge Fernando González Lucini en su libro 'Miguel Hernández ¡Dejadme la esperanza!' Canción protesta, cantautores, flamenco y hasta rap. La música como un vehículo para acercar la poesía del oriolano a la gente. Aunque no todos identificarán que lo que canta Serrat está sacado de los versos del poeta.
El cantautor catalán es sin duda el mayor «culpable» de que sus poemas suenen, en todos los sentidos. 'Para la libertad', 'Tres herida's o 'Nanas de la cebolla', entre otros muchos, tuvieron música por primera vez gracias a Joan Manuel Serrat.
Ya antes de que el catalán se lanzase en los brazos del poeta, Enrique Morente le puso flamenco. Fue en 1971 y elevó al cante, por seguiriyas y por bulerías, sus versos. Igual que Camarón de la Isla, que cantó 'El pez más viejo del río' en su disco 'Soy gitano' en 1989.
Y mientras Morente traducía al poeta al flamenco, el mismo año, Víctor Jara lo metía de lleno en la canción protesta. El niño yuntero pasaba a formar parte de su álbum El derecho de vivir en paz. Volvió a Hernández con Vientos del pueblo, convertida, sin él saberlo, en una de las últimas canciones del chileno. También al otro lado del Atlántico, la cantante de folk norteamericana Joan Báez versionó con su particular estilo Llegó con tres heridas de Serrat.
En 1991, vuelve a la canción protesta con Jarcha que realizó otra versión del poema Andaluces de Jaén que incluyó en su disco 'Libertad sin ira'. En 2010, el grupo volvió a rendir homenaje al poeta con el disco 'El rayo que no cesa', dedicado al poeta.
En 2003, la Fundación Autor edita el disco Cantando a Miguel Hernández, que reúne las voces de artistas como Luis Pastor, Amancio Prada, Los Lobos, Paco Curto y, por su puesto, Serrat, Víctor Jara, Paco Ibañez o Morente.
En 2010 hay un punto de inflexión. El poeta llega al rap. El alicantino Nach lleva al hip hop sus versos en 'Hoy con Verso con Miguel', canción homenaje al centenario del nacimiento del poeta. Todo un reto, con el objetivo de acercar su poesía a los más jóvenes. Y lo consiguió.
La cantaora Carmen Linares miró al oriolano en 2011 con Oasis abierto y repitió en 2016 con Verso a verso, en el que recoge nuevos poemas, a los que pone música junto a Luis Pastor y en el que cuenta con voces jóvenes como Arcángel o Silvia Pérez Cruz. Precisamente la cantante catalana grabó en 2015 Granada, con Raül Fernández, y en él incluyó su particular versión de 'Compañero', basada en la Elegía a Ramón Sijé.
En 2013 el mundo del flamenco se unió en 'Para la libertad'. Miguel Poveda puso voz a la canción que da título al disco, en el que también cantan Carmen Linares, Arcángel, Pitingo, Duquende, Karmona y la nuera del poeta, Lucía Izquierdo. Dos años más tare, Poveda se rodeó de nuevo poesía y publicó el disco Sonetos y poemas para la libertad. No hace falta decir qué tema del poeta oriolano daba título al disco.
Un nuevo y contundente cambio de tercio en 2013. Otro registro, otro estilo, otro público. Niño de Elche, Francisco Contreras, se lanza en picado y planta cara. Graba 'Sí, a Miguel Hernández', como un grito de reivindicación, para poner el énfasis en el lenguaje de la musicalidad flamenca. Una versión fiel pero transgresora.
Por la poesía de Miguel Hernández han pasado muchas otras voces. Silvio Rodríguez, Alberto Cortez, José Antonio Labordeta, Pablo Milanés, Lole y Manuel o Nana Mouskouri. Hasta Extremoduro. Solo hay que escuchar 'Prometeo'.
Por Luis Suñén
«Para muchos, Miguel Hernández o Antonio Machado […] son sólo la letra de una canción. Tras ella está, sin embargo, un poema…»
Miguel Hernández ha sido uno de los poetas puestos en música por eso que se ha dado en llamar cantautores como suavizando —dice Wikipedia— el significado de lo que se llamaba «canción protesta». Los tales cantautores encontraron un filón en la poesía de épocas diversas con resultados bien distintos y que, a la hora del juicio, suelen verse atemperados por los recuerdos íntimos que provocan en quienes se enfrentan a su análisis. Joan Manuel Serrat ya había musicado, antes de dedicarse a Miguel Hernández, versos de Antonio Machado con diferente suerte aunque una de las mejores canciones de su disco dedicado al autor de Campos de Castilla —«Las moscas»— pertenezca al estro de Alberto Cortez, de mucha peor fama entre los asiduos al género. Hilario Camacho —imprescindible en los recitales de los colegios mayores durante el franquismo— trató muy bien la poesía de Machado en «El agua en tus cabellos», título que le da a «Desgarrada la nube» y canción en la que se ve superado por el texto al sustituir «los mágicos cristales de» por un simple «ya». Pero el resultado es hermoso. Antes que todos, Paco Ibáñez hizo lo propio con clásicos del barroco como don Luis de Góngora y Argote y más modernos como Rafael Alberti o José Agustín Goytisolo —su poema «Palabras para Julia», que alcanzó así una fama inesperada—. A veces la relación entre música y letra fracasa gloriosamente. Por ejemplo en «Mañana de ayer, de hoy», de Jaime Gil de Biedma, cantado por Rosa León, donde la excelente música de Luis Eduardo Aute escande los versos un poco a la pata la llana, como ese «de la noche desnudo» en que los acentos se anulan. El gallego Luis Emilio Batallán cumple con absoluta solvencia a la hora de enfrentarse a la poesía de Celso Emilio Ferreiro y Álvaro Cunqueiro y se atreve nada menos que con Fenollosa. Lo propio hace María Dolores Pradera con un gran poema de Pedro Salinas, «Fe mía» —«No me fío de la rosa de papel…»—, al que pone música muy dignamente Antoni Parera Fons. Dos de los cantantes más socialmente comprometidos —es difícil encontrar una definición adecuada— como Adolfo Cedrán y Luis Pastor muestran los extremos de hasta dónde se ha llegado en el género: el primero con poemas de Jesús López Pacheco —«Canción de la novia del pescador»— y el segundo nada menos que con «Piedra de Sol» de Octavio Paz y en versión no carente de emoción canora.
Hoy, por una u otra razón, todo eso se ve como el fruto de una época por la que ha pasado el tiempo y las músicas aparecen, ante quien ha ido más allá, como vicarias de los versos de que se sirven. El entonces adolescente, si verdaderamente ha prosperado como lector, no olvidará el momento evocado por esas canciones pero acudirá sin duda a los versos ya libre de esa andadera que inevitablemente desvirtúa su contenido, lo hace más ligero en el fondo, lo transforma en otra cosa quizá sentimentalmente amable pero inevitablemente distinta. En el arte no basta con las buenas intenciones. El problema es que la música engrandece —Schubert al mismísimo Goethe— pero también trivializa sin piedad —ese «Himno a la alegría» de Miguel Ríos, que sobrevuela, implacable, cualquier escucha de la Novena de Beethoven. Los cantautores intentaron dar fe de lo que vivía por su cuenta y la cosa estaría en saber cuánta gente leyó a Miguel Hernández —ésta es su página— gracias a Serrat. Y ahí las dudas, probablemente, se diluirían en el mar de la ignorancia bienintencionada. Para muchos, Miguel Hernández o Antonio Machado o Jaime Gil de Biedma son sólo la letra de una canción. Tras ella está, sin embargo, un poema que aspira a eso que Paul Éluard llamara «el duro deseo de durar».