Carta de Lorca a Miguel Hernández: "Sé que sufres con esas gentes puercas que te rodean"
Cultura
Cuatro cartas envió Miguel Hernández a Lorca pero sólo recibió una de él. Ahora se edita por primera vez junto a textos perdidos del poeta de Orihuela
Federico García Lorca y Miguel Hernández se vieron por primera vez el 2 de enero de 1933 en Murcia. Federico está de gira con La Barraca, aquel grupo de teatro universitario que dirigía junto a Eduardo Ugarte y que llevaba por pueblos y ciudades obras clásicas. En Murcia representaban La vida es sueño, de Calderón, y Los dos habladores, de Cervantes. Miguel está nervioso pues no acaban de publicarle su primer libro de poemas, Perito en lunas.
Coincidieron en el domicilio de Raimundo de los Reyes, el editor que acabará ocupándose de los 42 poemas, con un prólogo de Ramón Sijé, de Perito. El libro será sufragado por Luis Almarcha, que desembolsará 425 pesetas por los 300 ejemplares de la tirada, según cuenta José Luis Ferris en su ensayo Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta (Temas de Hoy). Federico está corrigiendo Bodas de sangre. Ya ha publicado Poema del cante jondo, Romancero gitano, ha terminado La zapatera prodigiosa.. Miguel apenas tiene 22 años; Federico, 34.
Miguel recita algunos poemas que son aplaudidos con fervor por Federico.
-Claro... ¡conque ya soy el primer poeta de España! -responde el poeta de Orihuela.
-¡Hombre, no tanto, no tanto...! -sale al quite Federico, según la reconstrucción del periodista Santiago Delgado a tenor de lo que en su momento dijo Raimundo de los Reyes.
No gustó a Federico esa salida de Miguel. Pero tampoco fue a más. O sí. Miguel Hernández escribirá a Federico García Lorca cuatro cartas, una de ellas en abril de ese año (1933), otra un mes después, la tercera en las Navidades de 1934 y la cuarta en febrero de 1935, todas ellas fechadas en Orihuela. Federico sólo contestará a la primera, en la segunda quincena de abril de 1933.
La primera carta de Miguel Hernández es un lamento. Su libro ya está en la calle desde el 20 de enero pero apenas ha tenido eco en el periódico La verdad de Murcia, en el Informaciones de Madrid (firmado por Alfredo Marqueríe)... No es lo que esperaba, así que escribe a su idolatrado Federico: «He pensado ante su silencio, que usted me tomó el pelo a lo andaluz en Murcia -¿recuerdaaa?-, que para usted fuimos, o fui, lo que recuerdo que nos dijo cuando le preguntamos quién era uno que le saludó. 'Ese -dijo- uno de los de: ¡adiós!, cuando les vemos'. Y luego: 'Me escriben muchas cartas a las que yo no contesto'. ¿Puedo estar ofendido contigo?».
Federico le contesta: «No te he olvidado. Pero vivo mucho y la pluma de las cartas se me va de las manos. Me acuerdo mucho de ti porque sé que sufres con esas gentes puercas que te rodean y me apeno de ver tu fuerza vital y luminosa encerrada en el corral y dándose topetazos por las paredes».
Qué lejos están ya uno del otro. Miguel le escribe desde Orihuela, donde sigue ayudando a sus padres en el campo, de pastor. Federico vive en la calle de Alcalá de Madrid, junto al Retiro. Asiste a cenas, es un hombre popular y requierido aquí y allá. Como escribirá su amigo Carlos Morla Lynch, de la embajada de Chile, «Federico es en general actor y raras veces público».
Casualidades de entonces: Morla Lynch le ofrecerá asilo a Miguel años después, durante la Guerra Civil, como a tantos otros intelectuales u hombres de letras comprometidos con la República, pero Miguel lo rechazará. Federico y Miguel morirán; el primero fusilado en Granada el 28 de agosto de 1936 y Miguel de tuberculosis en la cárcel de Alicante el 28 de marzo de 1942, tras pasar por más de una decena de prisiones.
La reproducción física de la carta de Federico, con ser importante, no debe ocultar el trabajo que Jesucristo Riquelme, doctor en Filología, catedrático de Literatura Española y autor de otros trabajos sobre el poeta alicantino, como Miguel Hernández, un poeta del amor, la libertad y la juventud, además de la recopilación y estudio que realizó sobre las cartas que mantuvo Vicente Aleixandre con Miguel y su mujer, Josefina Manresa (De Nobel a novel, Espasa).
Y qué distinto el tono entre ellos si lo comparamos al de Federico, como esta carta del futuro Premio Nobel a Josefina el 10 de junio de 1940: «Querida Josefina: en el día de hoy le he enviado por giro postal 125 pesetas, que recibirá V. uno de estos [días]. Me alegraré [de que] estén Vds. bien. De Miguel recibo noticias con frecuencia; le envío paquetes de alimentos para ayudarle en la alimentación. Él me escribe siempre animado».
Con naranjas alimentaba y regalaba Miguel Hernández a sus amigos, a sus deudores, naranjas que iba repartiendo desde la estación de Atocha cuando él mismo las traía desde Alicante o se las mandaban por tren.
Jesucristo Riquelme considera claro que a Lorca le «molestaba la presencia y la insistencia de Miguel. María Zambrano habla de 'alergia' y Aleixandre lo corrobora cuando Lorca repudió su presencia el día que iba a leer La casa de Bernarda Alba en su casa, Velintonia, 3».
- Pero, ¿le respetaban como poeta?
- Cronológicamente, en Orihuela, Carlos Fenoll y Ramón Sijé. En Madrid, una vez acogido por José Bergamín, Aleixandre y Neruda (desde 1935). Cuando publica el anticipo de El rayo que no cesa, el mismísimo Juan Ramón Jiménez lo ensalza, aunque para apropiárselo.
Jesucristo Riquelme ha logrado saber que el reloj que Aleixandre obsequió a Miguel con motivo de su boda fue un MAX, según el documento de garantía del regalo. Y se incluye en este voluminoso tomo de la editorial Edaf, en colaboración con C.R. Talamás, varias cartas no incluidas en las obras completas de Espasa, como la dirigida al embajador de Chile en España, Aurelio Núñez Morgado, en la que el poeta en mayo de 1939 le pide ayuda tras haber declinado semanas antes la que le ofreció el común amigo Morla Lynch. Jesucristo Riquelme vivió dos años en Chile urgando archivos que agradece a Mario Amorós, estudioso de Pablo Neruda
«En relación con la recopilación de las Obras Completas de Espasa de 1992, hay 46 cartas y notas de Miguel que no figuran en el tomo segundo de aquella edición. De esas 46, algunas cartas, cedulillas y notas fueron publicadas en libros de escasa difusión (29 en total). Diecisiete son inéditas en su formato completo», afirma a EL MUNDO Riquelme.
- Asombra el número de cartas que escribió Miguel.
- Tenemos recogidas 488 cartas, tarjetas, cedulillas y notas entre 1930 a 1942. Era un medio de comunicación importantísimo. En su relación con Josefina son imprescindibles. Aunque no hay restos de misivas a Maruja Mallo, ni a María Zambrano.
- Miguel, en los 32 años que vivió, escribió lo suyo.
- Si tenemos en cuenta su producción teatral, sus colaboraciones en prensa, junto a su creación poética y a su epistolario, escribió mucho.
- Tuvo muy mala suerte...
- Siempre le acompañó un «sino sangriento». Su vida osciló entre momentos de euforia y alegría y momentos de desgracia y tragedia. Se le conoce por ser un hombre digno y honrado, que defendió sus ideas con nobleza y que luchó contra las adversidades con un lema: «Solo con Educación y Cultura se logra el progreso de los pueblos». Y con un eslogan: «Sólo por amor».
'Tu libro es fuerte, pero no tiene más cojones...'
Mi querido poeta:
No te he olvidado. Pero vivo mucho y la pluma de las cartas se me va de las manos.
Me acuerdo mucho de ti porque sé que sufres con esas gentes puercas que te rodean y me apeno de ver tu fuerza vital y luminosa encerrada en el corral y dándose topetazos por las paredes.
Pero así aprendes. Así aprendes a superarte, en ese terrible aprendizaje que te está dando la vida. Tu libro está en el silencio, como todos los primeros libros, como mi primer libro que tanto encanto y tanta fuerza tenía. Escribe, lee, estudia. ¡Lucha! No seas vanidoso de tu obra. Tu libro es fuerte, tiene muchas cosas de interés y revela a los buenos ojos pasión de hombre, pero no tiene más cojones, como tú dices, que los de casi todos los poetas consagrados. Cálmate. Hoy se hace en España la más hermosa poesía de Europa. Pero, por otra parte, [añadimos las dos comas] la gente es injusta. No se merece 'Perito en lunas' un silencio estúpido, no. Merece la atención y el estímulo y el amor de los buenos. Ése lo tienes y lo tendrás porque tienes la sangre de poeta y, hasta cuando en tu carta protestas, tienes en medio de cosas brutales (que me gustan) la ternura de tu luminoso y atormentado corazón.
Yo quisiera que pudieras superarte de la obsesión de esa obsesión de poeta incomprendido por otra obsesión más generosa política y poética.
Escríbeme. Yo quiero hablar con algunos amigos para ver si se ocupan de 'Perito en lunas'.
Los libros de versos, querido Miguel, caminan muy lentamente...
...........................Cinco cartas.......................
Introducción
De García Lorca y Miguel Hernández sabemos algunas cosas que los relacionan: ambos fueron escritores españoles, escribieron poesía y teatro, ambos —a pesar de la diferencia de edad de Hernández— fueron adscritos a la generación del 27, y ambos fallecieron jóvenes: Lorca fue fusilado por el bando nacional, y Hernández murió de tuberculosis en prisión franquista.
Las similitudes que tuvieron ambos: profesión, generación, amistades, podrían indicar que antes de los terribles sucesos que los unirían aún más, los dos fueron buenos compañeros. Lamentablemente, eso no fue así.
En el libro Antología Poética de Miguel Hernández (Austral editorial) podemos encontrar una serie de cartas que se enviaron los escritores, mientras Hernández apenas ingresaba en el mundo poético, y Lorca —12 años mayor— ya había publicado libros como Romancero Gitano y estrenado su aclamada obra Bodas de sangre.
Miguel Hernández admiraba a Lorca
Para Miguel Hernández, Lorca era el más grande de los poetas contemporáneos españoles, un modelo a seguir para alcanzar la gloria literaria. Por eso, cuando el 08 de diciembre de 1931 decide dejar su casa en Orihuela, Valencia (con 21 años), e ir a Madrid a dedicarse plenamente a la vida artística, no dudó en buscar a García Lorca, aunque la reunión con el escritor llegaría más tarde de lo que esperaba.
Después de permanecer tres meses en Madrid, en una carta a su amigo y compañero literario Ramón Sijé, Hernández escribe: No he podido oír a García Lorca.
El primer encuentro
La reunión no se da hasta un año más tarde, en enero de 1933. Raimundo de los Reyes, director de la editorial La Verdad, de Murcia, que estaba por publicar el primer libro de Miguel Hernández Perito en lunas, logra el encuentro entre ambos poetas, en su propia casa.
En la velada, Lorca escucha los poemas de Hernández, a los que responde con elogios.
Se da la publicación del libro, Miguel envía un ejemplar a Lorca, esperando que él y sus círculo cercano ayuden a difundir el libro, sin embargo, la respuesta de Lorca no llegó. Perito en lunas no deparó a Miguel el éxito que esperaba tras su publicación, y es entonces cuando empieza la breve relación epistolar entre los poetas.
Las cartas de Miguel Hernández
En dos años, las cartas que se escribieron los poetas fueron:
- 1 de febrero, 1935.
En estas cinco cartas se muestra la admiración de Miguel Hernández por García Lorca, la intensa forma de expresar su rabia y dificultades, además de la imagen que tenía Miguel de sí mismo.
Usted sabe bien que en este libro mío hay cosas que se superan difícilmente […] y encierra en sus entrañas más personalidad, más valentía, más cojones […] que todos los de casi todos los poetas consagrados.
Miguel Hernández
Probablemente esta actitud sea la que hizo que Lorca decida distanciarse de Hernández. En la única carta enviada por Lorca al poeta de Orihuela, le muestra apoyo sobre su literatura, y le exige perseverancia y humildad. Miguel Hernández responde los puntos de Lorca, y envía otras cartas con el pasar de meses y años, aunque Federico no vuelve a comunicarse con él.
Tristes anécdotas
En el artículo Hernández-Aleixandre: una amistad ejemplar, recopilado en el libro Miguel Hernández, cincuenta años después, Gabriele Morelli transcribe una anécdota del escritor Vicente Aleixandre, sobre la relación entre ambos poetas.
«Federico me llamó —me contó el poeta— a primeros de julio [de 1936] para decirme que venía a leerme su última obra, La casa de Bernarda Alba. Yo como siempre le esperaba con gusto. Pero él, al enterarse de que estaba conmigo Miguel Hernández, al cual no le tenía mucha simpatía, dijo que con Miguel allí él no vendría». «Entonces qué puedo hacer yo», le preguntó Aleixandre. «Échalo», contestó secamente Federico. Naturalmente Aleixandre no echó a su amigo Miguel. «Y Federico no vino, a pesar de mis insistencias», comentó con tristeza el poeta».
Hernández-Aleixandre: una amistad ejemplar. De Gabriele Morelli.
Miguel Hernández: Orihuela, 10 de abril de 1933
Admirado poeta amigo:
Le escribí hace mucho pidiéndole elogios, aunque ya se los había oído para mi Perito en lunas. Y aquí me tiene usted esperándolos —entre otras cosas.
He pensado, ante su silencio, que usted me tomó el pelo a lo andaluz en
Murcia —¿recuerdaaa?—, que para usted fuimos, o fui, lo que recuerdo
que nos dijo cuando le preguntamos quién era uno que le saludó. \”Ese
—dijo— uno de los de: ¡adiós!, cuando les vemos.\” Y luego \”me escriben
muchas cartas a las que yo no contesto\”. ¿Puedo estar ofendido
contigo?
Perdone. Pero se ha quedado todo: prensa, poetas, amigos,
tan silencioso ante mi libro, tan alabado —no mentirosamente, como dijo—
por usted la tarde aquella murciana, que he maldecido las putas horas y
malas en que di a leer un verso a nadie.
Usted sabe bien que en
este libro mío hay cosas que se superan difícilmente y que es un libro
de formas resucitadas, renovadas, que es un primer libro y encierra en
sus entrañas más personalidad, más valentía, más cojones —a pesar de su
aire falso de Góngora— que todos los de casi todos los poetas
consagrados, a los que si se les quitara la firma se les confundiría la
voz.
Por otra parte, aquí, en mi pueblo —¡pueblo mío!—, donde al que
me gritaba: Yo te he comprado un libro creyéndole bueno y me has dado
arpillera, yo he leído a Campoamor… —¡ea!—, decía yo: Ved los periódicos
de Madrid pronto, he quedado en ridículo, porque de toda la prensa
madrileña, sólo Informaciones se desvirgó hablando de mis
poemas por el pico de Alfredo Marquerie, diciendo cuatro burradas. El
tío, antes de decir: ¡Qué burro soy!, dijo: ¡Se ha extraviado el poeta,
se ha oscurecido!
Por otra parte, en mi casa soy el cristo de los
cinco sampedros: me niegan la mitad del pan; me niegan, padre y madre y
sus hijos, como hijo de aquéllos, como hermano de éstos; les avergüenza
el que haga versos; no quieren darme vestidos nuevos, y hasta a los
pantalones viejos que tengo no les quieren poner remiendos, que
amordacen rotos proclamadores de nalgas mías. Hoy mismo, hoy, me han
escondido la llave del huerto para que pudiera entrar en él. Y yo he
saltado a la torera la tapia, no la valla, y aquí, en este chiquero de
abril, aquí, donde ha tenido el suyo Perito en lunas este
estío, bajo esta higuera, que dilataban hasta sus pámpanos mi carne de
acordeón semejante a una palmera degollada, aquí le escribo esto
desesperado, desesperado.
Me alegran las noticias que leo —de prestado— de los triunfos que se suceden, que se suceden ¡Me alegran! y le envidio.
El otro día he visto en El Sol
la crítica de un libro de romances. El crítico dice que al pronto
resuena la voz suya, pero que sólo a primera vista. Yo, nada más por el
ejemplo que pone allí de romance, adivino en ese Félix no sé qué un
plagiador casi.
Federico: no quiero que me compadezca; quiero que me comprenda.
Aquí, en mi huerto, en un chiquero, aguardo respuesta feliz suya, y
pronto, o respuesta simplemente; aquí, pegado como un cartel a esta
tapia, detrás, de la cual viven padres pobres, con tantos hijos y tan
poca casa, que, para que los niños no vean los orígenes de su
fabricación, el comienzo de sus hermanos, se salen al callejón a
reanudarse las noches más empinadas.
Un abrazo
Federico García Lorca: abril de 1933
Mi querido poeta:
No te he olvidado. Pero vivo mucho y la pluma de las cartas se me va de las manos.
Me acuerdo mucho de ti porque sé que sufres con esas gentes puercas que
te rodean y me apeno de ver tu fuerza vital y luminosa encerrada en el
corral y dándose topetazos por las paredes.
Pero así aprendes. Así
aprendes a superarte, en ese terrible aprendizaje que te está dando la
vida. Tu libro está en el silencio, como todos los primeros libros, como
mi primer libro que tanto encanto y tanta fuerza tenía. Escribe, lee,
estudia. ¡Lucha! No seas vanidoso de tu obra. Tu libro es fuerte, tiene
muchas cosas de interés y revela a los buenos ojos pasión de hombre,
pero no tiene más cojones, como tú dices, que los de casi todos los
poetas consagrados. Cálmate. Hoy se hace en España la más hermosa poesía
de Europa. Pero por otra parte la gente es injusta. No se merece Perito en lunas
un silencio estúpido, no. Merece la atención y el estímulo y el amor de
los buenos. Ése lo tienes y lo tendrás porque tienes la sangre de poeta
y, hasta cuando en tu carta protestas, tienes en medio de cosas
brutales (que me gustan) la ternura de tu luminoso y atormentado
corazón.
Yo quisiera que pudieras superarte de la obsesión de esa
obsesión de poeta incomprendido por otra obsesión más generosa política y
poética.
Escríbeme. Yo quiero hablar con algunos amigos para ver si se ocupan de Perito en lunas.
Los libros de versos, querido Miguel, caminan muy lentamente.
Yo te comprendo perfectamente y te mando un abrazo mío fraternal lleno de cariño y de camaradería.
Federico.
(Escríbeme) T/C Alcalá 102
Miguel Hernández: 30 de mayo de 1933
Dispensa, Lorca, amigo, calorré de nacimiento, el que haya dejado, ¡tanta!, anchura de tiempo entre tu carta y ésta.
El dinero me ha faltado, el trabajo ocupado, abril, mayo, fútbol y mujer, agotado, distraído.
Hoy que tengo dineros —treinta—, no trabajo. Se me acaba mayo,
—descanso del balón que tantos versos me rompe, y he dejado en tres o
cuatro vientres inútiles otros tantos hijos que tenía reunidos, acudo a
la invitación cordial que me hiciste a capote blanco de: «Escríbeme».
Tanto aprendí aquí, que creo que hasta estoy aprendiendo a dejar de ser poeta.
No puedo leer por no tener libros, —escribir por no leer, estudiar por
no leer también, luchar porque mi enemigo es mi arma: mi poesía.
¿Que no sea vanidoso de mi obra? No es vanidad, amigo Federico Lorca: es orgullo malherido.
Gracias por tu deseo de que mi obsesión de poeta incomprendido sea
separada de mí. Aún no venía tu carta por el camino cuando ya me había
divorciado de ella. Soy, sin ser nada, comunista y fascista.
¿Hablas con tus amigos para que se ocupen de mi libro?
Mándame los libros y revistas que puedas.
Si me lo pides te mandaré algún poema para alguna.
Pienso enviar mi libro próximo —a medias ya— al Concurso Nacional.
Creo que vendrá en El Sol
un día de estos mi «Elegía de la novia—lunada», el crimen pasional de
todos los días de España aún, que recité en el Ateneo de Alicante y me
pidió Juan Guerrero para Juan Ramón y, si era posible, para el periódico
de Domenchina, o el esdrújulo.
Hasta la tuya, que no venga roncera, te abraza saludándote, él. yo.
Miguel Hernández: diciembre de 1934
Querido Federico amigo:
Ya estoy en mi huerto escribiéndote con una paz de aceite derramado.
Quiero que me digas lo más enseguida que puedas cómo va mi asunto.
Interésate con toda tu buena voluntad por él, por mí. Ya sabes que
espero lo que resulte con un ansia de perro hambrón. Les he dicho a mis
padres que no pasen penas por nada del mundo: que pronto estará resuelto
el problema trágico de nuestra existencia. Apenas he llegado y ya ha
dicho mi madre que se ha muerto la mejor cabra de nuestro ganado: el
perfil de cabra mejor recortado.
Nos ha hecho las Pascuas: que se ha caído una gallina, la más overa, al pozo, agua quieta en un punto; que todo son penas…
Si sacas alguna copia de El torero más valiente fíjate bien en que se ha de poner Birlador donde decía Bergamín, y Carmela donde Gabriela.
Escríbeme; no te distraigas, por lo que más quieras, amigo mío. Recibirás mañana creo El Gallo Crisis.
Recibe ahora un abrazo afectivo de mí, tu admirador.
Miguel Hernández
No precisas dirección, pero manda a Arriba 73 Orihuela (Alicante)
Miguel Hernández: 1 de febrero de 1935
Amigo Federico:
Aún estoy esperando tu carta, aún no se me agotó la vena de la
esperanza: todos los días bajo de la sierra en busca de ella que no
llega. Te escribo en una situación penosísima: parado, ni pastor
siquiera, con novia que no se conforma viéndome así, madre, padre,
hermanas que tampoco, por nuestra pobreza, yo menos. Y no encuentro
trabajo, y cada bocado que como es vigilado con el rabillo del ojo por
todos, que me quieren a regañadientes. No sé, pero si sigo así un mes
más me iré Dios sabe adonde en busca de un ganado y un mendrugo. Quiero
que me digas. Federico amigo, algo, ¿no se estrenará El torero más valiente?
Bueno, hombre. Será que no vale la pena, hice una tragedia para aliviar
la mía. Dime, en cambio, que has visto algún amigo tuyo político
influyente como me ofreciste, que has hallado algún rincón a mi medida.
Moléstate un poco más por mí, hazme el favor.
No te escribo más;
esta es mi última carta; en ella me lo juego todo. No me queda más
dinero para sellos. Escribí a Neruda, que me escribió, y espero carta
suya. No sé si es que no ha recibido la mía última, porque se la
entregué a Cruz y Raya. Pregúntaselo.
Sé que piensas ocuparte de la
soltera eterna, eterna virgo española: ¡cuántas trato y veo por aquí y
qué trágicas! Una de ellas me ha dicho hace poco que no se casó en sus
tiempos porque cuando se le arrimaba un hombre lo abofeteaba y lo
insultaba. Quisiera tener, Federico, un miembro de orinar para cada una
de estas mujeres que se malogran como velas dentro de las rejas y los
templos con los ojos y la boca amargos de deseos. Es un tema digno de tu
misericordia de poeta inmenso.
Espero tu carta, Federico. ¿No lo has hecho por tu Yerma? Bueno. Hazlo ya. Si para tí no significa nada mi amistad, para mí mucho la tuya.
Te abraza
Miguel, tu amigo
¿Quieres leer estos versos? Son del libro que preparo para dentro de poco. Gracias por todo. Federico.