La Comisión Cívica para la Memoria Histórica organiza un itinerario por lugares de la provincia donde se desarrolló el final de la Guerra Civil. Un centenar de personas participan en la ruta que sigue el camino del Gobierno de Negrín hacia el exilio
antonio teruel 30.03.2014 | 10:56/ Diario Información
Los participantes en la
ruta por los espacios del final de la Guerra Civil en la provincia,
después de visitar el exterior de la finca El Poblet de Petrer.
JESÚS CRUCES
La Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica organizó ayer una ruta por estos escenarios de la provincia donde la República dio su último aliento. El recorrido se centró en la comarca del Vinalopó Medio, en los municipios de Elda, Monóvar y Petrer, ya que fue precisamente allí donde se concentraron los miembros del Gobierno y demás dirigentes y desde donde salieron hacia el extranjero. Además, en esta misma comarca hubo también un improvisado campo de concentración nada más acabar la guerra, con lo que también se vivió la represión posterior a la contienda.
El itinerario tuvo, no obstante, una parada previa en la Universidad de Alicante, donde una exposición ha estado mostrando durante las últimas semanas –terminaba precisamente ayer– la represión y el exilio en estas tierras después de la Guerra Civil. En ella se aludía, entre otros aspectos, a esos momentos finales del Gobierno republicano y a la captura –o huida, para los más afortunados– de miles de personas en el puerto de Alicante, así como en las consecuencias políticas y sociales de la contienda bélica.
Los participantes en la ruta, alrededor de un centenar, se desplazaron después hasta Elda, donde comenzó el itinerario por los últimos espacios de la República en la provincia. José Ramón Valero, profesor del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Alicante, fue el encargado de dar a conocer a los asistentes esos lugares y explicarles diversos detalles sobre los mismos. Así, pudieron conocer que en las casas de campo situadas al final de la Avenida del Mediterráneo, en el extremo sur de Elda, estuvo la llamada «Posición Dakar», donde se concentraron dirigentes republicanos como el poeta Rafael Alberti y su esposa, María Teresa León, además de Enrique Líster y Dolores Ibárruri «la Pasionaria», entre otros.
La visita a una de esas casas –contigua a las que ocuparon aquellos republicanos en 1939– les sirvió para hacerse una idea de cómo sería la «arboleda perdida» de Alberti, tal y como describió Valero. Después, la comitiva se dirigió a la pequeña pedanía monovera de El Fondó, un lugar fundamental en la huida del Gobierno, ya que allí se situaba el aeródromo desde el que Juan Negrín, sus ministros y otros cargos políticos destacados salieron hacia el exilio. Junto al antiguo campo de aviación –del que aún se aprecian restos como alguna explanación del terreno–, Valero indicó cómo los más mayores del lugar aún recuerdan el trasiego de aquellos días, y cómo el acontecimiento ha dado pie incluso a leyendas como la de un supuesto taxista que hubiera llevado a la Pasionaria, o que la misma Dolores Ibárruri siempre leía bajo un gigantesco pino que, al margen de la veracidad o no de ello, sigue en las inmediaciones.
A salvo de las bombas
El profesor de la UA explicó que la zona del Vinalopó Medio nunca fue bombardeada, pero pese a ello en El Fondó se habían tomado precauciones. En la misma aldea se excavó un refugio antiaéreo con bastante capacidad que ayer, gracias a la actual propietaria de parte de los terrenos, pudo visitarse con el debido cuidado. A nadie le pasó desapercibido el excelente estado de conservación del túnel, y fueron muy pocos los que no se atrevieron a bajar hasta el comienzo de la galería inferior.
José Ramón Valero estima que en la plaza de toros de Monóvar, que funcionó como campo de concentración, pudo haber entre 500 y 900 personas. Fue una breve parada antes de llegar a la finca El Poblet, en término de Petrer, donde el Consejo de Ministros de Negrín mantuvo sus dos últimas reuniones. Ante la puerta –no se pudo acceder al interior–, el profesor de la UA recordó que el lugar no cuenta con ningún tipo de protección legal, y defendió que «merecería la pena que fuera recuperado» como uno de los símbolos del final de la República.