Del matrimonio constituido por Gabriel Miró Ferrer y Clementina Maignon
Maluenda nacieron dos hijas: Olimpia (Alicante, 5 de Octubre de 1902) y
Clemencia (Alicante, 30 de diciembre de 1905).
Clemencia vivió como predestinadamente entregada al
amor y al estudio del padre, genial escritor, “símbolo y voz literaria de
Alicante, no sólo en España, sino en el mundo”, dicho con palabras de Salvador
Rueda.
Su quebradiza salud, su debilidad física, su propensión a la enfermedad fueron
permanente desvelo, condicionante muchas veces del curso existencial del padre.
Así, verbigracia, hallándose la familia en Barcelona, enfermó de tifus (1914),
“días terribles -escribió Augusto Pi Suñer- de angustia y de peligro. Miró ya
no escribe, no se separa de la cabecera de su hijita”.
Recuperada la salud, festejándola, Miró compuso el auto La cieguecita de
Betlehem, texto que, si representado en el hogar, se perdió para la historia.
Más adelante, en 1921, residente la familia en Madrid, Clemencia vuelve a
enfermar y el padre acude a eminencias médicas: Pi Suñer, Pittaluga, Marañón...
“Es casi seguro –dice a Oscar Esplá- que me aconsejen salir de Madrid; no sé
aún si iremos al Mediterráneo o a la Sierra, al Guadarrama, quizá. Donde sea
llevaremos a nuestra hija. Confío en Dios”.
Y, aconsejado por unos y otros y a impulsos de su más íntimo deseo, el escritor
decide volver a su tierra nativa, a su “verdad rural”, y se instala en Polop,
donde su hija recobró las energías vitales.
Veamos el retrato espiritual de Clemencia Miró, trazado por María Alfaro:
“Participó en la vida del mundo –de su mundo-, incluyéndose en un sistema de
armonía, en una fuerza que la empujaba más alto, a una presencia eterna y
vigilante representada por lo cotidiano: un rayo de sol, una brizna de hierba,
la rama en flor de un almendro.
Clemencia se fusionaba con la Naturaleza, y su esencia íntima formaba con
aquélla un solo cuerpo de inseparables moléculas, universo milagroso que, al
ensanchar su círculo de luz, ensancha también el mundo del conocimiento”.
Así fue su poesía, su palabra hondamente lírica, profundamente elegíaca:
“Me impregnaba de ese aliento otoñal/ de oros muriendo junto a dormidas aguas,/
de troncos exhalando/ la palpitante sensación del bosque,/ mundo animal, de
raíces y lluvia,/ de vida y muerte en infinito ritmo/ como las mutaciones del
paisaje,/ de la roca marina, la remota evidencia/ de los astros...¡todo
existencia eterna!”.
Lírica de raíz, voz original, genuina, la de ese libro titulado Poemas (1959),
en el que todo cuanto fue la vida de su autora canta con estremecedora
autenticidad.
Vi por última vez a Clemencia a comienzos de julio de 1953 en la “Casa de
Sigüenza”, de Polop. En su mirada se despeñaba la noche que no tardó en
destruirla. Días después, el 26 de dicho mes y en Madrid, nuestra muy querida
amiga entregó su alma a Dios.
Recordemos por último que en su prólogo al libro Imagen y poesía de Alicante
(1952), Clemencia habló de la Biblioteca Gabriel Miró “creada con tanto cariño
y fervor por la Caja de Ahorros del Sureste de España”.
Y añade: “¡Admirable refugio para estudiar y escribir; para pensar y recordar y
hasta para consolarnos!”.
Tomado de la Asociación de Jubilados de la CAM, Boletín de marzo 2006
POEMA DE CLEMENCIA MIRÓ, por el septimo aniversario de la muerte de su padre Gabriel Miró Ferrer ((Alicante, 28 de julio de 1879-Madrid, 27 de mayo de 1930)
A nuestra madre
No puedo ver esa montaña alpina
apretada de abetos y de nieve,
donde fué modelando mi deseo
tu figura yacente,
exacto tu perfil en cielo puro,
profunda paz, inmensa, en tu descanso,
No puedo ver tampoco en este Mayo
esa isla gris que encierra tu misterio,
que en su deriva inmóvil recibía
rosas y lágrimas,
y tu silencio, ahogado por la tierra,
nuestro mensaje más desesperado,
Sólo puedo mirar hoy tu mirada
que diste a este paisaje
o en sus caminos encontrar tu paso,
pero te sentiré vital junto a mi vida
sabiéndome hija tuya y escribiendo
con esta pluma que guió tu mano.
27 mayo de 1937.
Poema publicado en Hora de España núm. 14,
Barcelona, en el séptimo aniversario de la muerte de Gabriel Miró.