Miguel Hernández, poeta del amor carnal
El escritor José Luis Ferris reúne en un libro cien poemas del autor oriolano que evidencian «una relación entre amantes, entre sexos que se atraen». El volumen incluye 25 ilustraciones de Pepe Díaz Azorín
«Circunscribir el tema del amor a una parte de la producción poética de Miguel Hernández, además de un error, es una tarea condenada al fracaso. En mayor o menor medida, la obra del poeta de Orihuela está traspasada de ese sentimiento que marcó, sin duda, su destino trágico». A partir de esta premisa, el escritor y experto hernandiano José Luis Ferris ha tejido una red en la que ha ido colgando un centenar de poemas en los que el amor se coloca como eje central.
Pero no el amor en el sentido amplio del término sino aquellas composiciones que evidencian «un relación entre amantes, entre sexos que se atraen y cuerpos y almas que se desean». No se refiere, afirma, «al amor a la familia o la naturaleza, sino entre dos seres en el sentido carnal».
El resultado de esta búsqueda es Cien poemas de amor, un volumen editado por la Diputación Provincial de Jaén y el Instituto de Estudios Giennenses con motivo del 80 aniversario de su fallecimiento, con el que el autor (José Luis Ferris, autor de la Biblia sobre Miguel Hernéndez) de la biografía del poeta oriolano pretende ofrecer en bandeja una temática que impregna la producción de Miguel Hernández. Un volumen en el que los versos toman forma con las 25 ilustraciones que firma el pintor José Díaz Azorín, «que hacen más atractiva la publicación».
La idea de realizar este libro fue tomando forma el pasado verano. «Pensaba que era un libro, iba a decir necesario, porque creo que conocer a Miguel Hernández como poeta del amor es muy importante porque lo hemos conocido como poeta beligerante con los poemas de Vientos del pueblo, como el poeta de la lucha, de la Guerra Civil, pero el poeta fundamentalmente del amor, como yo le he visto siempre, había que llevarlo más allá de los 28 poemas de amor que hay en El rayo que no cesa».
El libro está realizado «con muchísimo rigor», apunta el escritor, no solamente por la selección de poemas, sino porque incluye una introducción con un estudio y un análisis de las diferentes etapas por las que atraviesa el poeta en el plano amoroso. Además incluye un índice con los poemas y su origen.
«Ahí tenemos a un Miguel muy completo y vamos viendo todas las etapas por las que pasó, por las que discurrió su vida y cómo el amor va evolucionando», resume el autor alicantino.
Cinco etapas amorosas
Esta antología amorosa la ha dividido el autor en cinco etapas. El punto de partida es el Miguel Hernández adolescente que publica sus primeros versos en revistas y periódicos locales. «En esos poemas, en los que el poeta no tiene experiencia personal en el amor, deja traslucir sus inmediatas influencias, las voces y lecturas que tiende a imitar, desde el modernismo de Vicente Medina a la sonoridad extraordinaria de Rubén Darío».
Hacia 1932, los versos amorosos «comienzan a adquirir mayor sentido dramático y arraigado», dando lugar a la segunda etapa. Góngora o Garcilaso se convierten en sus influencias, además de la prosa de Gabriel Miró, Gómez de la Serna o Gerardo Diego. «Es el tiempo de redacción de los poemas de su primer libro, Perito en lunas», afirma. «No es extraño encontrar en estos versos de origen gongoriano metáforas de alto poder sensual; no hay presencia de un amor concreto, pero sí deseo sexual insatisfecho propio de un joven».
El silbo vulnerado copa la tercera etapa del poeta. «Tras conocer a Josefina Manresa en el 34, su poesía amorosa comenzó a tomar carta de naturaleza y la experiencia literaria del amor pasó a una experiencia real, concreta». No falta en esos versos «el lamento y pena siempre por el exceso de puritanismo de la amada».
La siguiente fase amorosa se centra en El rayo que no cesa, que incluía, además de los versos inspirados en su novia, «un número de composiciones creadas en 1935 que su ponían un paso determinante hacia una concepción del amor más directa, penetrante y carnal». Para Ferris, «no era la novia de Orihuela la destinataria de esos versos sino la pintora Maruja Mallo, que le inspiró 14 poemas, y, en menor medida, la poeta murciana María Cegarra».
Se cierra esta antología amorosa con la última etapa. «Entre un libro como El rayo que no cesa y el estallido de la Guerra Civil, el amor adquiere tintes de crisis, de aguda soledad». Eso se refleja en una veintena de composiciones «esencialmente de verso libre, de gran experimentación formal».
Para Ferris, en los seis últimos años de vida, el tema amoroso «adquiere dimensiones estremecedoras; en sus versos lo personal se hace universal». Y es, asegura el escritor, en su obra póstuma, Cancionero y romancero de ausencias, donde el amor, «al que une la figura de su hijo, colma, trasciende y desborda el tema del amor».
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Nota de prensa de Información pasado por Ramón Palmeral