CANCIONERO Y ROMANCERO DE AUSENCIA de Miguel Hernández
Ramón Fernandez Palmeral
Libro: Miguel Hernández, el poeta de las tres heridas. Disponibles en Amazon
En el Cancionero y romancero de ausencia (CRA) se percibe el llanto, el dolor, la incomprensión, la injusticia, la angustia vital y las ausencias; es decir, el abandono a que ha sido sometido su destino, sin haber cometido en conciencia delito alguno, nada delictivo, sin sentirse culpable de nada, cuando él, tan sólo, ha sido un escritor y poeta al servicio de la «causa del pueblo», según manifestó en el Sumario 21.001 ante el juez castrense Manuel Martínez Gargallo. En sus último poemario culmina en la reflexión, el amor y la desesperanza en un diálogo interior o pensamiento interior escrito en silencio consigo mismo, como escribe en el subtítulo de la libreta «Para uso/del niño/ Miguel Hernández con domicilio en la cárcel…». Estos sentimientos los canta con sinceridad, con brío de trueno, como arrancados de su intimidad más honda y personal, la voz en el pozo amplificada, con una arquitectura lírica desprovista de galas o artificios florales preciosistas. Jesucristo Riquelme en su Obra Exenta de EDAF, 2012), escribe: «…en el Cancionero usa versos de arte mayor en 16 composiciones, el resto es como «lírica tradicional o poesía neo-populares». Es aquí, tras su madurez lírica y tras una larga trayectoria de formación, composiciones de aprendizaje y encargos para la arenga a las tropas milicianas, cuando surge, brota el manantial auténtico de la verdadera poesía hernandiana: de todo tipo de heridas, del sufrimiento, salida de la fibra humana, por consiguiente, los poemas del Cancionero…(CRA) no son temporales, sino eternos, un corpus poético que no caduca, que no es perecedero, que persiste en el tiempo por tratarse de una poesía lírica auténtica proyectiva, y no circunstancial, o como se suele decir, compuesta para arañar y dejar cicatrices en las heridas del alma humana. De aquí surge la propuesta cierta de la vigencia de Miguel Hernández en la sociedad actual, terriblemente maltratada.
Y como apunta Carmen Alemany «Desde el final de la guerra, y durante su clavario carcelario, sigue escribiendo poemas que hablan de dolor por la ausencia de Josefina y de su segundo hijo, por la muerte temprana del primero y la premonición de la suya» (2013: 261). Por ello, en este posicionamiento existencial, porque se trata de un testamento lírico a modo de autobiografía en condiciones infrahumanas y verdaderamente dolorosas, consigue que este poemario sea potencia vital y diferencial; opuesta a la poesía que yo llamo diverticular (o vacía) que se escribía en las vanguardias, por ello, Carlos Bousoño, considera que constituye «casi una revolución» para su época, por ser capaz de exponer los sentimientos más íntimos, esos cuyo dolor impide, por una u otra circunstancia, que personas normales podamos expresarlos con palabras escritas.
Al final del libro he añadido dos anexos con mis artículo «La forja de un poeta», resumen de una conferencia que di en el Ateneo de Alicante el 25 de marzo de 2010, con motivo de los actos del Centenario, con objeto de dar a conocer datos de la biografía del poeta que complementen el estudio y conocimientos sobre «el poeta del pueblo», al objeto de tener una visión más amplia de su trayectoria literaria y vital, sobre todo para los no iniciados en la biografía del universal poeta del rayo de metal crispado (v.1) del poema «Un carnívoro cuchillo». El segundo anexo es mi artículo «Los procesos judiciales contra Miguel Hernández», de una charla-coloquio que di en la Sede de la Universidad de Alicante, junto al también hernandiano y profesor Manuel Parra Pozuelo, el 25 de marzo de 2015, donde he ampliado artículos anteriores sobre los dos procesos el 21.001 y el 4.487-Ali, que le instruyeron, donde podemos comprobar la omisión de avales que le podían beneficiar en el proceso judicial, y sobre todo, las endebles acusaciones en el Consejo de Guerra como para condenarle a la pena de muerte.
A pesar de su juventud, 31 años cuando murió, tenía un profundo conocimiento del ser humano y de sus sentimientos, así como también un importante bagaje de lecturas de poetas áureos que amplificaron su visión tanto de la métrica y de la expresividad de lo inaprensible y eterno, que culminaron en una capacidad y maestría, poco común, para conmover al lector, a través de su punto de vista, entre lo autobiográfico, lo real, con cierto surrealismo vanguardista y febril, que, en cierta manera son creaciones cercano a lo onírico
He procurado extenderme en las vicisitudes de su enfermedad terminal para que comprendamos que en los últimos meses, ya no podía escribir, salvo algunas notas que dictaba a otros presos para que se las hicieran llegar a su mujer, pidiendo algodones por kilos para saturar la supuración de su pulmón izquierdo, o pidiendo medicinas y el consuelo de la presencia de su hijo Manolillo, como prolongación de su yo testamental en el tiempo y en el espacio.
El poeta-pastor, que había disfrutado en su juventud de una libertad bucólica en los montes oriolanos, que escribía a lomo de las cabras, que se bañaba esporádicamente en las balsas del Segura o en la alberca, que jugaba al fútbol, que pastoreaba el ganado por los caminos herbáceos hacia los pastos del palmeral de Oleza, cargado con su máquina de escribir portátil de la marca Corona. Había sido preso de un dolor espiritual e interior con la muerte de su esperado primogénito Manuel Ramón el 19 de octubre de 1938 de diez meses de vida «Y la noche se amontona/sin esperanzas de día…», en canción [42], sería otro «manotazo duro, un golpe helado/ un hachazo invisible y homicida…», en los versos doloridos de la «Elegía a Ramón Sijé», el compañero del alma «con quien tanto quería» o con quien tanto tenía en común y no le correspondió, era tal el remordimiento, le quería tanto que a su primer hijo le puso Ramón como segundo nombre de pila. Se compara al compañero del alma con este hijo del alma. Por estas fechas el poeta ya padecía fuertes cefaleas, patología estomacal y trastorno de ansiedades que le venían desde la Navidad del año anterior, de hecho a finales del 38 estuvo ingresado en un hospital de reposo en Benicasim o Beniàssim (en valenciano). Vicente Aleixandre dijo que padecía un ataque de neurisma por los abusos matrimoniales. No es del todo cierto puesto que el poeta padecía de cefaleas crónicas. Las enfermedades de Miguel fueron estudiadas por el médico y escritor Antonio López Alonso en su libro a Miguel Hernández lo mataron lentamente, Aqueronte. Ediciones Irreverentes, 2005.
Con este libro, enmiendo, corrijo y amplío algunos datos y apreciaciones de la vida del poeta de mi reciente libro Miguel Hernández, el poeta del pueblo, Amazon, USA, 2015, puesto que en la vida del poeta siempre aparecen cabos sueltos y nada se puede dar por concluido.
Al final del libro he unido 20 ilustraciones a plumilla de mi firma «Palmeral», que ilustran los poemas más destacados del Cancionero, en una interpretación plástica subjetiva de las impresiones transformadas en materia visual, lo que añade al presente libro un complemento artístico original.
El autor
Alicante, 7 de mayo de 2015
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