Tomabo del blog: https://pcorralcorral.blogspot.com/2022/03/los-cinco-lutos-de-josefina-manresa.html
Josefina Manresa y Miguel Hernández en Jaén en abril de 1937, durante la Guerra Civil.
Tristes
guerras
si no es amor la empresa.
Miguel Hernández
A Guillermo Pastor, el guardián entre el pasado, con infinita gratitud
El
13 de agosto de 1936, cuatro semanas después del comienzo de la Guerra
Civil, milicianos de CNT y FAI asesinaron en Elda a un cabo y cinco
números de la Guardia Civil pertenecientes al puesto de esta localidad
alicantina y a otras fuerzas del cuerpo allí concentradas. El suceso
tuvo lugar junto al cine Coliseo España, convertido en cuartel de las
fuerzas anarquistas,
en la calle Jardines, en el corazón del municipio.
El
cabo se llamaba José Marcos Práez, mientras que los números eran Manuel Morales
León, Miguel Benítez Cuenca, Manuel Moreno Luna, José Brotons Bernabéu y Manuel Manresa Pamies. Este
último, veterano de la guerra de África, guardia civil de segunda clase, de 47
años, con 21 de servicio en el cuerpo, destinado en el puesto de Orihuela, era el padre de Josefina Manresa
Marhuenda, “una mujer morena/resuelta en luna”, como escribiría de ella su
novio y después marido, el poeta oriolano Miguel Hernández Gilabert.
Sobre
los hechos circularon diversos relatos, de los que podría pensarse que
el más fiable sería el del número Fermín Delgado Puerto, superviviente
de la masacre, si no fuera porque dio después hasta tres versiones de
los sucesos. Natural de El Viso (Córdoba), Delgado contaba entonces con
47 años. Su testimonio aparece en los expedientes de los años 40 para la
concesión de pensiones por el régimen franquista a varios de los
asesinados, cuestión que trataré con detalle más adelante.[1]
En
el expediente de Manuel Manresa, el guardia Delgado testifica en
diciembre de 1939 junto con otros dos miembros de la Benemérita que se
encontraban el día de autos en Elda: el brigada Cayetano Martínez Muñoz y
el sargento Luis Salas Sellés. Sus compañeros definen al suegro de
Miguel Hernández como "de ideología sana, amante de su Instituto, fiel
cumplidor de sus deberes y afecto al Glorioso Movimiento Nacional".
Según
esta versión de los hechos del 13 de agosto de 1936, guardias de Asalto
y milicias tomaron el cuartel de la Guardia Civil en Elda pasadas las
cuatro y media de la tarde, al extenderse el rumor de que las fuerzas de
la Benemérita iban a pasarse a los sublevados después de recibir la
orden de salir esa misma noche para el frente. Después de desarmar a sus
efectivos, las milicias asesinaron a varios de ellos cuando los
conducían detenidos. Manuel Manresa, que había salido del cuartel a
hacer un recado, fue el primero en ser abatido: se refugió en un café,
"de donde lo sacaron matándole a la puerta del mismo por disparos de
arma de fuego".
El cadáver quedó tendido en la calle, de donde fue recogido y cargado
en un camión junto con los de sus compañeros, asesinados poco después
que él junto al Coliseo España.
Esta
versión del asesinato de Manuel Manresa consta en una certificación del
gobernador militar de Alicante emitida a efectos de la solicitud de
pensión para sus huérfanos. Asimismo, se afirma en ella que "la fuerza
que componía el puesto, a excepción del guardia llamado Antonio Berná,
no quiso hacer causa común con los marxistas y eso fue (sic) el asalto y
asesinato del cabo y cinco guardias".
Según
otra declaración suya posterior, de octubre de 1941, que figura en el
mismo expediente de Manuel Manresa, Fermín Delgado estaba aquel 13 de agosto de 1936 de servicio de patrulla por las calles de Elda con el cabo y otros cinco guardias.
Cuando llegaron al Coliseo España, en torno a las cinco de la tarde, se
encontraron con numerosos milicianos, dotados con armamento del cuartel
del Regimiento de Infantería de Alcoy. Sin mediar palabra, los
milicianos les hicieron "una descarga cerrada", de la que resultaron
muertos en el acto el cabo y tres guardias, incluido el padre de
Josefina Manresa, siendo Manuel Moreno Luna y él heridos graves, aunque
el primero fallecerá poco después.
Pero existe incluso una tercera versión de Fermín Delgado, esta vez en
el expediente de la pensión de su compañero Moreno Luna, donde reconoce
que se produjo "un combate" al intentar las milicias desarmar a los
guardias. "Empezaron a tiros los milicianos al resistirse y no querer
entregarse a ellos para ser desarmados", afirmó.
Una
vista del desaparecido cine Coliseo España de Elda, cuartel de las
milicias anarquistas al comienzo de la Guerra Civil, junto al que se
produjo el 13 de agosto de 1936 el asesinato de Manuel Manresa, el padre
de Josefina Manresa, y de cuatro de sus compañeros de la Guardia Civil
(Foto del blog www.prospectosdecine.com)
Josefina
Manresa recordaría la muerte de su padre cincuenta años después explicando que,
después de ser desarmados los guardias, el cabo José Marcos disparó con una
pequeña pistola que llevaba oculta, por lo que se produjo un tiroteo.[2] También aseguraba que un
miliciano había reconocido que la muerte de su padre había sido un error, pues
era un hombre apreciado en el pueblo.
Es muy probable que Josefina diera a
conocer entonces a Miguel Hernández ese mismo testimonio, pues el poeta la comparte pocos días
después de los hechos con su amigo José María de Cossío. Según cuenta José Luis
Ferris en su extraordinaria biografía sobre el poeta, Miguel escribe a Cossío
el 25 de agosto en una tarjeta postal, informándole de que ha sido asesinado el
padre de su novia: “Al parecer, ha ocurrido la enorme desgracia por
equivocación”.[3]
Hoja de la "Causa general" franquista correspondiente a Elda (Alicante), donde figuran
cinco guardias civiles asesinados por las milicias el 13 de agosto de 1936,
incluido el padre de Josefina Manresa, Manuel Manresa Pamies (Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL, 1396, Exp. 5). En
esta relación falta José Brotons Bernabéu, de 42 años, contabilizado
como sexta víctima en el expediente de pensiones de su compañero Miguel
Benítez Cuenca. Brotons falleció dos días después en un hospital de
Alicante a consecuencia de las heridas.(Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL, 1395, Exp. 1, Pág. 51)
Una
vez concluida la guerra, los hechos servirán de fundamento a numerosas
denuncias realizadas a los vencedores por vecinos de Elda que aseguran haber
sido testigos de los asesinatos, aunque muchos de ellos incurran en patentes
contradicciones sobre su condición de tales, como ha estudiado Pedro Payá Lopez
en su tesis doctoral sobre la represión franquista en el partido judicial de
Monóvar.[4]
Diez
fusilados
Los
jueces militares franquistas, como demuestra este mismo autor, no se
interesaron por el esclarecimiento del suceso. Lo que hicieron fue servirse
de la vileza de la matanza de los agentes para vincular a ella
a muchas de las personas destacadas de la izquierda en Elda, donde se
produjeron un total de 36 asesinatos por las milicias, según el recuento de la
“Causa general”.
Una
imagen del bar "Negresco" de Elda, uno de cuyos camareros, Tomás
Berenguer Picó, fue fusilado después de la guerra por el asesinato de
los guardias civiles. (Imagen del blog http://admreportaje.blogspot.com/)
Así,
es llamativo el hecho de que, de los 37 vecinos de Elda fusilados por
los
franquistas en la posguerra, nada menos que diez lo fueron por haber
sido
relacionados con el asesinato del padre de Josefina Manresa y los otros
cinco guardias civiles, según el estudio de Payá. Uno de los diez
ejecutados había
sido incluso condenado ya por un primer consejo de guerra sin que se le
imputara tal
cargo. Se trata de Tomás Berenguer Picó, camarero del bar "Negresco",
afiliado a la CNT,
natural de Monóvar, que contaba con 33 años de edad al terminar la
guerra. La
sentencia de su primer sumario, dictada en mayo de 1939, lo condenó a
treinta años de cárcel por adhesión a la rebelión, que cumplía en el
penal de El Dueso, en Santoña (Cantabria), por haber asistido a
fusilamientos de personas de derechas en Alicante.[5]
Berenguer
aseguró ante el juez que el día en que fueron asesinados los seis
guardias civiles salió del "Negresco" al oír las
detonaciones, y que después las milicias les obligaron a abandonar el
local,
enterándose por la calle, en dirección a su casa, que habían matado a
los agentes en el Coliseo España. “Ello prueba -continuaba su
declaración- que el
inculpado no tuvo intervención en dichos asesinatos y que ni por
curiosidad
acudió al sitio en que se había desarrollado el suceso para ver lo que
había
acontecido”.
Varios
testigos afirmaron, por el contrario, que Berenguer se sumó a las
ejecuciones con una pistola del nueve largo, y que incluso disparó al
cabo José Marcos cuando éste le pidió protección por ser conocido suyo.
También señalaron que escribió en una bandeja del bar las siglas U.H.P
(Uníos Hermanos Proletarios) con la sangre de una de las víctimas. El
consejo de guerra, celebrado el 26 de agosto de 1941 en Alicante, dictó
pena de muerte por estas acusaciones. Berenguer fue fusilado el 17 de
diciembre
de 1941 en el campamento de Rabasa, con 35 años.
Un
exiliado en el banquillo
La
muerte de Manuel Manresa y de sus cinco compañeros de la Guardia Civil
volvió
a emerger casi treinta años después con el regreso del exilio en 1963 de
Antonio Berná García, que aparece citado en 1939 como el único número
de Elda que mantuvo su lealtad al gobierno republicano. Natural de
Albatera, el antiguo
guardia contaba con 74 años cuando regresó de
Francia. Berná presentó una instancia para someterse a proceso de
depuración por haber
permanecido fiel a la República, pese a haber transcurrido casi tres
décadas
desde la contienda.
Varios
informes oficiales que constan en la causa de 1964 contra Antonio Berná
rescatan el suceso del 13 de agosto de 1936 para retomar la versión que aparece incluso recogida por Josefina
Manresa en sus memorias.[6] Según esta versión, los
guardias civiles habían recibido órdenes superiores de salir de Elda para
pasarse a las filas de los sublevados junto con más fuerzas del cuerpo
destinadas en Alicante. Los informes señalan al propio Antonio Berná como el guardia que
dio aviso a los milicianos de las intenciones de las fuerzas de
la Benemérita. Tal inculpación, sin embargo, la
desestimó la fiscalía militar en su pliego de cargos porque “no ha podido ser
comprobada”, a pesar de lo cual Berná sería condenado a treinta años de cárcel por su servicio a las
fuerzas republicanas, si bien su defensor apeló a la
prescripción del delito y a los beneficios de los sucesivos indultos del
régimen.
Miguel
Hernández se alista el 23 de septiembre de 1936 en el "Quinto
Regimiento" de las milicias comunistas para trabajar de zapador en la
construcción de trincheras y fortificaciones.
Cinco huérfanos
Cuando
se produce el asesinato del padre de su novia en Elda, Miguel Hernández estaba
pasando unos días de descanso en Orihuela tras haber vivido las primeras
jornadas del golpe militar en Madrid, donde trabajaba en Espasa-Calpe a las
órdenes de José María de Cossío para la elaboración de la enciclopedia “Los
toros”. El poeta aún no se había decidido a participar contra el alzamiento
militar al lado de las fuerzas republicanas. Entonces solo pensaba en
reincorporarse a su trabajo en la editorial después de un periodo de descanso
en su localidad natal, como confirma la tarjeta postal que envía en
esos días a Cossío.
El
asesinato de Manuel Manresa impactó fuertemente en Miguel Hernández que,
al
tiempo que se convencía de la necesidad de tomar partido contra los
sublevados,
se preocupó de modo inmediato por atender al desamparo de la viuda,
Josefa
Marhuenda Ruiz, y sus cinco hijos, todos ellos menores de edad:
Josefina, de 20 años; Manuel, de 16; Carmen, de 12; Gertrudis, de 10; y
Conchita, de 9. De todos ellos, solo
Josefina procuraba ingresos esporádicos en la casa como costurera.
Así,
en la tarjeta escrita a Cossío el 25 de agosto de 1936, Miguel le pide ayuda para el
sostenimiento de la familia de Josefina de modo que Espasa-Calpe “le pague la
mitad de la cantidad que cobro cada mes para poder permanecer aquí”. Al mismo
tiempo le anuncia que va a “hacer cuanto pueda para que le quede a esta pobre
familia mía la paga del padre muerto”. Así, se dispone a redactar cuanto antes
un pliego para el ministro de la Gobernación, el general Sebastián Pozas, “firmado, si es posible, por
nuestros amigos escritores de ahí, que puedan tener más valor para eso”.
José
María de Cossío, en cuya enciclopedia "Los toros" trabajó Miguel
Hernández como ayudante, fue una figura clave en la conmutación de la
pena de muerte al poeta de "Viento del pueblo"
después de la guerra.
Según
Ferris, la
ayuda de Cossío no se hizo esperar, pero en cuanto a la paga de
Gobernación,
la familia Manresa sólo recibió el sueldo de guardia de segunda hasta
diciembre de 1936. El expediente de pensiones de Manuel Manresa que he
consultado da el detalle de los devengos: un total de 324,57 pesetas en
los meses de agosto a octubre, por sueldo, quinquenios, prima de
constancia, bonificaciones y gratificación de vestuario, y 283,33 en los
de noviembre y diciembre, por sueldo y quinquenios solamente. Aunque
sus huérfanos volvieron a solicitar la paga, nunca más la obtuvieron.
Josefina recordaba que todos los
meses iba a cobrar los haberes de su padre a la Comandancia de Alicante
con la viuda del
cabo José Marcos, Amada, que “me recalcaba que era imperdonable que yo
tuviera
un novio rojo habiendo matado éstos a mi padre”.
Un ascenso póstumo
El
18 de septiembre de 1936 Miguel Hernández decide partir a Madrid, donde el día 23 se
presenta en el cuartel del “Quinto Regimiento” comunista para enrolarse como voluntario.
Empezaría como simple zapador, levantando fortificaciones y cavando trincheras,
para desempeñarse después como comisario, primero de la cultura y luego político, en la 1.ª
Brigada de Valentín González, “El Campesino”, y en la 11.ª División de
Enrique Líster, además de afiliarse al PCE y hacerse miembro de la Alianza de
Intelectuales Antifascistas.
Fuera o no por los oficios de Miguel, el caso es que el nombre de su suegro, junto
con el de sus cinco compañeros asesinados también en Elda, figurará el 5 de
marzo de 1937 en una relación de ascensos póstumos de caídos de la Guardia
Nacional Republicana, como se denominó en la zona gubernamental a la Benemérita
desde agosto de 1936.
Lo más llamativo
es que, según la orden del Ministerio de la Gobernación, el beneficiario del
ascenso era personal “que ha resultado muerto en combates sostenidos en los
diferentes frentes de operaciones durante la campaña actual, o como
consecuencia de heridas adquiridas en la lucha”.[7] La orden era consecuencia de un decreto que extendió a la Guardia Nacional Republicana
otro anterior dictado en favor de los guardias del Cuerpo de Asalto y Seguridad
que “hayan fallecido o fallezcan a consecuencia de heridas recibidas en los
campos de operaciones combatiendo a los rebeldes”.[8]
Orden del Ministerio de Gobernación con el ascenso póstumo de Manuel Manresa Pamies a cabo de la Guardia Nacional Republicana, en
la segunda página, el quinto nombre en la columna de la derecha,
precedido de los de sus cuatro compañeros muertos también en Elda por
las milicias. (Gaceta de la República, n.º 98, 8 de abril de 1937)
Es evidente que
Manuel Manresa y sus compañeros no habían muerto en primera línea luchando contra los sublevados, sino que
habían sido asesinados en la retaguardia por las propias milicias leales, por lo que no cumplían
la condición principal para el ascenso, que comportaba que sus viudas y
huérfanos recibieran la pensión correspondiente a su nuevo grado póstumo con
efecto del mes siguiente al de la defunción. Ya hemos visto que, a pesar de
ser beneficiaria de esta disposición, la familia de Manuel Manresa, ascendido a
cabo, no recibió ni un duro en toda la guerra.
En
todo caso, el
ascenso por el gobierno republicano de los guardias civiles asesinados
en Elda podría parecer un claro desmentido a dos versiones de los hechos
apuntadas
anteriormente. Primero, es muy dudoso que se ascendiera a estos agentes
de
haberse acreditado que iban a formar parte de un contingente dispuesto a
pasarse a los sublevados. Y segundo, es mucho más incierto aún que se
ascendiera
a sargento al cabo José Marcos, del que se dijo que disparó a las
milicias con una pistola escondida en el momento en que los guardias
civiles
eran desarmados. Aunque no fuera ese su propósito, evidentemente, el
ascenso
del gobierno republicano deja claro que los guardias civiles de Elda
fueron
asesinados a sangre fría sin más motivo que el de ser miembros de la
Benemérita.
Pero
volvamos a
agosto de 1936. El asesinato del padre de Josefina obligó a toda la
familia a
trasladarse a la también alicantina población de Cox, de donde era
natural Manuel Manresa y donde vivía uno de sus hermanos. La viuda,
Josefa Marhuenda, no pudo con el dolor de la muerte de su marido. Su
delicado estado de salud le impidió asistir el 9 de
marzo de 1937 a la boda de Josefina y Miguel, que contrajeron matrimonio
civil en
Orihuela. La suegra del poeta fallece por neumonía el 22 de abril de
1937, nueve meses
después del asesinato de su marido, provocando el segundo luto de
Josefina
desde el estallido de la guerra. Miguel se hace
cargo de los gastos del entierro de su suegra.
Al
quedar sus cuñados, menores de edad, huérfanos de padre y madre, Miguel
se convierte en su tutor, junto con su amigo el también escritor y
poeta Jesús Poveda Mellado, nombrado protutor. En su condición de
responsable de los menores, Miguel se afana en dejar acogidas en
una guardería a las hermanas pequeñas de su mujer, Carmen, Gertrudis y
Conchita, y se lleva consigo al único hermano varón, Manolo, con 17
años, para ocuparlo en labores de
intendencia en el frente de Andalucía, según la biografía escrita por
Ferris.
La
alegría vuelve al matrimonio solo unos días después con la noticia de
que
Josefina está esperando un hijo. Como bien señala Ferris, es el tiempo
de la
“Canción del esposo soldado”, del compromiso del combatiente con la
causa que
se ventila en la guerra unido a la emoción y responsabilidad del que va a
ser padre:
“Para el hijo será la paz que estoy forjando”. El primogénito, Manuel
Ramón, que tiene el nombre de su abuelo materno, nace el 19 de diciembre
de 1937, cuando el poeta está con la 11.ª División de
Líster en el paisaje polar de la batalla de Teruel.
Pero
la muerte vuelve a golpear a la pareja: Manuel Ramón, aquejado de
continuas
infecciones intestinales, sin la alimentación ni la medicación
adecuadas,
fallece con diez meses el 19 de octubre de 1938, “un día como bajo la
tierra,
oscuro”, escribirá el poeta. Es el tercer luto de Josefina Manresa,
cuando el próximo
ya se está fraguando con buena parte del ejército republicano desangrada
en las sierras y
valles a orillas del Ebro, la pérdida del apoyo de la URSS, la caída de
Cataluña, el exilio y la dimisión de Azaña y las luchas intestinas entre
las fuerzas del Frente Popular que liquidarán definitivamente la
resistencia ante Franco y sus aliados alemanes e italianos.
Salvoconducto
librado después de la guerra a favor de Miguel Hernández por un amigo
en la Comandancia Militar de Orihuela para que pudiera viajar a Sevilla,
Jerez de la Frontera y Cádiz en busca de trabajo. (Archivo General e
Histórico de Defensa, 3895/1. Ministerio de Defensa de España)
El
calvario del poeta
Del
calvario de Miguel Hernández después de la derrota republicana impacta
en primer lugar su abandono por los
camaradas del partido comunista junto con los que ha combatido con la
voz y la pluma. En segundo término, su ingenua confianza en que su papel
en la guerra como defensor de la causa gubernamental no le va a
reportar más dificultad que la de no encontrar empleo en la España de
los vencedores.
Tras el triunfo de Franco, Miguel decide volver a Madrid desde Cox con el fin de buscar un sustento económico para su familia, incluidos sus cuñados menores de los que es responsable como tutor. Contacta
con el poeta falangista Eduardo Llosent Marañón, compañero en las
"Misiones pedagógicas", quien le recomienda viajar a Sevilla para
entrevistarse con Joaquín Romero Murube. Sus amigos sevillanos le
aconsejan salir de España. En un último intento por conseguir trabajo,
viaja a Cádiz para ver al director de la revista "Isla", Pedro Pérez
Clotet, pero este no se encuentra en la ciudad. Ante la nueva decepción,
según la biografía de Ferris, toma la determinación de salir del país
por Portugal para intentar emprender viaje a Chile, como le había
sugerido su amigo Carlos Morla Lynch, encargado de negocios chileno en
Madrid.
El
poeta pasa a Portugal la noche del 29 de abril, a pie, por las
cercanías de Rosal de la Frontera (Huelva), sin conocer aquellos
parajes, llevando consigo el libro “La destrucción o el amor”, del poeta
Vicente Aleixandre, y un ejemplar de su auto sacramental “Quién te ha
visto y quién te ve y sombra de lo que eras”, a modo de salvoconducto
por ser una pieza religiosa suya influenciada por Ramón Sijé. Miguel
es detenido al día siguiente por la policía portuguesa después de que
le denunciara, pensando que era un ladrón, un hombre al que había
vendido, camino de Lisboa, un traje y el reloj de oro que le regaló
Aleixandre por su boda.
Dos agentes policiales franquistas lo interrogan el 4 de mayo
de 1939 en el depósito municipal de Rosal de la Frontera. De
su tortuosa y torturada declaración, en la que es apaleado y golpeado
hasta hacerle orinar sangre, es prueba su advertencia a los agentes de
que
“tengan cuidado no sea que se repita el caso de García Lorca que fue
ejecutado
rápidamente y según tiene entendido el mismo Franco (nuestro inmortal
Caudillo) sentó mano dura sobre sus ejecutores”, según reza la transcripción de
su interrogatorio, incluida en su expediente judicial militar, conservado en el Archivo
General e Histórico de Defensa en Madrid.[9]
Las
firmas de Miguel Hernández en dos de sus declaraciones ante las
autoridades franquistas. A la izquierda, la frágil rúbrica realizada bajo tortura en
Rosal de la Frontera (Huelva). A la derecha, la efectuada ante el
Juzgado Especial de Prensa, con sede en la Plaza de Callao, 4, que
instruyó su procedimiento sumarísimo, el 21.001. (Archivo General e Histórico de Defensa, 3895/1. Ministerio de Defensa de España)
A
pesar de sus durísimas circunstancias personales, Miguel sigue
anteponiendo sus desvelos como marido y tutor por la suerte de Josefina y
sus hermanos, como demuestra la declaración que realiza en Rosal. Según
su transcripción, el poeta asegura que su amigo Morla Lynch le había ofrecido divisas a principios de 1939 en
Madrid para que pudiera irse a Chile. Miguel quedó “en contestarle desde
Orihuela en cuanto viese a su familia, y viese si podía llevarse a su mujer e
hijos (sic), y dejar colocados a cinco (sic) huérfanos de un Guardia Civil, suegro
suyo, asesinado por los marxistas”.
La
preocupación por los huérfanos del guardia civil Manuel Manresa vuelve a
aparecer en su declaración cuando explica que obtuvo un salvoconducto de la
Comandancia Militar de Orihuela para viajar a Sevilla, Cádiz y Jerez de la
Frontera “con intención de encontrar trabajos literarios o burocráticos para
solucionar la cuestión económica y dar de comer a los cinco huérfanos”.
Una
fugaz libertad
A
partir del 9 de mayo, en que se dispone su traslado a Madrid, Miguel
comienza
su calvario por más de una decena de cárceles franquistas, mientras se
instruye, es un decir, su procedimiento sumarísimo, el número 21.001.
Sin embargo, su
encarcelamiento en la prisión madrileña de Torrijos es interrumpido por
una
sorprendente liberación el 15 de septiembre, unas pocas semanas antes de
enfrentarse al consejo de guerra, fijado para el 7 de octubre. Como
declarará
el poeta más tarde, su liberación se produce gracias a las gestiones de
José
María de Cossío, que había
perdido a un sobrino falangista en la batalla de Brunete (ver en este
blog
https://pcorralcorral.blogspot.com/2020/07/sobre-un-libro-hallado-en-las-trincheras.html), y de los también falangistas Rafael Sánchez Mazas y Eugenio Montes.
Escrito
del consejo de guerra n.º 6 informando el 7 de octubre de 1939 de que
Miguel Hernández no ha comparecido ante el mismo por haber sido puesto
en libertad. (Archivo General e Histórico de Defensa, 3895/1. Ministerio de Defensa de España)
Su
salida de la cárcel le permite reencontrarse fugazmente en Cox con
Josefina y
su nuevo hijo, Manuel Miguel, nacido el 4 de enero de 1939. Aprovecha
también
su estancia en su tierra para visitar en Orihuela a los padres del
desaparecido
Ramón Sijé. Su gesto de afecto hacia los progenitores de su mejor amigo
se
confirmará a la postre como una temeridad. Su presencia en Orihuela es
denunciada. Será la Guardia Civil del puesto de su localidad natal,
donde tuvo su último destino su suegro, la que comunicará el 20
de octubre siguiente la nueva detención del poeta, que es trasladado a
Madrid
en tren el 3 de diciembre, bajo vigilancia de la misma Benemérita.
El
nuevo encarcelamiento de Miguel, junto con el exilio en Francia de su
amigo Jesús Poveda Mellado, que se había incorporado a las filas del
Ejército Popular, lleva a los familiares de Josefina Manresa a decidir
el nombramiento de un nuevo tutor para los huérfanos menores de edad,
"hasta tanto no queda legalizada la situación" del poeta, según reza un
acta del Consejo de Familia de los menores celebrado el 23 de octubre en
el juzgado municipal de Cox, incorporada al expediente de la pensión
del padre guardia civil. Se nombra como nuevo tutor a Juan Manresa
Pamies, tío de los huérfanos, al que se le encargan las gestiones para
reclamar sus derechos de pensión, entre otras razones por vivir en
Alicante capital, lo que significa que puede hacer el trámite "con más
puntualidad y menos gravoso para los mismos".
El
consejo de guerra contra Miguel Hernández se celebra el 18 de enero de
1940, en la Plaza de Callao 4,
sede del Juzgado Especial de Prensa. El autor de “Viento del pueblo” es
condenado a muerte por delito de adhesión a la rebelión. La sentencia,
de apenas un folio, le acusa de alistarse al "Quinto Regimiento", ser
comisario político de la 1.ª Brigada, intervenir en el asedio del
santuario de Santa María de la Cabeza y ser "miembro activo" de la
Alianza de Intelectuales Antifascistas, "haciéndose pasar por el poeta de la revolución".
Un
recorte de "El Mono Azul", publicación de la Alianza de Intelectuales
Antifascistas, con el poema "Canción del esposo soldado" de Miguel
Hernández, que figura en el expediente judicial franquista contra el
poeta como "prueba" del delito de adhesión a la rebelión. (Archivo General e Histórico de Defensa, 3895/1. Ministerio de Defensa de España)
Casi todos los
sentenciados a la pena capital aquel día son ejecutados en apenas cinco meses,
según Ferris. A Miguel le salva, de nuevo, la intervención de José María de
Cossío, que visita, con los falangistas Rafael Sánchez Mazas y José María Alfaro, al
general José Enrique Varela, ministro del Ejército, para solicitarle que evite
la ejecución del autor de “El rayo que no cesa”. Según el primer biógrafo del
poeta, Juan Guerrero Zamora, lo que conmueve a Varela es saber que Miguel se
había casado en plena contienda con la hija de un guardia civil asesinado por
los rojos.[10]
El
25 de junio siguiente, Franco conmuta la pena de muerte del poeta por la
inferior en
grado, treinta años de prisión, lo que se le comunica el 13 de julio a
Miguel en la prisión de Conde de Toreno, en la que coincidió con el que
sería dramaturgo Antonio Buero Vallejo, quien dibujó allí el famoso
retrato del poeta cautivo.
El
resto de la historia es un viaje al corazón de las tinieblas carcelarias de la posguerra,
escalofriantemente reconstruido por Ferris, incluida la siniestra
intervención de Luis Almarcha, vicario de la catedral de Orihuela, y el
capellán de la prisión de Alicante, el padre Joaquín Vendrell, renuentes a
trasladar a Miguel a un sanatorio si no se retracta de sus
ideales y manifiesta su adhesión al nuevo régimen cuando su tuberculosis se le
agrava después de una neumonía sufrida en la cárcel de Palencia, una bronquitis
en la de Ocaña y un tifus en la de Alicante.
Son
las terribles consecuencias de su “turismo carcelario”, como el poeta lo llama
con ironía, por calabozos insalubres, húmedos y glaciales, sin los medicamentos ni la
alimentación necesarios. Solo se accederá a trasladar a Miguel a un sanatorio cuando
esté en las últimas, con el pulmón izquierdo invadido por la tuberculosis, y
después de haber aceptado contraer matrimonio religioso con Josefina, casi moribundo, el 4 de marzo de 1942.
La
pensión del suegro
Pero
ni siquiera su más que penosa situación en esos tres años de cárcel le
distrajo de su preocupación por Josefina y sus hermanos, según he
comprobado en los archivos del autor de "El hombre acecha" que custodia
la Diputación Provincial de Jaén. Una prueba fehaciente es una nota del
poeta, escrita en la cárcel en 1939, donde parece reproducir el modelo
de una
instancia para solicitar a las autoridades franquistas una pensión para
su
mujer y sus cuñados por el asesinato de su suegro.[11]
La
nota especifica la
fecha y el pueblo del asesinato, 13 de agosto de 1936 en Elda; los
beneficiarios, Josefina, Manuel, Gertrudis, Carmen y Concepción, -“todos
con la fecha de nacimiento”, apunta-; la graduación de su suegro -
“guardia 2.º”-, y
su sueldo -“300 pts mensuales”. El poeta también refleja que se ha
entregado dicha
solicitud entre mayo y junio de 1939 en la Comandancia de la Guardia
Civil de
Alicante.
Nota
escrita por Miguel Hernández en la cárcel en 1939 en la que reproduce
una instancia para solicitar la pensión por el asesinato por las
milicias de su suegro guardia civil, Manuel Manresa. Agradezco a los
herederos del poeta, en especial a su nuera, Lucía Izquierdo, su amable
autorización para reproducir este interesante documento, prueba de los
desvelos del poeta por los hermanos menores de su mujer. (Diputación
Provincial de Jaén. Legado Miguel Hernández. MH_CR_2492)
La
instancia venía a solicitar la pensión extraordinaria aprobada el 2 de
diciembre de 1936 por el general Franco en el Decreto 92 para los familiares de los
miembros de las fuerzas militares y de seguridad fallecidos por haberse sumado
a la sublevación contra el gobierno republicano. El artículo segundo establecía que, en el caso de cuerpos
auxiliares y suboficiales del ejército, guardias civiles, carabineros y
guardias de asalto, esta pensión era equivalente, en concepto de pensión
alimenticia, al cincuenta por ciento del sueldo íntegro que cobraran los
fallecidos en el momento de su defunción, sin devengos ni gratificaciones, en
el caso de haber muerto en las siguientes circunstancias:
“a)
Haber sido asesinados por los rebeldes en territorio ocupado al tiempo de
iniciarse el Movimiento por estar adheridos a él.
b)
Muertos en territorio pendiente de ocuparse en lucha con las fuerzas contrarias
al Movimiento Nacional y en defensa de éste.
c)
Asesinados en territorio pendiente de ocuparse por adhesión al Movimiento
Nacional”.[12]
En
las gestiones para conseguir la pensión extraordinaria, que en el caso de
Manuel Manresa habría alcanzado las 1.550 pesetas anuales, se involucraría a
fondo el poeta Vicente Aleixandre, consciente de que, además del dinero enviado
por los amigos, incluido él mismo, la pensión podía aliviar la situación de la
familia, y sobre todo ser de ayuda indispensable para el cuidado del pequeño
Manuel Miguel, el destinatario de las conmovedoras “Nanas de la cebolla”, y para aliviar las
penalidades del propio poeta en la cárcel. Para ello, Aleixandre contará con la ayuda del
escritor José Luis Cano, cuyo padre,
el general Enrique Cano Ortega, era vocal del Consejo Supremo de Justicia
Militar, que aprobaba o denegaba estas pensiones.
De
los desvelos de Aleixandre es prueba su carta del 10 de junio de 1940 a
Josefina, donde además de interesarse por Miguel y su hijo Manolín, señala a la
mujer que su tío paterno, Juan Manresa, nombrado tutor de los huérfanos, no le
ha enviado aún un documento “necesario para el despacho de la pensión de Vds” y
le pide que le apremie para hacerlo “porque todo está pendiente de él”.[13]
Un
laberinto burocrático
El
propio Miguel sabe muy bien que su amigo Vicente está haciendo lo imposible
para que su mujer y sus cuñados cobren la pensión de su suegro. Así se lo
comunica a su amigo Luis Rodríguez Isern desde el penal de Ocaña en enero de
1941, a quien le pide que visite a Aleixandre. “Y dile -escribe el poeta sin
disimular su gratitud- que sé de su interés por conseguir que Josefina cobre
para sus hermanos la pensión que en justicia debieran cobrar hace tiempo”.[14] Con
ese “en justicia”, Miguel declara implícitamente que su suegro había muerto por su
adhesión a la sublevación contra el mismo régimen republicano que él defendió hasta
el último suspiro. Prueba del desgarro que en todas las familias provocaron el
golpe militar y la guerra.
Sobre
el asunto de la pensión vuelve Aleixandre el 8 de marzo de
1941, requiriendo por carta a Josefina que presente nuevamente la solicitud pues la
primera instancia, a la que se refería Miguel en su nota de 1939, se ha
perdido.[15] El
poeta sevillano informa a la mujer de Miguel de que un contacto suyo en
Alicante le ha comunicado que “no encuentra allí rastro ninguno de la
instancia de Vds. ni en la Comandancia de la Guardia Civil, ni en el
Gobierno
militar ni en la Auditoría de Guerra”.
“Como
en el Consejo Supremo de Justicia Militar en Madrid tampoco se
encuentra,
quiere esto decir que la instancia de Vds. se perdió hace tiempo”,
escribe
Aleixandre. Por ello insiste a Josefina en que le aclare en qué centro
presentará la nueva solicitud para que su amigo José Luis Cano se
interese por
ella, con el fin de que sea remitida cuanto antes al Consejo Supremo en
Madrid, donde su
amigo “también trabajara para que la despachen pronto y cobren Vds. la
pensión,
si es posible”. Conmueve el detalle de Aleixandre al incluir en su carta
el
sello para que Josefina le conteste por correo para recordarle los
apellidos de su padre y
de sus hermanos y ella.
Finalmente,
la instancia aparecerá, pero Aleixandre insiste a Josefina el 17 de junio de
1941 en que su tío Juan no le ha enviado una documentación que se requiere. “No
sé qué vamos a hacer para conseguir que me envíe lo que necesitamos para la
instancia de Vds.”, escribe quejoso el poeta de “Espadas como labios”.
Aleixandre le anuncia además que a mediados de julio saldrá de Madrid “y será
lástima no recibir antes el documento y poner en marcha la instancia antes de
irme”.[16]
Carta
de Vicente Aleixandre a Josefina, fechada el 8 de marzo de 1941, donde
le informa que la instancia para pedir la pensión por el asesinato de su
padre se ha extraviado, prueba del infernal laberinto burocrático al
que se enfrentó la familia Manresa durante cuatro años. La publicación
de esta carta, como la nota anterior, ha sido autorizada por los
herederos del poeta, a quienes reitero mi gratitud. (Diputación Provincial de Jaén. Legado Miguel Hernández. MH_CR_1630)
En
este punto es Miguel quien, ya en la cárcel de Alicante, donde ha sido
trasladado desde la de Ocaña, recuerda a su mujer, en una tarjeta postal
fechada el 30 de agosto de 1941, que debe hablar con Aleixandre del asunto de
la pensión. Sin duda, el poeta es plenamente consciente de que, en la situación
que atraviesan, ese dinero es vital: “Di a Vicente que hoy más que nunca debe
atenderte, y háblale también de ese documento que se precisa para conseguir la
pensión de tu padre”.[17]
El
4 de febrero de 1942, con creciente preocupación por el estado de salud de
Miguel, Aleixandre escribe de nuevo a Josefina. Entre otros muchos asuntos aparece de nuevo,
como en todas sus cartas, la pensión de su padre asesinado. El poeta sevillano le
dice a la mujer que en otra carta que no ha debido de recibir le pedía que le
diera otra vez el nombre y apellidos de su padre y los de sus hermanos “pues
los necesita otra vez mi amigo para ver de buscar lo de la pensión”.[18]
En
una misiva posterior, del 23 de marzo de 1942, que desborda inquietud por la
vida de Miguel –“Es un dolor ver a qué extremos de gravedad ha llegado”-,
Aleixandre regresa al no menos cruel laberinto burocrático en que parece perdido
un soporte económico fundamental para paliar los males de su amigo. En esta
ocasión es el paradero de un documento testifical que la Capitanía General de
Valencia decía haber enviado el 3 de enero al Consejo Supremo, al que, sin
embargo, nunca había llegado.[19]
Cinco
días después de esta carta, hace ahora ocho décadas exactamente, muere Miguel en la enfermería de la cárcel de
Alicante, a los 31 años de edad, con el nombre de su mujer abrazado a su
último suspiro: “¡Ay, hija, Josefina, qué desgraciada eres!”, según le oyó
decir José Ramón Rocamora, también preso, que estuvo en todo momento en la
cabecera de su lecho de muerte.
Era
el cuarto luto de Josefina desde el comienzo de la guerra, y el que llevará en
el alma toda su vida, entregada a la salvaguarda de la memoria y
la obra del poeta, hasta su muerte en 1987, tres años después de la de su hijo
Manuel Miguel, fallecido en 1984, su último luto.
A
la muerte del
poeta, según recuerda Ramón Fernández Palmeral, dos de
las hermanas pequeñas de Josefina salen del colegio de huérfanos de
guardias
civiles de Valdemoro (Madrid), donde habían estado acogidas. Aunque
según el mismo autor, los hijos de Manuel Manresa comenzaron a cobrar
después de la guerra una
pensión de orfandad, el expediente conservado en el archivo del
departamento de pensiones del Ministerio de Defensa acredita que en 1940
dejaron de cobrarla. Hasta el año 1973 Josefina
Manresa no volverá a reclamarla y percibirla, mientras que sus hermanas
Gertrudis y Carmen la conseguirán cobrar de nuevo desde 1990 y 1992,
respectivamente.
Diligencia
de notificación de la conmutación de la pena de 30 años de cárcel a
Miguel Hernández por la de 20 años y un día. La nota es de fecha 4 de
julio de 1944, cuando el poeta llevaba más de dos años muerto. (Archivo General e Histórico de Defensa, 3895/1. Ministerio de Defensa de España)
El dolor de
Aleixandre
El 6 de noviembre de 1942, pasados ocho meses desde la muerte de su amigo Miguel, Aleixandre continúa su batalla
contra la maquinaria burocrática del nuevo régimen, pero se muestra otra vez
apesadumbrado por no haber recibido del tío de Josefina la documentación que se
precisaba. “Me tiene disgustado no recibir de su tío los documentos que hace
tantos meses le pedí para su pensión. Si tuviéramos estos documentos, que no se
presentaron al hacer la solicitud, ya tendrían Vds. su pensión”, escribe.[20]
La
realidad, sin embargo, va a desmentir al poeta. El
26 de febrero de 1943 la Sala de Pensiones de Guerra
del Consejo Supremo de Justicia Militar rechaza conceder a Josefina y a
sus hermanos la
pensión extraordinaria. Se impone así el criterio de la Fiscalía, que
dos días antes se había pronunciado contundentemente, como prueba la
nota incluida en el expediente que he podido consultar:
"Del
expediente se deduce que el causante no cooperó al Alzamiento Nacional,
desde su iniciación, sino que, por el contrario, prestó servicios en
las fuerzas contrarias a dicho Alzamiento hasta que, como consecuencia
de un motín que tuvo lugar en Elda, fue muerto por las turbas en la
fecha indicada en ocasión de encontrarse prestando servicio de orden
dispuesto por las autoridades marxistas, y por resistirse a ser
desarmado por los revoltosos.
Con
lo expuesto queda justificado que el causante no murió asesinado por
los rebeldes por su adhesión al Glorioso Movimiento Nacional".
El
7 de abril de 1943, Aleixandre escribe a Josefina para comunicarle que
la Fiscalía del Consejo Supremo ha rechazado la petición de la pensión
extraordinaria por el asesinato de Manuel Manresa, “estimando que no
está demostrado que su padre de Vds. muriese en defensa del Movimiento”.
Aleixandre le explica que el informe del fiscal es vinculante para la
Sala de Pensiones de Guerra, por lo que no hay nada que hacer.
“Excuso decirla a Vd. -escribe el futuro premio Nobel a la viuda de su amigo Miguel-
el dolor que tal resolución me ha producido, ante el derrumbamiento de
las esperanzas en esa Pensión que tan justamente se solicitaba”.[21]
La
decisión no fue recurrida en su momento, por lo que quedó firme. Sin
duda, los familiares de Manuel Manresa debieron de estimar
contraproducente seguir removiendo el asunto después de que un órgano
militar superior del nuevo régimen hubiera tachado de enemigo al guardia
civil asesinado. Lo que demuestra el alto precio que comportaba para
una familia que uno de sus miembros, aunque hubiera muerto, fuera
señalado como contrario al nuevo régimen.
Sin
embargo, pasados los años, los propios huérfanos de Manuel Manresa
intentaron de nuevo conseguir la pensión. Así lo demuestra un borrador
de una instancia
con la que Gertrudis, cuñada de Miguel Hernández, reclamaba en 1954 al
ministro del Ejército, Salvador Moreno, que se les concediera dicha
pensión por cuanto su
padre “estuvo al servicio del Glorioso Alzamiento ya que no llegó a
sumarse a
los rojos cual lo demuestra el ser asesinado en la fecha indicada,
transcurrido
ya casi un mes y todavía con uniforme de la Benemérita”.[22]
En el borrador de
la instancia, Gertrudis aseguraba que su padre “cayó vilmente asesinado por las
hordas rojas en dicha Ciudad de Elda, en unión de otros compañeros que, por no
quererse entregar a las turbas marxistas entonces allí dominantes, hicieron
frente a ellas prefiriendo ofrendar su vida antes que rendirse a una causa que
repudiaban y detestaban en honor al Cuerpo que pertenecían”.
Vicente
Aleixandre en 1952 ante la tumba de Miguel Hernández, a quien ayudó con
tanta generosidad en todo su calvario carcelario después de la victoria
franquista. Intervino también, a través de su amigo José Luis Cano, en
el intento de conseguir la pensión de su suegro Manuel Manresa para su
mujer y sus cuatro cuñados, los cuales quedaron huérfanos en la guerra.
“Algún sin alma”
El
rechazo del régimen franquista a conceder
la pensión extraordinaria a los hijos de Manuel Manresa resulta chocante
cuando compruebo que sí la recibieron las familias de dos de los
guardias civiles
asesinados con él en Elda. Se trata de Miguel Benítez Cuenca, natural de
Benalúa de las Villas (Granada), asesinado con 29 años, que dejó dos
hijos de corta edad, de un año y unos meses; y Manuel
Moreno Luna, de Archena (Murcia), muerto con 34 años. A sus respectivas
viudas, Carmen García Raya y Matilde Guillén Verdú, se les
concedió en la posguerra, en virtud del artículo segundo del
Decreto 92, una pensión anual de 1.550 pesetas a contar desde el 14 de
agosto
de 1936, un día después de su asesinato.[23]
Los
relatos de las testificales de sus expedientes son similares a las de
Manuel Manresa, e incluso comparten testigos como es el caso de los
guardias Fermín Delgado Puerto y Cayetano Martínez Muñoz. Todos los
testimonios dejan constancia de que las fuerzas de la Benemérita iban a
aprovechar su marcha al frente para pasarse a los sublevados. Se dice
incluso que Benítez Cuenca y otros guardias escuchaban en el cuartel las
soflamas radiofónicas del general Queipo de Llano. Pero, a pesar de
todo, y por inconcebible
que parezca, a algunos de los guardias asesinados en Elda se les
consideró asesinados por su adhesión al alzamiento militar, pero no al
suegro de Miguel Hernández, a pesar de que sus compañeros declararon que
era afecto a los sublevados.
El
lector que me
haya acompañado hasta aquí se habrá asomado al borde del abismo entre
las dos Españas,
ambas tan cicateras en el auxilio a los cinco huérfanos del guardia
civil
Manuel Manresa. Si los republicanos jamás les pagaron durante la guerra
la pensión que le habían reconocido al ascenderle póstumamente a cabo,
los franquistas les negaron dos en la posguerra de “hambre y cebolla”.
Dichas
pensiones podrían haber atenuado las penurias y escaseces de las
familias Hernández y Manresa durante y después de la contienda, aunque muy probablemente nada habría cambiado si el destino de
Manuel Manresa hubiera sido distinto: de haber sobrevivido
a la guerra, el hecho de servir como guardia civil en zona “roja” le habría
costado por lo menos unos años de cárcel como a su yerno, sin derecho a cobrar
nada.
Es
lógico abrigar en este punto la sospecha de si ser el suegro de Miguel
Hernández fue el verdadero motivo del rechazo de
la instancia que Josefina y sus hermanos presentaron después de la
guerra para obtener la pensión por el asesinato de su padre. Quién mejor
para expresar el calado de esta sospecha que Vicente Aleixandre, la
persona que posiblemente más luchó por conseguir esa
pensión:
“Llego a pensar
-escribió el poeta a Josefina en abril de 1943 sobre la denegación de la pensión- si algún enemigo, si algún sin alma, se
habrá interpuesto en este asunto, pues de otro modo es inexplicable a primera
vista”.[24]
[1] Se trata de los expedientes de los guardias Manuel Manresa Pamies (Exp_24376_82), Manuel Moreno Luna (Exp_428_22) y Manuel Benítez Cuenca (Exp_427_22),
conservados en el archivo del Área de Pensiones del Ministerio de
Defensa. Agradezco vivamente al director del Archivo General e Histórico
de Defensa, Guillermo Pastor; a la jefa del Área de Pensiones del
Ministerio de Defensa, Fátima Incera Peña; y al técnico del mismo área,
Rafael Marchante Gambero, las facilidades proporcionadas para que
pudiera consultarlos.
[2]
“Josefina
Manresa: un dolor que se extiende por tres generaciones”. Entrevista con el
profesor José Ramón Valero Escandell para la revista “Alborada”, Elda, 1986,
citada por Pedro Payá López en su tesis doctoral (ver nota 4).
[3] José Luis Ferris.
“Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta”, Temas de Hoy,
Madrid, 2002.
[4]
Pedro Payá
López. “Ni paz, ni piedad, ni perdón. La guerra después de la guerra y la
erradicación del enemigo en el partido judicial de Monóvar: la responsabilidad
compartida (1939-1945)”. Universidad de Alicante, 2013.
[5]
AGHD,
Alicante, Sumario 262, Año 1939, Caja 15628/ 2
[7] “Gaceta de la
República”, n.º 98, 8 de abril de 1937.
[8] “Gaceta de la
República”, n.º 249, 5 de septiembre de 1936.
[9]
AGHD, Madrid,
Sumario 3895/1. Invito al lector a leer el expediente militar abierto contra
Miguel Hernández en la copia digital accesible en esta web del Ministerio de
Defensa: https://bibliotecavirtual.defensa.gob.es/BVMDefensa/exp_justicia_militar/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=225347
[10]
Juan
Guerrero Zamora, “Miguel Hernández, poeta (1910-1942). Ediciones El Grifón,
Madrid, 1955, citado por José Luis Ferris.
[11]
Diputación
Provincial de Jaén. Legado de Miguel Hernández, MH_CR_2492.
[12]
BOE, n.º 51,
9 de diciembre de 1936, págs. 352-354.
[13]
Diputación
Provincial de Jaén. Legado de Miguel Hernández, MH_CR_1493.
[14] Diputación Provincial de Jaén. Legado de Miguel
Hernández, MH_CR_0737.
[15]
Diputación
Provincial de Jaén. Legado de Miguel Hernández, MH_CR_1630.
[16]
Diputación
Provincial de Jaén. Legado de Miguel Hernández, MH_CR_0052.
[17] Diputación Provincial de Jaén. Legado de Miguel
Hernández, MH_CR_0070.
[18]
Diputación
Provincial de Jaén. Legado de Miguel Hernández, MH_CR_0048.
[19]
Diputación
Provincial de Jaén. Legado de Miguel Hernández, MH_CR_0050.
[20]
Diputación
Provincial de Jaén. Legado de Miguel Hernández, MH_CR_1603.
[21]
Diputación
Provincial de Jaén. Legado de Miguel Hernández, MH_CR_1615.
[22]
Diputación Provincial de Jaén. Legado de Miguel
Hernández, MH_DP_0073.
[23] BOE, n.º 8, 8 de
enero de 1941, págs. 172-173, y BOE, n.º 152, 1 de junio de 1942, págs.
3918-3919, respectivamente.
[24] Diputación
Provincial de Jaén. Legado de Miguel Hernández, MH_CR_1615.