Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

viernes, 21 de agosto de 2009

A MIGUEL HERNÁNDEZ. HOMENAJE COMPARTIDO

Fernando Reig Serna

(Aula de Mayores. Universidad de Murcia)


Es una oportunidad, casi imposible de repetir, el poder conmemorar una efemérides tan importante para el mundo de las letras, y, sobre todo, para los oriolanos, con el sentido total que conlleva la palabra “oriolano”, queriendo obviar la repetida frase “sin distinción de …”, el centenario de nuestro poeta universal en el año 2010.

Se ha escrito mucho y se escribirá de su obra; desde sus primeros pasos en la poesía, del pastoreo con las cabras mientras leía a los clásicos, de las tertulias en la panadería de Efrén Fenoll en la calle de Arriba, de su amistad con Ramón Sijé, de sus viajes a Madrid, de su primer libro “Perito en lunas”, en definitiva, de toda su trayectoria literaria; pero poco se ha escrito, o a mí me lo parece, de la época de su niñez, es comprensible, pues sus biógrafos empiezan ya en su etapa de adolescente y juventud que es donde empieza su vida de escritor, pero olvidan o ignoran, ese tiempo que va desde los primeros años hasta la juventud.

Todos sabemos que Miguel Hernández nació en la calle de San Juan (hoy Antonio Pinies), y al poco tiempo sus padres se fueron a vivir a la calle de Arriba pasado el arco, donde está ubicada la Casa-Museo. Justo en la casa colindante, donde hace poco tiempo se restauró para la ampliación en Sala de Exposiciones, vivía una familia con varios hijos, pero uno de ellos, debido a que tenían la misma edad, Miguel era cuatro meses mayor, se convirtió en su amigo inseparable donde correteaban por los callejones, se subían a la sierra y hacían las travesuras propias de su tiempo; ello era debido a la amistad de vecindad que unían a las dos familias y el hecho de que el padre era cabrero igual que el padre de Miguel, el tío “Vicenterre”, y en muchas ocasiones guardaban las cabras conjuntamente en una cueva que hay al final del primer callejón a la izquierda de la calle de Arriba; curiosamente ese callejón se llama del Poeta, sin más, seguramente sería el máximo homenaje que la dictadura otorgara a tan insigne hijo de Orihuela.

La infancia de estos amigos transcurría con normalidad, compartían las Escuelas del Ave María, subidas a la sierra con algún cabritillo al cuello, juegos en la calle en las traseras del colegio Santo Domingo, en las horas libres ayudaban a sus padres a ordeñar las cabras y repartir la leche, y en las noches de invierno compartían habitación y lecho en la casa de alguno de ellos.

En algunas ocasiones decía el tío Vicenterre a su vecino “deja al crío que se quede esta noche a dormir en mi casa para hacer compañía a Miguel”. Años más tarde cuando su amigo se fue a vivir a la calle Nueva, junto a la plaza de D. Jaime y quedaban los viernes de productor para ir al cine al Teatro Circo, a general, a la salida pedía Miguel a su amigo que lo acompañara hasta su casa a la calle de Arriba, ya que “le imponía” irse solo a esas horas de la noche.

A pesar de los pocos condicionantes favorables que había para la intelectualidad y la cultura en el seno de la familia que le tocó a Miguel, la única solución que había para el sustento era el trabajo puro y duro de todos sus miembros. La naturaleza es sabia y no tomó en cuenta este aspecto, e impregnó en Miguel una casta especial propia de los elegidos; era autodidacta, pero con una voluntad de hierro para compaginar el trabajo con la lectura de libros que le dio la preparación y la inteligencia necesaria para acometer toda su obra literaria y llegar a ser considerado como uno de los poetas más importantes de la literatura universal.
Quiero aprovechar estas líneas para decir que Orihuela tiene una deuda inmensa con su hijo ilustre; además de los muchos homenajes que se harán a nivel local, provincial y nacional, Orihuela le debe a Miguel Hernández una calle importante de la ciudad, una calle de referencia, podría ser la calle José Antonio, y un monumento de cuerpo entero con sus alpargatas, donde se identifique al poeta cabrero con su pueblo que tanto le ha dado.

Sería una insensatez, por mi parte, comentar cómo era Miguel, pero me voy a permitir recordarlo; que era una gran persona, amigo de sus amigos, intelectual, rebelde, idealista, y sobre sus cualidades, que recitaba muy bien las poesías. De todos es sabido la vocación que tenía Miguel por el teatro, no me refiero a las cualidades como autor, ahí están sus obras; el Auto Sacramental “Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras”, “El labrador de más aire”, “El torero más valiente”, y algunas más; me refiero a las dotes que tenía como actor, tenía muchas “tablas” y el arte escénico lo dominaba como nadie; su amigo y también escritor Carlos Fenoll relata las dotes de actor tan buenas de las que disponía Miguel comparándolas e igualándolas con las de poeta. Es aquí, en este punto, donde quiero destacar un hecho que considero crucial en la vida de Miguel Hernández.

Cuando Miguel, su amigo de la infancia y varios chicos más, pasaron de la niñez a la juventud, se despertó en ellos una inquietud artística. Orihuela siempre ha sido un pueblo culto con una sensibilidad literaria muy acusada por la cantidad de revistas, semanarios y periódicos que se publicaban en aquel tiempo, y por una afición muy grande al teatro y la zarzuela. Por aquel entonces había en la ciudad dos importantes centros culturales, el Círculo Católico y la Casa del Pueblo donde se interpretaban obras de teatro. Estos jóvenes frecuentaban ambas entidades culturales pero fue la Casa del Pueblo quien los acogió y lejos de ninguna intención política, estos chicos fueron desarrollando sus aficiones artísticas interviniendo en cuantas representaciones de teatro se hacían.

Pero he aquí que a Miguel se le cruzó en su vida, quizás fuese el destino, una obra de teatro cuyo título es “JUAN JOSÉ”, una de las principales y la más conocida obra dramática del dramaturgo Joaquín Dicenta (murió en Alicante en 1917), estrenada con éxito en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1895. Ni que decir tiene que Miguel hacía el papel de Juan José, el protagonista del drama.

Esta pieza abre la puerta al drama social en España y contiene denuncia social donde los personajes claman por la libertad y contra la opresión; el autor denuncia el malestar social generalizado y resalta las protestas de los trabajadores de sus condiciones de vida y de trabajo; todo ello enmascarado en un argumento de amor y celos protagonizado por un obrero y su patrono enamorados de la misma mujer. Se desarrolla en una taberna frecuentada por albañiles, y por supuesto el vestuario más importante del protagonista era un mono de trabajo. Durante algún tiempo fue esta pieza teatral de representación casi obligada en los centros culturales obreros españoles. En Alicante se representaba habitualmente todos los primeros de Mayo hasta 1936. La obra “JUAN JOSÉ” se convierte desde su estreno en paradigma del teatro obrero. Don Miguel de Unamuno escribía con respecto a la obra “el drama del Sr. Dicenta es bueno artísticamente por revelar la esencia de la vida social de hoy en uno de sus aspectos, por su resplandor de la verdad, por revelarnos la honda satisfacción de un mundo”.

Después todos sabemos lo que ocurrió; la guerra civil, la posguerra, la miseria, la ausencia de libertades, la venganza, la censura y lógicamente la obra de Dicenta “JUAN JOSÉ” dejó de reponerse y finalmente cayó en el olvido. Dudo que incluso en la democracia se haya puesto en escena en alguna parte de la geografía española, habida cuenta que en su tiempo se convirtió, junto con Don Juan Tenorio, en la obra más representada en nuestro país (según don Francisco Arias Solís).

También en Orihuela tuvo su eco el movimiento social obrero y en la Casa del Pueblo se representaba también esta obra de denuncia social “JUAN JOSÉ”. Ya he comentado que Miguel hacía el papel de protagonista, de Juan José, el obrero; se metía tanto en el personaje que lo vivía, sufría, lloraba, gritaba como si el personaje y él fueran la misma persona; se olvidaba que era Miguel, se creía Juan José, hacía una interpretación magistral. Aquel personaje le llegó al alma, lo transformó de tal manera que cuando se terminaba la representación dudaba de su identidad. Aquello pasó, pero Miguel parecía que se hacía más reflexivo, más rebelde con las injusticias, todo ello unido a la evolución de su vida, la falta de ayudas, la guerra, sus desengaños, etc., le hizo tomar partido por los más débiles, por la clase obrera con las consecuencias que todos conocemos. Miguel fue una víctima y un mártir de su tiempo. A Miguel Hernández le cambió la sociedad, las injusticias sociales, la incomprensión, la opresión, la ausencia de igualdades, la falta de libertades, el abuso capitalista y… “JUAN JOSÉ”.



Todas estas vivencias y opiniones acerca del cambio que se produjo en Miguel Hernández, a partir de la interpretación de “ JUAN JOSÉ”, se las debo a su primer amigo de la infancia; en realidad quiero hacer con este relato un reconocimiento al que compartió con Miguel sus primeros años de vida. Poco antes de morir, le acompañé por última vez a su casa, a la casa de Miguel Hernández, estuvimos recordando vivencias en el patio con la higuera recorriendo todas las dependencias, me hacía sugerencias de cómo estaban los objetos, algunos bien colocados, los cambios que veía, donde estaban las tinajas, la cocina y quién dormía en cada habitación. Me recordó el día que Miguel le regaló su primer libro “Perito en lunas” dedicado a él; fue un día inolvidable, se despidió y salimos, fue la última vez que le vi llorar.

A Miguel Hernández le van a hacer muchos homenajes en el centenario de su nacimiento. Quisiera unir este humilde y sincero homenaje a otro personaje, su amigo de la infancia, y por una vez sacarlo del anonimato y juntarlos, otra vez, en el centenario de ambos. Quizás las únicas cualidades que les unieron fueron la amistad, el ser buenas personas y el amor a Orihuela. Para mí es suficiente, ya que si Miguel legó al pueblo de Orihuela todo su acerbo cultural, su amigo legó estas cualidades a toda su familia, su mujer y sus hijos. Gracias por los momentos tan felices que me has hecho vivir y gracias por enseñarme relatos inéditos de Miguel.

Todo esto se lo debo a Vicente, el amigo de Miguel Hernández, a Vicente Reig, a MI PADRE.



P.D. Sería interesante que en el año del centenario se programara la reposición del Auto Sacramental (la última vez fue en 1977), y cómo no, el melodrama del Joaquín Dicenta “JUAN JOSÉ”. Es posible que conocida la obra entendamos mejor la evolución que llevó a Miguel Hernández a ocupar el sitio en la Historia que él eligió con todas sus consecuencias.

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